Así calificó Mauricio Macri a los trabajadores de Tiempo Argentino y
Radio América durante una entrevista que brindó en Berlín a la prensa
argentina, en el marco de su gira por la Unión Europea.
Consultado por el ataque que sufrieron los trabajadores del ex Grupo
23, Macri afirmó “me alegra que la Justicia esté interviniendo, como
también intervino antes para pedir el desalojo del edificio. O sea, está
mal cualquier tipo de usurpación. Me parece peor todavía con el
ejercicio de la violencia, pero claramente nadie tiene derecho a usurpar
lo que no es de uno” (La Nación, 7/7). Repreguntado si se refería a los
periodistas que vienen sosteniendo la continuidad del medio, contestó
“claro, claro”.
Las definiciones de Macri finalmente explican la complicidad policial
con la patota de Martínez Rojas, el supuesto nuevo dueño del medio. La
custodia franqueó el paso a los matones, que durante largas horas se
dedicaron con total impunidad a destruir todo a su paso. La fiscal no
quiso mover un dedo. Fueron los mismos trabajadores los que finalmente
los desalojaron.
El aserto presidencial también explica por qué el gobierno hace oídos
sordos a los reclamos de los laburantes y les retacea el desembolso de
82 millones de pesos de pauta oficial adeudados al ex Grupo 23 para
cubrir los salarios, aguinaldos e indemnizaciones que Sergio Szpolski
dejó impagos cuando se borró. Ahora, la Afip revela que Szpolski además
evadió durante años el pago de cargas sociales de sus trabajadores,
acumulando una deuda previsional de 85 millones de pesos. Junto al caso
de Cristóbal López -que se financiaba guardándose el IVA- son dos
exponentes del parasitismo de la “burguesía nacional” reconstruida por
el kirchnerismo.
Pero los dichos de Macri apuntan más allá todavía. Conllevan toda una
advertencia, en momentos que la crisis coloca nuevamente la ocupación de
toda planta que cierre o despida en el orden del día. Incluso en casos
como el de Tiempo, cuando el vaciamiento empresario es evidente y
archiconocido.
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