Hace 117 años, bajo la presidencia de Julio Roca, la UIA convocó una de
las movilizaciones más significativas del período. Entre 40.000 y
70.000 personas se agolparon bajo la bandera de la defensa de la
industria nacional, exigiendo medidas arancelarias de protección frente a
la producción extranjera, en un acto que se prolongó en una marcha
hasta la Plaza Lorea.
De la masa que componía aquella manifestación, una parte significativa
eran trabajadores. En una ciudad que no llegaba al millón de habitantes,
la mitad eran obreros y las tres cuartas partes de ellos eran
extranjeros. La expansión industrial había sido vertiginosa en la década
previa, en la que se fundaron numerosos establecimientos industriales,
una tendencia que se prolongaría, con altibajos, quince años más -entre
1895 y 1914 la cantidad de firmas industriales aumentó de 22.000 a
48.000 1.
En este desarrollo jugó un papel el resultado del debate en torno del
proteccionismo. Este había comenzado ya en 1875, no casualmente luego de
la crisis capitalista internacional de 1873. La presentación de un
presupuesto que disponía un aumento general de derechos de importación
con el objetivo primordial de apuntalar las rentas nacionales (afectadas
por la crisis y el furibundo endeudamiento), detonó un cambio de frente
de una fracción de la burguesía que se presentó como industrialista.
Sus voceros más destacados, Carlos Pellegrini y un anciano Vicente Fidel
López, plantearon el agotamiento de una economía basada en la sola
actividad ganadera, incapaz de otorgar ocupación a los habitantes que ya
tenía el país y denunciaron que el librecambio de los países
desarrollados era una forma de defensa de la industria de esos países,
que ya habían consolidado su propia industria.
El saldo del debate fue el establecimiento de derechos del 40% para el
calzado, ropa y confecciones, del 26 para tejidos y cueros curtidos y
del 35 para muchos artículos alimenticios, así como la liberación de la
importación de alambre para cercar campos y envasar la producción del
agro. El debate no rozó siquiera al latifundio, la principal traba para
el desarrollo capitalista en la época. En 1876 se promulgaría la primera
ley de colonización, esterilizada por la acción de las colonizadoras
privadas, una contracara de la ley de radicación rural en Estados Unidos
(1862) que aseguraba la propiedad de 160 acres (64 hectáreas) por un
costo insignificante. Aún con estos límites, luego del debate sobre
proteccionismo de 1875 se abrió un proceso de crecimiento industrial
volcado al mercado interno y de incremento de la cantidad de obreros
ocupados. La defensa del “trabajo para los argentinos” se erigió en la
bandera de la burguesía industrial nativa.
Proteccionismo y clase obrera
El resultado de la nueva grilla arancelaria para la clase obrera tuvo,
sin embargo, su lado nefasto. “El resultado fue… que el sector menos
acomodado, aún el indigente, tuvo que cargar con todo el peso del
proteccionismo, costeando indirectamente de su peculio el sostenimiento
de la industria nacional” 2, pues los mayores precios (protegidos por
los altos aranceles) no fueron compensados con aumentos salariales.
¿Qué posición adoptaron las organizaciones del movimiento obrero de la
época frente al llamado de la UIA? El PS planteó su oposición a la
convocatoria y al proteccionismo industrial, defendiendo el librecambio.
Su postura se centraba en que permitía el ingreso de mercancías que
abarataban la canasta familiar del obrero. En La Vanguardia (5/8/99) se
reclamaba la abolición de todo arancel aduanero y de todo impuesto
interno al consumo que gravara productos como “telas de algodón, sal,
arroz, yerba, azúcar y aceite”. Las corrientes anarquistas no fijaron
posición. Se creó así un escenario en el que una masa de trabajadores,
por falta de dirección y temor, participó de la marcha convocada por la
UIA en defensa de la industria nacional.
Socialistas, anarquistas -aún por omisión- y luego los sindicalistas
revolucionarios, van a ser partidarios del librecambio y van a carecer
de toda otra política frente a una encrucijada que planteaba la cuestión
nacional.
El PS, la cuestión nacional y Marx
Juan B. Justo, fundador del PS, fue un abanderado del capitalismo
“sano” frente al espurio, reconociendo en el primero al extranjero. Como
no se le escapaba que el capital internacional no venía al país para
realizar ideal democrático alguno, planteaba un control de los excesos
del capital a cargo del Estado. Por eso los socialistas, en un terreno
tan sensible como la propiedad de los ferrocarriles por los ingleses,
limitaron sus demandas a las mejoras de las condiciones de trabajo.
En relación con la oligarquía todo el programa del PS se limitaba al
reclamo de un impuesto directo y progresivo sobre la renta de la tierra,
es decir favorecer un desarrollo capitalista del agro sin una
expropiación del latifundio.
Pero el capital extranjero se radicaba especialmente en la cadena de
valor orientada a la exportación (frigoríficos, molinos, envasado,
ferrocarriles y puertos). Los productos de consumo eran masivamente
importados y allí era donde competía la industria nacional. Sus altos
precios (protegidos por altos aranceles) castigaban duramente la
economía obrera, lo que sólo podía enfrentarse a través de una lucha
consecuente por el salario.
Para el PS, el capital extranjero encarnaba una forma de producción más
avanzada que la que prevalecía en la Argentina oligárquica y proponía
que aquel reemplazara a ésta en el desarrollo del país. Va de suyo que
estas posiciones llevaron al PS a ser profundamente hostil a toda
manifestación de lucha antioligárquica y antiimperialista de las masas.
Para la época, Marx había constatado el impacto del capital
internacional sobre los países atrasados, cuya progresividad se agotaba
en el vínculo al ciclo capitalista mundial. Había denunciado el
colonialismo advertido por el propio Engels, que ya en 1856 planteaba
que “la llamaba libertad de los ciudadanos ingleses se funda en la
opresión de las colonias”. El punto de vista de uno y otro no era el del
capitalismo sano, sino un nuevo régimen social fundado en la clase
obrera, el producto revolucionario creado por el desarrollo capitalista
mundial.
En estas condiciones, Marx y Engels se declaraban partidarios del
proteccionismo industrial contra las potencias colonizadoras, como
complemento de una reorganización social que incluía la revolución
agraria. En una carta a Engels en 1867, Marx va a plantear la
emancipación de Irlanda como condición ineludible para la emancipación
del proletariado inglés. Planteaba “lo que necesitan los irlandeses es:
1) autonomía e independencia con respecto a Inglaterra; 2) una
revolución agraria… y 3) tarifas proteccionistas contra Inglaterra” 3.
El programa de Marx estaba en las antípodas del enarbolado por el PS,
librecambista y reformador del latifundio, pero también del
proteccionismo estrecho de cuño burgués que animó la marcha de la UIA.
Planteaba la revolución agraria y la industrialización como tareas de la
revolución en los países sometidos, palanca de la revolución proletaria
a escala mundial. El PS argentino reflejaba el punto de vista dominante
en la Internacional Socialista de la época, pasando por alto la
condición oprimida y dependiente del país.
Un debate actual
Toda una corriente que reivindica al nacionalismo burgués sostiene que
la clase obrera, en aquella convocatoria de la UIA, debía movilizarse
junto a los industriales. Olvidan el carácter rabiosamente reaccionario y
antiobrero de la UIA, que llamó a desterrar a los “perturbadores del
orden público” desde su origen y abogó por la Ley de Residencia y el
estado de sitio contra los trabajadores. La posición de ir tras la UIA
incluye a los herederos de Juan B. Justo, que creen enmendar su
trayectoria colocándose bajo el ala del peronismo y sacrifican la gran
posición de su maestro: la construcción de un partido obrero. Incluye
también a la izquierda -véase como botón de muestra el PCR.
En el Bicentenario de la Revolución de Mayo, el gobierno CFK pretendió
contrastar el desarrollo social y la autonomía nacional de 2010 con la
que existía en el Centenario, reivindicando la industrialización del
país. Una joda. Una nación que tiene como rubro fundamental la soja y
cuya industria tiene un grado de concentración y extranjerización que es
el mayor de la historia, es una nación cuya industria está arrasada y
sin haber recibido, todavía, el grueso del impacto de la crisis mundial.
Los que prometieron “reconstruir la burguesía nacional” y los que ahora
sostienen, desde Cambiemos, que ya no existe (ver editorial de La
Nación, 7/8), son la patética expresión del inmenso fracaso de la clase
social que ha gobernado este país durante 200 años.
1. Censo Nacional 1914.
2. Adolfo Dorfman: Historia de la Industria Argentina, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1970.
3. Marx Engels: Obras Escogidas, Tomo VIII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973.
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