Foto: Ignacio Smith
La iniciativa de marchar a la Plaza de Mayo “contra los tarifazos, los
despidos y por la reapertura de las paritarias”, impulsada por la CSC-PO
(en especial por el Sutna y la AGD-UBA) se convirtió, con el correr de
los días, en una gran convocatoria unitaria del sindicalismo combativo,
la izquierda, movimientos sociales, agrupaciones de jubilados y
estudiantiles.
Al Sipreba (sindicato de Prensa), la Unión Ferroviaria de Haedo, los
Suteba de La Matanza, La Plata, Ensenada, Tigre y Escobar, el Sitraic,
la Cicop, la minoría de la AGTSyP (subte), la Fuba y el Polo Obrero se
sumaron una enorme cantidad de comisiones internas y cuerpos de
delegados fabriles y varios sindicatos del interior (Amsafe Rosario, la
Unión de Gremios de Tierra del Fuego, ATE Mendoza, Adosac, Ceramistas de
Neuquén) que enviaron delegaciones.
Algunas corrientes, como Rompiendo Cadenas, presente en las
conducciones de ATE Lomas y algún otro sindicato, fueron contrarias a
una movilización independiente de la burocracia y “operaron” contra ella
donde pudieron, pero terminaron “arrastradas” a algún tipo de apoyo por
la presión de sus bases.
El sindicato de Aceiteros y el cuerpo de delegados de la línea 60, dos
sectores especialmente invitados a ser parte de la convocatoria,
vacilaron y finalmente se autoexcluyeron (los aceiteros resolvieron
marchar unos días después junto a ATE).
La movilización
La representatividad de los convocantes quedó expuesta en la cabecera,
poblada de secretarios generales y adjuntos: Alejandro Crespo, del
Sutna; el “Pollo” Sobrero, de la UF Haedo; Romina del Pla, del Suteba La
Matanza; Daniel Rapanelli, del Suteba Ensenada; Amelia García, del
Suteba La Plata; José Meniño, del Sutna San Fernando; Roberto Macho, de
ATE Mendoza; Alejandro López, de los Ceramistas de Neuquén; Tato Dondero
y Rubén Schofrin, del Sipreba; Antonio Roselló, de la Conaduh; Jorge
Adaro, de Ademys, e Ileana Celotto, de la AGD-UBA; Claudio
Dellecarbonara, de la minoría del Subte, entre otros.
En una segunda línea marcharon dirigentes políticos de la izquierda
como Néstor Pitrola, Pablo López, Marcelo Ramal, Jorge Altamira, Nicolás
del Caño y Alejandro Bodart.
Nutridos contingentes de obreros del neumático y de ferroviarios fueron
seguidos por un “bloque” de docentes de varios sindicatos, gremios
provinciales, agrupaciones clasistas, trabajadores precarizados,
estudiantes y partidos.
De algún modo fue el “bautismo de fuego” del Sutna como protagonista
central de una gran movilización, a la que aportó unos 300 compañeros;
otro tanto ocurrió con los ferroviarios del Sarmiento; más de 70
docentes universitarios; 90 compañeros de la Naranja Gráfica; la Naranja
de la Alimentación (en plena campaña electoral del STIA-Buenos Aires)
agrupó a varias comisiones internas; ATE Mendoza movió un micro repleto
(que regresó a su provincia rápidamente para participar del plenario de
delegados de base junto a otros gremios, al día siguiente); muy
numerosas fueron las columnas de Tribuna Docente y los Suteba, así como
los barrios movilizados por el Teresa Vive y, en especial, por el Polo
Obrero. Los cuerpos de delegados participantes se contaron por decenas y
decenas. El contraste con las movilizaciones de aparatos de la
burocracia no pudo ser mayor.
El acto
Ya entrada la noche, se realizó el acto en la Plaza. Los diez oradores
que se sucedieron reafirmaron los planteos contenidos en el documento de
convocatoria: la defensa del derecho de huelga contra el fallo de la
Corte Suprema a favor de las cúpulas sindicales y el rechazo al intento
de judicialización de los ferroviarios del Sarmiento; la anulación del
tarifazo; el reclamo de reapertura de las paritarias y la abolición del
impuesto al salario; la denuncia a la tregua de las centrales
(“lubricada” con el anuncio de devolver parte los fondos de las obras
sociales) y la necesidad de redoblar los esfuerzos por recuperar las
organizaciones sindicales, siguiendo el ejemplo del Sutna.
Alejandro Crespo, el primer y principal orador, llamó a impulsar
asambleas y plenarios para exigir a las centrales sindicales el paro
general y un plan de lucha, advirtiendo sobre un “parito dominguero”
funcional a la tregua.
El “Pollo” reivindicó el paro de la seccional contra las suspensiones y
la democracia obrera como un instrumento contra la burocracia: “no
respondemos a las órdenes de ningún burócrata, sino a las órdenes de las
asambleas de los ferroviarios”. Recordemos que la convocatoria a la
marcha fue resuelta por una enorme asamblea ferroviaria; lo mismo
ocurrió en numerosos lugares de trabajo como AGR-Clarín, las seccionales
del Suteba o Amsafe.
Alejandro López recordó el papel desempeñado por el movimiento
piquetero en defensa de las empresas ocupadas, algo que la crisis
industrial vuelve a poner al rojo vivo, y planteó que este debe ser el
primer paso de un reagrupamiento del clasismo sindical ligado a la
construcción política de la izquierda.
Ileana Celotto, a su turno, comenzó repudiando la aprobación de la
prisión domiciliaria para el genocida Etchecolatz como un paso más en la
línea de lo de Pedraza, planteó la autonomía de los organismos de
derechos humanos y denunció el papel de la oposición patronal, en
particular el kirchnerismo y de la iglesia, que promueve el
asistencialismo estatal como contrapeso al ajuste.
Adaro y Pacagnini se refirieron a otros aspectos del programa como el
no pago de la deuda y el reparto de horas sin afectar el salario.
Daniel Rapanelli, en representación del las cinco seccionales
combativas del Suteba presentes, resaltó el paro macizo de la docencia
bonaerense e hizo una defensa del congreso de bases en oposición a la
reunificación de la CGT que está en marcha, a espaldas de los
trabajadores.
Conclusiones
La marcha significó sin dudas una instancia de reagrupamiento de los
sectores combativos que enfrentan el ajuste. Por su programa y su
método, chocó con las alternativas que alientan una confluencia con el
kirchnerismo o sectores de la burocracia (la “tradicional” o la
centroizquierdista). Como lo destacaron, Crespo en su discurso de
apertura y Daniel Rapanelli al cerrar, la respuesta masiva de obreros -a
contraturnos, luego de la jornada de trabajo- a un llamado del clasismo
y la izquierda, es un dato de enorme significación política.
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