Con su
deserción del acto del 1 de Mayo en la Plaza de Mayo, el PTS no ha
vacilado en abandonar una de las conquistas más significativas de la
izquierda en la última etapa histórica de Argentina. Nos referimos al
hecho de que sea la izquierda y no el peronismo quien ocupe el centro
del poder político del país en la jornada del 1
No fue casual que el
Frente de Izquierda haya tenido su debut, justamente, un 1°de Mayo en la
Plaza, en el año 2011. En definitiva, es un acto que resume el núcleo
de toda estrategia revolucionaria en el país: nacionalismo o socialismo,
colaboración de clases o independencia de clase del proletariado.
Es significativo que este abandono sea suplantado por un acto en
soledad, que será el 30 y no el 1, y en la Embajada de Brasil en vez de
la Plaza de Mayo. El argumento esgrimido para justificar este
divisionismo inaceptable es que el acto común no “repudia al golpe en
Brasil”, por la negativa de Izquierda Socialista (IS). Pero IS, que
explicitó una caracterización distinta sobre el proceso político
brasileño, sí aceptaba que, en el marco del acto común del FIT en la
plaza, los oradores del PTS y el PO repudien el golpe cuando hagan uso
de la palabra. No sólo eso: el PTS había pedido -y se había aceptado-
que un integrante de su corriente en Brasil sea orador del acto. La
cuestión, entonces, ya no era repudiar o no el golpe, sino decidir desde
qué trinchera se haría. O en un acto común, que planteó que en “América
Latina sólo la clase obrera podrá sacar al país de la opresión y el
atraso” (ver declaración común de convocatoria)
o en un acto solitario que omita una delimitación estratégica con el
nacionalismo burgués. Entre ambas alternativas, el PTS eligió la última.
Esta es la única conclusión posible que explica su decisión faccional
de romper con el acto unitario.
El planteo del PTS ha provocado estupor entre los seguidores del FIT,
incluso entre quienes no pertenecen a ninguno de sus tres partidos. No
es para menos. Considerar que no hay bases políticas para realizar el
acto unitario del 1 es un golpe severo al Frente de Izquierda. No
sabemos si el PTS quiere sacar todas las conclusiones que se derivan de
su decisión, pero alertamos sobre el peligro de maniobras faccionales de
alcance liquidacionista, las cuales oportunamente serán justificadas
con divergencias armadas a tales efectos.
Sobre el golpe
En un artículo publicado en la Izquierda Diario, el PTS nos acusa de
embellecer la posición de Izquierda Socialista al caracterizarla como
“neutral” en relación con el golpe. Resulta llamativo que vean un elogio
allí donde nosotros hacemos una crítica severa. ¿Cómo explicar esta
disidencia? Ocurre que, como el PTS es incapaz de delimitarse de las
posiciones de cada fuerza, hace la gran D'Elía, quien se cansó de atacar
por “funcionales” a la derecha a todas las fuerzas que no apoyan al
kirchnerismo. Se sustituye el análisis objetivo por el subjetivismo,
siempre impregnado de prejuicios y en búsqueda de segundas intenciones.
Pero para saber la posición de IS hay que leer sus textos. Su corriente
hermana “repudia el impeachmet" y llama a movilizar en todo el país por
"Fora todos", contra el ajuste y por "constituir una alternativa de
gobierno desde la izquierda y los trabajadores, convocando a un gran
plenario sindical, popular y estudiantil en Brasil”. Y agrega que “en
Brasil no hay un golpe de Estado. No han tomado el poder los militares.
Ni remotamente existe esa amenaza. Ni se cerró el parlamento ni se
prohibieron las huelgas y los sindicatos. Lo que ha ocurrido es una
acción parlamentaria de la oposición patronal que busca destituir a
Dilma, usando esos mecanismos parlamentarios que desde Izquierda
Socialista repudiamos y rechazamos”.
No compartimos esta posición. Negar el golpe porque el poder no pasó a
las Fuerzas Armadas o porque no se cerró el parlamento es un error. Pasa
por alto que la acusación a Dilma es totalmente forzada, en base a un
maquillaje fraudulento de las cuentas públicas que ya fue usada por
todos los gobiernos, incluso el del ahora golpista Enrique Cardoso. Sin
embargo, nunca fue utilizado por nadie para pedir por ello un juicio
político.
La envoltura “institucional” ha sido utilizada frecuentemente para una
profunda modificación de las relaciones sociales de la clase capitalista
contra las masas, como ocurrió con el derrocamiento de Zelaya en
Honduras y Lugo en Paraguay. En Brasil, estamos frente al tercer golpe
parlamentario.
Asistimos al tránsito de regímenes de contención de los trabajadores a
gobiernos de ofensiva franca contra las masas, en un escenario dominado
por la impasse económica y crisis de regímenes enteros. Este golpe
“institucional” es una tentativa por resolver esa crisis frente a un
gobierno agotado, reconstruir la autoridad del Estado y establecer una
nueva relación de fuerzas con la clase obrera.
Al no denunciar el golpe, IS se queda en la abstracción de denunciar
una pelea interburguesa, sin ver cuál es el agrupamiento real de la
burguesía y la finalidad reaccionaria que anida en el impeachment. Así,
no prepara a los trabajadores para las luchas que están por delante.
Hoy, la consigna “fuera todos” no tiene fundamento, porque es la clase
capitalista la que tiene la iniciativa para decidir quién se va y quién
viene. La clase obrera está ausente como factor político independiente.
El gran desafío que tiene la izquierda revolucionaria es contribuir a
superar este escollo. La consigna en favor de la convocatoria de un
Congreso de bases de los trabajadores, que el Partido Obrero está
impulsando, apunta a que la clase obrera defina un programa contra el
ajuste y elabore un salida propia para terciar en la crisis política en
desarrollo. En Argentina, en cambio, el que se “vayan todos” fue la
expresión de un movimiento popular masivo, que enfrentó por igual a los
bloques capitalistas, como se comprobó en el hecho de que las
movilizaciones se profundizaron frente a los gobiernos que sucedieron a
De la Rúa.
El PTS y Dilma
Nuestra crítica a IS nada tiene que ver con la posición del PTS, que
luego de anunciar su deserción de la Plaza de Mayo se sintió habilitado a
desbarrancarse en un “antigolpismo” bajo la dirección de Dilma, como lo
acaba de explicitar en Izquierda Diario. Al comentar el discurso de
Rousseff en la ONU, su periódico señala que “El PT ya demostró que está
dispuesto a hacer negociados por arriba, como hizo con la derecha
brasilera en el período previo a la votación del impeachment”. Pero el
PT ha gobernado con esa derecha golpista, con la cual, además, intentó
erigirse en ejecutor de los ajustes. El PTS embellece la política del
PT, al presentarlo como la dirección inconsecuente o vacilante de un
“campo antigolpista”. Con esa política organiza su acto en la Embajada
brasileña.
Aunque el PTS nos acusa de “nacional-trotskistas”, lo cierto es que su
'internacionalismo' sigue al pie de la letra su política nacional de
seguidismo al kirchnerismo. Ocurre que el internacionalismo no es una
cuestión jurisdiccional o de fronteras, sino de estrategia política. Es
la defensa de la independencia obrera y de la lucha de clases a escala
internacional, comenzando naturalmente por el propio país. Por caso, el
PTS le ha hecho flaco favor al internacionalismo cuando se movilizó
junto al kirchnerismo por Milagro Sala, o apoyó las maniobras
parlamentarias de los K en torno del pacto buitre y -más recientemente-
el proyecto de consenso de la oposición patronal sobre despidos, en
lugar de apoyar el dictamen en minoría del PO que plantea el programa
del FIT sobre la cuestión.
La deserción a la Plaza del 1, en aras del “internacionalismo”, es un
aporte a los “nacionalismos” regionales, los de Cristina y Dilma.
Constituyente
Finalmente, el PTS no responde a nuestra impugnación de su política en
Brasil, que -al sostener la Asamblea Constituyente (la cual sólo podrían
convocar en las actuales circunstancias los Temer o Cunha) contribuye a
la vertiente del golpismo. Su única respuesta es que nosotros también
levantamos esa consigna, hasta hace poco. Pero el Partido Obrero la
levantó cuando la crisis política no había derivado aún en el pasaje
abierto del núcleo duro de la burguesía brasileña al campo del golpismo
y, por lo tanto, la crisis transitaba por varios escenarios. Durante ese
período previo, el gobierno Dilma acentuó su carácter proimperialista y
ajustador (apertura del presal petrolero), intentando tomar en sus
manos la recolonización económica que exigía el capital internacional.
La escalada golpista nos obliga a recaracterizar la situación, lo que no
hace el PTS -y tampoco IS, que continúa apreciando una crisis entre dos
bloques antiobreros y desprecia las consecuencias políticas y sociales
de un golpe parlamentario, como punto de partida de una reconfiguración
general de las relaciones entre la burguesía y la clase obrera. Todos
estos virajes deberían ser parte de un debate y una clarificación entre
nuestras organizaciones, incluso a nivel continental, en el marco del
frente político alcanzado en la Argentina. El PTS procede al revés:
rompe ese frente común en nombre de divergencias donde siquiera puede
exhibir un planteo consecuente en el terreno que pretende reivindicar
(el de la lucha contra el golpismo).
El señalamiento del carácter reaccionario y golpista de los
destituyentes brasileños debe servir, por sobre todas las cosas, como
acicate para acentuar la diferenciación de la izquierda con el
nacionalismo o progresismo en descomposición. Cuando la lucha contra el
golpe sirve de pretexto para imprimirle un golpe a esa diferenciación,
entonces es un vulgar servicio a los Rousseff o Kirchner. Ese es el
contenido político de la grave maniobra faccional del PTS.
Defendamos el Frente de Izquierda
Nuestras divergencias con el PTS e Izquierda Socialista sobre los
sucesos de Brasil están sobre la mesa. Rechazamos, sin embargo, que sean
utilizadas como elementos de ruptura del Frente de Izquierda. Siempre
consideramos que las polémicas políticas debían desarrollarse en el
marco del frente único de las corrientes obreras contra la “burguesía
del propio país” y por eso promovimos la formación del FIT como frente
único de la clase obrera contra el capital y sus partidos. En oposición a
este método, el PTS quiere convertir al Frente de Izquierda en un
“campo de disputas” y maniobras, no para hacer progresar a la izquierda
contra el Estado y sus partidos, sino para arrancar ventajas o
prerrogativas menores en beneficio propio. Es este objetivo el que
explica las oscilaciones políticas del faccionalismo del PTS. Por caso,
en las Paso pasadas abrazó la forma de la “transparencia” y “renovación”
de la política, planteos democratizantes que esgrimen los partidos
capitalistas para autorreciclarse y, a la vez, la franela con el
kirchnerismo, al calificar a los candidatos del FpV como “los hijos de
Menem” -o sea, como una desviación en el rumbo de la “Argentina K”. En
cualquier caso, el faccionalismo reconoce un hilo conductor, que es el
recurso a los planteos democratizantes o nacionalistas de moda.
Llamamos a defender al Frente de Izquierda de estas maniobras
faccionales y a desarrollarlo como un frente único de lucha contra los
partidos que responden al capital y al Estado.