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miércoles, 1 de abril de 2009

Los límites de la reforma

Por Andrés Asiain *

Las medidas anticrisis tomadas por los gobiernos de las potencias mundiales en los últimos tiempos ponen al desnudo las fuertes asimetrías que existen en el orden financiero global. Multibillonarios paquetes de rescate son lanzados a la circulación en los países del Centro. Por el contrario, los bancos centrales de la periferia se ven obligados, en pleno comienzo de la recesión, a incrementar sus tasas de interés para evitar la fuga de sus capitales hacia el norte. Lo paradójico es que la crisis se inició en pleno sistema financiero de Estados Unidos y no en los mercados emergentes.

La explicación de este comportamiento, a primera vista incomprensible, se encuentra en el papel que ocupa la moneda de las grandes potencias en el sistema financiero mundial. Un sencillo ejemplo basta para entender la diferencia cualitativa existente entre un dólar y un peso argentino, ¿alguien se imagina a algún norteamericano guardando pesos bajo el colchón?

La capacidad de emitir la moneda mundial no es un atributo que se a adquiere fácilmente. Estados Unidos lo logró aprovechando el estado de destrucción en que se encontraba Europa tras la Segunda Guerra Mundial. La supremacía del dólar fue aceptada por las otras potencias occidentales en Bretton Woods. Más tarde, cuando esos acuerdos sean cuestionados, se mantendrán por la fuerza del mercado. El de-sarrollo de los mercados financieros desregulados impondrá, de hecho, lo que los acuerdos anteriores otorgaban como derecho.

Este papel privilegiado le permite a Estados Unidos financiar su expansión militar y económica a lo largo del globo pagando en su propia moneda. También le posibilita realizar política fiscal y monetaria sin importarle sus consecuencias en términos de déficit fiscal o externo, como lo muestran las actuales medidas anticrisis.

Veamos, en cambio, la situación de la periferia en la actual crisis global. El crédito internacional se encuentra paralizado. Esto no es muy preocupante para países como la Argentina que hace tiempo no accede a los mercados financieros externos. Si es grave para otras economías, como las de Europa del Este, que han financiado su expansión mediante inversiones extranjeras. La repentina reversión del flujo de capitales desvaloriza sus monedas y vuelve impagables sus deudas externas fijadas en divisas.

Para países como el nuestro el canal de transmisión de la crisis es la caída de las exportaciones. El menor nivel de actividad de la economía mundial y el derrumbe del precio de los commodities reducen los dólares que ingresan por las ventas externas y ponen tensión sobre el valor del tipo de cambio. Las expectativas de devaluación incentivan la salida de capitales aumentando la presión a la desvalorización de la moneda local. Ante ello el Banco Central aumenta las tasas de interés enfriando la economía pese a los síntomas de comienzo de una recesión.

En este momento, los países miembros del G-20 se encuentran discutiendo la reforma del sistema financiero internacional. El papel privilegiado del dólar difícilmente sea afectado. Alguna concesión de poder a China en los organismos internacionales, un incremento en los préstamos a los emergentes con sound policy y cierta mejora en la regulación de los movimientos internacionales del capital, son las medidas que probablemente saldrán de esa reunión. Los países de la periferia no obtendrán allí las soluciones a los problemas urgentes que plantea el estallido de la crisis. En nuestro caso, en lugar de poner las esperanzas en la reforma del sistema financiero internacional, debemos comenzar por reformar el argentino. Vale recordar que, pese al paso adelante que significa la estatización de las AFJP, la apertura de la cuenta de capitales continúa condicionando la capacidad de generar crédito. Si pretendemos enfrentar la crisis internacional tenemos que recuperar el control de nuestra política monetaria. Sólo así podremos financiar las políticas de demanda efectiva necesarias para reactivar la economía sin la amenaza desestabilizadora de la fuga de capitales.

Para aquellos que, por el contrario, piensan que la solución se encuentra en la reinserción en los mercados financieros internacionales reformados, va esta cita de Keynes (que algo sabía de las crisis económicas): “El papel desempeñado por los economistas ortodoxos, cuyo sentido común ha sido insuficiente para equilibrar su deficiente lógica, ha sido desastroso en todos sus detalles; porque cuando, en su ciega lucha por encontrar una puerta de escape, algunos países se han sacudido las obligaciones que hacían imposible una tasa de interés autónoma, estos economistas han enseñado que una restauración de los antiguos grilletes es un primer paso necesario para la recuperación general”.

* CNE Arturo Jauretche.

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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