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jueves, 14 de mayo de 2009

Aumentar salarios para salir de la crisis

La mejor politica para evitar las consecuencias de la crisis mundial proteger el consumo y el mercado interno

Parece mentira que apenas se evidencian las primeras consecuencias de la crisis del sistema capitalista, aparezcan las viejas recetas neoliberales pidiendo bajar salarios (o no aumentarlos, que inflación mediante, es lo mismo; o aumentarlos en un porcentaje inferior a la inflación, con idéntico resultado).

Ahora bien, tal como ocurrió con la crisis del ‘30, de ésta sólo saldremos si –entre otras medidas- se aumentan los salarios, de modo de incrementar el consumo interno, y la producción. Ello podrá además acercarnos al objetivo -por todos los gobiernos abandonado- del pleno empleo.

De otro modo, las terribles consecuencias sociales que ya se evidencian en el mundo -despidos, reducciones salariales, suspensiones, desalojos y hambre- se incrementarán.

Al asumir en 1933 –casi cuatro años después de desatada la crisis- el Presidente norteamericano Franklin Roosvelt decretó que el salario mínimo vital y móvil que debía pagarse en Estados Unidos era aquel que “no solamente permita la subsistencia, sino que hagan posible una vida decente” de los trabajadores. Y agregó que “ningún comercio, cuya existencia dependa del pago de salarios menores que los suficientes para la vida a sus obreros, tiene derecho a continuar en este país”.

En nuestro país hizo lo propio Perón en 1945 (a través del Dto. 33.302/45), en los términos que aún lo plantea nuestra Ley de Contrato de Trabajo: “Salario mínimo vital es la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento” (art. 116).

Por supuesto, eso debe ir acompañado de una política seria del gobierno de erradicación del trabajo en negro, que garantice la aplicación de los salarios convencionales a todos los trabajadores.

Claro, con una industria funcionando y pagando salarios justos y con pleno empleo, no es posible que el capital financiero siga siendo el ganador del sistema, más aún, prácticamente debería dejar de existir.

En 1933 Roosvelt además debió cerrar los bancos y colocó la tasa de interés en cero; en 1945 Perón, además de instaurar el salario mínimo vital y móvil, nacionalizó el Banco Central y los depósitos bancarios.

En esta crisis por todos comparada con la del ’30 por su gravedad, los gobiernos del mundo no transitan el camino de aquella solución. El nuestro tampoco. Según un informe del Banco Central, en 2008 los bancos registraron las mayores ganancias de los últimos diez años.

Como contrapartida, el Gobierno no sólo no ha implementado una estrategia general para enfrentar la crisis y sus consecuencias sociales, sino que transita el camino inverso, lo que se demuestra, por ejemplo, a través del reciente y escasísimo aumento de las jubilaciones.

Por eso, mientras se mantenga la irrisoria lógica de salir de la crisis con las mismas herramientas y actores que nos sumieron en ella, es de esperar que ésta se profundice, por lo menos hasta tanto no se asuma la necesidad de implementar un plan económico general en los términos aquí planteados.

Es por tanto un deber de la Central exigirlo, y advertir además que no se aceptará ninguna salida de la crisis que implique rebaja del salario real o aumentos de la jornada de trabajo.

Es hora entonces de plantear un plan de lucha que tenga como eje una serie de medidas generales que modifiquen el rumbo de la economía para que la crisis no recaiga sobre las espaladas de los trabajadores; pero también para que la salida de la crisis se convierta en el punto de partida de la modificación estructural del sistema.

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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