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miércoles, 6 de mayo de 2009

G-20: viejas recetas, viejas promesas

escrito por Consejo de Redacción ECCE   
ImageHa transcurrido más de año y medio desde que en verano de 2007 emergiera a la superficie la actual crisis económica, y a pesar de ello, y como no podía ser de otra manera, los gobiernos y las autoridades siguen sin tomar decisiones firmes y comprometidas para superar la grave situación que enfrenta la economía mundial. Primero de forma independiente y luego de forma coordinada, las únicas medidas tomadas hasta ahora han sido de carácter coyuntural, con la vista puesta en el corto plazo y con el único objetivo de proteger a las entidades financieras de la deblace que ellas mismas han creado. 
 
Así es como se han sucedido las multimillonarias inyecciones de liquidez, la compra de activos de baja calidad por parte de los bancos centrales y en algunos casos incluso las nacionalizaciones parciales o totales de las entidades más afectadas por la crisis. Medidas reactivas encaminadas a mejorar la confianza en el sector financiero a partir del principio de “privatización de ganancias, socialización de pérdidas” y con la esperanza puesta en que el mismo mercado trajera la recuperación tarde o temprano.
 
Y a pesar de que ha transcurrido tanto tiempo y es bien perceptible que dichas medidas no han surtido efecto, en la última reunión del G-20, que ha tenido lugar en Londres, los gobiernos más poderosos del mundo no han hecho sino dar continuismo a su discurso y a su acción.

En primer lugar, siguen apostando por cargar a los contribuyentes de cada país con los platos rotos por los bancos y otras instituciones especuladoras. Así esperan que el millonario estímulo fiscal que han programado y la afluencia masiva de dólares a los balances bancarios consigan reestablecer tanto el crecimiento económico, como la estabilidad financiera. Y mientras todo ese dinero público permite la supervivencia de entidades privadas, gobiernos como los Estados Unidos están facilitando con sus normas que las cuentas bancarias puedan ser falseadas para no revelar las verdaderas pérdidas.

No es de extrañar, ya que si bien se han visto obligados a reconocer el absoluto fracaso que supone la crisis en materia de regulación financiera, cuestionando incluso los paraísos fiscales, sin embargo, el nuevo marco ideado de supervisión y control no tiene otra función que tratar de recuperar la confianza de los mercados financieros. Ninguna de las medidas tomadas, incluida la creación del Consejo de Estabilidad Financiera, busca otra cosa que proteger a la actividad financiera de los riesgos que ella misma genera. Lo acordado no garantiza en absoluto el tan cacareado “fin del secreto bancario” y ni siquiera acaba con los manidos “conflictos de interés” en las agencias de rating.

Y mientras nada sustancial cambia en los mercados financieros, el G-20 se dedica a fortalecer financiera y políticamente a los moribundos Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, convirtiéndolos en las instituciones clave de los programas de recuperación de la economía mundial. Obviamente, al hacerlo se olvidan del absoluto fracaso que en su labor cosecharon durante las últimas tres décadas y de la inmensa destrucción económica y social que sus planes de ajuste estructural llevaron consigo a lo largo y ancho del mundo. El hecho de que, entre otras cuestiones, se siga posponiendo la reforma de sus sistemas de voto da muchas razones para pensar que la lógica empleada para implementar sus nuevos planes de “ayuda”, que tomarán la forma de “Líneas de Crédito Flexible”, seguirán una línea paralela a los de ajuste.

No en vano, el G-20 sigue sin aceptar que las políticas neoliberales y su intento de construir un gran mercado global son las verdaderas culpables de la crisis. Precisamente por ello aún confía en su ideario para materializar lo que creen que son las únicas, viejas, recetas posibles frente a esta crisis. Esa es la razón por la que siguen mostrando como un objetivo prioritario la lucha contra lo que consideran la tentación del proteccionismo, no sólo a nivel comercial, sino también financiero. No en vano, además de expresar su compromiso con la conclusión de la Ronda de Doha, expresan su total rechazo a cualquier medida que pueda restringir el libre movimiento de los flujos de capital, evitando poner coto a la lógica especulativa que reina en los mercados financieros.

Y al mismo tiempo que la ayuda al sistema financiero sigue fluyendo con facilidad en estas reuniones, como el billón de dólares puesto encima de la mesa, los fondos para financiar las medidas encaminadas a resolver la situación de los desempleados, el hambre o la situación medioambiental se quedan en puras migajas. Sigue presente la idea de que gracias a la recuperación y renovación de los engranajes del sistema, esta vez sí, su prosperidad nos alcanzará a todos. Son muchas décadas de experiencia las que nos muestra la historia económica como para saber que no podemos esperar que se cumpla esa vieja, eterna, promesa.
 
Como era de prever, los gobiernos de las potencias del G-20 ofrecen la misma utilización del Estado para mantener funcionando la máquina de los beneficios privados, la misma protección de la actividad financiera especulativa, el mismo fortalecimiento de las instituciones financieras internacionales y la misma fe en el libre mercado. Es hora, sin embargo, de que, conscientes de ello, comencemos de una vez a organizar las luchas para evitar que esto renueve, además, el mismo ataque de siempre a las condiciones de trabajo y vida que la gran mayoría de la población mundial estaba ya sufriendo desde mucho antes del comienzo de la crisis. 

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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