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sábado, 21 de noviembre de 2009

EL «GORILA» COMO AGENTE DE LA COLONIZACION CULTURAL


Algo con lo que convivimos a diario


EL «GORILA» COMO AGENTE DE LA COLONIZACION CULTURAL

Elías Quinteros

A partir de 1955, año que recuerda el bombardeo de la Plaza de Mayo por los aviones de la marina y el derrocamiento de Juan Domingo Perón por los militares y los comandos civiles de la Revolución Libertadora, un «gorila», desde una perspectiva política, sociológica y antropológica, es un antiperonista en estado puro. O, dicho de otro modo, es un individuo que odia al peronismo con la totalidad de su ser, no sólo por lo que es, sino que también por lo que simboliza. A diferencia de los que no experimentan ese sentimiento ante la presencia de este movimiento social y político, aunque no compartan su ideología, su práctica o ambas cosas, es alguien que no admite su existencia ni su vigencia porque opina que representa el mal absoluto y, por ende, el origen de la decadencia argentina, a raíz de su interpretación de la historia, de su percepción de la realidad y de su concepción del gobierno. Por este motivo, no tolera nada que tenga su sello, a tono con la letra y el espíritu del Decreto-Ley Nº 4.161 del 5 de marzo de 1956. Y, asimismo, sueña desesperadamente, con la posibilidad de reproducir, aunque sea en parte, la época que concluyó el 17 de octubre de 1945: una época que es conocida por la generalidad de las personas, con la denominación de «Década Infame», como consecuencia de la violencia política, el fraude electoral, la corrupción pública, el saqueo económico y la injusticia social que la acompañaron desde su inicio hasta su final.

La extensión de este término —algo que atraviesa las barreras políticas, económicas, sociales y culturales, complejizando el asunto de una manera que burla las categorizaciones tradicionales—, puede comprender a un individuo que sustente los principios de la derecha, el centro o la izquierda; que pertenezca a los estratos altos, medios o bajos de la sociedad; que trabaje en la actividad estatal o en la actividad privada, prestando un servicio o realizando una labor agropecuaria, industrial, comercial o financiera; que exteriorice la presencia de una educación relevante, regular o deficiente; o que viva en la ciudad, en el campo, en la selva o en la montaña; entre otros aspectos. Esto significa que cualquiera puede ser un «gorila» manifiesto o encubierto. Simplemente, necesita que el movimiento creado por el «Coronel del Pueblo» le produzca un rechazo total, permanente e irrefrenable, para merecer tal calificación.

Pero, el «gorilaje» no constituye una masa homogénea. Por el contrario, está conformado por una variedad de especimenes que, al ser observados con detenimiento y minuciosidad, revelan un conjunto de caracteres que los identifican y los distinguen. Así, tenemos, por un lado, dos variantes que son fundamentales: los que rechazan al peronismo porque no respetó el orden que existía en el momento de su surgimiento, como los conservadores con apariencia de liberales que, más allá de su filiación o su simpatía partidaria, añoran los tiempos de la Argentina agroexportadora, es decir, de la Argentina que constituía un dominio británico que concentraba la riqueza en las manos de unos pocos, a pesar de tener la apariencia de un Estado independiente y de una sociedad progresista; y los que lo rechazan porque consideran que no modificó ese orden o, en cambio, no efectuó esa modificación de una manera adecuada y consistente. Entre estos últimos, hallamos, por ejemplo, a seres tan particulares como esos nacionalistas que, en lugar de reconocer la eficacia de una gestión interior y exterior que otorgó a la Argentina un grado de autonomía que no tenía precedentes, lo cuestionan porque no actuó según los cánones inspiradores del nazismo, el fascismo, el falangismo o alguna de sus combinaciones locales; y como esos marxistas que, en lugar de admitir los méritos de una política laboral y social que benefició a los trabajadores en más de un sentido, lo critican porque no promovió la lucha de clases, la caída del orden burgués y la concreción del paraíso comunista.

Desde otro punto de vista o, con más especificidad, desde el que profundiza la línea de los que extrañan el orden que fue socavado por el peronismo, podemos tropezar con los que saben que la adopción de un modelo de país que reproduzca ese orden o que, por lo menos, copie los aspectos más importantes del mismo, satisface sus expectativas y favorece sus intereses de un modo extraordinario, a semejanza de lo sucedido durante el Proceso de Reorganización Nacional y las presidencias de Carlos Saúl Menem: períodos del pasado reciente de la Argentina que, al igual que otros momentos que los precedieron en el tiempo, beneficiaron a los sectores que concentraban la riqueza; y con los que creen ingenuamente en los efectos bienhechores de ese modelo, aunque la historia y la realidad evidencien que el mismo no está destinado a favorecerlos de ningún modo. Aquí, no podemos dejar de pensar, entre otros casos que vienen a la mente, en aquellos que perdieron sus empleos, sus comercios o sus industrias, tras comprar el discurso de la eficiencia y, por lo tanto, suponer que estaban en condiciones de sobrevivir y progresar, si seguían con religiosidad las pautas de dicho discurso.

Indudablemente, esta caracterización pierde sus ribetes más risueños cuando advertimos, conforme los testimonios que surgen de las páginas de nuestro pasado, que más de un «gorila» derramó la sangre de sus compatriotas de una forma criminal y cobarde, mientras otros instigaban, posibilitaban, acompañaban, encubrían o justificaban ese derramamiento. Tal circunstancia demuestra con claridad que el hecho de integrar esta categoría no puede ser minimizado ya que todos, incluso los que pretenden aparentar lo contrario, conocen el peligro que eso representa para el resto de la sociedad. Por dicho motivo, la preocupación que asalta a más de uno cada vez que estos reaccionarios muestran sus pelos y, en particular, cada vez que utilizan a los que no comulgan con la doctrina peronista, como una pantalla que les permite conspirar contra la democracia y contra el pueblo, no es irrazonable. No es desproporcionada. Ni es ilógica.

Su accionar es conocido. Por ello, quienes revelan cuestiones de clase, de raza y de género, al cuestionar el desempeño del gobierno nacional, por el hecho de ser una administración que actualiza el ideario peronista, en más de un sentido y en más de un aspecto, reviven la esencia del discurso que distingue al «gorilaje» desde sus inicios, aunque algunos de los que aparecen como autores o testigos de tales cuestionamientos intenten aparentar lo opuesto, para atenuar la gravedad de los mismos. Mas, esto es imposible. Después de todo, nadie puede disimular la ideología de las personas que opinan que la autoridad que gobierna al país, para desgracia de cada uno de nosotros, es una mujer soberbia y obstinada que guía a la «negrada» y al «zurdaje» con la ayuda de guerrilleros setentistas, piqueteros rentados, sindicalistas patoteros e intendentes mafiosos; que el discurso que reivindica la intervención del Estado, como agente regulador de la actividad económica, en ámbitos relacionados con la distribución del correo, el suministro del agua corriente, la exportación de los productos agropecuarios, la administración de los aportes provisionales, el funcionamiento del transporte aéreo y la actuación de los medios audiovisuales, es un regreso a la época del estatismo y, por su intermedio, al período de las prácticas autoritarias y demagógicas; que la legislación que favorece a los trabajadores, tras el reinado del catecismo neoliberal que condujo a la desocupación y a la precarización de las condiciones laborales, evidencia los aspectos más nefastos y vergonzosos del populismo; que los organismos que defienden los derechos humanos, labor que goza de un reconocimiento que sobrepasa las fronteras de la Argentina, no abogan por los ciudadanos que son víctimas de un delito, ni por los policías que luchan contra la delincuencia, al igual que los militares que lucharon contra el terrorismo en el pasado, sino que interceden por los delincuentes y por los familiares de estos; que los jueces que son «garantistas» y que, por lo tanto, respetan las garantías legales de un modo inquebrantable, impiden que los criminales se pudran dentro de una celda, al margen de una sociedad que anhela vivir y trabajar en paz; que la normativa que alude a cuestiones penales —al carecer de sanciones ejemplificadoras y, en especial, de supuestos que autoricen la aplicación de la pena de muerte—, favorece el grado de inseguridad que afecta a la población en general; y que los tiempos que recuerdan a Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, entre otros, simbolizan la combinación del orden y el progreso, a semejanza de los que evocan a la «Generación del 80».

La sustentación de estas ideas e, igualmente, de otras que no desentonan con ellas, ya que tienen en común la añoranza por un orden que excluye la presencia del peronismo, aunque éste haya perdido una parte importante de su carácter transformador, desnuda la psicología de los «gorilas» y de los individuos que aspiran a serlo. En ambos casos, estamos ante especimenes que reproducen el relato de los sectores dominantes, es decir, de los sectores que los comprenden o que los deslumbran, con argumentos viejos y nuevos, de un modo abierto o encubierto, a fin de evidenciar la imposibilidad o la inconveniencia de asumir una postura diferente. Dicha actitud deja al descubierto una verdad incuestionable: el «gorila», en tanto exponente del antiperonismo, es un agente de la colonización cultural. Y, por este motivo, es un transmisor poderoso y efectivo del entramado conceptual que legitima desde los orígenes de la «Organización Nacional», bajo la inspiración de Bartolomé Mitre, la sumisión económica del país y la exclusión social del pueblo, por parte de una minoría que reúne a nativos y a extranjeros, con el objeto de satisfacer intereses comunes o complementarios.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente artículo Cro. Gracias por postearlo.

Estamos rodeados!!!!!

Javier dijo...

Yo diria que mi cuñado e suno de los gorilas lamentablemente , estoy evitanmdo tocar cualquier tema que mo sea futbol porque sino seria insoportable . Igual por unos dias este blog no se si voy a poder actualizarlo ya que esty de viaje
Un abrazo

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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