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domingo, 25 de julio de 2010

La mentira en la historia y la comprensión de la crisis

Miguel Urbano Rodrigues

[Traducido para La Haine por Pável Blanco Cabrera]

El capitalismo atraviesa una crisis estructural para la cual no encuentra soluciones.
Para que los pueblos se movilicen en la lucha contra el sistema que los oprime y amenaza ya la propia continuidad de la vida en la Tierra es indispensable la comprensión del funcionamiento del monstruoso engranaje que deforma lo real, imponiendo a la humanidad una Historia deformada, forjada por el capitalismo para que le sirva a sus intereses.

Esa comprensión es extraordinariamente dificultada por la máquina de desinformación mediática controlada por las grandes transnacionales. Nunca antes la humanidad dispuso de tanta información; más en época alguna estuvo tan desinformada. En esta era de la información instantánea las fuerzas del capital están conscientes de que la transformación de la mentira en verdad es cada vez más imprescindible a la supervivencia del capitalismo.

La lógica de las crisis

En esfuerzo para engañar y confundir a los pueblos, la primera mentira es inseparable de la afirmación categórica, difundida a través de un bombardeo mediático, de que en los EEUU irrumpiera una grave crisis, definida como financiera, resultante de especulaciones fraudulentas en lo inmobiliario. Obama y los sacerdotes de Wall Street reconocieron la complicidad de la banca y de las aseguradoras cuando surgieron fallas en cadena, pero garantizaron que el tsunami financiero seria superado a través de medidas adecuadas. Trataron de ocultar que se estaba frente a una crisis profunda del capitalismo, de ámbito mundial.

La simulación de la sorpresa hizo parte del juego. El Presidente de los EEUU y los señores de las finanzas mintieron conscientemente.

Las grandes crisis mundiales raramente son previstas y anunciadas con anticipación, Pero cuando se producen no sorprenden. Se insertan en la lógica de la Historia.

Eso aconteció, por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial. La Alianza que fuera decisiva para la derrota del III Reich no podría prolongarse. Era incompatible con las ambiciones y el proyecto de dominación del capitalismo. La dimensión de la victoria, al eliminar a Alemania como gran potencia militar y económica, generó una situación potencialmente conflictiva.

La división de esa dramática herencia fue hecha en una atmósfera de aparente cordialidad, en las Conferencias de Teherán y de Yalta. Más, cuando los cañones dejaron de disparar, Washington y Londres se entendieron rápidamente para crear tensiones incompatibles con el respeto de los compromisos asumidos. La Guerra Fría fue una creación de los EEUU y del Reino Unido. Derrotado un enemigo, el fascismo, el imperialismo precisaba inventar otro. La tarea no exigía mucha imaginación. Los slogans que en las dos décadas anteriores presentaban al comunismo como amenaza letal a la democracia fueron rápidamente retomados.

Como los pueblos estaban sedientos de paz, una gigantesca campaña de falsificación de la Historia fue desencadenada para persuadir en Occidente a centenas de millones de personas de que la Unión Soviética configuraba un peligro para la humanidad democrática. Esa ofensiva contribuyó decisivamente para disipar las esperanzas generadas por la Organización de las Naciones Unidas y el discurso humanista sobre una paz perpetua.

La llamada Guerra Fría nació de esa mentira. El famoso discurso de Fulton, cuando Churchill utilizó la expresión “Cortina de Hierro” para caracterizar la imaginaria amenaza soviética, fue previamente discutido con la Casa Blanca. El miedo a la “barbarie rusa” abrió el camino a la Doctrina Truman y a la OTAN. No fue la URSS quien tomó la iniciativa de romper los acuerdos suscritos por los vencedores de la guerra.

Cabe recordar que solamente después de la exclusión de los comunistas de los gobiernos de Francia y de Italia, los ministros anticomunistas dejaron de integrar gobiernos de los países del Este europeo.

Es también significativo que los historiadores norteamericanos e ingleses, con rarísimas excepciones, omitan que la implantación de regímenes alineados con la Unión Soviética se concretizó en Europa sin el recurso de la fuerza armada en tanto en Grecia –país situado en la zona de influencia inglesa- el ejército de ocupación británico desencadenó una violenta represión cuando los trabajadores revolucionarios estaban prestos a tomar el poder. Fueron entonces abatidos millares de comunistas griegos para garantizar la supervivencia de una monarquía podrida, más los media occidentales ignoraron esas masacres. El tema era incomodo.

El tan comentado plan ruso de “conquista y dominación mundial” no pasó de un mito forjado en Washington y Londres para crear la alarma y el miedo propicios a la creación de la OTAN como “alianza defensiva” capaz de oponerse “a la subversión comunista”. Y el arma atómica paso a ser usada como instrumento de chantaje.

En realidad, la URSS, a quien la guerra costara más de 20 millones de muertos (la mayoría hombres de menos de30 años), precisaba desesperadamente de paz para así reconstruirse. Las hordas nazis habían devastado las zonas más desarrolladas e industrializadas del país. ¿Cómo podría desear la guerra y promover el “expansionismo comunista” una sociedad en esas condiciones? La agresividad venia toda de los EEUU que se habían enriquecido por una guerra que no afecto su territorio y en la cual sus fuerzas armadas sufrieron pérdidas muy inferiores a las de su aliado británico.

Los elogios al aliado soviético, antes frecuentes, fueron substituidos por insultos y calumnias. A los jóvenes de hoy parece casi increíble que Churchill, el inventor de la Cortina de Hierro, meses antes del final de la guerra haya afirmado “no conozco otro gobierno que cumpla sus compromisos (…) más sólidamente de lo que el gobierno soviético ruso. Rechazo absolutamente a abrir aquí una discusión sobre la buena fe rusa” (Citado por Isaac Deutscher en Ironías de la Historia, p. 184 Civilização Brasileira, Rio de Janeiro 1968).

Así hablaba el primer ministro del Reino Unido poco antes de transformar el aliado que tanto admiraba en ogro que amenaza al mundo…

Misma hipocresía en una crisis muy diferente

Disgregada la Unión Soviética e implantado el capitalismo en Rusia, el imperialismo sintió la necesidad de reinventar enemigos para justificar nuevas guerras. Y ellos fueron rápidamente fabricados. Surgió así “el eje del mal”. Pequeños países como Cuba, Iraq y Corea del Norte, metamorfoseados en potencias agresoras, fueron presentados como “amenaza a la seguridad” de los EEUU y de sus aliados. Un hombre, Osama Bin Laden fue elevado a “enemigo número uno” de los EEUU. El Afganistán, donde supuestamente se encontraba, fue invadido, vandalizado y ocupado. Bin Laden, además no fue siquiera localizado. Permanece vivo, en un lugar desconocido. Pero su organización, la fantasmagórica Al Qaeda, es responsabilizada como la fuente del terrorismo mundial.

Siguió Iraq. Durante meses la maquina mediática de los EEUU inundó el mundo con noticias sobre “las armas de extinción masiva” que Sadam Hussein habría acumulado para agredir a la humanidad. El secretario de Estado Colin Powell declaró frente al Consejo de Seguridad de la ONU que Washington tenía pruebas de la existencia de ese arsenal del terror. El británico Toni Blair garantizó que también disponía de esas pruebas.

Iraq fue invadido, destruido, saqueado y, tal como Afganistán, permanece ocupado. Pero Bush y Blair acabaron por reconocer que, al final, las tales armas de extinción masiva no existían.

Entretanto, el complejo militar industrial de los EEUU se agigantó. El presupuesto de Defensa del país es el mayor de la Historia.

Ahora llegó el turno de Irán. El país donde surgió de una de las más importantes civilizaciones creadas por la Humanidad es ahora según Obama la más reciente amenaza a la “seguridad nacional de los EEUU”. La Agencia Internacional de Seguridad Atómica no consiguió encontrar ninguna prueba de que Irán esté utilizando sus instalaciones nucleares con el objetivo de producir armas atómicas. Con el aval de Brasil y Turquía, el gobierno de Ahmanidejah se comprometió a que su uranio sea enriquecido en el exterior con fines pacíficos. Pero Washington acaba de imponer, a través del Consejo de Seguridad de la ONU, nuevas sanciones a Teherán. Más: el Presidente de los EEUU amenazó ya con utilizar armas atómicas tácticas contra el país si él no se somete a todas sus exigencias.

Esto acontece cuando Obama se vió forzado a dimitir al comandante-jefe norteamericano en Afganistán en secuencia de una entrevista en la cual el general McChrystal –además un criminal de guerra- criticó duramente al Presidente y esbozó un panorama desastroso de la política de la Casa Blanca en la Región.

Entre la farsa y la tragedia

Diariamente los grandes medios norteamericanos repiten que la crisis fue prácticamente superada en los EEUU gracias a las medidas tomadas por la Administración Obama. Es otra gran mentira. La tasa de desempleo se mantiene inalterada y la situación de decenas de millones de familias es crítica. Es suficiente leer los artículos sobre el tema de Premios Nobel de Economía, además empeñados en la salvación del capitalismo –Joseph Stiglitz y Paul Krugman, por ejemplo- para así comprender que la situación, lejos de mejorar, puede eventualmente agravarse.

No es la tasa del PIB la que define el rumbo, porque la crisis es global, es del sistema y no solo financiera.

Los discursos del Presidente contribuyen para confundir a los ciudadanos en vez de aclarar. Persisten contradicciones entre la Casa Blanca y las finanzas. Pero ellas resultan, de que los señores de Wall Street y los chairman de las grandes transnacionales consideran insuficientes las medidas de la Administración que los benefician. Pretenden volver a tener las manos libres. La retórica presidencial no puede ocultar que la estrategia de Obama intenta en lo fundamental salvar y no castigar a los responsables de una crisis que adquirió rápidamente proporciones mundiales.

Las empresas acumulan nuevamente lucros fabulosos en tanto los trabajadores se aprietan el cinturón. La desigualdad social aumenta y los banqueros, regateando decisiones del Congreso, continúan atribuyéndose premios principescos.

El gran capital resiste además, con el apoyo firme del Partido Republicano, a todas las medidas de carácter social, desde luego tímidas, como la reforma del sistema de salud- que la Administración adopta.

Es cada vez más evidente que estamos frente a una crisis del capitalismo, sin solución previsible, aunque la aplastante mayoría de la humanidad no ha tomado conciencia de esa realidad.

La tentación de ampliar la escalada militar en Asia como salida “salvadora” es muy fuerte pero, en el propio Pentágono, generales influyentes temen a las consecuencias de un ataque a Irán. La invasión terrestre está excluida y el bombardeo con armas convencionales de objetivos estratégicos no produciría otro efecto que no fuese una gigantesca ola de anti-americanismo en el mundo musulmán.

El recurso de las armas nucleares tácticas es la opción de una minoría. Esa hipótesis ha sido admitida por destacadas personalidades internacionales, más no se me figura que pueda concretarse.

Pese al vasallaje de los gobiernos de la Unión Europea y del Japón, los pueblos condenarían masivamente una repetición del genocidio de Hiroshima. Sería el prologo de una tragedia cuyo desenlace podría ser la extinción de la humanidad.

Retomo así la afirmación de inicio, tema de esta reflexión. La mentira en la Historia dificulta extraordinariamente la comprensión de la crisis de civilización que el hombre enfrenta.

Fuente : Comisión de economía de Carta Abierta

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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