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miércoles, 4 de agosto de 2010

Las claves históricas de un modelo exitoso

Bicentenario, Argentina y su memoria económica

De colonias, neocolonialismos y luchas nacionales. Cuando los neoliberales pensaron al país como protectorado de la ONU. Después de la crisis y las políticas del actual gobierno: la misma búsqueda de los hombres y mujeres de Mayo de 1810.

Por Pablo Campos y Hugo Vasques | Desde Buenos Aires

Argentina festeja doscientos años de la Revolución de Mayo y la conformación del Primer Gobierno Patrio que comenzara a andar el camino de la autodeterminación y emancipación política del imperio español, debilitado por aquel entonces, debido a que Napoleón Bonaparte había obligado al monarca español Fernando VII a abdicar en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón.

Faltarían algunos años más, y mucho trabajo de nuestros primeros patriotas para que en 1816, la Nación Argentina se declarara finalmente independiente de España, y a los pocos días de cualquier otra nación extranjera.

Comenzaban a quedar atrás aquellos tiempos en los que la “dominación” de unas naciones sobre otras se concretaba “a sangre y fuego”, siendo la ocupación territorial el hecho más visible y característico de la etapa colonial.

Esa fue la dolorosa historia de nuestros territorios y de sus pueblos originarios a lo largo de cientos de años. Luego de ocurridos los procesos libertarios y con el transcurso de las décadas, las formas de “dominación” no cesaron, aunque ciertamente evolucionaron.

Las nuevas formas de “dominación” adoptaron mecanismos menos cruentos para la humanidad aunque con fines económicos similares a los coloniales.

En pleno auge de la Revolución Industrial, las potencias del mundo focalizaron su acción en transformar económicamente a los países “no industrializados” de acuerdo a sus propias necesidades, fundamentalmente la provisión de materias primas.

La “división mundial del trabajo” colocó a la región americana, “libre” pero atrasada respecto de los adelantos industriales, en una posición de absoluta dependencia económica, que con el correr de las décadas posibilitaron con frecuencia fuertes injerencias extranjeras en el modo de organización social y económica de aquellas naciones.

Nuevos mecanismos de dominación, como la penetración cultural y la dogmatización de algunas teorías económicas liberarles, exitosas en el extranjero, fueron los nuevos instrumentos que posibilitaron a las potencias desarrolladas, ya entrado el siglo XX, a forzar ventajosos negocios con los gobiernos de la región, absolutamente condicionados por el desequilibrio de poder.

La historia ofrece claras excepciones a esta línea de acción de las potencias extranjeras. En Argentina, el gobierno del general Juan Perón fue el que claramente advirtió este proceso y lo contrarrestó fuertemente, redireccionando el enorme poder del Estado en pos de de la construcción de un país económicamente poderoso y “socialmente justo”.

Hacia las últimas décadas del siglo XX, y particularmente desde el golpe de Estado de 1976, Argentina soportó desde el exterior una gran influencia negativa en relación a su organización económica. Esa influencia externa no sólo constituyó un claro obstáculo para el desarrollo económico del país, sino que las “ideas liberales” de las potencias sirvieron de soporte ideológico para realizar cambios dramáticos en la estructura productiva, que para mediados del siglo pasado, ya había logrado niveles nada despreciables de desarrollo tecnológico, científico e industrial, al tiempo que sostenía un progreso social de las clases populares hacia estándares de vida satisfactorios.

La introducción e implementación de planes económicos liberalizadores con la necesaria complicidad de muchos, lograron revertir una parte sustancial del progreso previo en materia económica y social.

La dictadura militar finalmente impondría la apertura indiscriminada de la economía a sangre y fuego.

La historia reciente es relevante entonces para comprender la valoración actual de la situación país. El “proceso neoliberal” en Argentina termina por explotar durante el gobierno del presidente Fernando De La Rua, luego de haber desmantelado gran parte de la estructura productiva nacional y puesto en riesgo seriamente la cohesión social, necesaria para cualquier proyecto colectivo nacional.

En el año 2001, el proceso de dominación extranjera estaba por colocar de rodillas a una nación extremadamente rica, próspera y “con pretensiones de ser grande”. Salvando las distancias, se vivió como una repetición de la historia del Paraguay en la guerra de la Triple Alianza, se estuvo a punto de destruir el futuro de una nación próspera como lo es Argentina, y como lo era por aquel entonces potencia industrial de la región, el hermano pueblo guaraní.

En efecto, hace algunos, Argentina se encontraba en el umbral del desastre económico y social, la población no tenía esperanza y nada por festejar en su Bicentenario.

Los agitadores de la comunicación pregonaban la desintegración del Estado, al tiempo que algunos comenzaban a especular disparatadamente con la posibilidad de que Argentina fuera convertida en un “protectorado” de las Naciones Unidas, como lo es hoy Haití, dada la incapacidad de gobernar la crisis reinante.

Fueron días en las que el pueblo dejó todo para salir a las calles, para frenar el ajuste, el empobrecimiento y desempleo. Luego una sucesión de presidentes provisionales en sólo una semana, Argentina quedó casi desintegrada y anárquica.

Sin embargo, el presente, contrastando con aquellos difíciles momentos, recibe los festejos patrios por la conmemoración del Bicentenario con una nación en una posición de fortaleza inédita en materia económica y en plena reconstrucción de su tejido social.

A diferencia de lo que ocurrió en reiteradas ocasiones, el actual modelo económico muestra consistencia entre sus principales variables macroeconómicas y sociales.
Esta situación permite pensar al país sin la necesidad de un ajuste en el horizonte o el advenimiento de una crisis que censure o reprima situaciones explosivas, como lo fue la salida de la convertibilidad en los años ´90.

El actual modelo de desarrollo económico corrige diferencias de productividades hacia dentro de la estructura productiva mediante un tipo de cambio diferenciado, alto para los sectores industriales y ajustados mediante retenciones a las exportaciones para los sectores primarios, de mayor productividad.

Permite sostener un tipo de cambio real competitivo frente al resto de las economías, dotando al sector industrial de un elemento dinamizador, fundamental para pequeñas y medianas empresas, al tiempo en que se sostienen altos niveles de crecimiento del Producto Bruto Interno, en el medio de la peor crisis económica mundial.

El superávit comercial permite lograr una, inédita para la historia argentina, acumulación sistémica de reservas internacionales, y un equilibrio en las cuentas públicas de la nación, que posibilitan, entre otras cosas, flexibilizar las condiciones de los endeudamientos provinciales para dotar de mayores recursos al interior del país.
Debe destacarse fundamentalmente la fuerte intervención de políticas públicas en materia social, como lo es la Asignación Universal, que llega con ingresos a los argentinos que todavía no logran incorporarse a los sectores productivos reactivados por el crecimiento de la demanda interna y el empleo.

Este es un modelo que ha permitido la inclusión de bastos sectores de la población nuevamente en la estructura productiva; el empleo se revitalizó y los niveles de pobreza bajaron sensiblemente.

Desde luego, la histórica salida del default de la deuda pública por medio de los canjes propuestos por el gobierno seguramente será uno de los hechos más relevantes, reservados para la historia en referencia a esta etapa.

El normal comportamiento del sistema financiero argentino en el contexto de altísima volatilidad externa, demuestra no solo el acierto de las políticas en materia de control al ingreso de capitales especulativos durante los años previos a la crisis internacional, sino también la progresiva desdolariazación de los depósitos bancarios privados. A ningún argentino se le escapa la relevancia de contar con un sistema bancario estable y sin sobresaltos.

Los últimos anuncios formulados esta misma semana por la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, de incremento de las reservas, un nuevo aumento para los jubilados y a la Asignación Universal por Hijo, entre otras medidas, muestran que Argentina esta de pie, que trabaja por el futuro y que discute los términos de negociación con el mundo. Y la señora presidenta lo hace de pié, como aquellos patriotas que iniciaron el camino.

Fuente: Agencia Periodística del Mercosur(APM)

1 comentario:

Unknown dijo...

hacia rato que no leia un panfletito con tantas webadas ja jajaj chau Kris .....

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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