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jueves, 12 de mayo de 2011

El síndrome Sarlo

Por Eduardo Blaustein

Síntoma de la crisis de lo que fue comunicación más que dominante: cada vez más programas políticos de la tele invitan a Beatriz Sarlo. Entre otras cosas o muy especialmente, para que explique qué es eso de la hegemonía cultural kirchnerista. Prosista inteligente y expresiva, venida de una izquierda que se fue haciendo más y más aceptadora de lo dado (en los años 80 una figura de sus artículos era que la democracia es esencialmente “aburrida” antes que épica o intensa), abierta lúcidamente a mínimas complejidades, desde hace un tiempo Sarlo se esforzó por hacerle entender a los lectores de La Nación que el kirchnerismo no era sólo la caricatura chata que recibían de las informaciones y opiniones del diario.

Entre el panorama deplorable ofrecido por las oposiciones y algún reconocimiento inercial y tardío de que el kirchnerismo “algo (bueno)habrá hecho” para merecer el apoyo social que recibe, la cuestión es que la otrora comunicación hegemónica vive en un estado de transición discursiva en la que la apelación a la bajada de línea de Sarlo es algo así como un modo de la autocrítica o una adaptación urgida a los tiempos que corren. Donde antes había pura planura e interpretaciones forzadas y machaconas (crispación, imposición vertical, clientelismo, autoritarismo y nada más que autoritarismo) emerge una mínima capacidad de comprensión sobre el kirchnerismo, para lo que se requiere el insumo Sarlo. Ya ha pasado que algunos periodistas cerraran debates televisivos del tipo Sarlo-Horacio González con gestos reverentes, infinitos agradecimientos por las honduras intelectuales recibidas, casi dando a entender que los periodistas (de los medios hegemónicos) veníamos diciendo pelotudeces más bien toscas.

No es que Sarlo después no incurra en sus propios recortes tan arbitrarios como los de cualquiera (incluido este artículo) ni que no se reitere en tesis conocidas que expliquen sus críticas al kirchnerismo. Es más: cuando aparece en la tele la tientan códigos que conoce muy bien y que a menudo criticó. Ahí se hace más simplista, chicanera, populista a su modo, entendiendo en este caso al populismo como toda simplificación destinada a satisfacer las demandas de la platea televisiva.

Aún así el síndrome Sarlo
(que incluye su espacio como columnista radial en el buen programa de Marcelo Zlotogwiazada) es una entre muchas claves de un nuevo clima político, mediático y cultural. Como lo es la emergencia de Ricardo Alfonsín como principal contendor de la candidatura de Cristina, anclando relativamente en un discurso de centroizquierda, aún con De Narváez a cuestas.( esa frase para mi es de una pelotudez supina quien puede ser tan idiota y estupido de creer que se puede ser progresista aliandose con De Narvaez o Macri que son parte del etsblishnment ?) Como lo es la virtual inexistencia de un espacio serio que aspire a la presidencia desde un posicionamiento de derecha pura.

De tanto en tanto La Nación intenta construir una nueva Cristina moderada y sensata (intentos desvaídos por domesticarla), eternamente enfrentada a Moyano. Y quedan cada vez más solos los últimos gurkas como Morales Solá o Grondona. Eso sí, no decae el retumbe sistemático y gritón de las tapas de Clarín o el criterio de selección noticiosa de TN. Eso sí permanece, junto a la apuesta (¿empresaria? ¿política?) que llevó al Grupo o a editorial Perfil a seguir pegándole al gobierno ahora desde dos nuevos productos: Muy y Libre (cuyo nombre y logo son deudores de aquel otro semanario amarillo de los ’80 que pretendió lucrar con el destape a la española).

Rara etapa en la que se presentan como diarios novedosos, “no aburridos”, a esos dos productos que entroncan plenamente con la añeja tradición del sensacionalismo y en la que a la vez –usando a Sarlo, que gustosamente se dejalos medios dominantes se ven obligados a matizar años de simplificaciones brutales. Puede que haya una hegemonía cultural del kirchnerismo mensurable nada menos que en lo que indican las encuestas electorales. Pero la batalla por el sentido nunca acaba, se juega todos los días y en múltiples planos; es siempre inestable, contradictoria y cambiante. Aparece cruzada por el estruendo permanente de las pantallas de los noticieros, estalla en millones de fragmentos por todo lo que sucede en Internet, incluye ese nuevo ruido que viene de la mano de Muy o de Libre, que parecen más cercanos al viejo semanario Así y a Radiolandia –hablamos de los ’50 y los ´60 o al primer y lejano amarillismo de los tabloides made in USA– que a los tiempos de la blogósfera.

Paradojas de época: por el lado del “viejo debate” político para élites, Sarlo con tentaciones populistas dirigidas a ciertas audiencias electrónicas de la clase media. Por el lado de lo presuntamente novedoso y masivo, diarios que quieren ser populares pero que, en sentido contrario a lo que jugó Crónica durante décadas, parecen tentados a contribuir con el antiperonismo. O quizá más y mejor: a la antipolítica, la banalidad, el cinismo, el empobrecimiento cultural.

Fuente : Miradas al Sur

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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