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domingo, 12 de junio de 2011

Mucho más que eso

Por Martin Sabbatella

Un primer problema para referirse a esa afirmación sobre el kirchnerismo como “único progresismo posible” es que lo progresista es una categoría poco rigurosa y muy vapuleada. Muchos se han llamado y se llaman progresistas desde lugares muy diversos y contradictorios del arco político ideológico. No obstante, existen algunos consensos básicos respecto de qué valores sostiene o debería sostener el progresismo. Los más destacables, entre otros, serían la inclusión social y la equidad económica, la democracia como espacio y límite del accionar político, el respeto a la diversidad y el rechazo a cualquier forma de discriminación, la transparencia en la utilización de fondos públicos, la defensa de los recursos naturales y el ambiente, y la construcción de un esquema de recaudación fiscal que evite la concentración económica y apunte a la redistribución de la riqueza. Se podrían resumir en libertad e igualdad, pero eso haría aun más ambigua la definición. Luego, cada uno les asignará a esos aspectos –todos centrales e irrenunciables– un orden de importancia, de acuerdo con lo que se considera más urgente y las posibilidades del momento histórico.

En ese sentido, no tengo dudas de que el proceso iniciado en 2003 por Néstor Kirchner y consolidado por Cristina desde 2007 es extraordinario. Por la situación en la que estaba Argentina tras ser arrasada por el neoliberalismo, pero también porque la agenda de prioridades que se implantó fue y es nacional, popular, democrática y progresista. En lugar de recurrir a las recetas de ajuste y retracción fiscal, propuestas sin pudor por el establishment local y los organismos de especulación financiera, se desplegó una batería de políticas públicas que apuntaron directamente a sanar las heridas más graves que padecía la sociedad.

El cambio en la matriz cultural del pueblo argentino, aunque notable, es difícil de cuantificar; me refiero a la revalorización del debate de ideas y la participación política, por ejemplo. Pero lo que es tangible y mensurable es la transformación en aspectos centrales por los que siempre propugnó el progresismo, aunque algunos de los que asumen esa identidad se nieguen a reconocerlo. ¿No era prioritaria para este espacio la eliminación casi absoluta de la indigencia y la reducción drástica de los niveles de pobreza? ¿No resultaba deseable la creación de más de 5 millones de puestos de trabajo que llevaron a menos de un dígito el desempleo? ¿No era fundamental sacar a los jubilados de las garras de la especulación privada y recuperar el sistema estatal y solidario, elevando en más de un 500% el haber mínimo y extendiendo la cobertura del 55% al 96%?

¿No estaba entre las primeras medidas propuestas por el progresismo implementar una asignación universal por hijo e hija que extendiera ese derecho a todos los trabajadores y trabajadoras? ¿No era central que la política tributaria apuntara a redistribuir la renta extraordinaria como la que obtienen los agroempresarios? ¿No se había insistido una y otra vez en la necesidad de terminar el vínculo promiscuo y parasitario con los organismos financieros internacionales, buscando autonomía en las decisiones para lograr un desarrollo económico nacional con justicia social? ¿O es que aquella integración latinoamericana declamada por el progresismo excluía a los países de la región, con los que se estrechó una relación inédita y favorable a los intereses nacionales durante los últimos ocho años? La recuperación de la Corte Suprema de Justicia, otrora conformada por amigos del poder sin trayectoria ni capacidad, ¿no era un aspecto determinante de su agenda hasta hace unos años? ¿Y la perspectiva de derechos humanos como una política central del Estado? Una norma a favor de la democratización de la palabra que pusiera fin a la Ley de Radiodifusión de la dictadura, ¿no es claramente una medida progresista tan contundente como lo es la aprobación del matrimonio igualitario?

Lo ocurrido en estos años no sólo muestra “un progresismo posible”. Da cuenta de una perspectiva de fuerte contenido nacional y popular, claramente disruptivo, que corrió los límites de “lo posible”, mientras gran parte del universo progresista terminaba resignándose a esos límites y volviéndose más conservador.
Nuestra valoración del proceso kirchnerista no excluye ni menosprecia lo pendiente. La defensa del presente y el compromiso con la reelección de Cristina es tanto por los pasos positivos dados como por la posibilidad de avanzar por lo que falta. Porque estamos convencidos de que es por este camino, y no por otro, que se habrá de llegar al país que soñamos y merecemos.

* Diputado nacional y candidato a gobernador de Buenos Aires (Nuevo Encuentro).

Fuente :Perfil

1 comentario:

Anónimo dijo...

Concuerdo con la mayoría de las palabras. Creo que desde el año 2003 estamos viendo un país distinto. Que busca crecer seriamente, con un proyecto viable.

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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