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lunes, 5 de septiembre de 2011

Dos conceptos, una sola crisis

El desbande opositor


Ante el viraje ultraconservador del radicalismo, ante la maltrecha alianza entre Ricardito Alfonsín y el “Colorado” De Narváez, Hermes Binner se prepara para el viaje sin retorno de los hasta ayer aliados históricos.

Bajo sus banderas, sin que sus prácticas remitan a ningún hilo conductor. Hace bastante tiempo que la marca “socialismo” terminó siendo más una variante del orden realmente existente, que un camino para dejar atrás las sociedades divididas en clases sociales antagónicas. Y sin embargo, la gritería remite a alguna clase de vitalidad. Vale la pena considerar de qué se trata.

La caída del Muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión Soviética en el año 1991 cambiaron definitivamente el mapa político del siglo XX. El fantasma del comunismo, ese que Marx y Engels mentaron en el Manifiesto, pareció transformarse en fantasmita de cómic; a no ser por las historias siniestras a las que está asociado –el gulag por ejemplo– y sobre todo a la necesidad de un balance histórico que semejante derrota impone. Pero claro: ¿las exigencias de la historia y las de ciertas políticas se tocan? ¿Y si lo hacen, la pregunta por el “cómo” no deja de resultar pertinente? Ahorremos un excurso ridículo. A Zapatero este problema lo tiene sin cuidado, como a casi todas las fuerzas referenciadas en la Internacional Socialista (esa con que Raúl Alfonsín coqueteaba insistentemente), y que terminaran reduciendo su voltaje político hasta el ñoño progresismo en curso.

Conviene recordar que progresismo y derrota obrera y popular están íntimamente asociados. En 1871 el proletariado parisino gobernó durante 71 días –en medio de la guerra franco-prusiana– con los métodos de la democracia directa; y la defensa de la ciudad quedó únicamente en sus manos; el intento fue aplastado por la reacción francesa, bajo la mirada atenta del ejército de Bismark. 30 mil trabajadores fueron asesinados, y París fue destruida a cañonazo limpio. Sobre sus ruinas humeantes se reconstruyó la capital de un imperio colonial. Y durante 20 años las corrientes socialistas no fueron capaces de levantar cabeza, y recién lo lograron durante el affaire Dreyfus. Es decir, cuando el Estado Mayor del Ejército Francés acusó, en 1891, al capitán Dreyfus de espía alemán. No sólo era una completa patraña, como se terminó demostrando en 1905, sino que constituyó el mayor atentado antisemita cometido bajo un gobierno legalmente democrático. Entonces, Émile Zola enarboló el célebre Yo acuso, manifiesto que dividió a la sociedad francesa en dos mitades irreductibles. De un lado, la reacción conservadora y católica, de los Camelots du Roi; del otro, la democracia republicana, encabezada por Jean Jaurés. El progresismo en suma. Incluso la fórmula progresista fue acuñada con tal motivo. Y el Partido Socialista de Jaurés se funda a resultas de ese movimiento liberal democrático.

No fue una cuestión menor. El propio Lenin filió su propia corriente socialista en la lectura de los acontecimientos de la Comuna de París. El parteaguas leninista dibujó dos alas; una hacía el centro en el camino parlamentario como única estrategia para la conquista del poder; la otra, sin desconocer la importancia de la lucha electoral, entendía que el poder difícilmente pudiera alcanzarse con instrumentos pacíficos. Y que la resistencia de la reacción determinaba, en última instancia, los caminos de la revolución socialista.

Ambos caminos –el parlamentario y el revolucionario– fueron abandonados por el socialismo europeo. Sólo marginales de la política remiten a ellos en la actualidad, pero Hermes Binner formó parte en altri tempi de un partido que compartía esa visión. Recuerdo cuando el fallecido Guillermo Estévez Boero –máximo dirigente del socialismo santafesino– me espetara en 1972: “Nosotros los marxistas leninistas.” Entonces me asombró, y la tenue sonrisa de Jorge Abelardo Ramos no hizo más que aumentar mi juvenil incomodidad. Conviene no equivocarse, Binner no está remontando las fuentes de su tradición política, sólo que ante el viraje ultraconservador del radicalismo, ante la maltrecha alianza entre Ricardito Alfonsín y el “Colorado” De Narváez, Binner, se prepara para el viaje sin retorno de los hasta ayer aliados históricos. Las fuerzas que se referencian en su partido, si su afirmación quiere decir algo, ya no podrán seguir cabalgando con dos monturas. O defienden la candidatura presidencial de la UCR, o se alinean con Hermes. El radicalismo de Santa Fe no parece dispuesto a marchar en semejante dirección, y la fractura parecería inevitable.

EL DESTINO DE LA UCR, LOS CONGLOMERADOS DE PARTIDOS PROVINCIALES.

El radicalismo de Mendoza puso las cosas en su verdadero lugar: los debates electorales provinciales. Esto es, cortar boleta presidencial –votar a Cristina– y colgarle los candidatos radicales lugareños. Una alianza sui generis contra Ricardito. Tanto oportunismo sin principios no sólo destroza cualquier intento de política nacional, sino que además es levantado como una suerte de realismo político que debe ser asumido. En verdad, más que “habilidad táctica” contiene el germen de la disolución definitiva. No sólo por la inescrupulosidad evidente –invitar a votar por dos proyectos que se presume irreconciliables– sino por el desprecio que implica por los votantes. Si alguien vota a Cristina y su proyecto, por qué le añadirá el chaleco de plomo del radicalismo provincial, sino por incomprensión. No se trata de una curiosidad local, sino de una tendencia nacional. Con algo más de puntería y algo menos de cinismo, José Manuel de la Sota levantó la lista de candidatos legislativos del Peronismo Federal cordobés. Es decir, se asume sin más como una fuerza provincial sin ensamblado nacional. Qué significa “sin ensamblado nacional”. Fácil, sin proyecto propio. Ese es el punto.

¿Cuántas fuerzas nacionales competirán en octubre?

Que el radicalismo ya no es una fuerza nacional, desde la renuncia de Fernando de la Rúa, pocas dudas caben; y como el Peronismo Federal nunca lo fue, la respuesta emerge sola: una constituida –el oficialismo–, y si el socialismo santafesino planta su pica en Flandes, si termina por dibujar un camino propio sin ataduras con el pasado, tendencialmente podrá ser la segunda. Ahora bien, todas las demás fuerzas –así se terminó expresando la crisis de dirección política del conglomerado opositorno sólo no actúan como corrientes nacionales, sino que difícilmente puedan recomponerse en esa dirección. ¿El motivo? No son capaces de expresar a nuevos actores sociales.

La afirmación debe tomarse con los debidos recaudos, ya que resulta alarmante. No sólo porque reduce la política nacional a la lucha de tendencias dentro del peronismo K, sino porque de los polos del actual orden político realmente existente sólo uno apunta al presente y desde ahí al porvenir. Y el otro, mientras se descascara en caída libre, no pareciera siquiera adecuado para disputar en 2013 una renovación parlamentaria.

¿Y Mauricio Macri? La decisión del jefe del PRO de no apoyar a ningún candidato presidencial no puede ser leída como indecisión personal. Durán Barba entiende, y está preparando una nueva fuerza. Si el PRO fuera capaz de terminar siendo una derecha laica y civilizada, si en lugar de asumir como propia la gastada tradición del partido del orden, reconociera las políticas de Estado impulsadas por Cristina Fernández, Macri no sólo sería un candidato para el 2015, sino una nueva fuerza nacional. Pero conviene no apurarse, el trecho no es breve y no está escrito en el cielo que Mauricio llegue incólume a la primera renovación parlamentaria.

Fuente : Tiempo Argentino

2 comentarios:

Daniel dijo...

Hay cierta mirada política que reduce a la socialdemocracia a un seguidismo acordado dentro del estricto marco neo-liberal, pero por pacto, por acuerdo y cruce de intereses, a veces inconfesables. Y desde allí, extienden la tesis de la globalización como factor dominante.

Javier dijo...

Y no es asi la socialdemocracia ?

Un partido que dice ser socialista y obrero puede pedir modificar la constitucion para limitar el deficit y no para una reivindicacion de la clase trabajadora que es la que debe representar ?

O Binner que sigue saliendo con el discurso de la mesa de desenlace y el campo clarinista

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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