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lunes, 19 de septiembre de 2011

La crisis política europea

Debacle capitalista




El movimiento obrero europeo ya no es un protagonista político con un camino alternativo, y las corrientes socialistas –más allá del esfuerzo por filiar partidos que sólo en su iconografía remiten a la izquierda– se han vuelto imposibles de distinguir del liberalismo tradicional.

La crisis del año 1930 no sólo contuvo una catástrofe económica del capitalismo, sino también una larga agonía política. Se había pulverizado el mercado mundial –con el consiguiente derrumbe del comercio internacional– y nuevas fuerzas sociales todavía intentaban ser la respuesta a la brutal novedad histórica.

El movimiento obrero europeo –socialistas y comunistas– pergeñó un camino propio: dirimir las diferencias en su interior, al tiempo que enfrentaba la nueva respuesta ultra conservadora de Europa: el fascismo. Debemos admitir que ambos fracasaron, y que su fracaso definió la suerte de la revolución y del socialismo europeos.

Las corrientes más retrógradasMussolini, Hitler y Francoaplastaron a los trabajadores, la “sociedad civil” recobró la lógica de la manada, y estos reaccionarios canallescos fueron derrotadas a su vez por un nuevo poder hegemónico: el capital estadounidense globalizado, con el auxilio material del Ejército soviético. Stalin, que había comenzado la guerra del lado de Hitler, con quien se reparte Polonia, la termina del lado de Churchill y Roosevelt. No era un escándalo pequeño, y sin embargo casi pasó desapercibido. En todo caso, ningún análisis histórico intentó explicar tan curioso viraje. En una guerra tan fuertemente ideologizada, el comportamiento de la dirección rusa no atendió –en momento alguno– otro interés que no fuera el propio. Sólo en la medida en que ese interés coincidía con alguna perspectiva mas amplia, ese horizonte se abría paso. De lo contrario no.

No fue el único escándalo “intelectual”. El país que tenía la fuerza armada de menor valía operativa (capacidad de imponerse por la calidad de sus combatientes en el enfrentamiento) terminó venciendo. Y al hacerlo impuso la nueva ecuación económica de la modernidad militar: gana el contendiente que supera la capacidad de destruir armamento de su antagonista. En el momento en que la curva de producción de barcos de los EE UU superó la posibilidad destructiva de la Alemania nazi, –como oportunamente señalara Albert Speer, ministro de armamento alemán, a Adolf Hitler– la guerra estaba resuelta.

Dicho de un tirón: la productividad social del trabajo, el tiempo promedio con que una sociedad produce sus bienes comparado con el mismo promedio de otra – trasladada al plano militar– terminaría por sustituir la calidad moral y política de los combatientes. La guerra entre Estados nacionales, en el mercado mundial, no dejaba de ser la continuación de la lucha económica en un plano específico.

Bien visto, el enfrentamiento entre la Unión Soviética y los Estados Unidos se dirimió igual. En el momento en que la capacidad de generar excedentes de la economía soviética fue arrollada por la estadounidense, la producción de armamento ruso encontró su techo. Y el proyecto de guerra de las galaxias –sistema de cohetería satelital impulsado por el presidente Reagan– dejaba a la dirigencia soviética a merced del poderío de los EE UU. Por eso, el sistema soviético implosionó. Es decir, no pudo soportar la presión estadounidense y se tuvo que rendir incondicionalmente. De esa rendición surgió este orden, pero la crisis se lo devora sin vuelta atrás.

La victoria política y económica del capitalismo impuso el nuevo curso, y la nueva crisis terminó resultando su expresión más genuina. Esta vez, a diferencia de 1930, si bien abre un nuevo curso político, no contiene ningún intento de camino propio para las víctimas del capital.

El movimiento obrero europeo ya no es un protagonista político con un camino alternativo, y las corrientes socialistas –más allá del esfuerzo nominalista por filiar partidos que sólo en su iconografía remiten a la izquierda– se han vuelto imposibles de distinguir del liberalismo tradicional. Los acuerdos entre los populares y los socialistas españoles, para mentar un caso suficientemente representativo, prueban hasta la extenuación este aserto. Dicho con sencillez: la profundidad y la extensión de la derrota popular a escala planetaria no tienen parangón, ya que ninguna de las soluciones barajadas hasta ahora se propone otra cosa que restaurar el capitalismo global.

¿Se terminó la historia, como Francis Fukuyama explicara a fines de los ’80? ¿Se repetirán las crisis sin más?

El presidente de los EE UU, Barak Obama, sostuvo al asumir que la crisis librada a su propia suerte puede volverse crónica. No lo dijo exactamente así, pero puede inteligirse en esa dirección –sin forzar su afirmación– desde el momento en que, para ponerle algún coto, fue preciso utilizar el poder del Estado desde una perspectiva muy poco ortodoxa. Y esa es la paradoja: para salvar a los bancos fue preciso nacionalizarlos. Técnicamente, la posibilidad de expropiar las palancas de comando del capitalismo global se ha vuelto una necesidad estructural del sistema. Ahora bien, en el caso de los bancos esta “expropiación” terminó siendo circunstancial. Y en el caso de las empresas productivas, no se ha intentado y no existe –al menos por ahora– ninguna intención de llevarla a cabo. Realizaron una nacionalización reversible, y finalizado el primer gran coletazo de la crisis, los viejos propietarios terminaron recobrando su antiguo lugar. La debilidad de los sectores populares, como factor político, limita la farmacopea y sobre todo impide, al menos en lo inmediato, una respuesta menos conservadora.

Ahora bien, el costo de semejante solución ya comienza a entreverse. Las fuerzas políticas europeas han sufrido una larga mutación previa. Es cierto que los partidos de la derecha más retrógrada no vencieron, en un sentido convencional, electoralmente. Pero modificaron la hegemonía discursiva y la orientación política. Una idea cada vez más xenófoba y localista, más al estilo Jean Marie Le Pen, menos europea, se terminó imponiendo. La discusión sobre el uso del chador burka, anticipó todas las demás. Prohibir su uso a las mujeres mahometanas no sólo no supone “integrar” a los diferentes, sino tiende a estigmatizarlos definitivamente, en una Europa donde musulmán y enemigo terminaron siendo casi intercambiables.

El progresivo debilitamiento político de la Unión Europea es de larga data. No en vano la constitución europea integra el reino de las sombras. El 12 de enero de 2005, el Parlamento aprobó por abrumadora mayoría el nuevo orden constitucional. En algunos países, la decisión final fue sometida a referéndum. En España, con muy baja participación ciudadana –con una abstención superior al 55%– fue aprobado. En Francia y en Holanda, donde la abstención fue apenas del 31 y 37%, fue rechazada. En España el tema no importaba, y en Francia y Holanda, donde sí importaba, la sociedad le dio la espalda. Entonces, tras una complejísima ingeniería jurídica la propuesta constitucional terminó siendo aprobada –sin ratificación popular– pero careció de todo calor popular. Una respuesta casi administrativa resolvió el principal problema político de la UE. El complejo mosaico de estructuras nacionales no sólo no abrió paso a un orden superior, sino que terminó siendo yugulado por poderosas tendencias al localismo extremo. Las consecuencias políticas de semejante tendencia general, no podían ser más relevantes. ¿Si Europa no puede tener una Constitución común, como podría tener una identidad política compartida? Más aun, de dónde saldrían los instrumentos para enfrentar la peor crisis, si bajo la “normalidad” no superaron el techo del recurso nacional. Por tanto, el principal ingrediente de la crisis financiera de Europa, sigue siendo político. O encaran la crisis de consuno, o avanzan hacia la irrelevancia histórica: la finlandización de Europa.

La irrelevancia política de Europa incluyen los bombardeos en Libia y las resesas de sus ganancias ya que se compraron la mitad de las empresas latinoamericanas y muchas en las ex republicas sovieticas tambien ? El Santander necesita que lo ayuden el Vilvao Biscaya ? Repsol quiere ayuda ? Endesa ? Telefonica ? con toda a guita que se llevan de latinoamerica y de explotar a los trabajadores europeos ? Habiendose apropiado de la banca , los servicios y de los recursos materiales llegando hasta la terrible entrega a Repsol y perdida de nuestro petróleo .

La verdad es que ojalá fuera real la irrelevancia europea porque nos convendria a nosotros y ademas de esa manera se van a reducir las masacres en el mundo si Europa sigue mal o en todo caso las habituales masacres europeas en los otros continentes solo las cometerían entre ellos con algun nuevo fachismo hitleriano /staliniano / franquista / Vichyano

Yo quiero que tu empresa se vaya de mi país y asi será de igual a igual




Y Brasil en el BRIC ( que quieren ser la misma mierda que los yankees parece) quiere ayudar a los europeos. Brasil asi no .

Fuente: Tiempo Argentino

2 comentarios:

roberto dijo...

Estuve unos días en Milán, que es un lugar donde medianamente dominan las clases medias de Italia, y estan tan asustados como nosotros en 2001, hay marchas todas las semanas en contra de los ajustes y se nota el malestar en los trabajadores que ganan 2000
Euros y pagan un alquiler por lo bajo
de 1500, mientras Berlusconi dice:
"me quiero ir de este país de mierda". y derrocha fortunas en festicholas importándole un carajo lo que pasa. (en éso se transformó lo que nos vendian como países
desarollados).

Un abrazo

iris dijo...

No sé que es la "finlandización" pero está claro que la clave del asunto está en la frase:"La debilidad de los sectores populares, como factor político, limita la farmacopea y sobre todo impide, al menos en lo inmediato, una respuesta menos conservadora. La debilidad de los sectores populares, como factor político, limita la farmacopea y sobre todo impide, al menos en lo inmediato, una respuesta menos conservadora". La caída del muro del Berlín le quitó su razón de ser a los partidos socialdemócratas que estaban para servir de freno al comunismo, pero no supieron reconvertirse en representantes genuinos de un proyecto de una Europa democrática y socialmente justa.
De hecho la otra frase:"¿Si Europa no puede tener una Constitución común, como podría tener una identidad política compartida?" refleja eso. Europa fue un proyecto hecho por y para las multinacionales, no para los pueblos.
Lo demás: xenofobia, "el cuco musulmán", Gaddafi,etc, son las clásicas maniobras de evasión. Se fabrican enemigos útiles para evitar que surja una solidaridad real entre los perjudicados por el neoliberalismo.

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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