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martes, 27 de diciembre de 2011

Jose Pablo Feinmann y por quien doblan las campanas

“Las corporaciones no van a poder con Cristina

Por Néstor Leone

José Pablo Feinmann, filósofo y novelista, ubica al gobierno de Cristina Kirchner en perspectiva histórica y esboza los desafíos para los próximos años.

Acaba de publicar el segundo tomo de Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina (Planeta), un extenso ensayo generacional-autobiográfico-integral, que transcurre entre la primavera camporista y los prolegómenos del último golpe cívico militar. Y tiene en gateras una novela que -promete- estará entre los puntos altos de su producción ficcional. Siempre exuberante, prolífico y agudo en sus apreciaciones, José Pablo Feinmann traza para Debate algunas perspectivas sobre el futuro del gobierno nacional y, a modo de inventario, analiza el cuadro político y cultural de la Argentina actual. “Cristina va a ir más allá en muchas cosas; incluso, más allá de lo esperado”, asegura.

Se habló mucho del kirchnerismo como recuperación-continuidad-herencia de algo llamado “setentismo”. ¿Cuánto de eso hay?

Hay mucho de eso. Sobre todo, durante la primera etapa de Néstor. Cristina va camino de hacer algo verdaderamente superador. Llamaría al primer kirchnerismo como la etapa superior del camporismo. Incluso, con algunos nombres de ese período. Están Esteban Righi, el Canca Gullo, Jorge Bernetti, más Juan Manuel Abal Medina, tan brillante como su padre. Además, es en ese momento que se recupera la idea de la juventud. Esa idea queda más clara al final de su vida, pero es en ese momento cuando empieza a despuntar. No nos confundamos: Cámpora pensaba hacer un gobierno keynesiano. En el capitalismo las cosas son claras: o neoliberalismo o keynesianismo. No se puede inventar mucho más, por el momento. Ahora, hay que tener verdadero coraje para hacer keynesianismo. Cuando Cristina dice “no voy a importar ni un clavo”, lo está haciendo. Y está haciendo gelbardismo, también.

Un punto en común, entonces, sería la recuperación de la esperanza. Desde el retorno de la democracia, salvo en algún momento del primer alfonsinismo, no se había dado.

Es cierto. En términos de esperanza, no. En la campaña de Alfonsín (el padre, obvio), algo de eso hubo. Era el Alfonsín de los discursos duros, el que tiene la valentía de decir que la “dictadura cegó vidas sin piedad”. Y muchos peronistas salieron a decir que era un provocador. Es el Alfonsín que rechaza la ley de autoanmistía de los militares que el peronista Italo Luder aceptaba. En ese momento, como en muchos posteriores, el camporismo era una especie de delito. En la figura de Righi se centraba la supuesta ridiculez del tipo que dio un discurso retando a la policía... Así era leído, entonces. Y hoy Nilda Garré reta a la policía y saca el nombre de Alberto Villar, al que había nombrado Perón, de una escuela de oficiales. El líder del movimiento lo puso de jefe de policía a ese asesino, torturador y educado por la Escuela Francesa… Y años después, la ministra de Defensa de un gobierno peronista saca su nombre. Entre otras cosas, es también una negación de aquella política de seguridad de Perón.

Antes dijo que el primer kirchnerismo retoma los bríos del camporismo, pero que lo de Cristina era algo superador. ¿En qué sentido?

Tengo una hipótesis: Cristina va a ir más allá en muchas cosas; incluso, más allá de lo esperado. En términos democráticos, por ejemplo, cuestión con la que el peronismo, hay que decirlo, no se llevaba muy bien. ¿Cómo hubiera solucionado el primer Perón el conflicto con Clarín y La Nación? Los hubiese intervenido, como intervino La Prensa. Nadie hubiera podido decir por radio las barbaridades que hoy dicen de Cristina o que dijeron contra Kirchner, o contra cualquiera que apoyara al kirchnerismo, entre los que me incluyo. La democracia está incorporada al kirchnerismo y al respeto de los medios, también, más allá de lo que puedan decir. Con Clarín está dando una lucha. No va a intervenir o clausurar el diario. Nada de eso. Lo que hace es promover leyes que democraticen la prensa, que combatan la figura del monopolio. Cristina lo dice bien: gobierno nacional, popular y democrático. Lo democrático, en el peronismo, es nuevo.

Es una definición fuerte.

Lo es. Los gobiernos peronistas eran nacionales y populares. Así fue en los cuarenta. Y, en los setenta, la democracia no tenía prestigio. No lo tenía para la JP, ni mucho menos para los otros, que nunca le tuvieron aprecio. Me hace gracia cuando dicen defender la democracia desde el diario La Nación o desde la Sociedad Rural. Mucha gracia. Esto que ofrece el kirchnerismo, es un cambio en esa tradición.

Le da una nueva institucionalidad, usted dice, a ese componente nacional y popular.

Es así. Ese componente nacional y popular, no se va a desarrollar revolucionariamente, sino democráticamente. Es decir, va a ser una voz entre todas las voces que surjan. Y esto es nuevo. Nunca lo nacional y popular contempló lo democrático. Cristina acaba de criticar a Perón porque, en la Constitución de 1949, que fue una gran Constitución, no figuraba el derecho a huelga. Es cierto. El hecho de atenuar la simbología peronista también es otro indicador. Los actos de Cristina no se caracterizan por el escudo justicialista, ni por grandes fotos de Perón. Se está acercando mucho a los países latinoamericanos, pero no como una dirigente peronista, sino como la Presidenta de la Nación.

En su discurso de reasunción hizo una mención muy dura respecto de las corporaciones, en la que incluyó al sindicalismo. ¿Cómo ve la relación a futuro? ¿Cómo evalúa la continuidad, a pesar de las tensiones; o, más bien, supone un reordenamiento?

Me gustaría más esto último. Y espero que los sindicatos tengan la suficiente inteligencia como para no agredir al Gobierno elegido con el 54 por ciento de los votos. Ahora, si incluye a los sindicatos entre las corporaciones es justo, digámoslo. Perón no los hubiera incluido, porque estaba orgulloso de que los sindicatos fueran una creación del Estado peronista. Apuesto a la modernización política de la Argentina y a la creación de un partido moderno en el cual las resoluciones se tomen democráticamente, desaparezca el dedo como única unción posible… Un partido que enfrente al imperio, que sea latinoamericanista y que respete mucho las voces opositoras, si las voces opositoras respeten al partido que está gobernando. No vaya a ser cosa de que sigan en esta carrera de insultos y agresiones...

¿Cree que eso está en la cabeza de Cristina?

Creo que sí. Cristina es moderna. Y es mujer. Ahí ya está el cambio. (comentario bien machista) Tiene un gabinete con gente joven. Es un gobierno joven que va a ir diluyendo las actitudes del viejo peronismo. ¿Alguien nombra, acaso, las veinte verdades peronistas? Claramente, no.

En El flaco, usted cuenta cuando le sugiere a Néstor Kirchner tomar distancia del peronismo en tanto estructura de poder y decidirse a construir “otra cosa”. ¿Sobre qué bases de poder, partidaria y política, cree que se apoyará Cristina en esta nueva etapa?

Espero que no tenga que volver a apoyarse en el llamado aparato peronista. Revolucionario sería poner el ojo en intendentes, comisarios y personajes oscuros del Conurbano, y limpiar todo eso. ¿Cómo se termina con todo eso? Con trabajo. Si ella dinamiza los puestos de trabajo, se reduce el delito. ¿Cómo? Dinamizando la pequeña y mediana empresa a lo largo de todo el país... Tenemos que construir un país, de una vez por todas. No como hizo la oligarquía, que construyó una ciudad de palacetes franceses para el disfrute de su clase ociosa y aniquiló el potencial del resto. Hay que hacer un país con mercado interno, con industrias, con obreros que ganen salarios dignos…

De todos modos, parece existir una mayor inclinación de Cristina a conducir el PJ, rebasando sus límites, pero reafirmándose dentro de esa matriz. Entre otras cosas, porque los intentos de explorar algo más allá no tuvieron los resultados esperados.

Es una tarea difícil por el nivel del sistema político. ¿Lo vio a Ricardo Alfonsín revoleando los anteojos en la reasunción de Cristina? Con políticos o semipolíticos como ésos es poco lo que se puede hacer. A ese tipo no sólo hay que enseñarle el ABC de la política, sino también el ABC de los buenos modales. Solamente un grosero puede hacer eso mientras habla la Presidenta de su país. Ojalá Cristina tuviera con quien hablar, tuviera interlocutores de nivel, pero no los tiene... Tendría que poder hablar con Hermes Binner. Pero Binner debería mostrar un lenguaje acorde. ¿Qué intercambio interesante se puede dar con Lilita Carrió? O hay un cambio de la dirigencia opositora o la madurez política tardará demasiado en llegar. La Presidenta dio muestras claras de avanzar en eso. En ese mismo acto, no sólo dijo “quiero gobernar para todos”, sino que dio instrucciones para que no hubiera ataques a Julio Cobos.

¿Qué cree que puede pasar con el sistema de partidos? ¿Cree que se reordenará en un clivaje centroderecha-centroizquierda, con el macrismo como contraparte, o la oposición surgirá del mismo peronismo, del peronismo que vaya dejando de ser kirchnerista?

Permítame una consigna: keynesianismo o Consenso de Washington. Ésa es la contradicción en la Argentina. Cuando digo keynesianismo digo Estado benefactor, nacional, popular y democrático. Cuando digo Consenso de Washington, lo que ya sabemos: primacía de la economía de mercado, destrucción del Estado, cambio preferencial del dólar para los exportadores y flexibilización laboral y ajuste.

¿Y traducido en términos de sistema político?

De un lado está Cristina; del otro, veremos. Hay muchos que conocen el manual del Consenso de Washington. Ya lo vimos en el pasado, y sabemos cuánto añoran eso dirigentes políticos, analistas y algunos intelectuales. Y después está la Embajada norteamericana. No nos olvidemos de que existe y que opera. Está aquí y baja línea a los grandes periodistas y a algunos partidos.

Hay sectores sociales opositores que no tienen representación política. Y buscan emergentes para expresarse. El “campo” lo fue en su momento. También la inseguridad. ¿Qué canales de expresión pueden darse?

Ahora están las corporaciones, lisa y llanamente. Y se van a jugar a la inflación como válvula de escape. Las corporaciones económicas no son nacionales, no les interesa el mercado interno ni la construcción de un país democrático. Esa gente está guiada por la codicia. No les importa el país, que haya patria o nación. Voltearon a Alfonsín e intentaron desestabilizar a Cristina. Pero con Cristina no van a poder. Lo que tiene que tener éste o cualquier gobierno es caja para frenar a las corporaciones. Cristina lo sabe; Alfonsín no la tuvo. Y eso lo van a tener que entender muchos. Porque para tener caja, que en términos políticos quiere decir contar con un Estado fuerte y solvente, algunos van a tener que desprenderse de los subsidios que tenían. Y van a tener que gravarse las acciones y la renta financiera, las importaciones suntuarias…

En sus últimos discursos, Cristina habló varias veces de “capitalismo en serio”. ¿Qué implicancias tiene eso en un país como el nuestro?

Capitalismo en serio significa capitalismo con inclusión. Pero he aquí el problema: el capitalismo, ¿es un sistema que permite la inclusión? Es una pregunta para hacerse. Una respuesta posible, provisoria, es que permite la inclusión si está regido poderosamente por la intervención estatal. Pero eso, ¿es capitalismo o proteccionismo de Estado?

Después hay otros factores: posición periférica del país, su composición de clase, su estructura productiva.

Sí, es cierto. Pero un factor importante es la unidad de los presidentes latinoamericanos, que tienen que estar dispuestos a jugarse el pellejo para concurrir a cualquier lugar donde se intente un golpe, como ya ocurrió en estos últimos años.

Entre los muchos términos que se recuperaron en estos años está el de una cierta noción, no definida de manera precisa, de “burguesía nacional”. ¿Ése es otro problema?

La burguesía nacional tiene el temperamento ontológico de la clase media.
¿Quiere ganar plata para ser burguesía nacional o quiere ganar para ser burguesía multinacional? Éste es el asunto. No sé si la burguesía nacional quiere o está contenta con producir para el mercado interno. Ni sé si quiere hacer dinero con la producción y no con el dinero mismo. Una verdadera burguesía hace dinero con el trabajo, aunque le extraiga plusvalía al obrero. Eso está explicado de manera clara y negativa en El capital, de Karl Marx. Aquí no tenemos ese sujeto definido. Sino que tenemos una burguesía más bien medrosa, cortoplacista, mediocre.

¿Qué le pareció el discurso de reasunción de la Presidenta?

Hay un disparador fundamental: Cristina dejó en claro que su gobierno seguirá siendo de base popular y que su impulso mayor seguirán siendo las obras de infraestructura, con trabajo, con inserción en un esquema productivo. Ahora, ¿qué política tener respecto de las corporaciones? Ahí lo veo difícil. A las corporaciones se las conquistas cediéndole cosas; peleando contra las corporaciones es muy difícil. Una alternativa sería dar un nuevo voto de esperanza a las pequeñas y medianas empresas. El último, digamos. Hay que volver a hacer de localidades como Munro centros de producción a toda escala. Lograr que Munro vuelva a ser una fiesta. Que vuelva a llenarse de fábricas.

Se habla de un supuesto giro a la derecha, de un punto de inflexión y de entidades empresarias más a gusto con esta etapa que los dirigentes sindicales. ¿Qué le parece esa evaluación?

¿Un giro a la derecha? No, eso es político. Un giro a la derecha es lo que anhelan esos personajes. Cuando se hace política se negocia con todos, pero hasta cierto punto. Perón lo decía en sus términos: “en política, hay que darle al adversario el cincuenta por ciento, pero uno tiene que quedarse con el cincuenta por ciento más importante”. Eso está en Conducción política. Por supuesto, en cierto momento te encontrás que estás negociando con la derecha. Y ahí te viene toda la izquierda boba y te vuelve loco, porque a la izquierda de algo siempre se puede estar… En verdad, no están a la izquierda, están en otra galaxia. En política, a veces, hay que dar dos pasos. Dar tres o uno, es un error. Si se dan tres es posible que no puedas sostenerlo y que se convierta en un retroceso. Si se da uno, es que no hubo voluntad suficiente. Ahora, el que da los dos pasos, y los dos pasos adecuados, está convirtiendo la política en posibilidad, en el sentido heideggeriano.

Cosa que a veces se confunde con posibilismo.

Eso no es posibilismo. Porque el que negocia está abriendo un horizonte de posibilidad, que es lo que define a la existencia. Hacer política es abrir los caminos de la posibilidad, precisamente. Lo que llamo “la creación de lo posible”. Y eso se crea haciendo política. Para los filósofos, la política la hacen los sujetos. Y los sujetos que hacen política son sujetos constituyentes. Y el sujeto que hace política lo hace a través de la praxis. El hombre es el centro de la política, y no una porquería arrojada al costado de la estructura. Ahora, para eso se necesita conducción política y buena administración de tiempos. Cristina los tiene.

¿Cómo piensa que podrá retener los apoyos conseguidos? Por naturaleza son apoyos diversos y fluidos, heterogéneos y lábiles.

Que nadie se confíe. No hay “el 54 por ciento”. La clase media votó a este gobierno para seguir veraneando, para seguir teniendo coches cero kilómetro, para seguir comiendo en los buenos restaurantes, porque se dio cuenta de que este Gobierno era el único que podía conducir el país. Algunos se preguntan: ¿cómo puede ser que primero votó a Macri y después a Cristina? Para los porteños, Cristina es la que les va a permitir seguir haciendo guita, y Macri el que les va a brindar seguridad para disfrutarla.

Peronismo y “persistencia”

El segundo tomo de Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina abre a puro camporismo, cierto espíritu indómito y espera intensa por el pronto retorno de Perón, y cierra con la antesala del último golpe de Estado, reflujo de masas y varios ensayos sobre el terror que sobrevendría. En pocos años, dos horizontes con sentidos inversos.

Es así. Es un golpe a la esperanza tremendo que teníamos muchos de nosotros y todo un pueblo. Y cuando digo “nosotros”, digo la JP, no Montoneros. Es decir, aquéllos que apostábamos a la política por sobre cualquier otra cosa. La campaña de Cámpora fue extraordinaria. Todo aquello que se dio en esos días de verano resulta verdaderamente entrañable, aunque ya estaban algunas pistas de lo que vendría. En el acto de cierre, en Independiente, tenía claras las dos posiciones: aquéllos que gritaban por la patria peronista y quienes lo hacíamos, en contraposición, por la patria socialista. Para nosotros, ese socialismo era latinoamericanista, debía surgir desde aquí e incorporar todas las luchas del pueblo argentino. Es más, debía discutir con el propio Karl Marx. Sabíamos que no era incorporando acríticamente la idea de un socialismo, fluyendo por el mundo, que íbamos a lograr los cambios.

Es el momento, además, durante el cual concluye la larga espera por el regreso de Perón.

Esperábamos al líder del movimiento obrero, sí. Las masas lo esperaban. Todo un pueblo, no sólo los peronistas. Sobre ese momento, digo que Perón deja de expresar lo universal, para ser una particularidad más en la lucha de particularidades. Perón, desde afuera, podía ejercer la totalización entre las particularidades enfrentadas del movimiento. Era una totalización en exterioridad. “Ser el padre eterno”, decía en un libro notable llamado Conducción política. El “padre eterno” es el que podía conciliarlo todo, conteniendo todas las contradicciones. Para Perón todos tenían razón, pero las razones las totalizaba él. Hasta que llega.

Y el Perón que llega, precisamente, no sólo es un Perón viejo y cansado, sino también terrenal.

Claro, una particularidad más. “Mito que regresa, muere”, digo por ahí en el libro. Cuando se historiza pasa a ser una parte más del todo. Pero no sólo eso, sino que elige a una de las particularidades en disputa. Es decir, el Perón que vuelve elige ser parte de la derecha del movimiento. Ya no actúa como el integrador. Por ejemplo, no puede integrar a la juventud. Con la JP no le alcanzaron sus dotes de viejo líder; entre otras cosas, también hay que decirlo, porque era muy empecinada y combativa, y tenía una conducción muy vanguardista y guerrera. Poco política, digamos, porque no se había quitado los fierros de la cabeza.

Lo que sucedió en Ezeiza, en ese sentido, fue el punto de inflexión.

Sí. Ahí Perón tiene una gran responsabilidad. No podía estar ajeno a lo que sucedió. Si la JP ganaba metros frente al palco, Perón iba a reproducir el acto de Cámpora. Y se iba a encontrar de frente con la juventud cantando “Perón, Evita, la patria socialista”. Eso resultaba intolerable para el General, que tenía otros planes. Cuando se entera de eso, toma la decisión de que no haya acto. ¿Qué discurso tendría que haber hecho Perón frente a los jóvenes, si el que tenía preparado era otro? “Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen”, venía a decir, como repetiría más de una vez luego, inaugurando la etapa dogmática... Pero eso no se lo podía decir a la JP. Y la posibilidad de improvisar otro tipo de discurso no estaba en la cabeza de Perón. Tendría que haber sido un discurso virado a la izquierda y Perón ya no se lo permitía.

¿Qué hace particularmente persistente y obstinado al peronismo?

Fue tan poderoso simbólica y materialmente lo que hizo el primer peronismo que quedó su marca. Vacaciones pagas, abogados sindicales, estatuto del peón, la presencia de Evita, el Estado Benefactor, la Constitución de 1949… Constitución que hay que volver a leer, con mucha atención. Ése es un sedimento importante. Pero, también, los dieciocho años de exilio de Perón. No hay favor más grande que se le pueda hacer a un líder político, que prohibirlo durante tantos años. A eso hay que agregarle la increíble torpeza del Estado antiperonista, que se instala en 1955 y termina en 1973. Esa torpeza es la culpable de todas las muertes de la Argentina hasta 1983. Porque cuando vuelve Perón, ya habían muerto tantos, que ya era tarde. Ya era tarde para todos. ¿De quién, entonces, es la responsabilidad? De ese ejército antidemocrático y la clase que lo respaldaba.

Revista Debate

Video del reportaje en The Nation - Enfoques el sábado pasado y que ha rebotado en múltiples medios

Feinmann: "Es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que te hablan del hambre"

2 comentarios:

Sujeto dijo...

Un maestro, sencillamente eso.
Abrazo

Javier dijo...

Comparto es un maestro . Agrego que Marcelo Sain en LPO dice: "Como buen intelectual no practica kirchnerismo bobo y obsecuente "

Y debo decir que en el reportaje de La nación cuando dice que la K es de Kant y de kafka estuvo genial

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Politica Obrera