Por: Rodolfo Yanzón
Corrían los años noventa. La señora ingresaba, muy elegante, a una velada paqueta cuando fue interceptada por un periodista y un camarógrafo, que captó la imagen. El periodista le preguntó por su alianza con el menemismo y la señora, mirando a la cámara y mostrando su blanca dentadura, dijo:
“Yo siempre fui peronista”, y remató con una carcajada estruendosa que seguramente le quitó cualquier hesitación a más de un incauto. Era Amalia Lacroze de Fortabat, “Mema” para los íntimos, que alguna vez presumió de haber colaborado con la Guerra de Malvinas y de ser la madrina de un ex combatiente. Esta señora que días antes del golpe del ’76 quedó viuda de su marido Alfredo Fortabat, pasó a hacerse cargo de la empresa Loma Negra, cuyo capital se jacta de haber aumentado decenas de veces, en parte gracias a la política de Martínez de Hoz durante la dictadura. Dicen que en su testamento figuran su hija, sus nietos, el abogado Eugenio Aramburu, Luis Prémoli y Palito Ortega.
En plena euforia chauvinista durante la Guerra de Malvinas, se dio el lujo de contratar a la selección soviética para jugar un amistoso con su equipo Loma Negra, que logró una victoria que sin duda habrá generado más de una alegría en las usinas militares. A su lado en la tribuna se acomodó el coronel Luis Premoli, incondicional amigo de la señora. La que en ese arrebato de hipócrita crudeza asumió la identidad peronista, sabía por experiencia que si pretendía aumentar su margen de ganancia, debía contar con una clase obrera disciplinada, dirigentes sindicales cooptados por la patronal, un sindicalismo desarticulado, y un gobierno permeable a sus intereses.
En el programa instinto de Conversación que se emite los sábados por AM 1190 Radio América, y que conducen Félix Crous, Horacio Aranda Gamboa y quien escribe, el abogado querellante César Sivo explicó las dificultades que existieron en el proceso, la trama judicial de complicidad y el significado de arribar a un juicio oral en el que no sólo se juzgará a militares sino también a civiles que colaboraron en la represión y, aunque no están imputados miembros de la empresa, seguramente saldrán a la luz las motivaciones que tuvieron sus dueños y gerentes para eliminar a los abogados comprometidos con los trabajadores. Uno de los hijos de Moreno, Matías, que apenas tenía un año en el momento del secuestro y que es querellante en el juicio, dijo que su padre fue consecuente con su clase, que estudió y militó para denunciar los atropellos contra los trabajadores y poner a su servicio las herramientas que manejaba y que, entre otras acciones, participó en la conformación de los sindicatos de canillitas y de porteras de escuela y fue abogado de trabajadores mineros. Al igual que su hermano Martín, que no conoció a su padre, saben los límites de esta justicia, pero también están convencidos de que durante el juicio se podrá conocer un poco más sobre la integridad ética de quien debe ser ejemplo para las futuras generaciones de profesionales.
Moreno no se doblegó ante las presiones, adulaciones y exigencias de la empresa y se mantuvo firme junto a sus representados. Matías y Martín comparten con su padre las ansias de justicia. Porque fue un profesional consustanciado con la clase obrera, Moreno fue también un militante político y decidió organizarse dentro de la juventud peronista. “Era mucho más barato mandar a matar a Moreno que solucionar la situación de los trabajadores”, dijo Susana, la compañera de Moreno. Ella y sus hijos aguardan que el juicio sirva, además, para sentar alguna vez en el banquillo a los empresarios de Loma Negra. La represión estatal para favorecer a empresas ha sido una de las constantes en la vida institucional argentina. Durante la dictadura no se dudó para ello en secuestrar, torturar, matar y desaparecer. Otro aspecto que saldrá a la luz durante el juicio es la necesidad del Estado de dar cobertura a los trabajadores y cuidar el medio ambiente en lugar de velar por la acumulación de ganancias de las empresas.
Que en democracia no se reprima ni se justifique la represión ni el perjuicio al medio ambiente para beneficio de las empresas. Sería una herencia intolerable.
Fuente: Tiempo Argentino
No se pudo llegar hasta el final para hacer justicia
Murió Amalia Fortabat: el velatorio se realiza en su domicilio privado
Fue dueña de Loma Negra, la mayor empresa cementera del país. Y también la mujer más rica de la Argentina. Ya alejada de los negocios, dedicó los últimos años de su vida a la creación de su museo de arte.
3 comentarios:
Tremenda hija de puta esta vieja. Debí haberme imaginado que era capaz de esto. Y seguro que de mucho mas.
Que estos personajes nefastos mueran tranquilos en su casa, para mi se llama impunidad.
Cuando se muera Menem, en alguna de sus grandes mansiones, van a salir los post puteandolo y llamandolo entregador.
Pero ahora que esta vivo, nadie se acuerda de el.
Lo mismo que Videla, ahora resulta que putean porque el tipo da entrevistas, pero esta "encarcelado" en Campo de Mayo
Saludos
Realmente la existencia de personajes como este muestran el carácter parasitario de la "burguesía nacional" (y como el poder judicial sigue siendo hipócritamente clasista y antidemocrático) y es algo a tener en cuenta para cualquier política de desarrollo a largo plazo:los olmos no dan peras.
Publicar un comentario