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jueves, 8 de marzo de 2012

La izquierda marrón

Por Eduardo Gudynas
Alainet

Está quedando en claro que para los gobiernos progresistas o de la nueva izquierda, las cuestiones ambientales se han convertido en un flanco de serias contradicciones. El decidido apoyo al extractivismo para alimentar el crecimiento económico, está agravando los impactos ambientales, desencadena serias protestas sociales, y perpetúa la subordinación de ser proveedores de materias primas para la globalización. Se rompe el diálogo con el movimiento verde, y se cae en una izquierda cada vez menos roja porque se vuelve marrón.

Una rápida mirada a los países bajo gobiernos progresistas muestra que en todos ellos hay conflictos ambientales en curso. Es impactante que esto no sea una excepción, sino que se ha convertido en una regla en toda América del Sur. Por ejemplo, en estos momentos hay protestas frente al extractivismo minero o petrolero, no solo desde Argentina a Venezuela, sino que incluso en Guyana, Surinam y Paraguay.

En Argentina se registran conflictos ciudadanos frente a la minería en por lo menos 12 provincias; en Ecuador, la protesta local ante la minería sigue creciendo; y en Bolivia, poco tiempo atrás finalizó una marcha indígena en defensa de un parque nacional y ya se anuncia una nueva movilización. En estos mismos países, los gobiernos progresistas alientan el extractivismo, sea amparando a las empresas que lo hacen (estatales, mixtas o privadas), ofreciendo facilidades de inversión o reduciendo las exigencias ambientales. Los impactos sociales, económicos y ambientales son minimizados. Los gobiernos en unos casos enfrentan la protesta social, en otros la critican ácidamente, y en un giro más reciente la criminalizan, y han llegado a reprimirlas.

La contradicción entre un desarrollo extractivista y el bienestar social acaba de alcanzar un clímax en Perú. Allí, el gobierno de Ollanta Humala decidió apoyar al gran proyecto minero de Conga, en Cajamarca, a pesar de la generalizada resistencia local y la evidencia de sus impactos. Esto generó una crisis en el seno del gabinete, la salida de muchos militantes de izquierda del gobierno, y una fractura en su base política de apoyo. El gobierno se alejó de la izquierda al decidir asegurar las inversiones y el extractivismo.

Posiblemente el caso más dramático está ocurriendo en Uruguay, donde en unos pocos meses, el gobierno de José Mujica está decididamente volcado a cambiar la estructura productiva del país, para volverlo en minero. Se propicia la megaminería de hierro, a pesar de la protesta ciudadana, sus impactos ambientales y sus dudosas ventajas económicas. Paralelamente, se acaba de aprobar un controvertido puente en una zona ecológica destacada, cediendo a los pedidos de inversiones inmobiliarios, y por si fuera poco, ahora amenaza con desmembrar el Ministerio del Ambiente. El gobierno Mujica no está rompiendo promesas de compromiso ambiental, ya que la coalición de izquierda es un caso atípico donde en su programa de gobierno carece de una sección en esos temas, sino que deja en claro que está dispuesto a sacrificar la Naturaleza para asegurar las inversiones extranjeras.

Estos son sólo algunos ejemplos de las actuales contradicciones de los gobiernos progresistas. Estas resultan de estrategias de desarrollo de intensa apropiación de recursos naturales, donde se apuesta a los altos precios de las materias primas en los mercados globales. Su macroeconomía está enfocada en el crecimiento económico, atracción de inversiones y promoción de exportaciones. Se busca que el Estado capte parte de esa riqueza, para mantenerse a sí mismo, y financiar programas de lucha contra la pobreza.

Bajo ese estilo de desarrollo, la izquierda gobernante no sabe muy bien qué hacer con los temas ambientales. En algunos discursos presidenciales se intercalan referencias ecológicas, aparece en capítulos de ciertos planes de desarrollo, y hasta hay invocaciones a la Pacha Mama. Pero si somos sinceros, deberá reconocerse que en general las exigencias ambientales son percibidas como trabas a ese crecimiento económico, y que por ellos se las considera un freno para la reproducción del aparato estatal y la asistencia económica a los más necesitados. El progresismo se siente más cómodo con medidas como las campañas para abandonar el plástico o recambiar los focos de luz, pero se resiste a los controles ambientales sobre inversores o exportadores.

Se llega a una gestión ambiental estatal debilitada porque no puede hincarle el diente a los temas más urticantes. Es que muchos compañeros de la vieja izquierda que ahora están en el gobierno, en el fondo siguen soñando con las clásicas ideas del desarrollismo material, y están convencidos que se deben exprimir al máximo las riquezas ecológicas del continente. Los más veteranos, y en especial los caudillos, sienten que el ambientalismo es un lujo que sólo se pueden dar los más ricos, y por eso no es aplicable en América Latina hasta tanto no se supere la pobreza. Tal vez algunos de esos líderes, como Lula o Mujica, llegaron muy tarde a ocupar el gobierno, ya que esa perspectiva es insostenible en pleno siglo XXI.

¿Estas contradicciones significan que estos gobiernos se volvieron neoliberales? Por cierto que no, y es equivocado caer en reduccionismos que llevan a calificarlos de esa manera. Siguen siendo gobiernos de izquierda, ya que buscan recuperar el papel del Estado, expresan un compromiso popular que esperan atender con políticas públicas y generar cierto tipo de justicia social. Pero el problema es que han aceptado un tipo de capitalismo de fuertes impactos ecológicos y sociales, donde sólo son posibles algunos avances parciales. Más allá de las intenciones, la insistencia en reducir la justicia social a pagar bonos asistencialistas mensuales los ha sumido todavía más en la dependencia de exportar materias primas. Es el sueño de un capitalismo benévolo.

Parecería que el progresismo gobernante sólo puede ser extractivista, y que éste es el medio privilegiado para sostener al propio Estado y enfrentar la crisis financiera internacional. Se está perdiendo la capacidad para nuevas transformaciones, y la obsesión en retener los gobiernos los hace temerosos y esquivos ante la crítica. Esta es una izquierda al fin, pero de nuevo tipo, menos roja y mucho más progresista, en el sentido de estar obsesionada con el progreso económico.

Este tipo de contradicciones explican el distanciamiento creciente con ambientalistas y otros movimientos sociales, pero también alimentan la generalización de una desilusión con la incapacidad del progresismo gobernante en poder ir más allá de ese capitalismo benévolo. Muchos recuerdan que en un pasado no muy distante, cuando varios de estos actores estaban en la oposición, reclamaban por la protección de la Naturaleza, monitoreaba el desempeño de los controles ambientales, y apostaban a superar la dependencia en exportar materias primas. Esas viejas alianzas rojo–verde, entre la izquierda y el ambientalismo, se han perdido en prácticamente todos los países.

Llegados a este punto, es oportuno recodar que, desde la mirada ambiental, se distingue entre los temas “verdes”, enfocados en áreas naturales o la protección de la biodiversidad, y la llamada agenda “marrón”, que debe lidiar con los residuos sólidos, los efluentes industriales o las emisiones de gases. La mirada verde apunta a la Naturaleza, mientras que la marrón debe enfrentar los impactos del desarrollismo convencional.

Bajo este contexto, el progresismo gobernante en América del Sur se está alejando de la izquierda roja y al obsesionarse cada vez más con el progreso, se vuelve una “izquierda marrón”. La “izquierda marrón” es la que defiende el extractivismo o celebra los monocultivos. Frente a esa deriva, la tarea inmediata no está en la renuncia, sino en proseguir las transformaciones para que la izquierda sea tanto roja como verde.

Eduardo Gudynas es investigador en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).

Fuente: http://alainet.org/active/53106

5 comentarios:

Maloperobueno dijo...

El progresismo latinoamericano en la cuestion minera no tiene ninguna contradiccion.
El problema no es ambiental, el problema es el mismo que durante el liberalismo menemista, quien extrae y quien se lo queda.
Al progresismo que le conviene que la discusion se mantenga en los margenes de si es contaminante o no, pero jamas que se discuta que se llavan todo el oro afuera y que aca dejan migajas.
El autor de la nota, hace juego a esa especie de alienacion, encausando su articulo a una cuestion "ambientalistas contra progresistas gobernates".

La discusion es como el liberalismo va mutando, cambiando de nombres y mantener la misma politica desde que este continente fue descubierto por los españoles.
Cambiar oro por espejos y si hay algun resentimiento, palo y represion.

Lo pero de todo, es que eso sucede, es actual, se llevan el oro, dejan alguna ambulancia o peequeña contribucion y si hay discolos, la policia provincial reprime.



Y el autor y dueño de este blog, tambien cae en ese juego.

Moscón dijo...

Javier:
Estoy totalmente de acuerdo con Maloperobueno,hice un post al respecto:

http://carnespodridas.blogspot.com/2012/02/el-problema-es-la-ganancia.html

El tero pone los huevos en un lugar y llama la atención en otro.

Un Abrazo

H L dijo...

El progresismo o 'izquierda nueva', o 'gobierno popular' tiene la política minera neoliberal lanzada por el riojano Didi Maza.
Las leyes mineras que defiende el progresismo K o filo K (Sabbatella) son las que dictó Menem.
Son las leyes de Menem SIN MATICES.
Y como no admiten MATICES, tienen que meter a la gendarmería y promulgar la LEY ANTITERRORISTA contra los pobladores.
Pero incluso las compañías son las que aportó la política de 'relaciones carnales' de Menem.
Salvo alguna multi que se haya sumado última.
En todas las corpo mineras predominan capitales o fondos de inversión INGLESES.

El progresista K oculta esto con el pañuelo blanco de las Madres.
O ahora que enlodaron la lucha de las Madres, con la causa nacional de Malvinas.
Fuera los ingleses del gobierno!

Javier dijo...

Yo creo que el aspecto ambiental tambien es secundario , pero mas importante es la escala , la ganancia y para que se utilizan los fondos que se obtienen , que tipo de desarrollo generan en la zona a afectar ambientalmente , creo que es imperioso cambiar el codigo minero subir las regalias como minimo del 3 al 12% e intentando impedir el acceso de multinacionales , justamente en Argentino no necesitamos inverssiones extranjeras de ningun tipo , necesitamos renacionalizar nuestra hiperextranjerozada economia y prohibir la remision de utilidades al exterior

Sobre el discurso de Cristina copio la opinion de Enrique Martinez que me parece la persona mas capaz hoy para generar otra logica de funcionamiento economico

EL DISCURSO MINERO DE LA PRESIDENTA

Escrito por Enrique Mario Martinez
EL DISCURSO MINERO DE LA PRESIDENTA

Que dijo sobre minería la Presidenta el 1 de marzo de 2012:

.Recordó que la comunidad de Río Turbio defendió la vigencia de tener una mina en ese lugar, frente a alternativas que se planteaban para otros usos.
. Señaló el éxito de explotación con cuidado ambiental en Cerro Vanguardia en Santa Cruz.
. Complementó con comentarios respetuosos de medio ambiente, pero señaló que es prioritario producir riqueza, porque de lo contrario la vida desaparece en algunos lugares.

Qué no dijo sobre minería la Presidenta:
. Que la actual legislación minera tiene 20 años de antigüedad y no solo fue dictada por un gobierno neo liberal, sino que en 20 años en contexto ha cambiado tanto que prácticamente no hay país que no haya negociado mayores regalías de explotación. Del doble del valor de 1993 hasta 10 veces aquella tasa.
. Que en el país solo se llevan adelante las primeras etapas de extracción y concentración primaria. Para dar idea: La Alumbrera exporta 650000 toneladas de concentrado de cobre y oro anualmente, de las cuales el 28% es cobre, el 1% oro y el 3% molibdeno. El resto no es declarado como valioso. El valor final estimado de lo exportado, una vez refinado, es entre 10 y 50 veces lo exportado.
. Que la política de exportar concentrados primarios es contradictoria, de manera abierta, con el reclamo de industrializar la ruralidad. A esta consigna, le corresponde la paralela de industrializar la minería primaria.
. Que casi sin excepción la industria está en manos de corporaciones multi nacionales que en ningún caso han hecho desarrollo de proveedores nacionales ni por supuesto, intento alguno de integrar la industria aguas abajo en el país.
. Que una alternativa virtuosa de llevar adelante la minería es pensando en los bienes finales que queremos producir localmente, recorrer la cadena de valor hacia atrás y de allí definir el ritmo de extracción minera y no a la inversa. Esa lógica pondría la actividad al alcance de consorcios público privados nacionales.
. Que en este último caso hay un gran campo de desarrollo para producción de bienes de capital para minería en el país, que hoy directamente no existe.

En definitiva: Ante un reclamo esencialmente ambiental la Presidenta tomó el guante solo en ese aspecto. Sin embargo, es el conjunto de la actividad el que debe ser cuestionado. Hay tiempo de reformar la ley y cambiar todo el escenario. Se debe tener en cuenta que hay 51 proyectos en explotación, 340 en preparación (que podrían y deberían quedar encuadrados en una nueva ley) y mucho más por hacer, porque Argentina es una de las reservas mineras mundiales más relevantes.

Maloperobueno dijo...

Javier

Ok, el tema principal para vos es cuanto se extrae y para que, que la alicuota del 3% te parece miserable y propones el 12%?
A vos te parece justo entregar tus montañas para que te dejen el 12% y la basura?

Si lo reeles ,hay algo que no cierra

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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