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viernes, 9 de marzo de 2012

Que el modelo no se quede en la vía

Sistema ferroviario de transporte

Si como escribí en otra columna, “el modelo es la praxis cotidiana del proyecto político lanzado el 25 de mayo de 2003”, entonces debería ser constante la tarea de revisar el desempeño del gobierno nacional -aunque duela y cueste la corrección del rumbo- para no caer en el peor de los riesgos: el agotamiento de su impulso transformador.
Por Julio Semmoloni | Desde Mendoza, Argentina

Hace mucho tiempo, la expresión “quedarse en la vía” era algo así como una terrible metáfora de la indigencia, de la marginalidad social. La frase hoy está en desuso y probablemente los más jóvenes no reconozcan la gravedad del estigma que cargaba. Tenía que ver, en buena medida, con la importancia impar del ferrocarril en cuanto medio de transporte, factor de progreso y agente de la integración nacional. En efecto, si alguien se “quedaba en la vía” podía ser atropellado por el paso inminente del tren o dejado a pie en medio de la nada -incluso mejor lo explicaba otra frase de antaño: “en Pampa y la vía”-. El paso de los años y el fenomenal deterioro de la función que desempeñara el ferrocarril en la Argentina, en la actualidad deja en el ridículo por anacrónicos la utilización de esos giros del lenguaje popular.

Por favor, ¡que no nos obnubile la reciente tragedia que lacera a la sociedad toda! Ni el gobierno ni la mayoría de los argentinos que acompaña este modelo, deben confundir que alarmarse por la inseguridad y el maltrato en el servicio de trenes del Gran Buenos Aires es también ocuparnos de resolver el inconcebible abandono que presenta el sistema ferroviario de transporte de cargas y pasajeros. La reacción espasmódica, visceral, debido a la enormidad del luctuoso suceso en la estación terminal de Once, en todo caso tendría que servir de acicate para reclamarle al gobierno nacional que en esta instancia crucial empiece a producir la transformación requerida para acortar la distancia que media hasta el desarrollo estructural del país. Reclamo impostergable que parte de valorar a diario la obra hecha en otros tantos ámbitos, al extremo de considerar que podría ser la última oportunidad de tener un Poder Ejecutivo idóneo para encarar con éxito este emprendimiento colosal que se le pide.

El sistema ferroviario argentino, que en las tres primeras décadas del siglo pasado estuvo entre los diez más extensos y prósperos del mundo, desde hace por lo menos ochenta años padece un continuo y casi ininterrumpido proceso de decadencia, es decir, no sólo perdió la vitalidad inicial de su formidable auge, sino que paulatinamente dejó de acompañar con eficacia las nuevas modalidades de servicio. Sin detenerme a explicar la complejidad de razones por las que la nacionalización de los ferrocarriles realizada por el presidente Perón no modificó sustancialmente las cosas, cabe reconocer que de haber mediado otra concepción estructural y el tiempo necesario para ponerla en práctica, la estatización de 1948 pudo haber cambiado para siempre la evolución económica del país.

Es verdad que la herencia recibida en 2003 fue poco menos que paralizante: un país desolado en todos los órdenes, especialmente en materia ferroviaria. No exagero: a diferencia del enorme endeudamiento externo, el elevado desempleo o la pertinaz desindustrialización, el caso ferroviario acumulaba décadas de desmantelamiento, despidos masivos y abandono, que lo convertían en una rémora intimidante y potencialmente letal. No obstante, así como hemos elogiado sin retaceos la disposición y el talento para encarar de inmediato la recuperación económica pese a tantos frentes de conflicto, cabe señalar que poco y nada se ha hecho -estructuralmente hablando- para dar vuelta la página de la historia funesta de los ferrocarriles. De hecho la sostenida política de subsidios a las concesionarias logró asegurar una tarifa plana -estímulo valioso para que el servicio incluya a todos los trabajadores-, pero no repercutió en las dos carencias más gravosas: el mantenimiento y las inversiones.

Como este modelo en vigencia es también receptor de criterios peronistas de los cuarenta –criterios que en muchos aspectos transformaron la realidad del país, pero que en el caso ferroviario no evitaron la caída señalada-, inquieta que transcurridos ya nueve años de gestión no se conozcan medidas que den prioridad absoluta al mejoramiento y la máxima utilización del sistema ferroviario integral. La evidente falta de una decisión política que asuma drásticamente la trascendencia del rol estratégico que cumple este servicio insustituible, arroja una sospecha acerca de la voluntad que anima a esta administración para afrontar otros desafíos pendientes. A veces el gobierno parece remiso a ponerle el pecho a retos aún por dilucidar; por lo tanto es imperioso tener conciencia que de la resolución favorable de conflictos como éste depende también la consolidación del actual crecimiento económico. En otras palabras: sin un renovado ferrocarril hiperactivo y omnipresente, el futuro venturoso parecerá más lejano.

Para concluir de manera lacónica: debido al tamaño territorial y al perfil productivo del país, la Argentina precisa reducir al mínimo sus costos logísticos de transporte, pues corre peligro de perder la competitividad que la posiciona ventajosamente en el mundo. Si pierde esta condición, será más difícil que agrande y diversifique su comercio exterior, y que por lo tanto pueda lograr el indispensable saldo favorable en la balanza de pagos. Pero ésta sería nada más que una deducción obvia de los economistas. Para los políticos, peor aún es persistir en la inconexión entre cientos de pueblos del interior y el alto grado de desequilibrios de todo tipo que se registra entre provincias, lo que provoca la fragmentación cultural y el atraso relativo de sus comunidades. Una visión integral y superadora de la situación, implica discernir sabiamente entre ponderar el déficit operativo crónico de los ferrocarriles, y valorar el incomparable beneficio social que reditúa el funcionamiento adecuado de este sistema.

Fuente : Agencia periodística de América del Sur

1 comentario:

Maloperobueno dijo...

Increiblemente no habla de las muertes, ni del despilfarro de subsidios que el Estado le dio a TBA, ni de responsabilidades politicas.

Despues habla de que hay que bajas los costos en logistica, que si no se pierde competitividad, etc etc.

Parece que estas buscando el santo grial y te negas a ver el problema de fondo Javier.

Saludos

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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