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viernes, 27 de abril de 2012

La crisis y las elecciones europeas

La sobrevivencia de la Unión Europea nunca estuvo más cuestionada. Los reparos no cesan, y las razones para continuar se vuelven, para los ciudadanos de a pie, abstractas, declamativas, difíciles de vincular a la experiencia.

Alimentada por una lógica que transforma las caídas de la Bolsa en catástrofe global, toda la política económica europea se reduce a remediarla. Y para aplacar dios tan vengativo, sólo cabe el sometimiento irrestricto al comportamiento del mercado. Entonces, recorte draconiano del gasto, el deseado e inalcanzable equilibrio fiscal. Por esa amplia vía la derecha avanza, mientras la vieja Europa retrocede no sin cierta avergonzada nostalgia.
Es que la sobrevivencia de la Unión Europea nunca estuvo más cuestionada. Los reparos no cesan, y las razones para continuar se vuelven, para los ciudadanos de a pie, abstractos, declamativos, difíciles de vincular a la experiencia. Y si así terminara siendo, si el ambicioso proyecto pergeñado por la Alemania de Conrad Adenauer y la Francia de Charles de Gaulle –durante los años cincuenta– muriera, Europa como noción política no habría sido más que un subproducto de la Guerra Fría.
Desaparecida la Unión Soviética, concluida la “guerra” con la victoria de los Estados Unidos, el mercado mundial organizaría un nuevo orden para todo un ciclo histórico: la bancocracia global. En tal caso, el matrimonio entre capitalismo y democracia avanzaría hacia una zona gris. Una suerte de revival de la década del ’30, sin guerra, con neonazis e imbéciles de toda laya, despunta. No pareciera, como tampoco entonces pareció, parte del libreto del poder real. Y sin embargo… todos acusan a todos de transigir ante la “derecha”, les preocupa una amenazante posibilidad: bloquear la democracia parlamentaria.
¿No es un poco mucho? ¿Sólo la derecha se expande? ¿La victoria socialista francesa, en primera vuelta, no terminará por cambiar las cosas? (La socialdemocracia hace años se olvidó de Marx y la vía pacífica al socialismo y perdió para siempre el tren de la historia para ser la nueva derecha culposa y neoliberal que profundiza a la derecha mas reaccionaria en su propia lógica capitalista ) El 6 de mayo se despejará definitivamente esa incógnita. Si las encuestas registraran la inclinación de los votantes, Nicolás Sarkozy no sería reelecto. Al parecer, François Hollande sacaría unos 10 puntos de ventaja, y obtendría la mayoría absoluta, situación que ilusiona a toda la socialdemocracia europea; ¿este resultado afectará el curso derechista general? ( La verdad no ) En principio ofrecería un punto de recomposición al socialismo variopinto; y esa no es una novedad menor, cuando la derecha electoral pasa por un buen momento. El “temor” por un cambio de tendencia electoral fue expresado por Angela Merkel. La “incomodidad” alemana esta planteada, y como los resultados todavía cuentan, y la derrota de Sarkozy no parece evitable, se impone saber si un presidente socialista francés será o no capaz de torcerle el brazo al conservatismo alemán. ( Acaso tendría esa opinión el Zapatero francés cuando el único que realmente expresaba algo en sentido dioferente al neoliberalismo era Melenchon ? )
Vamos, un presidente francés, con el respaldo del resto de los afectados por la crisis europea, tendría que poder.
Avancemos con cuidado. El 31 de mayo, dentro de cinco semanas, los europeos deciden en un referéndum si aceptan o rechazan el programa de disciplina fiscal impulsado por Angela Merkel y el Banco Central Europeo (BCE). Es evidente que los sindicatos, por abrumadora mayoría, llamarán a votar en contra. No serán los únicos. ¿Hollande encabezará esa oposición, o seguirá los pasos de Sarkozy? ( No te hagas ilusiones man con ese tipo son todos iguales a esta altura como pasaba acá , todos ajustaban iugual la UCR y el PJ eran exactamente la misma mierda y De la Rua continuaba con fidelidad los pasos que marcaba el menemismo ) El candidato socialista prometió que “tratará” de renegociar el tratado acordado en diciembre. El último Tratado de la Unión Europea fue impuesto sin cortapisas por Alemania y establece un estricto límite a los déficits presupuestarios. Ese límite funciona como el principal argumento de la política de recorte permanente, aunque la resistencia no para de crecer. Hollande lo sabe, por eso quiere que el BCE evolucione hasta aceptar una política anticíclica (todavía nadie menciona la palabra maldita, keynesiana) y, en lugar de luchar contra una inflación imaginaria impulse la demanda solvente real: el consumo de los ciudadanos. El dirigente socialista francés también se muestra partidario de emitir eurobonos para saldar las deudas nacionales, y transformarlas así en europeas, ambas ideas fueron enérgica y sistemáticamente combatidas por Berlín. Recordemos, Sarkozy no pensaba distinto, y aun así se terminó sometiendo a Merkel, en diciembre, ( Ves que son lo mismo? ) cuando se discutieron los instrumentos del “salvataje” griego. La evolución de la crisis griega preocupa a todos los europeos, incluso a los alemanes. Los últimos cuatro meses aterraron a las futuras víctimas.
¿Una nueva dirección? En contra de lo que se podría creer en un continente gobernado por partidos de derecha, Hollande no estaría solo en la pelea contra Merkel. Sometidos a la intensa presión de sus electorados, cada vez son más los dirigentes en ejercicio que están comenzando a cuestionar la sacrosanta ortodoxia alemana. El flamante gobierno conservador español de Mariano Rajoy intentó desafiar los límites para la deuda pública; y reducir los recortes exigidos en el gasto de un país azotado por un desempleo del 24%, donde los jóvenes pagan los platos rotos con una tasa que ronda el 50% para menores de 25 años. Por cierto, no pasó de la declamación.
(Son todos neoliberales no tienen salida dentro de su propia lógica )
La misma agitación azotó a Holanda, donde el gobierno conservador de Mark Rutter se vio obligado a dimitir; ese resultó el costo de ser un fiel aliado de Angela Merkel. En la República Checa, miles de personas salieron a la calle para protestar contra la austeridad. En Gran Bretaña, las centrales sindicales lanzan señales de alarma sobre el estancamiento cada vez mayor de la economía, mientras que en Irlanda dos de los sindicatos más importantes, Unite y Engineering and Electrical Union (TEEU), están llamando a sus afiliados a votar en contra del Tratado Europeo de disciplina fiscal, en el referendo del 31 de mayo.
Dos visiones se enfrentan. La de Mario Draghi, directivo del BCE, y la del sentido común. Para Draghi las cosas son sencillas: el estado de bienestar resulta demasiado oneroso y se trata de liquidarlo por insostenible. La otra defiende su sobrevivencia, pero a la hora de formular los instrumentos comienzan los problemas.
En rigor de verdad no se trata de una discusión “económica”, sino sobre el estatuto de ciudadanía. Los europeos, y entran en esta categoría todos los que viven y trabajan en el territorio de la Unión, no votan tan sólo el nombre del que decide. Un piso común los sostiene. La educación, la salud, la libre circulación de las personas, las vacaciones y la vivienda, son todavía derechos garantizados. Draghi propone que dejen de serlo.
Eso no es todo. Berlín y París volvieron a lastimar el proceso de integración: Merkel y Sarkozy serían partidarios de reintroducir controles fronterizos; medida de emergencia destinada a impedir la llegada de inmigración ilegal desde las naciones golpeadas, como Grecia o Italia. Esto supone liquidar el tratado de Schengen, hito fundacional de la UE, que entró en vigor hace 17 años, y demuestra que el proceso de descomposición política avanza más rápido que cualquier corrección electoral. Informaciones filtradas, la agencia francesa AFP y el diario alemán Süddeutsche Zeitung, hacen saber que los ministros del Interior de Francia, Claude Guéant, y de Alemania, Hans Peter Friedrich –ambos conservadores–, firmaron una carta enviada a la presidencia danesa de la UE. En ese texto reclaman la soberanía para decidir una “suspensión temporal” del tratado de Schengen, en caso que no consigan controlar el flujo de inmigrantes, o de amenazas a la seguridad y orden público.
Y ese es el punto más espinoso del problema, no hay un solo modo de oponerse a los efectos de la ortodoxa política de recortes perpetuos del gasto público. Existe una respuesta de la derecha social, que si bien no acepta la solución del conservatismo financiero, rechaza con igual virulencia la solución europea y propone regresar fóbicamente a la situación anterior a la II Guerra Mundial: autonomía irrestricta de los gobiernos, fin del euro como moneda común, retorno del viejo mosaico nacional y restablecimiento de las fronteras. Y si bien ninguna encuesta adelanta una victoria de Merkel en el referéndum, es poco probable, y si así sucediera, sus efectos no necesariamente impulsarían un camino menos conservador. ( No lo garantizan pero yo claramente iría por ese camino aumentando la soberanía de cada país , la soberanía politica , la independencia econóica y el estado de bienestar de cada país )

Fuente: Tiempo Argentino

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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