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sábado, 30 de junio de 2012

La tasa de ganancia y la política

Por Eduardo Anguita

Tiende a pensarse en la mayoría de los análisis políticos que el capital tuvo mayor retorno durante el período neoliberal que en la etapa de estímulo a la redistribución de los ingresos propio del modelo que Néstor Kirchner empezó a hilvanar desde mayo de 2003. Sin embargo, la tasa de ganancia de estos últimos siete años fue más elevada que la obtenida por el capital a lo largo de los noventa.

Para entender el proceso de redistribución de los ingresos en la Argentina, una cita imprescindible es ponderar cuáles fueron los niveles de ganancia durante las últimas dos décadas. Reparar en los noventa es necesario porque se vivió una etapa neoliberal que permitió el fortalecimiento de la llamada valorización financiera del capital. Bajo la presión de la deuda externa, se produjo una brutal transferencia de recursos de vastos sectores de la sociedad hacia una pequeña minoría. Se produjo entonces una transferencia regresiva de lo producido en el país. En particular, hubo una apropiación del sector público por parte de un grupo selecto de empresas y bancos transnacionales. Es decir, en la llamada “renegociación de la deuda externa” de la dupla Carlos Menem – Domingo Cavallo, se privatizaron una serie de áreas públicas estratégicas. Pero el plan neoliberal avanzó de modo integral, por eso la absorción de las empresas de origen nacional por parte de multinacionales, en muchísimos casos sin resistencia por parte de los dueños, que preferían un buen precio que apostar a sus compañías. La ideología de la globalización conllevó a que una buena parte de la sociedad viera a países como la Argentina apenas como satélites y, en consecuencia, prosperó una visión de lo nacional en la que no valía la pena apostar por lo propio ni luchar por cambiarlo. La profunda crisis de diciembre de 2001 dejó al desnudo la cantidad de mentiras que circularon en la vida social para justificar el drenaje de riquezas hacia sectores minoritarios del capital. Aunque los números de la economía aislados suelen ser engañosos, a veces conviene despejar algunas variables para tratar de dimensionar el escenario de aquella etapa con la que se abrió a partir de 2003 y que significó el inicio de un período en el cual el Estado recuperó iniciativa y asumió una renegociación de los compromisos financieros externos de modo tal que el gobierno no quedara atado a las recetas neoliberales.

Los números.

Tiende a pensarse en la mayoría de los análisis políticos que el capital tuvo mayor retorno durante el período neoliberal que en la etapa de estímulo a la redistribución de los ingresos propio del modelo que Néstor Kirchner empezó a hilvanar desde mayo de 2003. Sin embargo, la tasa de ganancia de estos últimos siete años fue más elevada que la obtenida por el capital a lo largo de los noventa. No sólo eso: el llamado costo laboral –la incidencia salarial en la inversión– fue más alto en los noventa que en estos años. Un reciente trabajo del economista Pablo Manzanelli, publicado en la revista virtual Apuntes para el cambio, indica que la rentabilidad del capital fijo fue de un 37,2% en el período 2003-2010, mientras que en los noventa fue del 24,8%. Es decir, que la tasa de ganancia empresaria mejoró en el orden del 50% en estos años. Esto obliga a repensar algunos conceptos que hacen a la justicia social para no construir conceptos que carezcan de base estadística. Porque si bien creció globalmente la masa salarial de modo significativo en estos años, creció más que proporcionalmente el nivel de rentabilidad de la inversión empresarial.Al respecto, conviene poner blanco sobre negro en los datos elaborados por Manzanelli en base a aportes del Indec y de su propia investigación. Hubo, de acuerdo al autor, tres factores que inciden en ello. El primero es la abrupta caída del costo laboral tras la maxidevaluación de 2002. Esto llevó el salario a niveles tan bajos que su recuperación –progresiva y no en forma de shock– fuera vivida por los trabajadores como una mejora significativa. Eso, a criterio de quien escribe estas líneas, se dio por el clima de afirmación de los valores populares impulsados por Néstor Kirchner y su gobierno. El segundo elemento consignado por Manzanelli es que la productividad del trabajo, globalmente, creció en estos años más que proporcionalmente que los niveles salariales. En algunos casos por la innovación tecnológica y en la mayoría por un crecimiento del consumo que facilitó de modo significativo al capital. En algunos segmentos, la barrera impuesta por un dólar caro –comparativamente con el período del uno a uno– ayudó a la reaparición de muchos talleres y pymes que se volcaron a lo que podría llamarse la sustitución de importaciones. Hay que señalarlo, esto sucedió sin un diseño pormenorizado como sí lo vivieron por ejemplo las pymes brasileñas que a lo largo de décadas pudieron contar con planes integrales de estímulos fiscales, arancelarios y financieros. La recuperación y/o aparición de algunas industrias en la Argentina de la posconvertibilidad se dio con un sector bancario débil, golpeado, sin capacidad ni vocación (al menos en el sector privado) de volcar recursos a financiar a largo plazo y a tasas atractivas a los industriales. En ese escenario, atractivo para los inversores, volvió a producirse un aumento del coeficiente de inversión externa. Por caso, las empresas brasileñas desplazaron a España del primer lugar de los capitales externos en el país. Hay que subrayar que esas compañías brasileñas tienen muchas veces el apoyo financiero del Banades y que cuentan con sus propios laboratorios de investigación y desarrollo, así como escalas de producción y circulación de productos que trascienden los límites de la Argentina. Un tercer elemento es que la reactivación de la demanda impulsada por Kirchner era acompañada por aumentos de la producción a tasas chinas por el alto nivel de ociosidad de la capacidad instalada. Pero como en todo proceso, en la mayoría de las ramas, se llegó a la plena utilización de la capacidad instalada.
Correlativamente, también empezó a ser un cuello de botella la generación y distribución de energía y combustibles para la industria y el consumo doméstico que creció en base a subsidios estatales. El ejemplo más duro al respecto fue cuando, a principios de este 2012, la presidenta puso en el tapete –entre los factores para estatizar la mayoría del paquete accionario de YPF– el altísimo costo que significa importar gas y petróleo.

¿Hay empresarios con el modelo?

Es interesante detenerse en los motivos que llevaron a buena parte del empresariado a no oponerse al modelo impulsado por el kirchnerismo. Es cierto que aquellos sectores centrados en los negocios agrofinancieros fueron los promotores de la lucha contra la Resolución 125 en 2008. Sin embargo, cuando se creó el Ministerio de Agricultura, su titular, Julián Domínguez, tuvo la posibilidad de dialogar con distintos sectores del sector agropecuario y acomodar reclamos que pudieron ser atendidos de modo particular. ( Digamos quye tranzaron con los agrogarcas , por eso descativaron la ONCA , no recrerarion ni la junta nacional de granos ni de carnes y mucho menos nacionalizar el comercio exterior , tranza directa con el ministerio , y mucha plata para acallar protestas a la primera presion porn supuestas sequias masivos subsiodios a la producción de Grobocopatel ) A esa distensión no puede dejar de señalarse un telón de fondo general muy favorable para el complejo oleaginoso, muy beneficiado por la altísima rentabilidad de la exportación de soja y girasol. Las retenciones a esas exportaciones y una recaudación fiscal importante permitieron al gobierno tener aire para poner en marcha, sobre todo en estos últimos dos años, una serie de programas sociales innovadores como la Asignación Universal por Hijo y Conectar Igualdad, así como un aumento significativo de las partidas de Educación. Respecto del cuidado a los sectores asalariados, podría decirse que la vigencia de las convenciones colectivas de trabajo es una prueba incontrastable de que no hay limitaciones de ninguna índole a la lucha de los sectores asalariados por mejorar su participación en la distribución de la renta. ( Solo dicen que no te homologan los acuerdos por encima del tope fijado )

Ahora bien, una mirada que se detenga en los niveles reales de la ganancia empresaria así como en la relación entre costo laboral y productividad, debe inferir que el empresariado tuvo, en estos años, una ventaja en la traslación de renta desde los asalariados hacia el capital. Contrariamente a lo que el signo político indica, aun en un gobierno popular con un proyecto nacional, el empresariado no hizo sacrificios a favor de la Nación ni aprovechó su alta rentabilidad para multiplicar la inversión. Es más, lo que creció de modo significativo en los sectores de altos ingresos fue el consumo suntuario, la inversión en ladrillos pero en la creación de barrios carísimos (al estilo de Puerto Madero) como refugio del “atesoramiento de moneda” y el aprovechamiento de algunas líneas de crédito como las del Fondo del Bicentenario. Pero, de hecho, el lanzamiento del ambicioso y muy justo plan de viviendas Pro.Cre.Ar por parte de la presidenta no cuenta –al menos todavía– con un compromiso de inversión por parte de los empresarios de la construcción ni de los bancos privados. Es decir, para los riesgos, los sectores dueños del capital, dejan al Estado solo y este, a su vez, no tiene suficientes herramientas para comprometerlos de modo efectivo.
Debe reconocerse que tanto las luchas sectoriales como la lucha global por la redistribución de ingresos no se dan nunca al margen de las pasiones y los intereses políticos. Para conocer en profundidad cuáles son las desigualdades sociales se requiere información confiable y diagnósticos precisos. Si, como indica el estudio de Manzanelli, durante estos siete años, el sector del capital tuvo una altísima tasa de ganancia, debería pensarse que son recursos que podrían haber ido de modo directo a los bolsillos de los trabajadores o haberse convertido en fuentes de financiamiento de planes de largo plazo en la Argentina. Un financiamiento que puede ser una combinación de reforma tributaria y de compromiso formal y real (vía la emisión de bonos para fondos de inversión social) por parte de los propios empresarios de tomar parte de las llamadas inversiones de largo plazo. Es decir, que paguen más impuestos, que transparenten más sus negocios y que el Estado pueda poner en marcha mecanismos donde las falencias sociales graves –como el trabajo en negro, la falta de viviendas y el déficit de transporte por citar tres temas delicados–puedan ser atacadas con un empresariado involucrado en los problemas del país. De nada sirve hablar de una burguesía nacional si en la mayoría de los casos se trata de ejecutivos de larga trayectoria en negocios donde el riesgo es del Estado y ellos sólo ponen el llamado gerenciamiento. No es cierto que sólo sean muchos de los partidos políticos o la mayoría de los sindicatos los que están en crisis en la Argentina. Hay una carencia tremenda del empresariado que también muestra una crisis dirigencial y una limitación estructural de ese sector. Si es posible un capitalismo de cara más humana, sería bueno que los empresarios busquen maneras efectivas de involucrarse en las soluciones.

Disciplinamiento por H. Verbitzky(27/11/2011)

Fuente : Miradas al Sur

1 comentario:

Maloperobueno dijo...

Anguita se sincero, admite que las empresas ganaron mas con Nestor y Cristina que con Menem.
Mayor explotacion, menores salarios( a pesas de las paritarias año a año)
Va en contra de lo que se escucho hasta el cansancio de la sintonia fina y la redistribucion de la riqueza.
Como algunos pueden seguir sosteniendo el discurso que este es un gobierno populista?
Empresarios ricos, obreros cada vez mas pobres y pagando mas impuestos, no?

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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