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martes, 10 de julio de 2012

El final de dos relaciones históricas del kirchnerismo

El final de dos relaciones históricas del kirchnerismo

Por Patricio Klimezuk.

Dos peleas centrales en las que se halla inmerso el gobierno nacional marcan el fin de las relaciones políticas construidas hace años con Daniel Scioli y Hugo Moyano. El dato fundamental que sirve para enmarcar la situación es la imposibilidad (por lo menos por ahora) de un nuevo mandato presidencial y la incapacidad histórica del kirchnerismo “puro” de contar con candidatos con peso propio.

Hay varios elementos para afirmar que se terminan dos de las principales alianzas tejidas por el kirchnerismo en este ciclo político. Quizás el principal antecedente en lo que a peleas políticas refiere, sea la ruptura en 2005 con el duhaldismo (y vaya paradoja, en ese enfrentamiento fue la propia Cristina la que dio la batalla principal al enfrentarse a la esposa de Eduardo Duhalde en los comicios para la renovación de la Cámara alta). Pero en el caso actual, a diferencia de aquella disputa, los actores tienen un considerable peso específico.

Al respecto, en la última edición argentina de Le Monde Diplomatique, su director, José Natanson, decía: “Convertido por Kirchner en uno de los pilares del sistema de alianzas del oficialismo, Moyano fue clave para garantizar la estabilidad económica, limitando los reclamos salariales a un techo alto pero macroeconómicamente sostenible, y la gobernabilidad política, en particular durante el conflicto del campo (junto a la otra bestia negra del gobierno, Daniel Scioli, cuyo aporte, simbolizado en su exposición personal en la fallida experiencia de las candidaturas testimoniales, no fue menos crucial)”. Interesante reflexión que permite encuadrar la disputa en el plano que corresponde, es decir, en el reconocimiento de que ambas fueron alianzas que robustecieron al kirchnerismo a la par de que la relación privilegiada que los tres gobiernos les dispensaron le permitieron tanto a Scioli como a Moyano acumular políticamente para sus propios proyectos.

No faltará quien recuerde que la afirmación precedente puede ser más cierta en el caso de Moyano que en el de Scioli. Moyano continúa teniendo una bajísima imagen positiva en cuanta encuesta se haga, pero ha sido el actor preferido por el gobierno en el movimiento obrero. Esto le ha permitido conseguir enormes beneficios tanto para los trabajadores camioneros como para su sindicato, entendiendo esto último de una forma dialéctica en la que todo lo que consiguen los primeros, fortalece al gremio, y en la que mucho de lo que obtiene éste último, aunque no todo porque hay cosas que son solamente para la conducción, sirven a los trabajadores. Esto lo posicionó como el principal líder sindical, aunque hay que reconocerle, que supo aprovechar como nadie la relación que lo tuvo como niño mimado. El despliegue de su gremio y la señal de disciplina que demostró al llamar a un paro desde un estudio de televisión son elementos a tener en cuenta.

Sin embargo, Scioli también se ha visto fortalecido. Si bien contaba, cuando acompañó en la fórmula presidencial a Néstor, con cierto peso propio, la decisión que se tomó en el kirchnerismo de que en cambio de candidatearse a Jefe de Gobierno vaya a la provincia de Buenos Aires –lo que terminó de garantizar la primera victoria de Cristina allá por el 2007- lo transformó sin ninguna duda en un actor fundamental de la política nacional. Como dirían algunos analistas, en la principal esperanza por derecha para derrotar al fenómeno político que le dio cobijo y al que él se entregó totalmente, claro está, hasta el momento.

Ambas relaciones políticas recorrieron durante estos años caminos sinuosos y siempre quedará la sensación que la muerte del ex presidente y el liderazgo de Cristina no ayudaron a encarrilar la relación. A pesar de ello y ubicando un punto de inflexión, habría que marcar que, entre los muchos “heridos” que dejó la elección de 2011, Scioli y Moyano se cuentan entre los principales.

En el caso de Scioli, tuvo que soportar la inclusión en la fórmula para la gobernación a Gabriel Mariotto, que casi desde el inicio mismo de la gestión comenzó un proceso de hostigamiento que los llevó a un abierto enfrentamiento. Cabe recordar que por cuestiones de similar talante, agravadas por aquel famoso voto no positivo en la discusión de la resolución 125, al ex vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, el kirchnerismo lo tildó de “destituyente”.

En el caso de Moyano, en realidad de todo el movimiento obrero, sus principales espadas quedaron fuera de las listas del partido de gobierno y los que entraron fueron “humillados”. Sin ir más lejos, el hijo del camionero, Facundo, ocupó el octavo lugar en la provincia de Buenos Aires, varios puestos debajo de Carlos Gdansky, de la UOM, el gremio que impulsa a su secretario general, Antonio Caló, como jefe de la central obrera. Juan Carlos Schmidt y Julio Piumato, referentes de Dragado y Balizamiento y Judiciales respectivamente (aliados de Moyano ambos) quedaron relegados en Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires y ante la perspectiva de no ingresar como diputados eligieron no integrar las listas.

Ahora bien, el proceso que lleva a la ruptura de estas relaciones políticas tiene como trasfondo la imposibilidad constitucional de un nuevo mandato presidencial, situación profundizada por la incapacidad que ha demostrado el kirchnerismo “puro” de construir candidatos que puedan disputar en los diferentes frentes. La expresión “puro” refiere al conjunto de agrupaciones y organizaciones políticas que conforman la mesa chica del gobierno y que muestran un apoyo incondicional a cuanta medida se tome desde el Ejecutivo. La mayoría de ellas nacidas en estos años y desde posiciones ocupadas en el Estado.

En cuanto al primer punto, no faltan quienes hablan de una reforma constitucional. Sectores afines al gobierno lanzaron a fines de junio el Movimiento por una Nueva Constitución Emancipadora y un Nuevo Estado. Si bien aclararon que la reelección quedó fuera del temario “porque enrarece la discusión rica que vamos a encarar”, según declaraciones del filósofo Ricardo Forster al diario Página/12, cierto es que la cuestión está incluida en las discusiones del más alto nivel gubernamental.

Y si esa discusión se está dando es por la incapacidad de los sectores incondicionales al gobierno a no depender en un todo de Cristina. No hay dudas de que en la última elección la Presidenta decidió armarse de cara a éste mandato con “tropa propia” y por eso, como en el caso de Moyano y es válido para Scioli y otros, las listas quedaron configuradas de forma tal que reflejaron el nuevo esquema de poder impulsado por el gobierno. La organización más favorecida, lo que luego se reflejó además en cargos ejecutivos, fue La Cámpora.

Si de esto no hay dudas, tampoco las hay en que favorecer a estos sectores en 2011 incidió en la tensión con el líder sindical y el actual gobernador de la provincia.

En ese marco, todos empiezan a mirar las dos elecciones que se vienen: el recambio legislativo de 2013 y la más importante, la elección en la que se decidirá si el kirchnerismo tendrá cuatro años más después de 12 en el gobierno o será sustituido por otra fuerza política, la cual seguramente contará entre sus filas a sectores del Partido Justicialista.

“Los ladrillos también se hacen de bosta”, dicen que decía el viejo. Y el kirchnerismo (sobre todo sus sectores más progresistas) hizo de ese lema toda una decisión de construcción y acumulación política. Algunos justificarán que no quedaba otra y algunos otros dirán que así es el peronismo y por eso puede gobernar en la Argentina. Pero deberán saber que la “continuidad del kirchnerismo” parece ser hoy posible sólo a través de sectores conservadores y ahí se juntan, se amontonan, los Gioja, los Urribarri, los Alperovich, que ya miran a Scioli (que por las dudas, ya se sacó una foto con Moyano) y empiezan a tenerle más cariño.

Fuente : Marcha

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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