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domingo, 22 de julio de 2012

La tierra tiembla

Por Eduardo Blaustein

El mundo ha entrado en una zona oscura y hace bastante que las primeras sombras llegaron a nuestra región, incluyendo a la Argentina. La Presidenta afronta las dificultades con un latiguillo: “El mundo se nos cae encima”.Buena parte de la oposición niega redondamente que los problemas de la economía local tengan relación con los de Europa, Estados Unidos o Brasil. Si bien en los últimos tiempos parte de esa oposición y ciertos economistas que cuestionan políticas del oficialismo han entendido que la estrategia de profetizar desastres no les conviene ni a ellos ni al país (no son lo mismo Carrió que Bonfatti, Miguel Bein que Miguel Ángel Broda), perdura una actitud que se asemeja a la de los plateístas de River o Vélez, célebres por ser fáciles comentaristas hostiles de lo que hacen quienes se están jugando la piel. El oficio del periodista en ese sentido también es cómodo: siempre es más fácil juzgar que construir, apelar al cinismo que a la honestidad, al impacto que a la serenidad.

Según el último informe del Indec, en mayo se registró una caída interanual del 0,5% en la actividad económica y del 4,5%, en la industrial. Dada la crisis, el escenario podría ser peor si no se hubieran desplegado ciertas políticas contracíclicas. En otros casos, el mundo no tiene toda la culpa de lo que aquí sucede. Parte de la inflación es un ejemplo, aún cuando la oposición mediática y política exacerbe su impacto. Las complicaciones de las que se viene por las políticas de subsidio a la energía y el transporte, que fueron cruciales durante años como herramienta de reactivación e ingresos, derivaron en un cuadro fiscal difícil. Lo que el Estado invierte en importar combustibles o subsidiar sin buenos controles a empresarios desaprensivos del transporte colectivo y ferroviario no puede ir a otros destinos.

Hacia adelante.

Todos esos problemas son reales. La enorme diferencia que sigue existiendo entre el kirchnerismo y las por ahora no-alternativas opositoras es que el primero se arremanga y trabaja e intenta salir de sus errores, profundizando en sus aciertos. Los otros más bien comentan y recitan la agenda ajena, sin terminar de delinear visiones y proyectos de gobierno consistentes. O acaso sí, pero por derecha.
El Gobierno mientras tanto labura; labura a lo pavo. Está empeñado en salir de aquellas cosas que no se hicieron bien. Cierto discurso kirchnerista dice algo así como que “la autocrítica se ejerce con medidas concretas”. Es una apreciación generosa. Pero es cierto que el kirchnerismo, particularmente la Presidenta, tiene una capacidad temible de pelearla, de salir apostando hacia adelante, y de hacerlo tratando de cuidar el todo, especialmente a los sectores más vulnerables. Esa, de nuevo, es la otra inmensa diferencia entre Cristina Fernández, Mauricio Macri, Daniel Scioli, la dirigencia radical, la del socialismo.
Las diferencias aparecieron en el potente conjunto de noticias de esta semana. La YPF recuperada invirtiendo cerca de 6.000 millones de pesos en lugar de remitirlos al exterior. El anuncio de una inversión de 800 millones para renovar el Sarmiento y otros 500 próximos para el Mitre. La realización del primer sorteo del plan de viviendas Pro.Cre.Ar. Los anuncios en torno de la tarjeta Sube son una señal más de que se pretende de a poco ir saliendo del sistema de los subsidios, con un problema: hasta dónde llegarán los recursos de los municipios y la provincia cuando tengan que salir a cubrir lo que el Estado nacional dejó de poner. También hubo un anuncio presidencial sobre inversiones millonarias en una mina de potasio en Mendoza. Cuando se trata de extracción de oro y plata, ni la Presidenta ni los gobernadores (que llegaron a emplear la palabra “snob” para cuestionar a los ambientalistas y a los que se oponen a la minería a cielo abierto) parecen dispuestos a reexaminar el modelo extractivo, la arquitectura impositiva vigente desde los ’90, los riesgos medioambientales. Sí en cambio parecen muy decididos en competir por la renta de ese mismo modelo, lo cual atenúa sólo una parte del problema.

Vida útil.

YPF, plan Pro.Cre.Ar, créditos para los jubilados, retiro cuidadoso de subsidios, inversión en infraestructura, obligación de la banca (gracias a la reforma de la carta orgánica del Central) de invertir en créditos para la producción, todas las pilas puestas para desplegar programas de protección de empleo cuando las cosas se pongan más difíciles. El kirchnerismo se enchufa pero afronta un problema. Sus mejores anuncios tienen menor tiempo de “vida útil” (menor impacto político y comunicacional) que en otras coyunturas. Corren el riesgo de ser neutralizados no sólo por la potencia de fuego de los medios opositores –asumiendo además que no es cierto todo sea manipulación–, sino por los problemas reales, las disputas de coyuntura al interior del kichnerismo y cierta repetitividad mecánica en los discursos periodísticos y políticos propios. En cuanto a la economía, en algunos casos las políticas contracíclicas (desde una mayor producción de hidrocarburos a las primeras viviendas que se construyan por el plan Pro.Cre.Ar) demorarán en tener efectos virtuosos.
En este marco, ciertos conflictos políticos como los que se sostuvieron con el moyanismo y con Daniel Scioli parecen tener para el kirchnerismo nacional ganancia cero, o quizá pérdida. Por supuesto que ante el vacío de un real debate interpartidario esos conflictos resuenan mucho más. Y como se dijo más arriba: es más fácil opinar y pedir paz y amor que tener que salir a bancar con centenares de millones de pesos a un gobernador que no se atreve a desplegar políticas tributarias más audaces porque no quiere el conflicto (algún día Scioli resumirá toda su comunicación en una gigantografía que diga “Soy un pan de Dios”) y que al mismo tiempo se saca fotos con Macri y con Moyano, eso sí, como en el tango de las 34 puñaladas, amablemente.
Pese a eso, y aún cuando fue Néstor Kirchner y no Cristina quien dedicó los retos públicos más furibundos contra el gobernador (el primero, a los pocos meses de haber asumido el gobierno), las movidas del oficialismo plantean algunas dudas. ¿Hasta dónde los cuestionamientos políticos, ideológicos o de gestión contra Scioli no traspasan una línea delicada, la de la soberanía del voto popular que lo llevó a la gobernación? Y más especulativamente: ¿hasta donde la furia kirchnerista crea empatía social? Es cierto que Cristina recibió más de 400 mil votos por encima del gobernador. Pero la boleta decía “Scioli” y decía “gobernador”. Es un tema más que espinoso por cuestionables que puedan resultar ciertas políticas bonaerenses, no sólo las de seguridad. El problema no se resuelve con los oxidados, verticales lemas peronistas de “lealtad”, “conducción” o “subordinación al proyecto” en una democracia modelo siglo XXI que dice enorgullecerse de haber consagrado nuevos derechos.
Hay crujidos en la economía que se están poniendo fieros. Hay conflictos políticos de coyuntura que se deberían morigerar y patean en contra. Un consultor que solía trabajar entre otros para el kichnerismo sostiene que, contrariamente a lo que dicen algunos de sus colegas más enojados con el oficialismo, la imagen positiva de la Presidenta incluso supera el porcentaje de los votos que recibió en octubre. Claro: con una muy importante imagen negativa. El kichnerismo está condenado a seguir trabajando a lo pavo para conservar lo que acumuló, atendiendo a los crujidos globales, los locales y a los de sus propias tripas.

Fuente : Miradas al Sur

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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