Reducir la investigación a un ataque personal contra Binner termina siendo funcional a los narcos rosarinos. Por: Alejandro Horowicz
Carlos Gamerro escribió hace años un decálogo sobre la novela policial argentina. La primera regla reza así: El crimen lo comete la policía. La crisis política que atraviesa el gobierno socialista radical de Santa Fe, tras la renuncia del jefe policial local, y su posterior arresto por presunta complicidad en la protección de un empresario del narcotráfico, no hace otra cosa que confirmar esta regla tácita. Con un agravante, no se trata de literatura. Los hombres y mujeres de a pie, las víctimas sociales de los narcos, saben siempre más que las autoridades. Y cuando digo las autoridades, me refiero tanto a las provinciales como a las nacionales.
No cabe ninguna duda que la responsabilidad política del
nombramiento del comisario general Hugo Tognoli, al igual que su
mantenimiento en el cargo en condiciones inenarrables, le corresponde al
socialismo santafesino. Como tampoco cabe ninguna de que la frontera
por la que ingresan las toneladas de cocaína que se consumen en el
mercado interno, en parte, y se transportan hacia Europa, todo el resto,
resultan responsabilidad de las autoridades nacionales.
El sonado caso del avión detenido en enero del 2011 en Barcelona,
por citar un ejemplo que no pasó exactamente desapercibido, ilustra el
tema. Gustavo Adolfo y Eduardo Antonio Juliá, dos hijos del fallecido ex
jefe de la Aeronáutica menemista, el brigadier José Juliá, y Gastón
Miret, hijo del brigadier José Miret, ex secretario de Planeamiento
durante la dictadura burguesa terrorista, fueron detenidos en el
aeropuerto de El Prat, por tráfico de cocaína. Nunca se aclaró cómo un
avión particular salió sin mayores inconvenientes de un aeródromo
militar, y qué relación tenía el despegue con el transporte de una
tonelada de droga pura.
No se trata por cierto de vincular lo que no está per se vinculado.
Ni de creer que una cosa, el avión a Barcelona, y la otra, protección
de narcos en Rosario, forman parte del mismo paquete. Eso sí, esto
permite pensar que el control público sobre lo que ingresa y egresa del
territorio nacional no es tan estricto como debiera, y que el estado de
salud de la policía de Santa Fe tampoco es maravilloso.
No resulta políticamente posible que el gobernador de Santa Fe
intente tapar el cielo con un harnero, y sostenga muy suelto de cuerpo
que el problema pasa porque el gobierno nacional no le avisó que el jefe
de la policía provincial estaba siendo investigado por la PSA, cuando
una jueza federal relató al La Nación, 29 de octubre, una lapidaria
síntesis de la biografía profesional del uniformado y de la fuerza que
integraba: "Perdí la cuenta de cuántas denuncias hice contra policías
por enriquecimiento ilícito. También perdí la cuenta de cuántas
denuncias surgieron a partir de sentencias que se dictaron en el
tribunal en el que estoy para que se investigue la supuesta relación
entre narcos y policías. Pero todo sigue igual, aunque me parece que esa
vinculación nunca se dio de manera tan clara e impune como en la
actualidad."
Laura Inés Cosidoy, que integra el Tribunal Oral Federal N° 1,
sostuvo que la relación entre policías y traficantes en Rosario se
originó hace muchos años, de forma tal que el narcotráfico parecería
enquistado en la hoy cuestionada fuerza de seguridad. En su despacho la
magistrada concluyó que las guerras entre narcos por el manejo del
negocio de la droga tienen su correlato en la propia policía. Y remató
Cosidoy:
"Hace cuatro años, Tognoli vino a verme cuando era jefe de la
División Antidrogas en Rosario. Se lo notaba muy nervioso e inquieto.
Parecía preocupado. Me confesó que sus jefes le habían exigido que
recaudara para ellos. Entonces hice la denuncia ante la Dirección de
Asuntos Internos, que, 24 horas después, inició un sumario. A raíz de
esa investigación, Tognoli fue llamado a declarar, pero se desdijo de
todo. En su declaración agregó que nunca lo habían presionado." A pesar
de aquel incidente, Tognoli llegó a ser jefe de la policía de Santa Fe, y
Hermes Binner junto con Antonio Bonfatti no dejan de hablar de su
intachable foja de servicios, como si lo que no formara parte del
bibliorato no fuera parte del problema.
Un problema, la debilidad de la fuerza de seguridad nacional, no
exime del otro, calidad institucional de la policía provincial, y si se
quiere ambos terminan siendo concurrentes, ya que la corrupción es un
fenómeno eminentemente generalizado.
Una somera historia de los delitos
significativos de las últimas tres décadas nos recuerda inmediatamente
la segunda regla sobre la novela policial argentina, de Gamerro. Dice el
decálogo que si el delito "lo comete un agente de seguridad privada o
–incluso– un delincuente común, es por orden o con permiso de la
policía". Una vez más la evidencia sobreabunda ya que nos informan la
tercera y cuarta regla del decálogo, el propósito de la investigación
policial es ocultar la verdad y la misión de la justicia es encubrir a
la policía.
Recordemos, desde que la "comunidad de inteligencia" a partir de
1976 puso en el centro de todos los problemas de seguridad "combatir la
delincuencia subversiva", las pruebas perdieron sus carácter de tales.
Las pistas e indicios materiales nunca son confiables, sostiene Gamerro,
dado que la policía llegó primero. No hay, por lo tanto, base empírica
para el ejercicio de la deducción. Recordemos, no había nada que
deducir, porque se sabía de entrada la identidad del asesino y averiguar
la de la víctima nunca formó parte de los objetivos de esta
"investigación", dado que el principal sospechoso –para la policía– era y
es la víctima.
UNA INADECUADA LECTURA POLÍTICA.
La crisis del sistema político
nacional no puede eludirse más. El costo de semejante comportamiento
resulta intolerable, social y políticamente intolerable. Es preciso
depurar las lacras que el ciclo 1975-2001 impuso a la sociedad
argentina. Lacras en su sistema de seguridad, lacras de un poder
judicial que aceptó sin más el abandono del estado de derecho,
adecuándose a la doctrina militar imperante, lacras de un orden político
que convalidó y alentó ese funcionamiento, y lacras de una sociedad que
transformó a las FF AA en los únicos responsables de todo lo sucedido.
Civiles inocentes, militares culpables, dos demonios terroristas
asolaron la patria; y una vez destruidos ambos todo volvía a ser como
debía. La teoría de los dos demonios no sólo es una operación de
encubrimiento, es mucho más grave, es un horroroso error que impide la
reconstrucción de una sociedad elementalmente democrática.
Mientras no se entienda que no se trata de una investigación sobre
el pasado histórico, sino de cómo ese pesado pasado descompone hoy la
cohabitación nacional, impidiendo la imprescindible renovación de sus
instituciones, no seremos capaces de remontar la cuesta. Mientras
cualquier investigación seria sea equiparada a "persecución política"
(por qué Binner sí y Amado Bodou no), el problema seguirá siendo
insoluble.
Reducir la investigación a ataque personal contra Binner termina
siendo funcional a los narcos rosarinos. Ahora bien, creer que en esa
investigación termina el problema, no supone menor cortedad. Es cierto
que el candidato presidencial socialista de las pasadas elecciones tiene
la posibilidad de un importante crecimiento político; si así fuera, el
actual mapa del poder podría modificarse. Ahora bien, si ese crecimiento
sólo resultara en un reagrupamiento electoral que, a caballo de una
cara "limpia", intentara retroceder hasta el orden imperante en 2001,
otro estallido nos aguardaría.Fuente: Tiempo Argentino
3 comentarios:
Te acordas de Sforza, Binna y el triple crimen de la efedrina?
Los 3 asesinados eran cotizantes del FPV. Se sabe algo de eso?
El Chino Navarro, con tal buena aceptacion en el "progresismo" K, averiguaste quien es y a que se dedica?
Sos patético chabon, siempre miras para un sólo lado y repetis el discursito tal cual calcado como te lo bajan.
Deberias tener un poquito mas de huevos
Maloperobueno:
En realidad creo que en la mayor parte de las provincias por no decir en absolutamente todas , seguramente es la policia la que maneja , dirige y gestiona el negocio de la droga . Alguna vez escuche que justamente aca nmo hay carteles privados por el monopolio policial en el tema
Entonces denuncialo Javier, habla que el gobierno se niega sistematicamente a radarizar el espacio aereo y que en este pais entra y sale cualquier cosa.
O de los gobernadores que tienen hasta pistas privadas desde donde manejan su negocio.
El narcotrafico no empieza ni termina en la policia,es un problema politico y una fuente de financiacion.
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