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viernes, 2 de noviembre de 2012

El de los jóvenes de 16 y 17 años no es un voto menor

Sufragio optativo de adolescentes La escuela es un lugar estratégico para practicar ciudadanía mientras se es alumno y no sólo cuando se sale.

Por:
Gabriel Brener


Incluir al ejercicio del voto a los jóvenes de 16 y 17 años es viento a favor para el estado de derecho, es una condición necesaria pero no suficiente para ampliar ciudadanía y participación.
 
TOMAR DISTANCIA.  

Me parece necesario tomar distancia del juego especulativo. De la posible especulación política que podría entusiasmarse con alguna encuesta a favor, ya que como en tantas otras cosas, los adolescentes no hacen con lo que les damos lo que los adultos queremos que hagan. Si dicha especulación existiera incluso sería traicionada por el propio peso de la decisión juvenil. Lo mismo sucede con tantos otros actos de transmisión, con los padres, los enseñantes, los políticos o los periodistas. Los jóvenes deciden qué hacer con aquello que les pasamos y en esa diferencia se construyen los pasajes entre generaciones. Pero también hay que practicar distancia con la especulación mediática, esa que a cada rato disemina imágenes de jóvenes violentos, apáticos e irresponsables como fertilizante de un estado de miedo ambiente, que no hace más que ubicarlos en el lugar del riesgo y el peligro, alertando al "buen vecino" a que se cruce de vereda ante el acecho inminente de cualquier amenaza adolescente.

OPORTUNIDAD PEDAGÓGICA. 

El voto para millones de jóvenes no es ninguna solución, sino un hecho político que puede aprovecharse para construir más y mejor democracia, o para quedar en mero trámite administrativo. Se trata de una oportunidad pedagógica para nuestra sociedad. Sin duda, como afirma tanto opinólogo, es factible que muchos chicos y chicas no estén preparados para dicho ejercicio ciudadano, casi del mismo modo que tantísimos adultos. Bien vale entonces ofrecer la opción del voto como excusa para inaugurar espacios de debate en las familias, en los barrios, en los medios de comunicación, y especialmente en las escuelas. Porque la elección, cualquiera sea ella es algo que se aprende y construye en el día a día y con los otros. No es conveniente elegir "de golpe", ni para un chico, ni para un adulto, y en especial cuando la elección está ligada a la forma de vivir con los demás. El voto puede ser un horizonte para ensayar diversas otras elecciones que afecten lo individual y en especial lo colectivo. En Argentina hace unos pocos años existe una Ley Nacional de Educación (Ley 26.206) e indica que todos los chicos deben estar en la escuela, y lo novedoso respecto de leyes anteriores es que abarca toda la escolaridad secundaria. Es clave entonces impulsar iniciativas en las escuelas ya sea a través de "construcción de ciudadanía" una materia de reciente creación pero también en lengua, matemática, en otras ciencias y en los recreos. Generar diversas instancias que permitan a los alumnos ser parte activa de proyectos participativos dentro y fuera de las instituciones escolares. Aquella idea que sostiene que se es ciudadano al egresar de la escuela refuerza la noción de los adolescentes más como objetos de decisiones de otros que como sujetos que construyen su propio destino. La escuela es un lugar estratégico para practicar ciudadanía mientras se es alumno y no sólo cuando se sale de ella. Los que patean ciudadanía para adelante y con el dedo señalan un problema de capacidad o madurez; además de subestimar a los adolescentes evitan asumir con franqueza que prefieren chicos disciplinados que acepten lo habitual como cosa natural, extrañan una autoridad de la imposición. De esa que insiste en la idea de recuperar, restaurar, volver a la autoridad, como si la autoridad se tratara de un bronce que se restaura en vez de una relación que se construye, y que siempre tiene fecha de vencimiento.

INVITACIÓN A LA POLÍTICA.

 Somos una sociedad que ha sufrido un proceso de desintegración feroz desde la última dictadura cívico-militar, enalteciendo como valor único y sagrado el dictamen del mercado en detrimento del rol y las políticas de Estado. Es necesario entender al voto en el marco de acciones que amplíen la participación de los jóvenes, se trata de una invitación a la política, ese asunto que tiene que ver con pensar en los otros, con vivir mejor juntos y de manera más justa. Política que hace rato es ninguneada y aún sigue gozando de mala prensa, por mérito propio, sin dudas,  pero también por el apogeo de un sentido común mercantil, que naturaliza el sálvese quien pueda, donde aún cotiza más alto el apetito individualista de consumo, el darwinismo social que la construcción colectiva y solidaria de lo común. Donde algunos dan por cierto que la política es una profesión y entonces prende ese discurso neoliberal que reduce los problemas sociales a meros asuntos técnicos que deben resolverse "entre entendidos". Y de esa manera niegan la existencia de los conflictos que expresan la tensión de intereses entre sectores que conviven en una sociedad injusta en el reparto de bienes materiales y simbólicos. Los conflictos deben ser fuente de construcción de convivencia, por más incómodos y complicados que sean. Al ocultarlos, gambetearlos o reducirlos a simples desperfectos técnicos de sistema, se convalida el statu quo, o mejor dicho, que las cosas sigan siendo como siempre, acostumbrarse a lo injusto.
El voto más joven consiste en ampliar un derecho y la posibilidad de opción habilita a que cada adolescente pueda elegir y construir su decisión y no sentirse forzado al respecto. Curiosamente el voto de los chicos de 16 y 17 años es también un reto para los adultos. Un desafío que incomode, para transformar la mirada punitiva que suele merodear a los adultos en un acto de generosidad y bienvenida para los más nuevos, animando un diálogo más sincero, una escucha más atenta, el decir lo propio y dar la palabra. Y en el caso de los jóvenes, el voto es ampliación de derechos, un desafío para salir de lo propio (sin dejarlo), y pensar  en los demás.
Si la participación social, y el voto como una de sus formas, se asume no tanto como quien acepta la palabra que alguien le da sino como un acto que implica tomar la palabra por decisión propia, es probable que estemos hablando de jóvenes que se resisten a ser tomados como meros objetos de la política, de consumo, de los medios, para transformarse en sujetos que se disponen a construir su propio camino.

Fuente: Tiempo Argentino

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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