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lunes, 26 de noviembre de 2012

El débil lazo de la política en el movimiento obrero

Después del paro del 20N 

(20 de Noviembre  o 20/11 en lugar de esas abreviaturas ridículas que ponen al  8 de noviembre le decian ridiculamente 8N y al 7 de diciembre cuando vence la cautelar del grupo Clarin le dicen 7 D ) 

Los sindicalistas argentinos hace décadas que no son dirigentes políticos, dejaron de serlo a raíz de la derrota del '76.  El viejo cuento del policía bueno y del policía malo suele funcionar, incluso con aquellos que lo conocen, porque la necesidad de esa "diferencia" suele tener más peso que un dato evidente: ambos son policías. Pero conviene no abusar de las analogías, de lo contrario la explicación adquiere carácter caricaturesco, sus trazos tienden a la simplificación y a la unilateralidad.
Por:   Alejandro Horowicz


Y este es el punto: los sindicalistas argentinos hace décadas que no son dirigentes políticos, dejaron de serlo a raíz de la derrota del '76, pero eso no les impide ser referentes sindicales más allá o más acá del sistema de alianzas en el que participen (CGT oficialista y opositora, CTA oficialista u opositora, y sindicatos y militantes de organizaciones variopintas). Y los alineamientos sindicales, cuando no obedecen a profundas delimitaciones políticas, son siempre susceptibles de reformulación. Dicho brutalmente: la política en el movimiento obrero argentino es un lazo tenue, débil, casi exclusivamente electoral. Por eso, cuando Hugo Moyano se preguntó alguna vez por qué no hubo en la Argentina un presidente de origen obrero, como el caso de Lula en Brasil, la respuesta surge nítida: porque los trabajadores argentinos hace tiempo que no hacen política, y por ende no tienen partido propio.
 
Y la única vez que lo lograron, el partido laborista construido desde los sindicatos con motivo de dar sustento electoral a la candidatura presidencial de Juan Domingo Perón en 1946, tuvieron que terminar aceptando pocos meses más tarde la "fusión" en el Partido Único de la Revolución Nacional, para después terminar siendo peronismo a secas, PJ. Es decir, los que organizaron el 17 de octubre que funda el peronismo como movimiento democrático de los trabajadores, no pudieron resistir al jefe; y cuando Perón ordenó la fusión, más allá de las resistencias puntuales, como el caso de Cipriano Reyes, dirigente del Sindicato de la Carne, terminaron todos en el redil.  

Eso sí, la capacidad por materializar otro 17 de octubre dejó de ser patrimonio de la nueva dirigencia sindical. Perón lo sabía y lo hizo exactamente para que así fuera.
 
Volvamos a empezar. El paro convocado por los aliados de Moyano el 20N alcanzó su meta. La metodología empleada, el piquete, cumplía un objetivo preciso: cambiar en un punto determinado (el lugar del corte) la relación de fuerzas general. Una vieja consigna maoísta, lo sepan o lo ignoren quienes instrumentan ese viejo método, opera y razona así: no importa si la relación de fuerzas estratégica no resulta favorable, incluso puede ser sumamente desfavorable, se trata de que en el punto donde se dirima tácticamente (en este caso, el punto de corte) pueda ser invertida. Entonces, si estratégicamente es cuarenta a uno, tácticamente se puede invertir. Por eso, un segmento de las organizaciones sindicales que representa en el mejor caso la cuarta parte de los trabajadores sindicalizados, cuando la mayoría no lo está, fue capaz de remplazar todas sus falencias mediante este método político
Y eso es así porque el gobierno no reprime la protesta social. No se trata de una apreciación abstracta, de sus credenciales democráticas –que las tiene–, sino de un elemento mayor: reprimir una protesta requiere que el instrumento sea políticamente confiable, de lo contrario el sentido mismo del acto puede ser desfigurado. Como el gobierno puede confiar políticamente en las fuerzas represivas de las que dispone sólo a medias, en rigor de verdad no está en condiciones de elegir. Y el ministro del Interior sabe, o debiera saber, que todo intento en esa dirección terminaría del mismo modo que en el Parque Indoamericano. 
 
Es posible discutir sobre la legitimidad o ilegitimidad del instrumento utilizado por Moyano; pero en tanto y en cuanto sus resultados no dejan de operar con eficacia y los costos políticos de su funcionamiento no son ni remotamente mayores a los beneficios que arrima, no pareciera el camino analítico más adecuado. Toda apreciación que no parta del realismo, que no contabilice sin mayores prestidigitaciones ideológicas los resultados, corre el serio riesgo de desconocer la naturaleza de lo acontecido. No se trata de un "apriete" y mucho menos de una traición, sino de un conjunto de reivindicaciones que por la negociación o por la fuerza los dirigentes sindicales, en tanto representantes de los trabajadores y de sus aspiraciones, están dispuestos a llevar adelante. Conviene no equivocarse, si esos son los dirigentes sindicales es porque estos son los trabajadores. Existe una relación de determinación entre un elemento y el otro. La ingenua idea de los dirigentes traidores y burocratizados con dirigidos impolutos resulta excesiva  Para que no haya ninguna duda: el plazo para escuchar las demandas de todos los trabajadores ha sido fijado por el máximo referente de la CGT "oficialista". Y no lo hizo en cualquier lugar, sino en las columnas del archienemigo Clarín: el gobierno dispone de 90 días para actuar en consecuencia. Por tanto, es muy probable que lo haga. Una lectura en otra dirección corre el riesgo de ignorar el principio de realidad. Y  no ha sido ignorando qué pasa como el oficialismo vino manejándose a lo largo de  casi una década.
 
LA LECTURA DE LA UOM. 
 
El fastidio de la dirección de la Unión Obrera Metalúrgica por los decires del senador Fernández no fue disimulado ni un instante. En el sitio oficial que la UOM dispone en Internet se puede leer íntegro el rajante comunicado de los hombres de Antonio Caló. El senador pensó, equivocadamente por cierto, que su juicio sobre Augusto Timoteo Vandor era una chicana contra Moyano. El error es doble, no sólo ignoraba la ambigua relación entre los que pararon y los que no lo hicieron, sino, y lo que es mucho más grave, hacía propia una valoración "moral" que compartiera la tendencia revolucionaria del peronismo en la década del '70, sin la menor relectura crítica. 
Es cierto que Vandor no dejo de recurrir a triquiñuelas deleznables para conservar la dirección de la UOM durante el gobierno del general Juan Carlos Onganía, y que respaldó a ese general al punto que se puso saco y corbata para el día de la asunción del jefe de la caballería azul, en junio de 1966. Tan cierto como que en enero del '69, la UOM en su congreso nacional de Mar del Plata, cambió violentamente de rumbo. Por eso, cuando en mayo del '69 se produjo el Cordobazo, Vandor fue su artífice político. Recordemos, el movimiento obrero estaba dividido. De un lado la CGT de los Argentinos y del otro la oficial. En Córdoba, el principal sindicato de la provincia, SMATA, los mecánicos, militaba en las huestes de Vandor. Y el principal sindicato de la CGTA, Luz y Fuerza del "Gringo" Tosco, confluyeron junto con la UTA, de Atilio López, en el paro activo del 29 de mayo. Fue Vandor el que determinó ese comportamiento, paro activo en Córdoba, y paro nacional dominguero en el resto del país. Golpear duro y negociar, esa era la estrategia vandorista. En la actual dirección del movimiento obrero, más allá de las tendencias sindicales y de las adhesiones políticas personales de los dirigentes, ninguno tiene ni la afinada lectura del extinto dirigente de la UOM, ni su afilada capacidad de réplica política. Esas capacidades entre los actuales dirigentes de los trabajadores se extrañan. 
No se trata de una deficiencia tan sólo personal. La derrota del '76 constituye hasta hoy el límite. Una nueva camada de dirigentes saldrá de una nueva serie de luchas, la idea de que todo siga tal como es hoy no sólo resulta conservadora sino además ingenua. Así como toda la sociedad argentina ha sido sacudida una y otra vez por el proceso de democratización que la recorre desde la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, por la Suprema Corte de Justicia, el movimiento obrero aun espera que el impacto del juicio a Pedraza y los demás cómplices del asesinato de Mariano Ferreyra tenga su retraducción política. Y como está en la naturaleza de las cosas, más tarde o más temprano terminará sucediendo.

Fuente : Tiempo Argentino

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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