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sábado, 23 de febrero de 2013

Assange lanza el Partido Wikileaks para cambiar el mundo

Por John Keane @
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Nota del editor: Ha pasado un tiempo desde que WikiLeaks y Julian Assange estaban entre los principales temas de conversación de la gente que piensa en el futuro de las noticias. Su difusión de registros de guerra y cables diplomáticos pusieron a WikiLeaks en el centro de un millón de preguntas: 

¿Qué significa “secreto” en una época de plataformas de publicaciones democratizadas y almacenamiento digital? ¿Cómo deberían reaccionar los periodistas en un mundo en el que ya no son el único (o al menos el más poderoso) conector entre el infiltrado y la audiencia?

Pero desde entonces sus problemas legales sacaron a Assange del centro del escenario internacional; las grandes publicaciones de 2010 no se probaron como el comienzo de una escalada dramática de filtraciones, ni por parte de WikiLeaks ni por nadie más.

No importa lo que uno piense sobre Assange – y las opiniones abundan entre políticos, periodistas y activistas de todos los sectores-: sigue siendo un personaje fascinante y un motor principal de cómo pensamos los cambios en el poder mediático. Para tener la perspectiva de un sector de dichos debates – y una ventana hacia el cambio de Assange filtrador de noticias a Assange candidato – aquí tenemos a John Keane, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Sydney en Australia que escribe sobre medios de comunicación y democracia. Él cree que si Assange gana a finales de este año la elección al Senado de Australia -y ya ha dicho que lo intentará- sería “uno de esos raros milagros políticos que hacen que nuestra vida como ciudadanos valga la pena”

Keane recientemente se reunió con Assange en la embajada de Ecuador en Londres, donde éste vive desde el verano pasado. El artículo de Keane, que pone a Assange en contexto australiano, fue publicada originalmente en el sitio web de esa nación, The Conversation (link a la web).

***

Todo el mundo me advirtió que esta no sería una invitación cualquiera, y tenían razón. A trescientos metros de la estación del subterráneo de Knightsbridge, y a tiro de la preocupada por la moda Harrods, de repente me encuentro una valla de policía. Trato de recordar mis instrucciones. Mirar hacia adelante. Evitar el contacto visual. Si preguntan mi nombre, responder con una pregunta. Preguntar quién los autorizó a preguntar. Subir las escaleras de piedra. Actuar con determinación. Parecer saber exactamente hacia dónde te diriges. Yo no lo sé.
Con una serie de puertas dobles de por medio, más policías, esta vez armados, con caras de malos, me confrontan. “Buenas tardes”, digo educadamente, mientras me acerco lentamente a la recepcionista. “Tengo una cita en la embajada de Ecuador. ¿Estoy en la dirección correcta?” “Toque el timbre de bronce “, gruñe el hombre de aspecto aburrido acuclillado en su escritorio. Pocos minutos después, luego de cierta confusión acerca de si mi nombre está o no en la lista de citas, me hacen pasar. Me recibe el asistente personal del hombre más buscado del mundo. “Julián está tomando una llamada”, dice el articulado y elegante joven con anteojos de armazón negro. “Lo siento muchísimo. Por favor, tome asiento. ¿Quiere un poco de té, café, o polonio, tal vez?” Hay una sonrisa, pero es bastante débil. Sé que he llegado a mi destino: una cárcel con ingenio y propósito.

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La ironía inexpresiva establece el tono del almuerzo y la cena por venir. El “terrorista de alta tecnología” (descripción de Joe Biden) de cabello plateado aparece tranquilamente, vestido con pantalones arrugados, un pulóver de cuello V y medias. Está relajado y es hospitalario. Las habitaciones son estrechas. Arrastramos los pies por un pasillo hasta su oficina, donde ocupamos una mesa cubierta de laptops, cables y pedazos de papel. Café negro para él y té para mí. Le ofrezco regalos que me dijeron que le gustarían. Delicias populares de Australia: un par de barras dulces Violet Crumbles, galletitas de chocolate Tim Tams, una botella de syrah Dead Arm de mi Australia del Sur natal. Sé que le gusta leer. Sobre su escritorio hay una biografía de Martín Lutero, el hombre que empleó la imprenta para dividir la Iglesia. Para agregar a su colección, le entrego a mi pálido anfitrión un pequeño libro que he envuelto con humor en papel de seda negro con cinta roja, atado con un lazo. No se pierde las bromas del noir et rouge y del brazo muerto. Ni tampoco del significado del libro, Cuento de la Isla Desconocida, de José Saramago. Dentro de su portada, he garabateado unas cuantas palabras: “Para Julián Assange, que sabe de viajes, porque no hay alternativas”.
Me han dicho que podía haber mal clima. La fama es una carga terrible, y es comprensible que los famosos deban encontrar maneras de lidiar con detractores, aduladores e intrusos. La gente decía que él daría vueltas al comienzo, evitaría las preguntas, se mostraría tímido, o tal vez incluso irradiaría una aburrida arrogancia. No fue en absoluto así. Calmo, ingenioso, lúcido en todo, está en vena para conversar. Pero no hay charla trivial.
Abordé lo obvio preguntándole sobre su vida dentro de su embajada prisión. “El problema no es la falta de aire o de sol. Si algo me afecta es la monotonía visual”. Explica cómo nosotros, los seres humanos, tenemos necesidad de movimiento, y que nuestro aparato sensorial, cuando está correctamente “calibrado”, imparte sensaciones mentales y corporales como si estuviésemos en la filmación de nuestra propia película. El confinamiento físico es privación sensorial. La monotonía deprime a los prisioneros. Cuento cómo el campeón checo de vivir en la verdad Václav Havel, cuando atravesó el trance de 40 meses en prisión, encontraba respiro de la monotonía haciendo cosas como fumar un cigarrillo adelante de un espejo. “Bradley Manning hizo algo similar”, dice Assange. “Las autoridades de la prisión alegaron que su continua costumbre de mirar fijo al espejo era el signo de un personaje perturbado y peligroso. A pesar de sus protestas de que no había nada más que hacer, lo pusieron en un confinamiento solitario, enjaulado, desnudo y despojado de sus espejos”.
La vida en la embajada de Ecuador no es para nada así. Es una celda civilizada. Luego de ocho meses, me dice Assange, el personal de la embajada permanece inquebrantablemente compasivo, amable y profesionalmente servicial. Ellos entienden lo que está en juego. Cuando entregan mensajes, golpean cortésmente la puerta del despacho, como lo hicieron más de un par de veces durante nuestra charla. Sin embargo, a pesar de sentirse seguro, Assange siente el confinamiento. Él dice que la “de-calibración” (usa un término tomado de la física) que viene del “confinamiento espacial” es una maldición. Por eso escucha música clásica, en especial Rachmaninov. Tiene clases de boxeo (los guantes están en el estante de su estudio) y ejercita varias veces a la semana (“sólo para hacer que la habitación se mueva”) con un fibroso ex informante de la SAS (N. de R. sigla de Special Air Service, Servicio Aéreo Especial, un regimiento del ejército británico). La necesidad de variedad es la razón por la que da la bienvenida a los visitantes y, a juzgar por la larga y animada conversación que vendrá, está desesperadamente apasionado por ideas.
Assange empieza a disfrutar del momento. Mientras mordisquea una galleta de chocolate y bebe un sorbo de café, salta de sorpresa. “La verdad es que me encanta una buena pelea. Muchas personas confían en que seré fuerte. Quiero mi libertad, por supuesto, pero mi encierro me da tiempo para pensar. Estoy focalizado y tengo un propósito claro”. Lo que dice suena inverosímil. Heridas del encierro; es doloroso. Las defensas psíquicas son necesarias para protegerse de lo intolerable. Pero impresiona su desafío total. “La regla de oro es nunca, nunca convertirse en víctima de alguien”, dice. En gran detalle esboza luego sus diez días en confinamiento solitario, en el sótano de la prisión de Wandsworth, en el suroeste de Londres, a finales de 2010. “Yo había anticipado estar completamente fuera de mi elemento. Pero no sentía miedo. Estaba tremendamente entusiasmado con los siguientes desafíos. He aprendido a adaptarme”. Lo dice en serio.


Recinto del senado australiano
Recinto del senado australianoTengo ganas de hablar del coraje y su significado político. Lo hacemos por más de una hora. Llega el almuerzo: sopa y verduras envueltas en papel del Marks and Spencer local. Llega su compañero de boxeo. Assange dice que “tengo para un rato” y amablemente le pide que espere en la sala contigua. Me permito recordar a Assange que está encerrado en el derechista  Barrio Real de Kensington y Chelsea, hogar de uno de las residencias más seguras de los Tory en Gran Bretaña. Así que, sólo por diversión, juego al abogado del diablo, repitiendo la frase bien conocida de Winston Churchill de que el éxito nunca es definitivo, el fracaso nunca es fatal, y que lo que verdaderamente cuenta en la vida es el coraje, la capacidad de las personas para seguir, a pesar de todo. Assange se ilumina. “Eso es indudablemente cierto”. Nunca ha escrito o hablado largo y tendido sobre el valor, pero durante nuestra charla me convence de que ha pensado mucho y de un modo sofisticada en el tema. Lo han obligado a hacerlo.
Hablamos sobre la detención sin juicio y la tortura a Bradley Manning. Assange menciona que las autoridades están “recogiendo a la gente de mi entorno” (se está refiriendo a la actual investigación del FBI y las detenciones de activistas de WikiLeaks). No hay temblor en su voz. Comprende las trampas de la “auto-preocupación obsesiva”, y habla de la importancia vital de cultivar un fuerte sentido personal de “más alto deber” para seguir adelante. El valor es para él algo más importante que el miedo porque implica poner al miedo en su lugar. Le cito a Aristóteles: el coraje es la virtud principal, ya que hace posible todas las otras virtudes. “Sí, y eso es que es tan preocupante acerca de las tendencias actuales. Estamos perdiendo nuestro coraje cívico “.
Entonces, ¿de dónde viene el coraje?, pregunto ¿Cuáles son sus raíces primarias? Algunas personas evidentemente lo toman de fuentes espirituales o religiosas, digo. Frunce el ceño. “Mi caso es muy diferente. Es la dificultad lo que nos hace o nos rompe. El verdadero coraje es cuando lográs mantener las cosas en su lugar, aún cuando la mayoría de la gente espera que te caigas en pedazos”. Sus palabras exudan resiliencia. Podrían fácilmente ser su himno personal, el proverbio grabado en las paredes de su prisión de Knightsbridge. Explica que, aunque el coraje puede o no ser una cualidad dentro de los genes humanos, una buena parte de él siempre se aprende. El coraje se cultiva. Es contagioso. “Las mujeres, en promedio, tienen más que los hombres”, dice. Discutimos ejemplos: en nuestra lista están: Raging Grannies, Pussy Riot y el Campamento de Mujeres por la Paz de Greenham Common. “Estas mujeres le muestran a los hombres qué es el coraje. Tratadas como outsiders, las mujeres han aprendido de la manera más dura cómo tratar con el poder estructural. Son por lo tanto mucho más adaptables que los hombres. El mundo de los hombres es la fuerza estructurada “.
La frase me toma por sorpresa, pero capta de una manera muy concisa lo qué ha hecho exactamente el prisionero sentado del otro lado de la mesa, con mucho estilo y gran coraje: está confrontando directamente a la fuerza estructural. Julián Assange podría ser descripto como el Tom Paine de comienzos del siglo XXI. Sacando fuerzas de la angustia, disgustado por la hipocresía de los gobiernos, dispuesto a cargar contra los poderosos, le ha recordado al mundo una verdad política universal: el poder arbitrario se fortalece en el secreto. Repasamos cómo WikiLeaks perfeccionó el arte de desafiar públicamente al poder del estado que quiere permanecer oculto. Esta “agencia de inteligencia del pueblo” (como Assange llama a su organización) hizo más que aprovechar al máximo las características definitorias de la inconclusa revolución de las comunicaciones de nuestro tiempo: la integración multimedia de fácil acceso y de bajo costo y el también bajo costo del copiado de la información que es inmediatamente transmitida a todo el mundo a través de las redes digitales. WikiLeaks hizo algo mucho más audaz. Se las agarró con la potencia más poderosa de la tierra. Se las arregló para dominar las ingeniosas artes del “anonimato criptográfico,” encriptación de grado militar diseñada para proteger a sus fuentes y a él mismo como editor global. Por primera vez, en una escala global, WikiLeaks creó un buzón de correo a medida que permitió que informantes descontentos dentro de cualquier organización depositaran y almacenaran datos confidenciales en una nube de servidores camuflada. Assange y sus partidarios luego echaban esa información a prueba de balas (tomas de video de la tripulación armada de un helicóptero americano que disparaba contra civiles desarmados y periodistas, por ejemplo) a circular públicamente, como un acto de transparencia radical y “verdad”.
Llevamos varias horas hablando, pero todo el mundo a mi alrededor mantiene su gentileza. Nadie mira los relojes; de hecho, no hay un solo reloj a la vista. El amable asistente entra y sale de la oficina, a veces agachándose sobre nuestra mesa, teclea mensajes en su laptop, recibe llamadas telefónicas, varias veces le entrega su móvil a Assange. “Es la última crisis”, susurra cuando llega el primero de ellos. “Manejamos un promedio de al menos cuatro o cinco al día”. Él luce impertérrito. Éste sólo tiene que ver con la investigación del FBI.
Cuando Assange deja el teléfono, cambio de tema. Le pregunto acerca de su discurso de pre Navidad desde el balcón de la embajada, cuando predijo que en el próximo parlamento federal australiano un “senador electo” sustituiría a un “senador no electo” (se refería al ministro de Relaciones Exteriores Bob Carr, nombrado por el reglamento de vacante casual). Ahora que la fecha de la elección federal (14 de septiembre) ha sido anunciada, ¿todavía tiene seriamente la intención de presentarse como candidato?
Nuestra conversación se hace más intensa. Desde hace varios años, Assange ha hablado seriamente sobre entrar en la política formal. Un nuevo Partido WikiLeaks será lanzado pronto. Está seguro de que atraerá fácilmente, como mínimo, los quinientos socios aportantes requeridos por ley. La composición de su consejo nacional de diez miembros está decidida. Ya hay un borrador de plataforma electoral. El partido presentará candidatos para el senado, probablemente en varios estados. Y, sí, Assange está seguro de que estará entre ellos, probablemente como candidato en Victoria, donde (convenientemente) tres senadores laboristas enfrentarán la reelección.
Assange analiza los escenarios probables. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, será reelegido por otros cuatro años. Mantendrá firme su apoyo personal y político para Assange. Esto elevará la presión sobre las autoridades suecas, cuya causa en su contra se está “cayendo a pedazos”, con las dos mujeres demandantes buscando una manera de librarse del prolongado y desordenado drama. “El gobierno sueco debería abandonar el caso. Pero eso requiere que lleven a cabo su propia investigación a fondo de cómo y por qué su sistema falló”. El hombre no está para cambiar. No tiene ninguna intención de pedir disculpas por cosas que no ha dicho o hecho. Si gana un escaño en el senado, dice, el Departamento de Justicia de EE.UU. no va a querer provocar un conflicto diplomático internacional. El imperio militar más grande del planeta dará marcha atrás. Dejará caer su investigación de espionaje. El gobierno de Cameron hará lo mismo, dice Assange; de lo contrario, “los costos políticos de la situación de empate actual serán aún mayores”. Así que la pregunta obvia es: ¿cuáles son las probabilidades de que eso ocurra? ¿Pueden los bytes y las boletas de sufragio triunfar sobre las balas? ¿Podrá atreverse a cantar victoria en su batalla personal por la libertad política?
Lo que tiene en mente nunca antes se ha intentado en la política federal de Australia. Eugene Debs se postuló para la presidencia de EE.UU. desde prisión (en 1920). El primer ministro del Sinn Fein Bobby Sands fue elegido para Westminster mientras estaba en huelga de hambre (en 1981). Bajo arresto domiciliario, Aung San Suu Kyi ganó una elección general (en 1990). En desafío a la ocupación y encarcelamiento israelí, Wael Husseini fue elegido miembro del Consejo Legislativo Palestino (en 2006). Hay un montón de ejemplos similares, ¿por qué no debería Julián Assange intentar  hacer lo mismo, y con clase?
A esta altura, el compañero de boxeo, puesto a esperar varias horas, se ha ido a casa. El joven ayudante se ha ido hacia otra cita fuera de la embajada. La cena no aparece por ninguna parte. Agarramos unas galletas de chocolate y pasamos la última hora examinando las barreras que Assange podría muy bien enfrentar. Comenzamos con molestas preguntas sobre su idoneidad para postularse. Es, típicamente, optimista. Las objeciones técnicas (levantadas por Graeme Orr y otros) no son reales, dice. No es un traidor a su país, y ciertamente no bajo el “reconocimiento de la lealtad, obediencia o adhesión a una potencia extranjera” (artículo 44 de la Constitución australiana). La verdad es que fue traicionado por el cobarde gobierno de Gillard  (N. de la T.: Jane, primera ministra australiana), que lo forzó al asilo político bajo la amenaza de la extradición. “Estoy a salvo aquí dentro de los muros de la embajada”, se burla, “protegido por más de una docena de policías, entre ellos uno destinado noche y día justo fuera de la ventana de mi baño.”

ecuador-embassy-assange-cc-1El hombre con coraje claramente saborea la idea de ser el primer senador australiano catapultado desde prisión al recinto de debates. Me mando un mal chiste, diciéndole que mejor se apurara, recordándole que la Ley Electoral del Commonwealth establece que las personas que han sido condenadas a más de 3 años de prisión no tienen el derecho a votar en elecciones federales mientras cumplen su condena. Sus ojos parpadean, antes de enfocar en quienes insisten en que las leyes electorales federales están en su contra, que es inelegible porque los candidatos deben estar registrados de antemano para votar. “Eso es falso”, señala. “La ley sólo especifica que los candidatos deben en principio estar calificados para convertirse en  votantes”. Assange tiene razón, pero como actualmente no figura en el censo electoral mucho depende de su estrategia de registrarse como votante en el extranjero va a funcionar. Por cortesía de la legislación impulsada por John Howard, sé por amarga experiencia, habiendo vivido en el extranjero durante más de tres años, lo que significa la pérdida del derecho de voto. Assange dice que su caso es diferente. Él ha estado en el extranjero por menos de tres años (la última vez que estuvo en Australia fue en junio de 2010) y tiene la intención de regresar a casa dentro de los próximos seis años- Es por eso que acaba de anotarse para figurar en el padrón electoral de Victoria.
Eso deja dos obstáculos finales. Si sale victorioso, especulan algunos asesores, Assange podría tener que prestar juramento ante el Gobernador General. Para que esto suceda, tendría que ser puesto en libertad, por supuesto, pero también se podría hacer, “por primera vez, a través de una videoconferencia”. Cualquiera que sea la situación, la reclusión continuada, dice, violaría la regla de asumir su escaño en el senado en el plazo de dos meses. “En ese caso, el Senado podría votar para echarme. Pero eso daría lugar a un conflicto político importante. Los australianos probablemente no lo tragarían. Han aprendido una lección del polémico despido de Gough Whitlam”.
Siento curiosidad por el tipo de partido político que lanzará Wikileaks. “El partido va a combinar un liderazgo pequeño y centralizado con una máxima participación y apoyo de las organizaciones de base. Basándonos en el estilo descentralizado de Wikipedia, en estructuras generadas por el usuario, podemos prescindir de los burócratas. El partido será incorruptible e ideológicamente unido”. Me estremezco por su mención de unidad ideológica e incorruptible. Explica que el partido mostrará una autodisciplina de hierro en su apoyo a la máxima “inclusión”. Logrará cohesión en su compromiso inquebrantable con los principios fundamentales del coraje cívico alimentado por la “comprensión”, la “honestidad” y el “libre flujo de información”. Va a ejercer en política lo que WikiLeaks ha hecho en el campo de la información. Será digital, y permanecerá digital. A aquellos que no acepten sus principios de transparencia se les dirá “váyanse”. Esa es parte de la unidad ideológica.
Assange está de acuerdo con que el Partido WikiLeaks debe atender y responder creativamente a la desafección local con los políticos, partidos y parlamentos del mainstream. “Detesto la reactividad de la izquierda”, y por eso, dice, se puede aprender mucho de nuevas e inteligentes iniciativas de otros países. Discutimos el movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo (que bien podría alcanzar hasta un 15 por ciento del voto popular en las próximas elecciones generales de Italia). En nuestra lista está el Partido Pirata en Alemania (practica la “democracia líquida” y tiene representantes en cuatro parlamentos estatales). También está el Mejor Partido de Islandia. Ganó votos suficientes para co-dirigir el Ayuntamiento de Reykjavik, en parte por  la promesa de que no cumpliría ninguna de sus promesas, de que como todos los demás partidos políticos son secretamente corruptos, ellos lo serían pero abiertamente. Assange deja escapar una carcajada. “Las partidos deberían ser divertidos. Deberían poner la palabra partido de vuelta en la política”. El Partido WikiLeaks tratará de hacerlo, y de aprender de iniciativas en otras democracias. Con el apoyo de las redes de “amigos de WikiLeaks,” será visto como “una obra en progreso” diseñada “para superar a sus oponentes”.
Él y sus partidarios están condenados a atraer hordas de detractores. Tom Paine fue maldecido por adversarios, incluso sufrió el deshonor de ser llamado “pequeño y mugriento ateo” por Theodore Roosevelt. Assange se enfrenta de manera similar a un ejército de enemigos rencorosos. En Gran Bretaña y los Estados Unidos, hay signos de que ahora  se están acercándo a él con nuevos argumentos. Fue denunciado como “torturador de gatos”,  “terrorista” y “combatiente enemigo” acusado de cometer “un acto ilegal” (Julia Gillard). Fue atacado tanto como “anti-semita” como de “agente del Mossad”. Hubo amenazas de muerte para que “le disparen ilegalmente a ese hijo de puta” (Bob Beckel). Hoy en día el tono es más suave pero no menos cruel. Se dice que está “paranoico” y “completamente solo” en su prisión dorada, abandonado por sus seguidores, a expensas de los contribuyentes británicos. Él y Wikileaks son culpables de la misma “ofuscación y desinformación” (Jemima Khan) que pretenden exponer. Mientras tanto,  los medios de comunicación suecos y la política rebalsan de epítetos groseros: “violador”, “cerdo repugnante” “cobarde de bajos fondos”, “cerdo australiano” y “miserable” enganchado teniendo sexo sin condón.
No puedo decir del tiempo que pasamos juntos si estas cosas le duelen. Está claro que es consciente de que entrar en la política parlamentaria implicará una permanente lucha a fuego, pero él suena imperturbable. “He tenido que lidiar con el FBI, la prensa británica y más de unos pocos funcionarios de alto rango. La prensa australiana es decente en comparación. Sin duda, la Oficina Australiana de Impuestos mostrará un interés en nuestra campaña. Los viejos enemigos pueden hacer acto de presencia “.
Assange sabe que en la era de la vigilancia y de la saturación de los medios de comunicación poco queda para la esfera privada. Le formulo una predicción: no será sostenible la forma en que esquivó las preguntas sobre las acusaciones suecas durante su reciente aparición mediante videoconferencia ante la Oxford Union (“He respondido a estas preguntas ampliamente en el pasado”); evitar el tema como candidato al senado será sangre para la manada de sabuesos de la prensa. Pregunta qué debería hacer. Le formulo una alternativa positiva, que es decir la verdad sobre su alegada misoginia. “No estoy interesado en suavizar mi imagen plantando a mi alrededor mujeres atractivas, como lo hizo, por ejemplo, George W. Bush. Me gustan las mujeres. Son en general más valientes que los hombres, y he trabajado con muchas en denunciar proyectos que perjudican la vida de las mujeres. Un ejemplo es la escandalosa práctica de las fuerzas de paz de la ONU de intercambiar comida por sexo, que hemos puesto al descubierto. Nuestro Partido WikiLeaks atraerá el apoyo de muchas mujeres”. Pero ¿qué pasa con el cargo de misoginia?, le pregunto. ¿No vale la pena extender el uso que le dio (la primera ministra australiana) Julia Gillard a la palabra con que atacó al líder de la oposición? La respuesta es muy típica de Julian Assange: “Digamos que prefiero miso a misoginia” (N de R.: miso es una pasta fermentada de origen japonés).
Hay momentos en que Assange parece demasiado serio, incluso algo nerd, pero una cosa está clara: la prisión no ha arruinado su inexpresivo humor. Es inteligente, y astuto; es un zorro, no un erizo. Es por eso que cuenta con conseguir un amplio apoyo entre los australianos. “Cuando la gente dice lo que piensa y está unida, asusta al poder corrupto y antidemocrático”, dice. “La verdadera democracia es la resistencia del pueblo armado con la verdad contra la mentira”.  Me pregunto si tiene razón. Los australianos podemos ser un grupo políticamente perezoso, pero también somos conocidos por nuestro buen humor descarado, nuestro gusto por lo práctico, además de nuestra repugnancia por la mentira. Respetamos el trabajo duro y admiramos las hazañas obtenidas con coraje. Nos sentimos empalagados en compañía de los desvalidos de Ned Kelly (N.de la T.: un héroe popular australiano del siglo XIX que desafió a las autoridades coloniales). Y así, si estallara una batalla política alrededor de su elección para el senado, podría surgir de inmediato un fuerte apoyo público a Assange .
Se acabó el tiempo. Sin deseo de quedarme más de lo que soy bienvenido, voy en busca de mi abrigo, me preparo para decir adiós, para pasar de nuevo a través de la pared de policías con caras de malos. Assange me estrecha la mano, de hecho, dos veces. Los dos estamos bastante cansados para hablar, así que emito la propuesta de que reflexione sobre una loca fantasía del hemisferio sur, una bienvenida al héroe, más adelante este año, una reunión de taimados bajo el sol de primavera, el aire fresco del océano, flores, banderas, mensajes de twitter, silbidos, cautivantes sonidos de didgeridoos (N. de R. Didgeridoo es un instrumento de viento de origen australiano). Durante unos segundos sonríe, y luego se retrae, baja los ojos, y echa unas miradas de reojo. Es la reacción de un hombre que sabe en sus entrañas que no hay soluciones fáciles a la vista. La suerte está echada, y las chances de éxito son desfavorables. Está atrapado. Él sabe que su destino no se decidirá por sutilezas legales, o reglas diplomáticas, sino por la política. Es por eso que es consciente de que en los grandes dramas que vienen, nada debe ser descartado.
El apostador irlandés Paddy Power considera sus probabilidades de ganar un escaño en el senado como siete contra dos. La cautela en la predicción puede ser significativa. En Australia, las encuestas nacionales realizadas por UMR Research, la empresa utilizada por el Partido Laborista, muestra (en 2012) que una clara mayoría de australianos cree que Assange no recibiría un juicio justo si es extraditado a los Estados Unidos, y que en todo caso él y WikiLeaks no deberían ser procesados por haber filtrado cables diplomáticos. Los votantes verdes (66 por ciento) y los partidarios del laborismo (45 por ciento) son solidarios con Assange. Un número significativo de seguidores de la Coalición (40 por ciento) piensan de la misma manera. Según la encuesta más reciente de la UMR, me cuenta Assange, alrededor de un 27 por ciento de los votantes dice que va a votar por él.
Eso debería ser suficiente para lanzarlo de Knightsbridge a Canberra. Haga a un lado las diatribas baratas y lo que piensa de Julián Assange como persona, o si ha hecho esto o aquello. El hecho es que su victoria electoral este año sería uno de esos raros milagros políticos que hacen que la vida de un ciudadano valga la pena. En un país aplastado por políticos sin nivel, periodistas sin nivel y leyes de libertad de información sin nivel, su triunfo político sería enorme. Infundiría la vida que tanto necesita la democracia australiana. Y, sí, si el milagro sucediese, sería el punto de partida para un partido australiano divertido.

***

jkeaneJohn Keane es director del recién fundado Instituto por la Democracia y los Derechos Humanos (IDHR, en sus siglas en inglés), y profesor de ciencias políticas en la Universidad de Sydney y el Wissenschaftszentrum Berlin (WZB).
Su libro más reciente,The Life and Death of Democracy (2009), fue finalista en 2010 del premio Non-Fiction Prime Minister’s Literary Award.

Aquí, publicación original de este artículo, en inglés.
http://www.elpuercoespin.com.ar/2013/02/23/assange-lanza-el-partido-wikileaks-para-cambiar-el-mundo-por-john-keane/

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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