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miércoles, 1 de mayo de 2013

CONMEMORACION DEL 1° DE MAYO

La fecha está incorporada en el calendario, hace ya más de un siglo, como el Día Internacional de los Trabajadores, aunque masivamente se la conoce como la “fiesta del trabajo”. Su origen se remonta a fines del siglo XIX, cuando un Congreso Obrero de París (1889) –que reunió a representantes de diversos países y fundó la Internacional Socialista– resolvió que un año después, el 1° de Mayo de 1890, hubiese una jornada de lucha y movilización a escala internacional en homenaje a los Mártires de Chicago y en reclamo de una jornada laboral de 8 horas.

¿Qué había sucedido?

En Chicago, Estados Unidos, había por entonces un combativo movimiento obrero, con gran influencia de corrientes anarquistas. El reclamo por la jornada de 8 horas de trabajo –basado en el criterio de distribución del tiempo de los obreros: “8 horas de trabajo, 8 horas de sueño y 8 horas para la casa”– enfrentaba a las patronales estadounidenses en pleno crecimiento económico y a su vez planteaba una extensión de la mano de obra o una reducción de la desocupación. Por entonces era normal que las jornadas laborales duraran entre 10 y 18 horas, utilizando la mano de obra no sólo de los obreros varones mayores sino de mujeres y niños que cobraban salarios inferiores.
La lucha había conseguido que el gobierno del presidente demócrata Andrew Johnson, sucesor de Lincoln luego de su asesinato, promulgara una ley que fijaba las 8 horas. Pero esa ley era una y otra vez burlada por los dueños de las industrias. Y fue el 1° de Mayo de 1886 cuando la American Federation of Labor (AFL) convocó a una huelga general reclamando el efectivo cumplimiento de las 8 horas. En Chicago, ciudad de obreros inmigrantes europeos, donde las condiciones laborales eran mucho peores, la huelga se extendió dos días más. Una manifestación frente a la fábrica de maquinaria agrícola McCormick, que seguía trabajando con carneros o scabs, derivó en un enfrentamiento con los rompehuelgas. Al día siguiente se convocó a una manifestación de protesta en Haymarket Square que fue brutalmente reprimida por la policía. En medio de la refriega estalló una bomba que mató a un oficial e hirió a otros. Hasta hoy no se sabe cuántos manifestantes murieron. Se decretó el estado de sitio y el toque de queda, con el fin de garantizar una verdadera cacería humana que detuvo a cientos de obreros, muchos de ellos fueron torturados. Mientras tanto la prensa pedía que se ahorcara a los responsables “extranjeros”, “rufianes rojos comunistas” que proclaman “doctrinas sediciosas y peligrosas”.

En un clima de tensión y de exacerbación de la xenofobia, fueron sometidos a un juicio, que en realidad fue una verdadera farsa, “los ocho de Chicago”. Tres fueron condenados a prisión y cinco a la horca acusados de ser “enemigos de la sociedad y del orden establecido”. El 11 de noviembre de 1887 fueron ejecutados George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo), Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista), Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista, que no había participado de los hechos e igual se entregó en solidaridad con sus hermanos de clase), August Vincent Theodore Spies (alemán, 31 años, periodista, quien dirigiéndose al juez dijo: “mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia”). El quinto, Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero) se suicidó en su celda. El patriota cubano José Martí, por entonces corresponsal de La Nación de Buenos Aires en Estados Unidos, cubrió semejante martirio y escribió un extraordinario artículo que fue publicado el 1° de enero de 1888:

salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: “la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”. Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable...

Tales fueron los hechos. Digamos a propósito que la famosa revolución industrial, es decir el “progreso”, no hizo más que mostrar con este hecho –y no sólo con éste– que el desarrollo del capitalismo estaría o está impregnado desde siempre con sangre obrera.

En la Argentina

El 1° de Mayo de 1890 se cumplió en diversos países la resolución de aquel Congreso Obrero de París. Federico Engels escribió desde Londres, ese mismo día, un prólogo a una edición alemana del Manifiesto Comunista. En su párrafo final decía lo siguiente:

en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional [se refiere al de la Asociación Internacional de los Trabajadores] celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso Obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!

Y en la Argentina, efectivamente, ese mismo día, jueves 1° de Mayo de 1890, a pesar de la lluvia hubo un primer “espectáculo” proletario. Ocurrió nada menos que en el corazón del barrio porteño de La Recoleta, en el llamado Prado Español ubicado entonces en la actual avenida Quintana, entre Ayacucho y Junín. Fue convocado por la Verein Vorwarts (Unión Adelante), primera organización socialista, integrada en su mayoría por obreros inmigrantes alemanes y que había participado del Congreso Obrero de París. Los anarquistas, que rechazaban las reformas o las posiciones gradualistas, también el parlamentarismo, debatieron si participaban o no y finalmente decidieron hacerlo. Los socialistas, que planteaban la importancia de conseguir reivindicaciones inmediatas y el socialismo como “objetivo final”, actuaron de una manera abierta, viviendo satisfechos su convocatoria con la participación de numerosas organizaciones. Aunque la policía impidió que se pegaran los afiches que convocaban al acto, la concurrencia fue de unas 1.800 personas. Hubo 15 oradores, que hablaron en italiano, francés, alemán y finalmente en castellano, lo cual demostró la diversidad de orígenes de la clase obrera de entonces.

Iniciado el siglo XX, la conmemoración tomó características más radicalizadas enfrentando a los gobiernos de la oligarquía, aunque el movimiento obrero se había dividido. En 1901 se fundó la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de tendencia anarquista; y en 1902 la Unión General de Trabajadores (UGT), de tendencia socialista, precisamente cuando el tristemente célebre gobierno del general Julio Argentino Roca promulgó la Ley de Residencia, mediante la cual se expulsaba del país a los activistas extranjeros que atentaban con sus ideas y acciones al “ser nacional”. Los actos convocados por los anarquistas empezaban por entonces con una versión propia del Himno Nacional: “Oíd mortales el grito sagrado / de anarquía y solidaridad. / Oíd el ruido de bombas que estallan / en defensa de la libertad…”. En 1904, el acto brutalmente reprimido por la policía, en el que hubo un muerto y centenares de heridos, contó con una asistencia de 70.000 trabajadores/as según calculó el diario La Prensa (Buenos Aires tenía entonces 900.000 habitantes).

Pero en la historia de nuestro movimiento obrero quedó la memoria imborrable del acto de 1909, convocado por los anarquistas en la Plaza Lorea:
fue también brutalmente atacado por la policía, con un saldo de 14 muertos y 80 heridos. En un manifiesto publicado casi de inmediato se decía: “Ancianos, hombres inermes, madres con sus hijos en brazos han sido fusilados por la espalda cuando para salvarse se alejaban. ¡Viva la huelga general! ¡Fuera el jefe de la policía, el verdugo de Falcón!”. El repudio a esta tragedia ocurrida un sábado, hizo que el lunes 3 se convocara a una huelga general compartida por anarquistas y socialistas. En el entierro de los caídos hubo nuevamente represión, se levantaron barricadas y hubo disparos durante toda la noche. La huelga general paralizó durante una semana toda la actividad industrial y comercial de Buenos Aires. Meses después, Simón Radowitsky mató con una bomba al coronel Falcón –jefe de la policía– y a su secretario. La respuesta fue la detención de centenares de obreros y la expulsión de militantes extranjeros.

Al aproximarse el 1° de Mayo de 1910, año del Centenario, se exacerbaron los “sentimientos patrióticos”. Grupos de “niños bien”, actuando con total impunidad, destruyeron e incendiarios locales sindicales, bibliotecas obreras y saquearon las redacciones de La Vanguardia (socialista) y de La Protesta (anarquista). Posteriormente se formó la Liga Patriótica, organizada por Manuel Carlés; un grupo fascista cuyo objetivo era atacar a las organizaciones obreras.
Recién el 29 de abril de 1930, en vísperas de un nuevo 1° de Mayo, el presidente Hipólito Yrigoyen decretó a la fecha como “fiesta del trabajo en todo el territorio de la Nación”, considerando que “es universalmente tradicional consagrar ese día como descanso al trabajo”. 
Durante la década infame se exigió que las manifestaciones pidieran un permiso especial. A partir del 1° de Mayo de 1947, cuando el general Perón había ganado las elecciones del año anterior, y cuando el movimiento obrero se hacía mayoritariamente peronista, la conmemoración cambió de carácter. Lo tradicional, desde entonces, era un acto en Plaza de Mayo, con un discurso del secretario general de la CGT, otro de Evita y el cierre a cargo de Perón. Luego venían números artísticos y un desfile de carrozas donde se elegía a la “reina del trabajo”. 

El 1° de Mayo de 1955, meses antes del trágico golpe de Estado, el secretario general de la CGT, Eduardo Vuletich, atacó a la Iglesia Católica, que alentaba el golpe, reclamando la supresión de la enseñanza religiosa y la separación de la Iglesia del Estado. Perón cerró diciendo: “el pueblo, por medio de sus representantes, ha de decir la última palabra. Si el pueblo decide que han de irse, se irán”.
En 1956, el Partido Socialista, que había apoyado el golpe gorila, realizó una gran manifestación bajo el insólito lema “Otra vez el 1° de Mayo libre y obrero”. Una década después la dictadura de Onganía prohibiría las manifestaciones en esta fecha histórica. Y desde luego, después del golpe de 1976, la conmemoración quedó directamente eliminada o reducida a la clandestinidad.

Cabe destacar que recién en 1990, cuando el gobierno de Carlos Menem iniciaba su plan privatista, antiobrero y antipopular tan característico de su política neoliberal, la izquierda realizó una multitudinaria manifestación en la Plaza de Mayo. Fue la primera vez que organizaciones no peronistas llenaron ese histórico escenario.

Algo para debatir

El Día Internacional de los Trabajadores se conmemora en todo el mundo, salvo en Estados Unidos, ya que si así fuera tendrían que reconocer el crimen cometido. Es un día de lucha por los derechos de la clase trabajadora y no propiamente un día festivo, más allá de que diferentes gobiernos así lo hayan transformado. Incluso la Iglesia Católica colocó en su santoral al 1° de Mayo como el “día de San José Obrero”. La importancia que tiene repasar el recorrido de su conmemoración está relacionada con el reconocimiento de nuestra clase como clase universal sin fronteras. La lucha fue muy dura y sigue siéndolo hoy, en condiciones diferentes, ya que la clase trabajadora sigue buscando su camino de liberación dentro de un movimiento popular mucho más amplio, que incluye una diversidad de sujetos. Y si bien hay otras fechas conmemorativas de nuestras luchas, no sólo en la Argentina o en Nuestra América sino en diversos países del mundo, lo cierto es que el 1° de Mayo sigue marcando un hito fundamental en la lucha de todas las clases explotadas y oprimidas. Es el día de los/las de abajo, aquí y donde sea, el día de nuestra hermandad enfrentando la infamia del capital, reconociendo al trabajo humano como el productor de toda la riqueza que existe en el planeta. Es, por lo tanto, un día de afirmación de nuestra perspectiva emancipadora.

¡Viva la clase trabajadora!
¡Viva el 1° de Mayo!




Nota.- Esta información ha sido preparada en base a diferentes textos de investigación y periodísticos. Desde luego, más allá de la Argentina, la conmemoración tuvo características más o menos parecidas en otros países de Nuestra América.

Foto : Festejos de Hoy en cuba 

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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