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sábado, 6 de julio de 2013

El precio del pan en la discusión por la soberanía

Por Julio C. Gambina

La cuestión inflacionaria sigue siendo un problema en la Argentina y afecta a los sectores sociales más empobrecidos. Uno de los precios con más impacto social en la canasta de consumo cotidiano en estos días es el del pan, que viene en alza producto del creciente precio de la principal materia prima: el trigo.
El trigo aumenta por ley de oferta y demanda ante la menor producción y también por razones especulativas denunciadas por el gobierno y que anima la aplicación de la ley de abastecimiento. Son dos causas que remiten al funcionamiento del capitalismo.

Por un lado el fenómeno de la escasez en el mercado derivado de la menor producción de trigo. En ello existe responsabilidad de la orientación seguida por la producción agraria de Argentina, de privilegio a la soja en los últimos tiempos. Si a mediados de los años noventa eran equiparables la producción sojera y triguera, con la autorización para producir transgénicos, la soja se expandió de los 6 millones de toneladas a más de 20 millones en tres lustros, y el trigo se redujo a 3 millones. La soja es producto de exportación y el trigo comparte la demanda tanto en el mercado interno como del externo. El modelo productivo argentino favorece desde hace tiempo la demanda del mercado mundial, sea para su producción agraria, minera e incluso de las principales industrias, especialmente la de los automotores.
Por el otro, la especulación es favorecida por la tendencia al alza del precio del trigo que motiva la retención de la producción triguera todo lo que sea posible. Aunque se pretenda buscar motivaciones políticas en el hecho, que pueden existir, lo real es que la lógica capitalista sustentada en la maximización de la ganancia lleva a los propietarios de la cosecha de trigo a postergar todo lo posible la liquidación de existencias del grano. Es sabida la existencia de límites para la inversión rentable de capitales ociosos, con lo cual, esos propietarios de granos optan por la especulación con la cosecha ante la imposibilidad de compra de divisas al precio oficial u otras opciones de valorización de sus capitales. Son las reglas del capitalismo normal.

Sea por una u otra razón, se verifica un impacto social regresivo vía incremento del precio de la harina y del pan. No se trata del único precio en discusión, pero sobresale por tratarse de un componente cotidiano en la dieta de los argentinos.
La discusión se concentra desde el gobierno en la aplicación de la ley de abastecimiento para inducir la venta de las existencias de trigo en manos de los productores. También se actúa sobre los molinos harineros y se promueven acuerdos de precios para contener el precio de la manufactura de harina y pan. Desde los actores económicos del sector agrícola se demandan modificaciones en la política de retenciones y otras medidas tendientes a mejorar la rentabilidad de su actividad. Lo que no se discute desde ambas posiciones es el modelo productivo y de desarrollo que resulta el motivo de las tensiones actuales. ¿Qué debe producir la Argentina, cómo, con quién, de qué manera y para qué mercado?

La soberanía en discusión  

Está claro que el pan es producto esencial a la hora de pensar en términos de soberanía alimentaria, que constituye pieza fundamental para organizar el modelo productivo local y de otros países de la región.
La cuestión de la soberanía tiene que destacarse en momentos en que está puesta en el orden del día ante la agresión ejercida por algunos países europeos al Presidente de Bolivia y que motiva el rechazo de los gobiernos en la región.
Queremos introducir la idea que no solo debe rechazarse políticamente el accionar imperialista contra EVO y Nuestramérica, sino bucear en la esencialidad económica de la dominación colonial e imperial.
El imperialismo actúa del modo que lo hace sobre la base de su dominación económica, política, militar y cultural. En la base está la dominación del dólar y el euro, que imponen las transnacionales de la alimentación y la biotecnología, estadounidenses y europeas, que son aquellas que definen la orientación de la producción en nuestros países.
No hay expansión de la soja en Argentina y los países del Mercosur, sin el paquete productivo que proveen Monsanto, Syngenta, Cargill, Dreyfus y otros, del mismo modo que ocurre con la minería, en el petróleo, o en las tendencias de ensamble que presenta el sector industrial más dinámico en el país, especialmente las automotrices.

Por eso es que no alcanza con la ley de abastecimiento, más allá de su juridicidad o constitucionalidad, o de los acuerdos de precios para frenar el alza del precio del trigo, la harina y del pan.
Lo que tiene que discutirse y modificarse es el modelo productivo y de desarrollo.
Europa discute con nuestra región un tratado de libre comercio, del mismo modo que lo hace Europa con EEUU. Este último espía a Europa y a todo el mundo. Aquellos hacen lo propio y ambos afectan los derechos soberanos.
La respuesta que exige nuestro tiempo es por la soberanía en toda su dimensión.
Es en defensa de la soberanía nacional, económica, política, cultural, y con relación a la cuestión del pan, se trata de afirmar la voluntad por ejercer la soberanía alimentaria evitando el manejo comercial.
Tal como venimos insistiendo se impone la des-mercantilización, de la salud y la educación, del transporte y de la energía, y claro, también del pan y los alimentos de la canasta popular.

 Fuente: Blog de Julio Gambina 

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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