Por Claudio Katz
La economía
argentina transita por un peligroso desfiladero de alta inflación,
demanda de dólares, desplome de reservas y déficit fiscal solventado con
emisión. Estos desequilibrios despiertan recuerdos de las repetidas
debacles que sufrió el país, pero hasta ahora el nivel de endeudamiento
privado, el grado de solvencia de los bancos y los precios de las
exportaciones se mantienen estabilizados. Incluso están llegando fondos
internacionales para adquirir empresas, en un clima de euforia bursátil
con los grandes negocios de los próximos años.
Esta disparidad
de escenarios convive con el giro político que introdujo la derrota
electoral del kircherismo. El ocaso del proyecto reeleccionista ha
reducido la autoridad presidencial y varios gobernadores e intendentes
se disputan la sucesión. Cristina optó por un cambio de gabinete,
entregó la cabeza de Moreno y le otorgó mando al cacique justicialista
Capitanich para timonear la llegada al 2015. El gobierno se propone
aguantar durante dos años las agudas tensiones de la economía para
traspasarle el ajuste a su sucesor.
Pero el establishment no
acepta ese gradualismo. Exige una gran devaluación inmediata, severos
recortes del gasto social y un brutal achatamiento de los salarios.
Plantea estas exigencias con mensajes de advertencia para que “Cristina
termine bien su mandato”. El termómetro de esta pulseada es el
comportamiento de las reservas. Al ritmo actual de desplome la
estrategia del gobierno no es viable.
Los poderosos temen la
respuesta popular. Saben por experiencia que la acción masiva de los
trabajadores puede doblegar cualquier variante de atropello. El
importante avance logrado por una parte de la izquierda en las últimas
elecciones incorpora, además, un nuevo elemento a esa resistencia. Ese
sector tendrá un inédito espacio para actuar en el parlamento, las
legislaturas provinciales y los medios de comunicación.
El nuevo
contexto involucra también a otras vertientes radicalizadas que
participan en los sindicatos y movimientos sociales, en un momento de
viraje en la conciencia popular. Hay gran receptividad para propuestas
de toda la izquierda. Pero estos planteos requieren un acertado
diagnóstico de la situación económica y una batería de argumentos contra
las justificaciones derechistas u oficiales del ajuste.
¿Por qué faltan dólares?
La
corrida hacia el dólar es la arista más explosiva de la coyuntura
actual. En dos años la cotización oficial de la divisa saltó de 4 a 6
pesos y ya supera los 10 en el mercado paralelo. (Ahora vacía los fondos de la Anses y logro asi bajar el dolar paralelo liquidando sus bonos , o sea descapitalizando a los jubilados de miseria del futuro ) El gobierno ha
intentado contrarrestar esta demanda vendiendo reservas, pero generó una
hemorragia que reduce peligrosamente el respaldo de los pesos en
circulación. Durante el 2013 año se esfumaron 11.000 millones de dólares
del Banco Central y los 32.000 millones restantes sólo cubren cinco
meses de importaciones.
Los exportadores retienen las ventas a
la espera de un tipo de cambio más elevado y el desesperado blanqueo que
lanzó el gobierno para atraer capitales de cualquier origen, no dio
ningún resultado. Los acaudalados mantienen sus fortunas en el exterior,
aguardando mayores concesiones para mover su dinero. Esta presión por
una mega-devaluación acentúa los temores de la clase media y el
consiguiente acaparamiento de divisas, en un país con gran tenencia de
billetes norteamericanos (1300 por persona frente a 6 en Brasil).
Kicillof ha negado un incremento drástico del tipo de cambio. ( Le falto decir el que apuesta al dolar pierde ) Se
propone acelerar el ritmo actual de mini-devaluaciones (30% anual),
dejando abierta la posibilidad de un desdoblamiento. En un escenario
turbulento esa medida consolidaría la drástica desvalorización del peso.
Ya existe de hecho un menú de precios diferenciados del dólar que
tiende a converger hacia arriba, como ocurría en los años 70 u 80.
Los neoliberales atribuyen este descalabro a la instauración del
“cepo”. Consideran que el despótico intervencionismo gubernamental
desató la “reacción natural de los mercados” [2].
Pero
olvidan que el control sobre las divisas fue instaurado en forma
defensiva, repitiendo la reacción que tuvieron incontables gobiernos,
para detener presiones devaluatorias que siempre desembocaron en mayor
inflación y recesión. Como Argentina no fabrica los dólares que utiliza
para solventar sus compras externas, necesita algún tipo de regulación
cuando las divisas comienzan a escasear.
Ese manejo no introduce
sofocantes torturas (“cepo”), sino simples contrapesos del “mercado
libre” que manejan los bancos y los exportadores. No viola las leyes de
la naturaleza, ni vulnera los principios de una economía sana. Ha
fallado desde el 2011 por la evidente incapacidad del gobierno para
aplicarlo seriamente. El control fue introducido en forma tardía y es
manejado con total arbitrariedad.
En lugar de penalizar a los
especuladores, los funcionarios toleran la apropiación bancaria de los
dólares y luego se desesperan por la desaparición de esos billetes. Un
solo dato ilustra esta actitud: entre julio del 2007 y octubre del 2011
se permitió el libre giro al exterior de 80.000 millones de dólares por
pagos de deudas y remisión de utilidades.
Esa aceptación explica
también el enorme despilfarro de dólares con el turismo durante el
último año. El gobierno avaló este derroche para congraciarse con una
clase media que igualmente le da la espalda. Pero se ha llegado a un
límite infranqueable. La economía necesita urgentemente divisas para
cubrir dos desbalances de gran porte: el déficit energético y el rojo
comercial de la industria. El primer bache aumenta a un ritmo explosivo y
el segundo crece más rápido que el nivel de actividad.
Del desendudamiemto al reendeudamiento
Para
buscar las ansiadas divisas el gobierno busca retomar el endeudamiento
externo. Lorenzino fue confirmado en el nuevo equipo ministerial como
gestor de esos créditos en Europa. Lo que nadie transparenta son los
pesados compromisos que asumirá el país.
Estas obligaciones
llegarán con la decisión oficial de pagar las sentencias que emitió el
tribunal del Banco Mundial (CIADI), a favor de cinco empresas afectadas
por la pesificación que sucedió a la convertibilidad. Al aceptar esas
demandas se habilitan los reclamos de otras 30 compañías litigantes y
las peticiones de los viejos acreedores del Club de Paris (9600
millones).
El sometimiento al CIADI fue acompañado por la tercera
reapertura del canje, que el Parlamento aprobó para ofrecer un nuevo
acuerdo a los fondos buitres. Estos financistas adquirieron por
moneditas las acreencias argentinas desvalorizadas y ahora demandan su
pago integro en los tribunales de Nueva York. Los jueces de esa
jurisdicción avalaron el reclamo y emitieron un ultimátum de pago.
Cristina
se negó varias veces a convalidar esa estafa, pero últimamente acepta
el chantaje. El Fondo Gramercy -especializado en amansar fortunas
mediante la adquisición y reventa de pasivos pendientes de cobro- está
tramitando el convenio. Ya intermedió en la reapertura del segundo
canje, utilizando información privilegiada que le habría suministrado
Boudou. Busca un acuerdo con la intención de convertirse en el agente
financiero del país cuando Argentina “retorne a los mercados
internacionales”.
Por el simple arreglo de estos litigios
pendientes, la deuda externa aumentará un 20% (de 198.000 a 237.500
millones de dólares). Además, retornaría la custodia del FMI sobre las
finanzas argentinas. El Club de Paris ha condicionado cualquier convenio
a esa auditoría y el gobierno ya dio el primer paso, al aceptar la
supervisión del Fondo en la elaboración un nuevo índice de precios.
El
país tiene técnicos altamente capacitados para recomponer el INDEC y no
necesita auxilios de Washington. En lugar de transparentar las
estadísticas, el FMI actuará como lobista de los bancos, para inducir
índices que favorezcan el cobro de bonos indexados por CER o los pagos
por cupón de crecimiento del PBI.
El giro hacia el
re-endeudamiento también incluye gratificaciones a los grupos locales.
Los bonos ofrecidos a los exportadores de cereales por 1000 millones de
dólares se suscribirían cerrando los ojos ante viejas denuncias de
fraude fiscal. Un privilegio semejante tendrían las empresas petroleras
eximidas de pagar el impuesto al cheque. Ambos sectores podrían liquidar
las divisas a un tipo de cambio más próximo a la cotización del dólar
paralelo.
Es evidente que el re-endeudamiento en marcha choca
con el proclamado des-endeudamiento de la última década. Pero el
gobierno ya tiene mucha experiencia en la improvisación de
justificaciones. Elogiaba la presencia de REPSOL antes de nacionalizarla
y convocaba a poner un traje a raya a los evasores antes de disponer el
blanqueo.
Ahora buscan créditos externos luego de varios años
de cancelación suicida de deuda. Han exhibido como un gran logro ese
traspaso de fondos a los acreedores y presentaron el consiguiente
desplome de las reservas como un acto de “soberanía financiera”.
Los oficialistas afirman que a partir del canje los pasivos totales del estado declinaron de 166% al 45% del PBI (2003-2012) [3] .
Pero olvidan mencionar el dramático costo social previo que tuvo ese
recorte y restringen la comparación al peor momento de la crisis.
Ocultan el sostenido incremento posterior de la deuda, que ha elevado el
pasivo total a 200.000 millones de dólares.
Los economistas K
también silencian las elevadísimas tasas que ofrecen los nuevos bonos
del estado y los increíbles pagos que legó el ponderado canje. Sólo el
famoso “cupón-PBI” obliga a desembolsar 3000 millones de dólares
adicionales, cada vez que el crecimiento supera el 3,2% anual. Los
optimistas dibujos que hizo el INDEC del nivel de actividad tienen esa
paradójica consecuencia.
En los hechos, el estado se financia con
los fondos sustraídos del Banco Central y del ANSES. Como este último
organismo acumula un 60% de su activo en títulos públicos, nunca tiene
plata para pagar lo que demandan los jubilados. Tampoco salda la deuda
contraída con 500.000 retirados por la sub-liquidación de haberes. La
Corte exigió esa cancelación pero el gobierno la desconoce, argumentando
que necesita el dinero para “proteger los ahorros del sistema”. En
nombre de ese resguardo, la mayoría de los ancianos no cobrará en vida
lo que les corresponde.
Déficit por ausencia de reforma fiscal
Como cierta solvencia de las cuentas públicas es la condición de
cualquier pedido de crédito, el re-endeudamiento vendrá acompañado de un
ajuste fiscal. El superávit primario se extinguió hace rato y el
déficit se aproxima al 3% del PBI.
El gobierno ensayará una
reducción moderada de este bache hasta el fin de su mandato. El
presupuesto dibujado que aprobó Parlamente le asegura el control del
ejercicio, pero no la financiación del agujero fiscal. Logró prorrogar
la emergencia económica y la recaudación de impuestos no
coparticipables, pero es inocultable el deterioro de las cuentas
públicas.
Este desbalance afecta duramente a las provincias, que
ya destinan la mitad de sus presupuestos al pago de salarios. Afrontan
una continuado des-financiamiento como consecuencia de la tajada perdida
en la coparticipación federal. Ese ingreso se redujo del 50,6% (1993)
al 32,7% (2011) del total. Cuando el Ejecutivo cuestiona la ineficiencia
de los gobernadores, oculta la catarata de gastos sin financiación
genuina que impera en su administración.
Kicillof intentará
algunos recortes para calmar las presiones del establishment.
Seguramente retomará el programa de la “sintonía fina” que Cristina
abandonó luego de la tragedia de Once. Este plan incluye podas en los
subsidios al transporte y la energía que encarecerán los servicios.
Los funcionarios presentarán el incremento de las tarifas como una
penalidad limitada a los sectores enriquecidos. ( Si claro , mi cuñado se quedo sin laburo , con 2 chicos pequeños y si aumentan la luz y el gas hay que ver como sobrevive si no encuentra algo con esta inflacion que hace que hayan aumentado la mayoria de las cosas o que cuando antes gastabas en el supermercado $250 hoy ya sea $350 ) Pero el corte de
subsidios para esas minorías ya empezó y no alcanza para equilibrar las
cuentas del estado. Afirmarán que el ajuste es equitativo, puesto que
excluye a los beneficiarios de planes sociales. ¿Pero acaso el grueso de
la población trabajadora constituye un sector privilegiado?
Los voceros oficiales se indignan con el alto costo de una garrafa en
comparación a los servicios corrientes de gas y denuncian las altas
tarifas vigentes en el interior frente a la zona metropolitana. Pero
podrían resolver esa inequidad abaratando el primer tipo de precios. Con
toda naturalidad suponen que el problema se corrige ajustando hacia
arriba. Utilizan el mismo argumento de los neoliberales contra la
gratuidad de la universidad pública “que no está poblada por pobres”.
Con esos razonamientos, cualquier logro social es descalificado
recordando las carencias de los más humildes.
Otra
justificación oficial resaltará el peligro de un padecimiento mayor.
Afirmará que el aumento de tarifas es inferior a lo exigido por la
derecha. Es la misma retórica que se utiliza para denunciar la
mega-devaluación que exige el PRO (40%), ocultando las
mini-devaluaciones en curso (30%).
Por su parte los neoliberales
cuestionarán de palabra cualquier ajuste que haga el kirchnerismo. Ya
protestan contra la “inaudita presión fiscal” y exigen un fuerte recorte
del gasto. El oficialismo responde señalando la dificultad para achicar
los costos del asistencialismo.
Pero ambos silencian la ausencia
de la reforma impositiva progresiva que tantas veces se prometió y
nunca se implementó. Esa carencia explica la falta de recursos que
afronta el fisco. El estado ha incrementado su presencia económica sin
modificar la estructura de recaudación de los 90.
Por eso hay más
impuestos pagados por el grueso de la población. El IVA continúa
ubicado por encima de dos dígitos, mientras que los barrios cerrados y
las grandes extensiones rurales de la provincia de Buenos Aires tributan
muy poco. El propio gobierno quiebra periódicamente la disciplina
fiscal con blanqueos, que justifica con los mismos argumentos de
excepción utilizados por todos sus antecesores.
Las causas de la inflación
Es
evidente que la inflación es el problema más acuciante de la economía.
Ya se acumulan seis años con promedios que superan ampliamente la media
global o latinoamericana. La aceleración de los últimos meses tiende a
situarla por encima del 25% y a diferencia del 2008-09 los incrementos
no decaen en las coyunturas recesivas.
El mamarracho del INDEC
terminó afectando la gestión cotidiana de las empresas, que necesitan
estadísticas creíbles para evaluar la inversión y la rentabilidad. Los
funcionarios que reemplazan a Moreno han optado por reconocer las
“variaciones de precios”, pero sin esclarecer cual es la tasa de
inflación reinante.
Con otro lenguaje y otros modales, el nuevo
equipo económico seguirá intentado limitar la carestía, mediante
acuerdos de precios con las grandes empresas. Estos convenios fracasaban
al principio y ni siquiera llegaron a implementarse últimamente. El
convenio reciente con los supermercados fue una ficción. Debía abarcar
todos los bienes, pero se redujo a 500 marcas inferiores y terminó en un
festival de remarcaciones. Los únicos ganadores fueron las grandes
cadenas que han demolido al pequeño comercio y ya controlan el 50% de
las ventas minoristas.
Kicillof ha sugerido que extenderá las
negociaciones a una evaluación de toda “la cadena de valor”. Pero esta
acción requeriría por lo menos cierta disposición a aplicar las
sanciones previstas por la ley de abastecimiento. Y este endurecimiento
no sería compatible con el giro “amigable hacia los negocios” que se
está ensayando. Mientras se define el nuevo esquema las empresas
remarcan a toda velocidad.
Algunos economistas del oficialismo
reconocen la gravedad de la inflación, pero también resaltan la
existencia de mecanismos de compensación salarial, que preservan el
poder de compra. Olvidan que ese paliativo es posterior e insuficiente,
como lo demuestra la actual exigencia sindical de un aguinaldo adicional
y complementario de la reapertura de las paritarias. Los trabajadores
informales han quedado muy desprotegidos, frente a una escala de precios
que encarece la canasta alimenticia básica por encima de la asignación
universal.
Al presentar la inflación como un resultado de la
“puja distributiva”, los economistas K suponen que su impacto final es
neutro para los trabajadores agremiados. Pero omiten que los empresarios
y los asalariados no participan en igualdad de condiciones en esa
disputa. Los capitalistas aumentan primero los precios y los
trabajadores deben atenuar posteriormente ese impacto.
Esta
inequidad se reforzará con la tendencia a inducir un techo de los
salarios en torno al 20%, en la negociación de un Pacto Social. Estas
conversaciones ya han comenzado con la burocracia sindical e implican
instaurar una “política antiinflacionaria” a costa de los salarios.
En
esas tratativas se oculta la responsabilidad prioritaria de los
capitalistas, que remarcan para asegurar beneficios. El estado
interviene en la regulación de los precios, pero no en su formación. Al
difundir la creencia que “Moreno fijó discrecionalmente” esas
valuaciones, los medios de comunicación oscurecen quiénes han sido los
artífices de la carestía.
Los capitalistas recurren a la
inflación cuando enfrentan obstrucciones a la generación corriente del
lucro. Estos obstáculos reaparecen periódicamente en la economía
argentina bajo distintas modalidades. El reducido nivel de inversión
frente a una demanda recompuesta determinó inicialmente la actual oleada
inflacionaria. La recuperación del nivel de actividad y el consumo no
fue seguida desde el 2007 por la correspondiente renovación de la
maquinaria.
Ese cuello de botella se reforzó con el manejo
concentrado de numerosos sectores. Un reciente estudio sobre el
comportamiento de los principales grupos industriales, ilustra cómo la
remarcación permitió mantener la rentabilidad con baja inversión, una
vez disipada la capacidad ociosa [4] .
Este retrato de la
“inflación por oligopolio” ha sido objetada por los intérpretes de de la
carestía por “puja distributiva”. Argumentan que en otros países la
misma concentración del capital no se traduce en inflación [5] .
Pero tampoco la disputa social por el ingreso genera allí el mismo
incremento de los precios. En otras economías desequilibrios
equivalentes desembocan en otro tipo de tensiones, porque el recurso
inflacionario no está tan incorporado al manejo de los negocios. Por
simple experiencia los capitalistas argentinos apelan a la remarcación
como primer reaseguro de sus ganancias.
Los rebrotes
inflacionarios obedecen, además, a la preeminencia de una estructura
exportadora de alimentos, que encarece el consumo local al compás de la
valorización internacional. Para contrarrestar este efecto se instalaron
hace décadas las cuestionadas retenciones. Cuando el país vendía trigo y
carne el impacto de esa “inflación por exportaciones” era muy visible.
En la actualidad rige el mismo efecto a través de la apreciación de la
soja, que opera como referencia de rentabilidad mínima para cualquier
otra actividad agropecuaria.
La inflación se intensificó
adicionalmente en los últimos dos años por la decisión oficial de
sostener el consumo a través de una intensa emisión. Este ritmo de
creación de moneda quedó divorciado del respaldo en divisas y del
volumen requerido para la producción. Por esta razón se acentuó la
depreciación del peso. Los bancos receptan grandes masas de dinero que
convierten en créditos, utilizados por la población para proteger sus
ingresos multiplicando compras.
Los neoliberales despotrican
contra esta emisión para culpabilizar al gobierno, oscureciendo la
responsabilidad primaria de los capitalistas. Promueven un corte abrupto
del abastecimiento monetario que deprimiría la economía. También aquí,
Cristina busca una salida intermedia y eyectó del gabinete a una
responsable del empapelamiento reciente (Marcó del Pont) [6].
Tres etapas del modelo
Los desequilibrios en curso tienden a desacelerar el ritmo de
actividad. Este año el crecimiento del PBI (próximo al 3%) será
semejante al resto de la región. Hubo una recuperación frente al 2012
por la buena cosecha, los precios de la soja, la venta de autos a Brasil
y la expansión del consumo.
Pero todas las estimaciones para
2014 son más modestas, en un marco de inflación y devaluación más
elevadas. El gobierno ensaya más de lo mismo, esperando que esas
variables no se disparen. Si recurre a un encarecimiento del crédito
para evitar ese descontrol, las perspectivas de estancamiento se
afianzarán.
El principal freno del nivel de actividad proviene de
la inversión. La creación de puestos de trabajo se ha estancado y la
tasa de desempleo se mantiene en torno al 7%, en un marco de alta
informalidad laboral. Este contexto se ubica muy lejos de la depresión
del 2001, pero el modelo se ha quedado sin combustible.
Ya
quedó atrás el periodo de alto crecimiento, baja inflación y creación de
puestos de trabajo (2003-2007). Tampoco prevalece la fase siguiente de
sostenimiento del consumo, motorizado con la introducción del ingreso
universal y la estatización de las AFJP (2008-2010). El intento más
reciente de mantener la demanda a través del control de cambios, la
pesificación y la emisión no ha dado resultado.
La negación de
los desequilibrios que propuso el ensueño del INDEC ya perdió
adherentes. Muy pocos se atreven a postular que la indigencia ha
desaparecido y que la pobreza es inferior a Alemania. Pero varios
economistas K todavía suponen que se atraviesa por un transitorio
escollo, al cabo de una “década ganada”. Con ese elogio eluden indagar
quiénes fueron los ganadores y perdedores sociales de ese período.
Omiten
constatar que los grupos concentrados gozaron de un decenio muy
favorable. Las multinacionales giraron al exterior más utilidades que
durante el menemismo y los agro-exportadores se enriquecieron con la
valorización de la tierra. Entre el 2003 y el 2012 la hectárea en la
zona núcleo saltó de 3000 a 16.000 dólares. Tampoco recuerdan los
florecientes balances de los bancos y el acrecentamiento de las fortunas
personales de los poderosos, asociados o enemistados con Kirchnerismo.
Para los asalariados formales y el grueso de la clase media la década
pasada fue tan sólo un período de moderada recuperación. El salario
formal acompañó a la inflación, corriendo atrás de los precios, con
ingresos promedio de los ocupados que no llegan a la mitad de la canasta
familiar.
Finalmente para los sectores más sumergidos la década
transcurrió con un alto nivel de trabajo en negro y una magra
compensación asistencial. Estas desventuras padecieron el 31% de los
hogares con ingresos inferiores a la línea de pobreza. Esta cara del
decenio también se verifica en la continuada expansión de la brecha
social en la educación o la salud.
Las explicaciones del oficialismo
Muchos kirchneristas suelen atribuir los desajustes en curso a la
crisis mundial. Afirman que el modelo permitió contrarrestar el temblor
global, pero sin neutralizar todos sus efectos. Establecen comparaciones
con Europa y remarcan las virtudes del crecimiento nacional frente al
resto de Sudamérica [7].
Pero la crisis iniciada en el
2008 impactó de forma muy diferente a cada región o país. Basta comparar
la prosperidad de China con el derrumbe de Grecia para notar esas
disparidades. El contraste que se establece entre Argentina y Europa del
Sur no tiene sentido, puesto que nosotros atravesamos en el 2001 lo que
ellos padecen en la actualidad. Los ciclos de prosperidad y depresión
global no están sincronizados.
Ciertamente el divorcio del
mercado financiero internacional y la prioridad asignada al consumo,
diferencian al modelo K de la apertura neoliberal imperante en otros
países de Sudamérica. Pero el impacto de la crisis global ha sido
limitado y semejante en ambos casos, dada la afluencia de divisas común
que generó la apreciación de las exportaciones. Para atribuir los
desequilibrios de la economía argentina al temblor externo hay que
olvidarse de los precios récord de la soja. La suma de ingresos por
agro-exportaciones durante la última década superó en cinco veces al
promedio de los 90 y en diez veces la media de los 80.
Los
entusiastas del modelo no registran los límites que alcanzó un esquema
exclusivamente asentado en el empuje a la demanda. Inspirados en la
heterodoxia keynesiana supusieron que mediante el simple aliento del
consumo, el capitalismo se deslizaría hacia un círculo virtuoso.
Pero
lo que funcionó en el 2003-07, perdió consistencia en el 2008-2010 y se
ha tornado inviable desde el 2011. Un sistema económico basado en el
lucro no se asienta sólo en la demanda. Requiere altas ganancias que no
emergen automáticamente de la expansión de las ventas. El empuje del
consumo incrementa los beneficios en ciertas coyunturas, pero obstruye
la rentabilidad en otras circunstancias.
Los heterodoxos suelen
cometer una ingenuidad simétrica al imaginario neoclásico, al esperar
grandes expansiones de la oferta productiva por el mero repunte de la
demanda. Suponen una reacción inviablemente positiva de los empresarios
frente a esa mejora, olvidando la gravitación de otras variables como el
riesgo o la rentabilidad. Como idealizan al capitalismo no pueden
percibir las contradicciones de este sistema.
Por eso apuestan a
una nueva auto-corrección del modelo renovando la demanda. En los
últimos dos años este aliento ha requerido incentivos inflacionarios,
elevado gasto público y una emisión superior al 30%. Los estímulos de
este tipo solo gravitan con intensidad cuando una depresión deja muchos
recursos inutilizados.
La política anti-cíclica del 2009 generó
resultados de corto plazo por la preexistencia de un gran colchón de
fondos públicos y privados. Pero esos recursos se han disipado y el
gobierno juega con fuego, al aceptar un alto nivel de inflación como
dato permanente de la economía.
Kicillof intentará repetir una
fórmula ya desgastada. Pero esta gestión tiene muy poco espacio para
adoptar medidas progresistas. La etapa de nacionalizar las AFJP e YPF
quedó atrás y ahora sólo se intentará moderar el ajuste. Habrá que ver
cuánto margen tiene para hacer malabarismos. Si las reservas siguen
cayendo al ritmo de los últimos meses, el gobierno quedará encañonado
entre espada y la pared y afrontará los dilemas de todas las crisis
precedentes.
Las fantasías neoliberales
Los
neoliberales despotrican contra el “estatismo kirchnerista”. Afirman
que este gobierno “nos ha hecho perder las oportunidades que
aprovecharon nuestros vecinos”. Pero los elegidos para esta comparación
cambian cada semestre. Como ya se les pasó la euforia con las
privatizaciones de España o Irlanda, ahora elogian a Perú o Chile,
exhibiendo sesgados indicadores de crecimiento o inversión. Nunca hablan
de la vulnerabilidad financiera que afrontan todos los modelos abiertos
al ingreso y salida de capitales especulativos. Tampoco mencionan la
dramática primarización que sufren las economías minero-exportadoras.
La
derecha utiliza la amnesia colectiva para difundir el mito del
endeudamiento indoloro. Pondera a los países que toman crédito
internacional, ocultando las gravosas consecuencias a la hora de
cancelar los préstamos. América Latina ha padecido numerosas coyunturas
internacionales de alta liquidez, que concluyeron en tormentosas crisis
de la deuda.
Toda la oposición derechista augura una lluvia de
dólares cuando se “recupere la confianza en un buen gobierno”. No dicen
quién se embolsará esas divisas y cuánto costará su repago. Este ensueño
de divisas a cambio de nada, es muy semejante a la promesa de erradicar
la inflación con un acto de magia, cuando se normalice el INDEC.
Auguran el automático declive de los precios por el simple sinceramiento
de las estadísticas, como si la enfermedad se curara utilizando un buen
termómetro.
Estas divagaciones se parecen también a la promesa
de recomponer la solvencia fiscal erradicando la corrupción. La Alianza
difundía la misma creencia durante el ocaso del menemismo. Intentan
crear la ilusión de un saneamiento capitalista de las cuentas públicas
sin recorte del gasto social. Es la forma de encubrir el ajuste y la
mega-devaluación que promueven la UIA, ADEBA y la Mesa del Enlace.
El
anti-chavismo es otro emblema de esa campaña. Presentan a Venezuela
como el anticipo del desastre que padecerá Argentina, si no alcanzan la
presidencia en el 2015. Pero esta confesión de afinidad con los
golpistas que sabotean la economía caribeña, confirma el atropello que
preparan contra las conquistas sociales.
Los neoliberales se proponen extirpar el “populismo económico” y erradicar la perversa “intervención del estado” [8]
. Pero olvidan el intenso estatismo que caracterizó a todos los
gobiernos pro-mercado. El gasto público nunca se redujo
significativamente bajo esas administraciones. También ellos utilizaron
los recursos estatales para subsidiar a los empresarios afines.
En
el espectro derechista impera una nítida división del trabajo. Los
economistas proclaman la necesidad del ajuste que ocultan los políticos [9] .
Ningún sucesor potencial de Cristina pregona cirugías del gasto social,
despidos de empleados públicos o enfriamientos de la economía. Deben
disimular hasta el 2015. Pero culpabilizando al empleado estatal y
presentando al receptor de un plan social como un parásito ya comienzan a
crear el clima propicio para nuevas agresiones contra el pueblo.
Resumen
La
derrota del oficialismo y las exigencias capitalistas acentúan los
desequilibrios de la economía. El precio del dólar se disparó por la
ineficacia del control de cambios y no por el “cepo”. Al pagar
sentencias del CIADI, reabrir el canje y confeccionar índices junto al
FMI se retoma un endeudamiento innecesario. Este giro irrumpe luego de
cancelar pasivos con reservas y desfinanciar al ANSES.
El ajuste
fiscal del gobierno es una variante atenuada del gran recorte que
exigen los neoliberales. Se renunció a la reforma impositiva progresiva y
ahora se presenta la baratura del transporte o el gas como un
privilegio.
La inflación ya no deriva sólo de bajas inversiones,
encarecimiento de exportaciones y acciones de los oligopolios. Se
acentuó con la emisión. Como los acuerdos de precios con las empresas
han fallado, ahora se intenta imponer un techo salarial.
Los
principales ganadores de la década pasada fueron los grupos
concentrados. Pero el periodo de alto crecimiento y creación de empleo
quedó atrás . La desaceleración del nivel de actividad no se explica por
l a crisis mundial. El continuado empuje de la demanda ha chocado con
exigencias de rentabilidad, que dejan poco espacio para medidas
progresistas.
La derecha no piensa recomponer la solvencia
fiscal erradicando la corrupción. Con un gran despliegue de
anti-chavismo prepara atropellos contra las conquistas sociales. En el
nuevo escenario crecen las posibilidades de protagonismo de la
izquierda.
Notas
Claudio Katz es Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz
[2]
Esta postura difunden economistas ortodoxos de gran predicamento
mediático como: Melconian Carlos, “Faltan dólares, sobran pesos... Y
seguiremos así”, La Nación, 4-8-2013. Ferreres Orlando, “Cómo salir del
camino de la decadencia”, La Nación, 5-7-2013. [3] Heller Carlos, “La deuda en un debate”, www.lanacion.com.ar, 30/09/2013.
[4] Schorr Martín, Manzanelli Pablo, “Inflación oligopólica”, w ww. pagina12 .com.ar, 24-3-2013.
[5] Crespo Eduardo, Fiorito Alejandro, “Es la puja distributiva”, www. pagina12 .com.ar, 17/03/2013.
[6] Versiones renovadas del recorte monetarista proponen: Rappoport Luis, “Las piedras del futuro gobierno”, www.lanacion.com.ar, 23/01/2013. Frigerio Rogelio, “La Argentina es el único país donde faltan dólares” www.eltribuno.info. 02/06/2013. Solanet Manuel, “Situación económica” radioelmundodigital.com 04 de septiembre, 2013. [7] Felleti Roberto, “La crisis global y el futuro de la región”, La Nación, 30-6-2013.
[8] Cortés Conde Roberto, “Acumular desequilibrios: la causa de las crisis recurrentes del país”, La Nación, 15-9-2013.
[9]
Artana Daniel, “Los mismos desafíos ordenar las cuentas fiscales y
destrabar los controles”, La Nación, 25-11-2013. Dujovne Nicolás, “Los
dilemas de un cambio necesario”, La Nación, 21-11-2013. Scibona Néstor,
“Más dogmatismo a contramano de las expectativas”, La Nación,
19-11-2013.
lunes, 2 de diciembre de 2013
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3 comentarios:
Ajahhhh ¿Y? ¿Qué hacemo'? ¿Cómo se soluciona el descalabro?
esta en la segunda parte , sin nacionalizacion del comercio exterior es obvio que la devaluacion y el ajuste no es evitable sin una reforma impostiva profunda tampoco
Ahh y yastá entonces....
Mira vo'.... peeero tanto despelote y resulta que es más fácil que la via ortodoxa....
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