Por
Eliseo Verón
En el caso de nuestra Presidenta, la voluntad de ausencia se
significó de varias maneras. En contraste con su práctica anterior
, no
nos saludó en ocasión de las fiestas del fin de año. Esta última semana,
su reaparición en Olivos y en la Rosada con motivo de reuniones con
diversos funcionarios, junto con el anuncio de una intervención suya el
día miércoles 8 por la tarde, intervención desmentida después, fue otra
combinatoria muy explícita relativa a un silencio intencional. No digo
que la conclusión sea inevitable, pero no es aberrante interpretar esos
actos como un mensaje bastante claro en un nivel, por decirlo así,
‘literal’:
“no tengo nada que decirles”. (A esa significación ‘literal’
se le pueden superponer, en un segundo momento, otras interpretaciones).
Como lo señalé,
la ausencia como acto de comunicación tiene un alto
grado de incertidumbre en cuanto a sus efectos o resultados. Estos días
fueron esbozadas distintas “lecturas” de la ausencia de Cristina con
mayor o menor detalle.
Se podría concluir que la señora Presidenta ha
decidido modificar su metodología: en esta nueva etapa,
ocupan el centro
de la escena los funcionarios responsables de los distintos aspectos de
la acción del gobierno, y ella reserva su presencia para los problemas
de fondo. Esto implicaría una ruptura muy fuerte con respecto al
hiperpresidencialismo practicado hasta el momento.
Desde el punto de
vista comunicacional, Cristina se ha caracterizado por justificar su
toma de palabra a partir de cuestiones específicas: ha pasado sus dos
mandatos inaugurando escuelas, fábricas, planes y programas. Los propios
funcionarios arrastrados ahora al frente mediático, desmienten
enfáticamente semejante interpretación: la señora Presidenta sigue
gobernando y controlando todas las decisiones, se encuentre donde se
encuentre.
La intervención del ministro de Economía, destinada a
bloquear anuncios sobre el impuesto a los bienes personales, expresa de
manera perfecta la metodología habitual. Como lo resumió Capitanich,
reaccionando ante su propia descalificación: “es la palabra de la
Presidenta” y solicitó “no hacer un análisis sintáctico, morfológico y
semántico de lo que yo digo”. Tal vez lo más prudente sea, en efecto, no
hacer ese análisis;
dicho esto, no hay que olvidar que las
contradicciones son el motor de los mitos.
Si el vínculo de la
Presidenta con el equipo de gobierno no ha cambiado,
se puede entonces
concluir que esta ausencia voluntaria está afectando más bien y
particularmente su relación con los destinatarios naturales de la
comunicación presidencial, a saber, los ciudadanos. Ya lo mencioné en
otras oportunidades a propósito de la puesta en escena de los discursos
presidenciales:
Cristina tuvo siempre un contacto problemático, difícil,
con la ciudadanía en general. En un momento de protestas, de crisis
energética y de creciente desajuste de las variables económicas, la
señora Presidenta parece no tener nada que decirnos. ¿Enojo desprecio,
resentimiento?
Se ha producido, tal vez, una ruptura más profunda y
grave de la relación de Cristina con los ciudadanos.
¿Con qué
consecuencias?
Fuente :
http://www.perfil.com/contenidos/2014/01/11/noticia_0022.html
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