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martes, 25 de febrero de 2014

Represión burguesa, Marx y el “Estado libre”

 
El apoyo de amplios sectores de la izquierda latinoamericana a la represión que ha desatado el Gobierno chavista reactualiza el debate acerca de la actitud de los socialistas ante el Estado burgués y el aparato represivo. En la izquierda actualmente está muy establecida la idea de que es beneficioso para la clase trabajadora que exista un Estado “fuerte”, capaz de guiar a la economía hacia alguna forma de “socialismo de Estado bonapartista”, para usar la expresión de Lenin. Se piensa que el capitalismo “popular”, o guiado por el Estado, legitima y demanda un aparato represivo poderoso y consolidado. Por eso, y bajo el argumento de “combatir a la derecha”, se aplauden medidas represivas que van desde la restricción de libertades y derechos elementales, hasta las detenciones masivas, la tortura y el asesinato de manifestantes opositores. De ahí también el rol que tienden a jugar, en este tipo de regímenes, las fuerzas armadas y sus estructuras de mando.

Por supuesto, hay matices. Algunos están más curtidos en estas lides, otros andan “tragando sapos” (en Argentina, ley anti-terrorista, Milani, Proyecto X; en Venezuela, el menú no es para estómagos delicados). Para la militancia PC, por ejemplo, que supo aplaudir inmundicias como los campos stalinistas de exterminio, o los aplastamientos soviéticos sobre Berlín, Hungría o Checoslovaquia, lo que hacen hoy Al Assad en Siria, o Maduro en Venezuela, son apenas “detalles”. Otros, más prudentes, rechazan estos extremos. Pero todos están unidos por la convicción de que para avanzar hacia alguna forma de sociedad más justa, es necesario “poner rudamente en vereda” a los díscolos y rebeldes, así estos se cuenten por millones. Y para eso, nada mejor que un Estado poderoso.

A su vez, en la mayoría de la opinión pública está arraigada la idea de que la orientación estatal-represiva constituye la quintaesencia del “socialismo científico” de Marx y Engels. A ello han contribuido tanto la literatura teórica stalinista (pensemos en los tradicionales manuales que editaba la URSS), como el discurso de la derecha neoliberal, empeñado en atribuir a la obra de Marx y Engels la inspiración última del Muro de Berlín, de los campos de concentración de Corea del Norte o de la represión de cualquier régimen al estilo Al Assad o Chávez.

En contra de esta tradición tan instalada, se puede demostrar sin embargo que Marx y Engels fueron extremadamente críticos del estatismo y del Estado. El objetivo de esta entrada es resumir este aspecto del pensamiento de Marx y Engels. Adelantando el argumento, sostengo que Marx y Engels, partían de caracterizar al Estado como una fuerza enemiga de la clase obrera, y consideraban, por lo tanto, que los trabajadores debían tener una actitud hostil hacia el Estado, e independiente de la clase dominante. En este marco, aconsejaron defender las libertades democráticas, incluso en el seno de la democracia burguesa. Lo hicieron porque la conquista de esas libertades mejora las condiciones para la organización independiente de los explotados y oprimidos. Lo cual encaja en la idea rectora de la Primera Internacional de que “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Por eso también Marx y Engels se opusieron a los que pensaban que se puede implantar el socialismo desde las cumbres de una minoría de iluminados, y defendieron las principales medidas transformadoras de la Comuna de París.

Fuerza pública para la esclavización social

Marx y Engels parten de considerar al Estado “la organización que se da la sociedad burguesa para sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra los ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado capitalista ideal” (Engels, 1968, p. 275). Este rasgo determinante del Estado se correspondía, en la visión de Engels, a toda forma de régimen (monarquía, república democrática), y no se alteraba cuando el Estado asumía el rol de empresario. En última instancia, las estatizaciones burguesas no abolían la explotación; apenas alteraban su forma (carta de Engels a Oppenheim, 24 de marzo de 1891;  una ampliación, aquí).

Marx compartía esta caracterización sobre el Estado. No sólo leyó y corrigió toda la parte económica del Anti-Dühring, sino también caracterizó al Estado como una fuerza pública de sujeción del trabajo. En La Guerra civil en Francia anota que, a medida que se desarrolló y profundizó el antagonismo de clase entre el capital y el trabajo, “el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de un poder nacional del capital sobre el trabajo, de fuerza pública organizada para la esclavización social, de máquina de despotismo de clase” (p. 60; énfasis agregado). Y describe al Estado moderno capitalista como “parásito, que se nutre a expensas de la sociedad y entorpece su libre desenvolvimiento” (p. 66).

Esta noción del Estado como fuerza para la opresión de clase, cualquiera fuera su forma, alejaba a Marx y Engels de la estrategia de los socialistas “estatistas” (por ejemplo, los seguidores de Lasalle), que buscaban la solución del llamado “problema social” en la acción estatal. La clase obrera debía luchar, en opinión de Marx y Engels, por establecer legalmente conquistas sociales -por ejemplo, la jornada laboral- sin por ello depositar confianza en las panaceas estatistas. En este respecto cobra relevancia la caracterización de Marx de la “república social” (demanda de las corrientes socialistas burguesas) como “la república que asegura la sumisión social” (La Guerra Civil en Francia). En el mismo sentido va su crítica al “apoyo del gobierno prusiano a las sociedades cooperativas”, que extendían el “sistema de la tutela”, corrompían a un sector de los obreros y castraban al movimiento (carta de Marx a Engels, 18 de febrero de 1865). Es en esta orientación que se inscribe la defensa de libertades democráticas en el sistema capitalista, y la crítica a la demanda de un “Estado libre”.

La crítica al “Estado libre”

La consigna del “Estado libre” fue incorporada al programa, votado en Gotha, del partido Socialdemócrata de Alemania, a instancias de los partidarios de Lasalle, quienes aspiraban a un Estado con plenos poderes, capaz de llevar adelante las reformas sociales. Pero esto implicaba elevarlo como aparato despótico y represivo. Como lo explicaba Engels: “El Estado popular libre se ha convertido en Estado libre. Según el sentido gramatical, el Estado libre es un Estado que es libre con relación a sus ciudadanos, por consiguiente, un Estado con un gobierno despótico” (carta a Bebel, 18 de mayo de 1875). A su vez, en la Crítica del Programa de Gotha, Marx escribía: “La misión del obrero… no es, en modo alguno, hacer libre al Estado. En el Imperio alemán, el ‘Estado’ es casi tan ‘libre’ como en Rusia. La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella, y las formas del Estado siguen siendo hoy más o menos libres en la medida en que limitan ‘la libertad del Estado’” (Marx, 1975, p. 24)

Pero esto significa que es tarea de los trabajadores procurar la reducción del poder represivo del Estado y la ampliación de las libertades. La idea directriz es que “el Estado no se necesita en interés de la libertad, sino para someter, como afirmó Lenin, años más tarde en El Estado y la revolución. Por supuesto, la reivindicación de libertades dentro del sistema capitalista se acompaña de la crítica al concepto de libertad de los economistas liberales clásicos, que consideraban a la sociedad como un mero agregado de átomos actuando “libremente” en procura de satisfacer sus propios intereses egoístas. La crítica de Marx al fetichismo de la mercancía y el capital, y al trabajo alienado, implica una crítica a una sociedad que niega el libre desarrollo de la mayoría de los individuos, y en la que las fuerzas productivas –y en primer lugar, las fuerzas del trabajo- están dominadas por la lógica de la ganancia. Pero esta crítica no debe confundirse con la política de hacer fuerte al Estado, esto es, a la fuerza pública organizada para la esclavización social.

Enfatizamos que en la visión de Marx, la lucha por las libertades no se limita a defender un sistema democrático burgués frente a un régimen monárquico, o bonapartista. Esto es elemental, pero se trata también de la ampliación de las libertades al interior de la democracia capitalista. Como observa Cesare Luporini, comentando el pasaje de la Crítica del programa de Gotha citado, aquí no se trata de la preferencia por la “república democrática” como terreno político en el cual se dan las mejores condiciones para el despliegue de la lucha del proletariado, sino “de una escala de valores que opera en lo inmediato, con relación al concepto de libertad” (p. 97). Por eso Marx no relega toda la libertad a una futura sociedad comunista (el reino de la libertad), ya que para él existe una zona que es política, en la cual “la libertad es el metro de medida de diversas formas de Estado existentes en el terreno burgués” (p. 98). Desde este punto de vista, “mientras más limitados estén (legalmente) los poderes (del Estado), más libre es la sociedad” (idem).

Liberación del trabajo y la Comuna

La lucha por la ampliación de libertades, y la consiguiente restricción del poder del Estado, se articula, en la obra de Marx y Engels, con el objetivo de ayudar a la liberación del trabajo, y el desarrollo de las potencialidades de los individuos. En la Ideología Alemana afirman que en la sociedad futura “el objetivo es la liberación de cada individuo”; esto es, una sociedad en la que cada uno participa “en tanto individuo”, a diferencia de una sociedad en la que los individuos “participan en tanto miembros de una clase”. En los Manuscritos de 1844 Marx había escrito, también en el mismo sentido, que “debe evitarse, sobre todo, el volver a plasmar la ‘sociedad’ como abstracción frente al individuo”. Estamos muy lejos de los regímenes burocráticos estatistas, o del capitalismo estatista burocrático.

El ideal de libertades plenas para los productores también se ve expresado en lo que Marx y Engels reivindicaron de la Comuna de París. En La lucha de clases en Francia se destaca que la Comuna estaba formada por consejeros municipales elegidos por sufragio universal, y que reunía las funciones legislativa y ejecutiva. Entre las medidas que subraya Marx están la supresión del ejército permanente y la policía, y su sustitución por el pueblo en armas; el establecimiento de la enseñanza gratuita, emancipada de la Iglesia y del Estado; la elección por sufragio universal de todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza, y la retribución de todos los funcionarios al nivel del salario de los trabajadores; el haber tomado medidas de precaución contra sus propios diputados, declarándolos revocables en cualquier momento; y el haber intentado generalizar el sistema de comunas a todas las localidades y regiones de Francia. Recordemos que con respecto a la revocabilidad de los funcionarios, en la Crítica del programa de Gotha Marx anota que “la primera condición de toda libertad” es que “los funcionarios sean responsables en cuanto a sus actos de servicio respecto a todo ciudadano”; y con respecto a la educación, se pronuncia por “sustraer la escuela de toda influencia por parte del gobierno y la Iglesia”.

En cuanto a las medidas económicas, Marx elogia que la Comuna se orientara a la formación de sociedades cooperativas, que de forma coordinada regularían la producción según un plan. Aquí no se trata de un poder impuesto desde fuera o por arriba de los propios productores. No hay “directores burócratas” , porque es la población trabajadora la que se organiza y toma la economía en sus manos, a partir de lo existente, para emancipar al trabajo de la esclavitud asalariada.

Por otra parte, tampoco está presente aquí un partido que se arroga la representación de la clase obrera. Todas las corrientes políticas tienen derecho a expresarse y ser elegidas en la Comuna, a condición de que respeten su existencia. En esta línea Engels, en la “Introducción” citada, contrapone lo que hizo la Comuna con la tradición blanquista. Los blanquistas “partían de la idea de que un grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en condiciones, no sólo de adueñarse en un momento del timón del Estado, sino que, desplegando una acción enérgica e incansable, sería capaz de sostenerse hasta lograr arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno a un puñado de caudillos. Esto llevaba consigo, sobre todo, la más rígida y dictatorial centralización de todos los poderes en manos del nuevo Gobierno revolucionario” (p. 17). Pero no es lo que hicieron los comuneros, aunque en su mayoría eran seguidores de Blanqui. La Comuna pareció comprender que no se llega al socialismo sin la acción consciente y voluntaria del propio pueblo trabajador, organizado en gobierno. Es la verdad contenida en la famosa frase de Talleyrand, de que “las bayonetas sirven para cualquier cosa, menos para sentarse sobre ellas”.

Conciencia y autonomía de clase

Una de las ideas principales que se desprende de lo desarrollado hasta aquí es que todo lo que signifique fortalecer al aparato represivo, y restringir las libertades democráticas, termina siendo perjudicial para la emancipación del trabajo, y esto por dos razones. La primera es porque la acción y organización consciente de los asalariados sólo podrá desplegarse en la medida en que las políticas no sean impuestas “desde arriba”, a través de burócratas y funcionarios. Es una tontería pensar que fortalece la conciencia socialista el impedir información porque “es propaganda desestabilizadora de la derecha”, o que se potencia la organización anulando la expresión de corrientes políticas “que no nos gustan”. Alguna vez Trotsky lo explicó claramente, en crítica a dirigentes sindicales mexicanos que pedían la censura o el cierra de periódicos de la derecha. Decía el viejo revolucionario: “Sólo aquellos que son ciegos o de inteligencia simple pueden pensar que los obreros y campesinos pueden ser liberados de las ideas reaccionarios mediante la prohibición de la prensa reaccionaria. De hecho, sólo la mayor libertad de expresión puede crear las condiciones favorables para el avance del movimiento revolucionario en la clase obrera”. Los socialistas estatistas, en cambio, sólo conciben la lucha ideológica de la misma manera en que quieren arreglar todo: como burócratas, esto es, con resoluciones y ucases.

La segunda razón para oponerse al fortalecimiento del aparato represivo es que “cualquier restricción a la democracia en la sociedad burguesa es dirigida eventualmente contra el proletariado. (…). Hoy el gobierno puede parecer bien dispuesto para con las organizaciones obreras. Mañana puede caer, e inevitablemente caerá, en las manos de los elementos más reaccionarios de la burguesía. (…) La manera más eficiente de combatir la prensa burguesa es que la prensa de los obreros se desarrolle”. En otros términos, pedirle al Estado burgués (al que se hace aparecer como “neutro”) que fortalezca la posición de los explotados reprimiendo algunas manifestaciones ideológicas de la derecha, es sencillamente suicida para los explotados. Es otra variante de la idea de hacer al Estado cada vez más “libre” con respecto a la sociedad. No hay manera de compatibilizar esta intención con la advertencia de Marx de que no es el Estado el que debe colocarse por encima del pueblo, sino el pueblo el que tiene que dar al Estado “una educación muy severa” (Crítica del programa de Gotha).

El combate por las libertades, a su vez, apunta a fortalecer el accionar autónomo de los trabajadores. En palabras de Engels: “El partido de los trabajadores nunca debe atarse a ningún partido burgués, debe ser independiente y tener su propio objetivo y política. Las libertades políticas, el derecho de asociación y la libertad de prensa, ésas son nuestras armas (Engels, 1871; énfasis agregado). Esas demandas comprendían, en esencia, las de la democracia radical burguesa revolucionaria (como puede verse en el programa de 1880 del Partido Obrero de Francia, en cuya redacción colaboró Marx). Al generarse mejores condiciones para la politización y organización, se debilitan las posibilidades de manipulación, tutelaje o división de las fuerzas del trabajo por las corrientes burguesas o burocráticas. Puede pensarse, por caso, en el efecto que tendría conseguir en un país como Argentina la libertad en el seno de los sindicatos.

Conclusión, dos enfoques opuestos

Las diferencias entre el planteo de la izquierda estatista (o nacional estatista) y el que asociamos al enfoque de Marx (también de Engels) no son puntuales, ni se refieren a aspectos particulares. La posición teórica y crítica de Marx con respecto al sistema capitalista y el Estado capitalista, su crítica de la alienación, su ideal de liberación de los seres humanos, no encajan en los “socialismos” burocráticos y represivos que tanta admiración despiertan en amplias franjas de la izquierda.

Textos citados:
Engels, F. (1871): “Apropos of Working-Class Political Action”, Reporter’s record of the speech made at the London Conference of the International Working Men’s Association, September 21, en https://www.marxists.org/archive/marx/works/1871/09/21.htm.
Engels, F. (1968): Anti-Dühring, México, Grijalbo.
Luporini, C. (1980): “Lo político y lo estatal: ¿una o dos críticas?” en Balibar, Luporini y Tosel, Marx y su crítica de la política, México, Nuestro Tiempo.
Marx, K., y F. Engels, (1973): Correspondencia, Buenos Aires, Cartado.
Marx, K. (1975): La crítica del programa de Gotha, Marx y Engels, Obras Escogidas, t. 2, Akal, Madrid, pp. 5-30.
Marx, K. (1977): La guerra civil en Francia, Moscú, Progreso.
Trotsky, L. (1938): “Freedom of the Press and the Working Class” en http://www.marxists.org/archive/trotsky/1938/08/press.htm.

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Represión burguesa, Marx y el “Estado libre”

Fuente : http://rolandoastarita.wordpress.com/2014/02/23/represion-burguesa-marx-y-el-estado-libre/

5 comentarios:

Cruel adonorem dijo...

otra de las perogrulladas de astarita. el estratega marxista autor de esta nota, al parecer jamas entendió que desde el punto de la sintaxis - es +

el asunto desarrollado a lo largo de todo su artículo se puede resumir en una sola línea, que es una pregunta
¿ cual es la función del estado?

Cruel adonorem dijo...

el problema con los análisis de este hombre se encuentran en el siguiente punto:su profesorado lo obliga a desarrollar los planteos desde el punto de vista del principiante que necesita ¨aprender en el aula¨lo que otros acumulan a través de la experiencia determinada por la acción

Cruel adonorem dijo...

al parecer, después de una semana y media,astarita da a conocer un articulo sobre la situación actual en Venezuela. esto quiere decir que al ¨socialista revolucionario¨ se tomo ese tiempo para elaborar la presente nota.como no podía ser de otro modo, con la publicación de su escrito por parte de uds me entero que mi pregunta ( en su blog) acerca de cuál era su posición con relación a la situación venezolana actual dio el resultado que está a la vista.

gracias por la info

Javier dijo...

Mi opinion esta en la nota de Altamnira pero mas aun en el post anterior y coincido en todo lo que pone Astarita . Por tu pregunta anterior , la funcion del estado es mediar en la lucha de clases para garantizar los intereses de la clase dominante o sea la burguesa desde su emergencia como clase dominante en las revoluciones burguesas

Javier dijo...

http://findelcapitalismo.blogspot.com.ar/2014/02/que-esta-pasando-en-venezuela.html

http://findelcapitalismo.blogspot.com.ar/2014/02/venezuela-golpe-gorila-y-autogolpe.html

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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