Para el día 12 de junio, día de apertura de la Copa, está prevista una
movilización monstruo en San Pablo, sede de la inauguración. En Brasil
hay más expectativa por el tamaño de las movilizaciones que por el
desempeño de la selección. No se trata solo de una continuidad de las
movilizaciones de junio pasado. Brasil está viviendo la ola de huelgas
más grande desde finales de la década del 70 e inicio de los 80. Los
movimientos populares, en especial el movimiento por la casa (MTST, los
“sin techo”), tienen un desarrollo cualitativamente superior al de un
año atrás. El MTST realizó, el 8 de mayo, manifestaciones con bloqueo de
avenidas y rutas, con decenas de miles de participantes, en ocho
estados, simultáneamente.
Las huelgas largas tienen su centro en el sector público, sometido a un
“arrocho” (congelamiento salarial) sin precedentes, en un cuadro de
inflación (muy superior a los números oficiales). Los más diversos
sectores de empleados estatales federales se encuentran en huelga, con
sistemáticas manifestaciones callejeras; lo mismo que profesores
estaduales y municipales en varios estados. Los noticieros tienen que
dividir la pantalla de la TV en tres partes para registrar todo lo que
anda pasando. La policía reprime con todo, pero las movilizaciones
crecen. Las tres universidades estaales paulistas (USP, Unesp, Unicamp),
las más importantes del país, acaban de decretar (21 de mayo) una
huelga conjunta de los tres sectores (profesores, no docentes y
estudiantes) por tiempo indeterminado. Hay piquetes por todas partes.
En el plano económico se acumulan los stocks de bienes durables.. El
crédito al consumo, gran arma de la “estabilidad social” de los últimos
diez años, ha llegado a su límite. El mercado externo, gran motor del
“crecimiento” brasileño en la última década, también se achica. El
presidente de China, cliente n° 1, vino a Brasil a pedir rebaja de
precios en los productos primarios - 80% de las exportaciones brasileñas
- y a anunciar aumentos de las tasas de importación a los productos
manufacturados.
El Estado necesita producr un superávit primario de R$ 99 mil millones
(US$ 45 mil millones, aproximadamente) para pagar los intereses de la
deuda pública. Para eso aplica leña al salario, la salud, la educación y
a todo el servicio público, ya decrépito. La Copa, sin embargo, cuesta,
hasta donde se sabe, más de R$ 28 mil millones. Ya murieron nueve
obreros en la obras sobrefacturadas y realizadas a todo vapor. Hsta los
comentaristas sensacionalistas de TV (una especialidad brasileña),
siempre reaccionarios y chupamedias de la policía, están puteando a la
cana que reprime las manifestaciones.
Las huelgas impresionantes de choferes y cobradores de ómnibus en Rio y
San Pablo, provocaron el mayor embotellamiento de la historia en la
capital paulista, con casi 400 kilómetros de calles y avenidas paradas, u
800 según las estimaciones de los helicópteros). Las patronales ya
habían acordado un reajuste de 10% (inflación + 3%), que la burocracia
sindical (pelegos) hizo aprobar en seudo-asambleas. La base de Rio, sin
embargo, exigió un 40% y paró por completo, una acción en la que la
central alternativa, Conlutas, jugó un papel importante. Dos días
después, esto se repitió en San Pablo, aunque aquí sin Conlutas, la
huelga se extendió a la periferia (Osasco, ABCD, etc.), con asambleas de
base, piquetes volantes y leña a los carneros.
15 mil petroleros de Cubatão, en la bajada santista, también cruzaron
los brazos. En varios gremios, la patronal anticipó reajustes bastante
encima de la inflación oficial. Las protestas contra el Mundial unifican
políticamente todos los movimientos. La discusión es cómo darle una
expresión política independiente a todo esto. La izquierda está dividida
(PSOL, PSTU y otro par de siglas fantasma) y con fuertes luchas
faccionales (el PSOL bochó al candidato que la base había votado para el
gobierno de San Pablo). El país está en estado de deliberación. Los que
vengan al Mundial se van a encontrar con más atracciones que las que
les promete el paquete turístico que compraron.
Osvaldo Coggiola
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