Un sorprendente Artemio López advierte, en una columna publicada en Perfil el domingo 29 de junio (“Contra el pragmatismo extremo”), que el kirchnerismo puede sucumbir ante la “aparición del discurso neoliberal al interior del movimiento nacional”, lo cual -añade- “supone aceptar la orientación social y económica -y luego la conducción política- que imprimen las corporaciones en general y -en esta etapa con gran potencia- el sector financiero…”
López se refiere específicamente a la extorsión de los fondos buitre, ante la cual “muchos dirigentes de la oposición y algunos oficialistas (…) proponen desplegar un pragmatismo conservador”. Si ese giro se produce, señala López, “no se sostendrá la unidad político-ideológica construida desde 2003″. En ese caso, remata el encuestador K con una cita de John William Cooke, “nos encaminaremos a la disgregación, a la esterilidad histórica”.
En definitiva, López advierte que ocurrirá lo que ya ocurrió. Lo que Artemio descubre ahora, el Partido Obrero lo ha venido señalando y con mucha anticipación.
El kirchnerismo, como la reconstrucción de la llamada burguesía nacional, ha entrado en crisis hace largo tiempo. El ajustazo y las devaluaciones, que están muy lejos de concluir, no solamente son la expresión de un desequilibrio económico: son la manifestación, por sobre todo, del agotamiento del proceso que pretendió superar la bancarrota precedente.
La crisis de los fondos buitre es la culminación de una tentativa nacionalista fracasada. Artemio advierte sobre la necesidad de corregir el rumbo y volver a las fuentes, lo cual es una quimera desde el momento que el viraje actual es un resultado, precisamente, del fiasco del modelo, así como del impasse y contradicciones insuperables en que había entrado el intervencionismo oficial que caracterizó la gestión kirchnerista durante esta década.
El encuestólogo oficialista no tiene más remedio que admitir lo obvio: el kirchnerismo se disgrega, y él mismo está haciendo las valijas. Es una disolución del frente político que llevó a los K al gobierno. Hoy, los únicos que se reivindican kirchneristas son los de La Cámpora -y hasta cierto punto. Pero no sólo se circunscribe al kircnerismo, nos referimos también de la disolución del peronismo, que está atravesado por disputas intestinas y de aglutinamientos provisorios o de camarilla.
Hay un hundimiento del nacionalismo burgués. No importa que los kirchneristas lo nieguen y digan que el tarifazo es una redistribución del ingreso en favor de los más pobres o que el pago a los fondos buitre es el tributo que hay que pagar frente a una extorsión para seguir defendiendo el modelo de inclusión .
La disolución del peronismo modifica el panorama político. La parte de la población que tiene una tendencia al seguidisimo del nacionalismo burgués se ha quedado sin referencia política, lo cual crea las condiciones para la emergencia de un nuevo movimiento popular, bajo las banderas del socialismo. El XXII Congreso del Partido Obrero abordó pormenorizadamente esta transición. La conclusión fundamental del mismo es que el principal desafío de la etapa política que entramos consiste en unir políticamente al movimiento obrero y la izquierda.
En cuanto a Cooke, bien podría recordarse lo que dijo al final de su vida: “El nacionalismo burgués es inviable”. Los problemas nacionales y sociales de la Argentina, como los de América Latina, sólo tienen solución bajo la dirección de la clase obrera.
Pablo Heller
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