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viernes, 8 de agosto de 2014

Un fantasma recorre la Panamericana (y no sólo)

Un fantasma recorre la panamericana (y no solo)


Hace unas semanas Artemio López, habitualmente de aspecto jovial, lucía apesadumbrado. En Perfil (29/6) advertía “contra el pragmatismo extremo” (sic), en alusión a la perspectiva de que el peronismo retornara a una experiencia ‘neoliberal’ en el próximo período presidencial. El “pragmatismo extremo” es, obviamente, una definición incoherente, porque esa doctrina pretende abrazar todos los colores del arco iris, no solamente los que se ubican en los bordes. De cualquier modo, luego de este reconocimiento tardío de lo que el vulgo ha llamado el ‘final de ciclo’, López, citando a Cooke, profetizaba que el peronismo se encaminaría, “inexorablemente a la disgregación, a la esterilidad histórica”. El pragmatismo normalizado del director de la Consultora Equis desembocaba en una previsión apocalíptica.

Un mes más tarde, Artemio López recupera su compostura. Ahora, nuevamente en Perfil (27/7), no le preocupa ya la deriva extrema del pragmatismo peronista sino el extremismo lato del “neoliberalismo trotskista”. Para López, “la utilización de conflictos laborales legítimos (sic) con fines (sic) de desestabilización nacional”, convierte a las organizaciones trotskistas en ‘neoliberales’. Se trata, obviamente, de un dislate conceptual y político, y una manipulación de los ‘fines’ de las luchas en curso. Porque si la lucha contra las suspensiones y despidos es ‘neoliberal’, ¿cómo clasificaría López a los capitalistas que suspenden y despiden, y al gobierno que convalida esas suspensiones y despidos? El “neoliberalismo trotskista” es una ocurrencia reaccionaria de López que tiene más de un objetivo. El primero es disimular que se trata de una lucha obrera, protagonizada por obreras y obreros de diferentes ideologías y experiencias.

La ‘trotskización’ de la lucha, por parte de López, sirve al propósito de ocultar que el sujeto social que el peronismo cree tener atado sin remedio, rompe con el libreto capitalista del peronismo para mejor defender sus derechos de clase. Las últimas dos elecciones nacionales demuestran que esa ruptura va, en principio, más lejos, porque el casi millón y medio de votos para el Frente de Izquierda y el Partido Obrero abre una perspectiva histórica antagónica a la del peronismo. De las fuerzas políticas en presencia, solamente los trotskistas luchamos contra las multinacionales neoliberales que son respaldadas por el Ministerio de Trabajo y la Gendarmería de Berni, Randazzo, Milani y CFK. El aval político del gobierno a las patoteadas y coacciones del burócrata del Smata contra los activistas del sindicato, repite el escenario de lo ocurrido con José Pedraza, no hace tanto tiempo.

El argumento más ‘fuerte’ de López es también, conceptualmente, el más inconsistente. Para el analista los “conflictos laborales” no crecen sino que bajan; en este contexto, la acción de los ‘trotskistas’ es artificial. Ocurre que para López, un despido masivo que no deriva en huelga no es un conflicto, no digamos ya los despidos cotidianos que escapan al conocimiento público. Pero el ejercicio del derecho de propiedad privada para privar a los trabajadores del derecho al trabajo es una forma extrema del conflicto y la lucha de clases. Ningún conflicto que no haya desembocado en una huelga o lucha ha contado con la aprobación democrática de los trabajadores involucrados.

López escamotea el papel de gendarme político de la burocracia sindical. Cuando le conviene, el analista se convierte en estadístico. Lo que se puede asegurar es que esos conflictos reprimidos resurgirán con una fuerza más potente como consecuencia de la presión acumulada. Las luchas actuales son un preludio o puente de las que habrá de generar, en forma inevitable, la acentuación de las crisis social y política. Para López hay “menos conflictos laborales y menos involucramiento de trabajadores”, al mismo tiempo que advierte de “la situación crítica (sic) que afecta a la industria automotriz” y “que las paritarias cerraron por debajo de la inflación”: hubiera debido decir que los trabajadores son privados de sus medios de vida y al mismo tiempo del poder adquisitivo de los salarios en beneficio del capital. En nada de esto ve la menor sombra de ‘conflicto’. Lo que no se pregunta es por qué el “neoliberalismo trotskista” ha desarrollado una capacidad de “desestabilización” que no había tenido en el pasado -o, mejor, que siempre ha tenido, con una proyección diferente, en cada etapa aguda de las luchas de los trabajadores.

Artemio López ha operado un cambio de frente en un mes. De la amenaza a la supervivencia del peronismo, que representaría “el pragmatismo extremo”, da una voltereta a la que representaría el trotskismo.

¿Un fantasma recorre el movimiento obrero y de la juventud?






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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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