La última Carta Abierta publicada por los intelectuales oficialistas
no recoge la epopeya de ‘patria o buitres’ sino que advierte acerca de
"momentos de extremo riesgo". El alerta se adelantó a la corrida
cambiaria en el ‘dólar Bolsa’ y a la rodada de una nueva cabeza en el
Banco Central -el organismo preferido de las purgas oficiales. La
caracterización va más lejos de un alerta de fin de ciclo: insinúa un
final abrupto.
Para enfrentar esta situación, Carta Abierta llama a establecer
"amplias alianzas sociales y nacionales", que uno suponía ya
cristalizadas en el gobierno kirchnerista. A esta caracterización
responde, después de todo, la insistencia del oficialismo de que a su
izquierda se tropieza con una pared. El coro intelectual ya no lo ve de
esta manera y hasta se atreve a plantear la antinomia “Wall Street o la
Panamericana”. Carta Abierta no plantea, sin embargo, una ruptura con
Wall Street, como sería la anulación del acuerdo secreto con Chevron y
la anulación de la indemnización a Repsol, o la destitución de Berni y
la derogación del Proyecto X, ni qué decir de la alianza con Georgie
Soros, sino la integración de la izquierda al frente del kirchnerismo
con Wall Street. El reclamo para que “la interpretación del conflicto
social como los que habitualmente ocurren al costado de la ruta
Panamericana no se presten a los habituales considerandos de un
macartismo fuera de tono”, no incorpora el planteo de romper con el
imperialismo. La convocatoria de la intelectualidad estatal a un Frente
Popular no pasa, entonces, de una abstracción sin contenido. Incluso
para frenar la corrida contra el peso, CFK ha convocado a los
maratonistas del Grupo de los 6, la sigla de la burguesía nacional
devaluacionista. Carta Abierta sabe muy bien que, en estas reuniones e
incluso mucho antes, Kicillof ha asegurado que se va al acuerdo con los
buitres.
Denuncia a los Wall Street de afuera cuando sabe que la batuta la
tienen los Wall Street de adentro. El oficialismo es ya un Frente
Popular que se apresta a aprobar a libro cerrado la ley de hidrocarburos
diseñada por Galuccio, Exxon y Chevron. Carta Abierta vuelve a ahogarse
en un mar de palabras.
Para Forster y Horacio González la represión a las luchas, así como la
xenofobia contra los extranjeros que son estigmatizados como grupos de
delincuentes, "son inaceptables y contradictorias con las políticas
axiales del kirchnerismo". Pero el ‘garrote y la zanahoria’ no es
“contradicción” arbitraria -es la forma más frecuente del arbitraje que
ejerce el Estado capitalista. El chovinismo de Berni no va dirigido a
seducir a Magnetto, sino a las mismas masas populares que serán
reprimidas cuando se vean obligadas a cortar una ruta. Tampoco apunta a
Clarín el envío de Milani a ejercer la asistencia social en los barrios.
El kirchnerismo tiene como propósito la reconstrucción de las fuerzas
armadas, no la construcción de una milicia ciudadana y menos una obrera.
Los críticos culturales que pueblan Carta Abierta deberían formarse más
en la crítica a la economía política. El antimperialismo burgués, sea
civil o militar, ha cambiado siempre de camisa cuando se vio enfrentado a
un movimiento obrero independiente. Los amigos de Carta Abierta tienen
pendiente todavía el balance del retorno de Perón en 1972-74. Cuando se
cumplió el 40 aniversario del retiro de la JP de la Plaza de Mayo, la
intelectualidad kirchnerista y la Presidenta denunciaron ese gesto
político de ruptura con el gobierno de la camarilla de López Rega como
un error histórico. CFK hizo entonces la misma exhortación que hace
ahora Carta Abierta: la JP debería haberse sumado al gobierno de
Osinde-López Rega, para defender “las políticas axiales” del ministro
Gelbard (congelación de paritarias).
El lugar especial de esta carta del cenáculo intelectual del
nacionalismo es, en primer lugar, la admisión de que se refuerza la
tendencia a un nuevo episodio de disolución de la economía y la política
del país. En segundo lugar, abandona la caracterización de la izquierda
como un protagonista de la "historia cultural de Argentina", o sea como
pata izquierda del llamado movimiento nacional, para considerarla un
actor político potencial -o sea como expresión de la clase obrera que se
desarrolla como alternativa de poder. Es precisamente esa la síntesis
de nuestra convocatoria al Luna Park, el 8 de noviembre próximo.
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