Reapertura de paritarias, ocupar toda fábrica que cierre
Se acerca fin de año y ha recrudecido la insatisfacción salarial. La
magnitud de la inflación, que ya supera el 40% en un año, tritura
salarios, jubilaciones y planes sociales. Los salarios de quienes
tuvieron paritarias cayeron al menos un 12% en términos reales, ni qué
decir de los precarizados. El impuesto a las ganancias absorbió, para
muchos trabajadores, “entre un aguinaldo y un aguinaldo y medio” (Clarín, 21/10). Por ese motivo, volvieron a parar los bancarios este
miércoles. Si no hay un proceso huelguístico extendido, ello no sólo se
debe al parate productivo, sino principalmente al trabajo de contención
de la burocracia sindical.
En este cuadro, se ha instalado el debate sobre un bono (pago especial)
de fin de año. Por un lado, la UIA admitió la posibilidad de su pago,
claro está, “de acuerdo con las posibilidades de cada empresa”. El
gobierno, por su parte, afirma que no es necesario porque el salario se
ha “revalorizado”. Compara el promedio de paritarias con los guarismos
del “nuevo” (y tan fraudulento como siempre) Indec. El mismo gobierno
que niega un bono salarial para todos los trabajadores, prepara bonos
atados al dólar a favor de las cerealeras y otros especuladores, con el
propósito de que éstos ofrezcan algo de los dólares que tienen
acumulados.
El bono que todos quieren y nadie tiene
Por el lado de las filas sindicales, Yasky, el más oficialista de
todos, pero también Caló, se subieron al carro del bono. En la misma
línea está la CGT moyanista.
Es claro que este reclamo de “bono por única vez” es un operativo
preventivo contra la gran cuestión que plantea la carestía: la necesidad
de reabrir las paritarias para rediscutir los salarios 2014. La
burguesía ha quedado escaldada por los saqueos y levantamientos
policiales de fines del año pasado. Este año, la situación social es
objetivamente más grave. En Buenos Aires, Scioli adelanta la discusión
de las paritarias 2015 -que es lo contrario a reabrir paritarias-,
mientras raspa el fondo de la olla para otorgar alguna migaja en las
fiestas. Para la burocracia, el bono sería también una coartada para
descomprimir las futuras paritarias y plantear aspiraciones salariales
menores.
Pero, en verdad, la burocracia ni siquiera está empeñada… en el propio
bono, al menos como conquista de conjunto. Por ejemplo, la UOM de Caló
ya aclaró que “no se negociará con las cámaras empresarias, sino empresa
por empresa” (Clarín, 21/10). A su turno, Batallón 601 Martínez deslizó
que “lo negociará con los empresarios de la construcción, sin hacerlo
público” (Ambito, 21/10). La burocracia no se aparta un milímetro del
libreto de la Unión Industrial, que admite el bono, no ya como
negociación por gremio, sino incluso por empresa. El propio gobierno no
rechaza esta vía, la de un bonus por empresa, “bajo cuerda”, el que no
será homologado por el Ministerio de Trabajo. Hasta esta “preocupación”
de la burocracia por el “pago de fin de año” es un fraude, porque deja a
los trabajadores de cada fábrica o repartición librados a su suerte. No
hay el menor atisbo de una lucha de conjunto, siquiera por el bono.
Unidad sindical
De Caló a Moyano, la coincidencia en reclamar el bono ha sido
presentada como parte de las tratativas entre las burocracias
oficialistas y opositoras en torno de una CGT unificada. El contenido de
esta unidad es claro: por un lado, asegurar una sucesión presidencial
sin los “tropiezos” de la convulsión social. Por el otro, ofrecer ese
papel de contención al futuro gobierno, trátese de Scioli, Massa o
Binner. Pero estas movidas de unidad revelan movimientos políticos más
amplios, que involucran a los propios partidos a los que los burócratas,
de una u otra manera, ligan su destino. Las condiciones convulsivas que
planteará el arreglo con los buitres, acompañado de una nueva
devaluación, tarifazos y ajustes, no sólo reclamarán el concurso de los
burócratas: podrían obligar a recurrir en 2015 al gobierno o gabinete de
coalición que Macri o Scioli insinúan para después de las elecciones.
Moyano ha sido muy claro al afirmar, en declaraciones radiales, que
“acá asumirá un nuevo gobierno, tendrá que aplicar medidas muy duras de
ajuste y el movimiento obrero tiene que estar unido para acompañar”. Del
otro lado, es conocida la promesa de Macri a los burócratas, de
“ayudarlos a enfrentar a los troskos”. La capacidad de controlar al
movimiento obrero -y, principalmente, de contrarrestar al clasismo- está
presente en los debates de la burguesía y también en las movidas de
Gerardo Martínez y Moyano en torno de la unificación. En lo inmediato,
el gran “aporte” lo están haciendo Moyano y Barrionuevo, que han
liquidado todo plan de lucha tras el paro de agosto, contribuyendo a
aislar las presentes luchas. Por ejemplo, Cresta Roja, Cargill, Valeo o
los gremios cordobeses que plantean la reapertura de paritarias, al
igual que ATE y la flamante CTA combativa de Mendoza.
El rumbo político del movimiento obrero
La vinculación entre las reivindicaciones obreras, los sindicatos y la
transición política demuestra que el movimiento obrero combativo y los
luchadores no pueden escindir sus reclamos de una deliberación y una
conclusión política de fondo, para que la clase obrera sea un factor
activo y conciente en el desenlace de esta crisis. Esta es la cuestión
que abordaremos ampliamente en el Congreso del movimiento obrero y la
izquierda, el próximo 8 de noviembre en el Luna Park.
El planteo de paro activo de 36 horas y plan de lucha por la reapertura
de paritarias, por un aumento de emergencia de 3.000 pesos y bono o
doble aguinaldo para todos los trabajadores y jubilados; ningún despido y
anulación de ganancias en los salarios, se inscribe en esta lucha
política. Reforcemos la campaña por estos objetivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario