La revelación de que la cadena de hoteles de la familia presidencial
servía a una gigantesca operación de lavado de dinero devolvió al
kirchnerismo a su verdadera condición: la de un gobierno que se
disgrega. Después de todo, sufre una hemorragia de aliados desde 2008 -y
ahora 'parió' Pichetto. Los caciques del sindicalismo del transporte,
antiguos oficialistas, siguen adelante con la huelga del jueves 27,
aunque se limite a la defensa del medio aguinaldo para los compañeros
afectados por el impuesto al salario. En este cuadro, ¿asistimos, acaso,
a un intento de acortar el mandato presidencial desde Comodoro Py? Los
jueces 'sediciosos', por lo menos, se van sumando. ( Porque crece el fenómeno del pato rengo ya que siempre juzgan a los funcionarios cuando termianan sus mandatos y nunca los tocan antes , por algo Menem fue preso unos dìas en 1999 y ahora condenado por la justicia sigue defendido como miembro del bloque K . Lo que no entiendo es el escandalo que hacen los funcionarios cuando saben que la justicia esta para resguardar los intereses y propiedades de los millonarios como cristina o Menem o De la Rua o Cavallo o De la Rua )
Probablemente no, y no porque los tiempos judiciales sean
interminables, especialmente para los bonetes grandes y para el poder.
La Corporación aprieta, pero todavía no ahorca. Ocurre que la
supervivencia de los K se está disputando por otro lado: el compromiso
de sostener la candidatura de Scioli para transitar los últimos meses de
gobierno. Se trata de la candidatura que asegura el continuismo de los
caciques del conurbano y de la burocracia sindical, con el planteo de
"volver a los mercados internacionales" ante la asfixia financiera que
soporta el capital nativo. El récord de cheques rechazados que anuncia
Ambito (26/11), muestra que el asunto orilla la bancarrota. Antes que
soltarle la mano a Scioli, CFK preferirá desprenderse de Kicillof y
formar un gabinete de 'transición'. De ocurrir lo contrario, el ariete
judicial sí podría convertirse en un pasaje del gobierno a mejor vida.
Quien entiende de esto mejor que nadie es el ex canciller Jorge Taiana,
que oficia de izquierda del kirchnerismo, quien se tomó un avión a
Mendoza para celebrar el día del militante con los gobernadores
sciolistas. El Movimiento Evita lo acompaña en la modesta aspiración de
ganar la candidatura nacional y popular a jefe de Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, donde sus posibilidades son nulas. Hasta Horacio
González, de Carta Abierta, quien dice discrepar con la "formación
político-literaria" (sic) de Scioli, ahora le reconoce virtudes de
"cortesía personal" (La Nación, 22/11).
Scioli, el salvavidas
Cuando desde distintos rincones se alude a la posibilidad de una
victoria oficialista en primera vuelta, el beneficiado no es La Cámpora
sino Scioli, su sepulturero. El kirchnerismo no tiene espacio en la
transición política. Los apoyos que reciben sus iniciativas en el
Congreso necesitan del respaldo del sciolismo, que le ha puesto un
precio a ello -facilitado por la división opositora. Los camporistas
fingen creer que un gobierno de Scioli implica continuidad kirchnerista,
pero Scioli representa el desmantelamiento progresivo del régimen K.
Gracias a esa promesa, Scioli pudo frenar la corrida de los barones del
conurbano y de la burocracia sindical hacia el campo de Sergio Massa, cuya candidatura, por eso mismo, ha perdido sustento pejotista y ganado
el módico de algunos candidatos radicales. Un editorialista de ¡Clarín!
acaba de anticipar que Scioli conformará un "gabinete a lo Menem", con
"ministros de peso". En otras palabras, tendrá su propio Cavallo. ( Mario Blejer o Redrado ?)
El "cristinismo" tendrá que acompañar esta orientación o atenerse a las
consecuencias: la escalada judicial contra la Presidenta. Entretanto,
los buitres guardan su propia carta de extorsión. La gesta "nacional y
popular" deberá optar entre Scioli o una residencia privada en Devoto.
Mientras tanto, el candidato opositor preferido por el kirchnerismo,
Macri, se ha convertido en el preferido por la oposición. El martes
pasado, "el pibe" presentó su programa: "moneda fuerte e
infraestructura". Se trata del password del capital inmobiliario, que se
prepara a tomar por asalto el suelo urbano de las principales ciudades,
en especial Buenos Aires. Ese mismo programa se lo presentó Gustavo
Weiss, el presidente de la Cámara de la Construcción, precisamente, a
Cristina Kirchner. La respuesta de la Presidenta mostró su pérdida de
sintonía con la situación del país, cuando opuso a un rescate financiero
internacional seguir gravando salarios y desvalijando a la Anses. Esas
'tetas' de los K se han secado -es lo que le recordarán los gremios del
transporte.
Entre Scioli y Macri, Massa rema a los codazos y el 'progresismo' se
desintegra. La agenda de la burguesía no contempla espacio para el
progresismo. Lo ilustra Dilma Rousseff, quien entre recesión y acoso
judicial, trata de salvar un segundo mandato que aún no inició. Si los
'tres mosqueteros' salvan los escollos para llegar a una segunda vuelta,
vendrá el momento de formar un gobierno de coalición, como se los exige
todo el arco burgués desde todos los medios de comunicación. ¿Para
hacer qué? El recontra gran ajuste -como lo vociferó Ricardo Arriazu, un
patriarca del 'establishment'.
Ya se escucha con inusitada frecuencia que un arreglo con los buitres
no alcanza -que hay que meter el bisturí hasta el hueso. Claro que
Argentina enfrenta un ajuste -el asunto es quién lo paga.
Transición
La transición política en curso es el prólogo a lo que será seguramente
el período de mayor crisis social y de luchas populares desde incluso
antes de 2001. Es en esta perspectiva de conjunto que debe instalarse el
Frente de Izquierda. Se trata de cruzar el puente entre la comprensión
que hoy tienen las masas de esta situación y la que deberán enfrentar a
mediano plazo. Está prohibido, para los luchadores, saltarse la
evolución de la conciencia política del pueblo. Es también un seguro
contra la tendencia a pasar del 'luchismo' al 'electoralismo'.
La burocracia sindical está buscando reposicionarse en este final de
año, no para conducir al movimiento obrero a la victoria, sino para
contener el avance de la izquierda y construir una salida política con
los 'tres mosqueteros'. No debería haber ilusión en un 'giro de
izquierda' de la burocracia. El planteo estratégico de unir a la
izquierda con el movimiento obrero está más vigente que nunca.
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