El anuncio efectuado por el fiscal del condado de Saint Louis, Robert
McCullock, el lunes a la noche, acerca de que el oficial de policía
Darren Wilson no sería enjuiciado, es visto en todo el país y en todo el
mundo como una farsa judicial.
Desde el comienzo, el proceso que llevó a la decisión final fue
manipulado en forma fraudulenta con un propósito excluyente: proteger al
policía que había asesinado al joven Michael Brown, que estaba
desarmado.
En vez de presentar cargos para una acusación formal, el Estado convocó
a un "grandjury" (un jurado acusador que decide si hay o no mérito para
enjuiciar penalmente), que reemplazó el juicio público por una
audiencia secreta, a puertas cerradas, en la cual la evidencia fue
controlada por la fiscalía, conducida por una persona con estrechas
relaciones con la policía. Esto fue seguido por una inusual decisión de
la fiscalía de no requerir y discutir imputaciones específicas.
Las transcripciones de las actas del "grandjury" revelan una tendencia
clara y evidente, donde los fiscales se dedican a desacreditar toda la
evidencia, incluyendo los testimonios oculares, que no estaban de
acuerdo con el relato requerido. Wilson, por el contrario, presentó su
versión durante cuatro horas sin ser cuestionado. A través de las
audiencias, la oficina del fiscal buscó enjuiciar a Michael Brown y no a
Darren Wilson.
En general, los "grandjuries" aceptan las imputaciones que presentan
los fiscales, y en este caso no fue diferente. A pesar de la abrumadora
evidencia de que se había cometido un crimen, el "grandjury" no presentó
una acusación formal porque la fiscalía no lo quería.
La absolución de los crímenes de Wilson, sin embargo, no se puede
explicar simplemente como resultado de las infracciones de McCulloch.
Las acciones del fiscal fueron parte de una operación política
extremadamente bien orquestada, en la cual estuvo involucrado en forma
estrecha el gobierno de Obama, como se empeñó en destacar el mismo
McCulloch.
Dada la enorme ira popular por el asesinato de Brown y el claro
fundamento legal para un juicio, se podría preguntar por qué el
"grandjury" no propuso, al menos, una acusación por un crimen de menor
envergadura, como, por ejemplo, homicidio culposo. O por qué no se
realizó una acusación y no se llevó a cabo un juicio que, dadas las
simpatías de la fiscalía, habría producido, muy probablemente, el mismo
resultado: la exoneración de Wilson. En los tres meses que pasaron entre
el asesinato de Michael Brown y la decisión final de no procesarlo, sin
duda hubo un debate tras bambalinas sobre estas diferentes
posibilidades.
Nuevos precedentes para la represión
Hay dos factores que explican la línea de pensamiento que llevó a la
clase dominante a la decisión que tomó. Existe, ante todo, el elemento
de la provocación. La clase dominante ha buscado establecer nuevos
precedentes para la represión en los Estados Unidos. En realidad, el
momento del anuncio de la decisión del "grandjury" parece haber sido
calculado deliberadamente para crear las mejores condiciones para la
violencia policial.
En una escalada en la respuesta a las protestas de agosto, la policía
antidisturbios patrulló las calles en la noche del lunes, armada con
armas automáticas y vehículos blindados, disparando balas de goma y
gases lacrimógenos. El martes, el gobernador de Missouri, Jay Nixon
-quien había declarado un estado de emergencia preventivo una semana
antes de la decisión del "grandjury"- anunció que 2.200 miembros de la
Guardia Nacional, una rama de las Fuerzas Armadas, serían desplegados
directamente contra los manifestantes. Una ciudad estadounidense ha sido
efectivamente ocupada.
En segundo lugar, la decisión refleja la intención de cerrar filas. Más
allá de las alternativas tácticas que se discutieron, finalmente se
tomó la decisión de que, frente al aumento del malestar social, no
debían hacerse concesiones, porque cualquier concesión sería vista como
un signo de debilidad, lo que alentaría una mayor oposición.
Sin embargo, al defender su preponderancia a través de la violencia, la
clase dominante se ha desacreditado aún más a sí misma ante el mundo
entero. Un Estado que ha organizado guerras en todas las regiones del
mundo, invariablemente justificadas sobre la base de la defensa de los
derechos humanos, emplea las formas más brutales de represión dentro de
sus fronteras.
En los medios de comunicación existe un cierto nerviosismo acerca de
las consecuencias políticas de estas acciones. El columnista del
Washington Post, Dana Milbank, por ejemplo, expresa su preocupación de
que "el enjuiciamiento patético de Darren Wilson" por parte de
McCulloch, haya reforzado "un sentimiento entre los afroamericanos y
entre muchos otros de que el sistema judicial se encuentra manipulado".
The New York Times, hablando en nombre de sectores del Partido
Demócrata, muestra su preocupación, en un editorial publicado el martes,
acerca de que “las calles llenas de cicatrices de Saint Louis y la
indignación que continúa reverberando en todo el país... muestran una
vez más que la desconfianza en la aplicación de la ley presenta un grave
peligro para el tejido cívico de los Estados Unidos”.
Este "grave peligro" ha sido alimentado, según el Times, por la decisión de no procesar a Wilson.
Mientras que estos comentarios son generalmente enmarcados en términos
raciales, la cuestión de fondo es de clase. La clase dominante es muy
conciente de que las políticas que persigue -interminable guerra en el
exterior y la contrarrevolución social en el país- son profundamente
impopulares. Por un "grave peligro para el tejido cívico", el Times
entiende malestar social.
Una crisis política
Aunque es conciente del desbordante descontento social, la clase
dominante no tiene nada que ofrecer. El propio Times coloca sus críticas
a la decisión del gran jurado en un marco de elogio para el papel de
Obama, como si su gobierno no ocupara un lugar central en el resultado
en Ferguson y en la crisis política más amplia a la que hace frente la
clase dominante estadounidense.
La respuesta de Obama a la decisión del "grandjury" es reveladora. El
Presidente, inmediatamente, se apresuró a declarar en cadena nacional
que los resultados del juicio eran válidos y legítimos. "Somos una
nación construida sobre el imperio de la ley -dijo-, así que tenemos que
aceptar esta decisión del ‘grandjury’". Esto no es más que un respaldo
al fraude judicial y legal. Al mismo tiempo que Obama se asocia a una
decisión que da licencia a la policía para matar, cuando se refirió a
los manifestantes dijo que "nunca hay una excusa para la violencia".
Seis años de administración de Obama no han pasado inadvertidos.
Millones de trabajadores y jóvenes en los Estados Unidos han comenzado a
llegar a la conclusión de que no existe un mecanismo, dentro del
sistema social y político existentes para resolver sus inquietudes o
expresar su oposición. Esta comprensión ha sido confirmada por la
exoneración de Darren Wilson. Estos son los sellos distintivos de un
sistema que se dirige inexorablemente hacia la ruina.
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