El año ha cerrado con un movimiento obrero que, por abajo, está
peleando palmo a palmo contra la degradación del salario, las
suspensiones y los despidos.
Los compañeros de Lear arrancaron reincorporaciones. La presión
creciente contra el impuesto al salario obligó al gobierno a echar
lastre y no aplicarlo a los aguinaldos. Los petroleros y los químicos de
Zárate siguen en una dura pulseada.
En medio de una inflación del 40% y de la pérdida de 800.000 puestos de
trabajo en un año, la clase obrera da respuestas y arranca victorias, a
pesar de la deserción de los Caló, Yasky, Moyano o Barrionuevo o Micheli.
Ese freno no ha pasado desapercibido: asistimos a una rebelión
antiburocrática, como se observa en la UOM de Córdoba o entre los
trabajadores de prensa.
El gobierno ha elegido a sus “pilares” para terminar su mandato: de un
lado, Aníbal Fernández, un viejo provocador del movimiento popular. Del
otro, el espía y represor Milani.
Los Massa, Macri y compañía no tienen para ofrecer más que nuevas
variantes ajustadoras, además de sus propios espías y represores.
El año 2015 será, por eso, un gran escenario de luchas por las reivindicaciones amenazadas.
Pero también de grandes pronunciamientos políticos, en un año surcado
por batallas electorales en la nación y en todas las provincias.
Vamos a una lucha gigantesca para que el polo de los explotados tenga su referencia política propia.
Ese es el gran desafío del Frente de Izquierda.
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