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viernes, 27 de febrero de 2015

“Si la poesía se juntara con la clase obrera y la clase obrera con la poesía tendríamos una revolución social”

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Entrevista a Jorge Altamira: “Si la poesía se juntara con la clase obrera y la clase obrera con la poesía tendríamos una revolución social”

Por :Alejandro Guerrero (@guerrerodelpo) y Daniel Mecca (@dmecca1),


Producción:  Martina Nudelman (@funesvera)

Desde tiempo atrás, el vínculo del arte y la literatura con la política revolucionaria ha vuelto (saludablemente) a ocupar espacios importantes en el debate de la izquierda y no sólo de ella, como si permaneciera presente aquella sentencia de Antonin Artaud: “El deber del poeta, el deber del artista, es atacar la conciencia social; si no ¿para qué sirve? Si no ¿para qué nació?”. El vínculo del artista y de su obra con la militancia política es otra vez motivo de discusión, y se le dedican artículos y libros. Es, además, una de las preocupaciones centrales de nuestra publicación. En ese sentido, la frase del título explica por sí misma esta entrevista con el líder del Partido Obrero, Jorge Altamira.

-En un debate televisivo, el economista Orlando Ferreres te dijo en tono peyorativo que eras “un poeta marxista”. Antes de preguntarte por el vínculo que ves entre poesía, literatura, política y revolución tal como le contestaste a él: ¿alguna vez intentaste ser poeta, escribir poesía?
-Nunca intenté escribir poesía. Considero que es un oficio muy difícil. Incluso, en una ocasión, un poeta ruso, hace 40 o 50 años, había sido condenado en ese país por no ejercer ningún trabajo útil. Me acuerdo que me resultó verdaderamente sorprendente el argumento, que daba al mismo tiempo la dimensión del atraso intelectual de la burocracia, porque lo que yo consideraba el oficio más difícil ellos entendían que era vagancia; y aunque no pensaran exactamente eso y simplemente lo utilizaran para encarcelarlo me llamó mucho la atención. El tema con (Orlando) Ferreres es más prosaico. Discutíamos temas económicos y entonces él, para descalificar el debate tan prosaico, tan tierra a tierra, dijo que eso era poesía, que no era nada concreto. Pero el hecho de que hubiera utilizado la comparación con la poesía mostraba su horizonte intelectual, porque incluso en el supuesto caso de que mis planteamientos hubieran sido abstractos, él podría haberme respondido que eran abstractos, que no tenían un fundamento empírico o teórico; pero eligió la expresión “poesía”, es decir que poesía sería (según él) una divagación sin contornos. Yo tengo una tendencia a responder en las polémicas tomando el agravio; me molesta muchísimo decir: “Vos no me entendiste, yo quise decir otra cosa”. En este caso nunca le hubiera contestado: “Cómo me podés decir una cosa así, si yo he probado que la relación entre las exportaciones y el Producto Bruto es tal o cual…”. Yo tomo el agravio del contendiente como un elemento de la polémica, no como una distorsión y, justamente, le contesté que la poesía es una actividad del hombre, de la mujer, de las personas, y que si la poesía se juntara con la clase obrera y la clase obrera se juntara con la poesía tendríamos una revolución social. Es decir que en cierto modo dupliqué la polémica ya que esto me dio la oportunidad de defender la revolución socialista en una pantalla de televisión. Acá quiero hacer un agregado: es muy difícil, si no imposible, encontrar que la izquierda defienda la revolución socialista por la televisión, inclusive aquellos que hacen gala de una supuesta ortodoxia. Ahora el debate político en general es medio deshilachado, trata de ser concreto y poco poético y eso se manifiesta principalmente en la izquierda, que quiere demostrarle a la burguesía que ha conquistado el realismo y le hace una concesión teórica descomunal. Yo di la oportunidad de dar una batalla teórica completa; una: no soy realista en el sentido vulgar; dos: me dio la oportunidad de hablar en una pantalla de televisión sobre la revolución socialista y, tercero, de reivindicar a la poesía.


Yo tomo el agravio del contendiente como un elemento de la polémica, no como una distorsión y, justamente, le contesté que la poesía es una actividad del hombre, de la mujer, de las personas, y que si la poesía se juntara con la clase obrera y la clase obrera se juntara con la poesía tendríamos una revolución social.

-En su descalificación, Ferreres hace una precisión. Dice: “Vos pensás en el aire, como un poeta marxista. Un poeta marxista no puede dirigir un partido político…”

-Eso no lo recuerdo en absoluto. Mi recuerdo no va más allá de la descalificación como que eso es poesía. Si lo dijo de esa manera el ataque es ambiguo porque ataca cómo es la poesía marxista, y la poesía marxista es un contrasentido; no sé si ataca al marxismo o ataca a la poesía y el maridaje no tiene absolutamente ningún sentido. Si hay algo que la poesía no puede hacer es ajustarse a determinados tipos de reglas. Incluso en una poesía tradicional -que seguía ciertas reglas de composiciones porque era la impronta de la época- adentro de la poesía (con esas reglas, como un soneto) había variaciones descomunales. Yo me salté todo eso, evidentemente, porque dije:Acá tengo la oportunidad de juntar a la poesía con la clase obrera y la revolución social” y lo desarrollé.

—Trotsky escribió “Literatura y revolución”, y elaboró con André Breton el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente” ¿A qué atribuís que haya invertido tanto tiempo y esfuerzo a la cuestión de la literatura y el arte?
—En realidad, si utilizamos la expresión poeta en un sentido amplio, no estrictamente del que escribe una poesía, (León) Trotsky era un poeta. En cierto sentido (Karl) Marx también. Por ejemplo El 18 Brumario de Luis Bonaparte no es sólo un libro de altísima política en Marx… una parte que ahora recuerdo en la que describe la reacción del pequeño comerciante en las jornadas revolucionarias, va más allá del libro histórico. Es impresionante. Imaginate vos esta escena: el mundo está desenvolviendo una gesta histórica, y el pequeño comerciante dice que los piquetes no van a dejar pasar a los clientes: “Esta mañana no vendo nada”. Noooo, es extraordinario…

¿Qué quiero decir con esto? Se utiliza la imagen literaria, poética, para reforzar un análisis histórico y eso es una maravilla. La Historia de la Revolución Rusa, de Trotsky, también es impresionante. El tema de “la llama”: la burguesía rusa da un golpe de estado para derribar al zar, muy cobardamente. Y entonces Trotsky dice que es como la llama de una vela, que se enciende más en el instante previo a apagarse; es una lección de dialéctica, porque cobra vigor esa llama antes de apagarse. Y además muestra que la burguesía rusa, incluso cuando toma la iniciativa, está liquidada, es cobarde y no tiene futuro, y lo muestra a través de una imagen.

A Trotsky, la imagen de Marx de El 18 de Brumario que relaté también lo impactó porque él, con esa imagen de Marx, va a explicar el fascismo. Aquello que decía Marx, que la pequeña burguesía comercial se irritaba porque no podían pasar los clientes debido a las barricadas revolucionarias, era en la época de ascenso de la burguesía; en la época de la decadencia, esa pequeña burguesía ya no sólo se irrita, sino que constituye bandas de lúmpenes para aplastar a la clase obrera. Él toma aquella imagen y desarrolla una nueva, y esa imagen nueva es poderosa porque en el marxismo “convencional” las clases sociales están como hipertrofiadas: está la burguesía y está el proletariado y los que circulan de un lado u otro. Ya Marx había visto la importancia de la pequeña burguesía y su protagonismo; los que no entendieron el fascismo se debió a que no entendieron el desclasamiento brutal de la pequeña burguesía en la decadencia capitalista. Entonces hay una riqueza sociológica e histórica (porque se trata de la decadencia y no del ascenso del capitalismo) y hay un brote de imágenes fenomenal. Esto es recurrente.
Cuando escribo me doy cuenta de la gigantesca creatividad que tiene una imagen, porque tiene que nacer esa imagen de alguna entraña, es una experiencia intensamente vivida, muy imaginativa, y lo digo en particular porque dicen: “Este tipo (Marx) es un intelectual, se está marchitando en el Museo Británico”. De ninguna manera: tenía una experiencia de vida y una elaboración de experiencia de vida absolutamente descomunal.

Otra cosa que tenían en común Trotsky y Marx es una gran pasión por la literatura poética y la literatura en general; entonces de golpe, cuando se está escribiendo, vienen a la cabeza (William) Shakespeare, (Johann Wolfgang von) Goethe; la cultura en un sentido real, profundo de la palabra, es una fuente inspiradora descomunal. Savas Matsas (dirigente del EEK, Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia) lo destacó muy bien con el problema del topo en la obra de Shakespeare Hamlet: Hamlet se refiere a su padre como un topo: “Ah, viejo topo”. Marx, creo que en El 18 Brumario o en un balance posterior, vuelve con el problema del topo. Entonces viene la siguiente pregunta: ¿el topo de Marx está vinculado con Shakespeare? Si vos encontrás la veta filosófica del planteo de Marx te das cuenta de que es el papá de Hamlet: ¿quién sería Hamlet en Marx? Hamlet sería la clase obrera y el padre de la clase obrera es el topo, y ¿quién es el padre?: la historia. Y entonces la historia (el topo) le dice al hijo que es la clase obrera: “Ojo, me tenés que vengar, tenés una misión que cumplir”. En este caso la misión histórica de la clase obrera es la emancipación social; si Marx pensó en el topo de Shakespeare, mirá la abundancia de imágenes. Eso me conmueve.

Los invito a que hagan un estudio político-literario que una vez quise hacer porque me llamó poderosamente la atención: cuando León Tolstói cumplió 80 años, tres marxistas que se encontraban en lugares diferentes escribieron tres textos importantísimos: Trotsky, (Vladímir Ilich) Lenin y Rosa Luxemburgo. El de Trotsky es un delirio. A qué voy: hagan un estudio porque van a ver cómo refiriéndose al mismo personaje se reflejan tres personalidades diferentes. El de Lenin es un estudio del campesinado en la Revolución Rusa, pero Trotsky, por ejemplo, empieza de una manera que te sacude las entrañas. Tolstói cumple 80 años: ¿por qué (Tolstói) nos da la impresión de una cosa vieja y Marx, que murió hace 40 años, nos parece tan viviente? Ojo, Tolstói, no cualquiera, la figura literaria más encumbrada de Rusia (el libro La guerra y la paz es impresionante); entonces, a través de escritos de la misma persona, virtualmente el mismo día, desde lugares diferentes, se ven tres personalidades en su potencia creativa.


La burguesía rusa da un golpe de estado para derribar al zar, muy cobardamente. Y entonces Trotsky dice que es como la llama de una vela, que se enciende más en el instante previo a apagarse; es una lección de dialéctica, porque cobra vigor esa llama antes de apagarse. Y además muestra que la burguesía rusa, incluso cuando toma la iniciativa, está liquidada, es cobarde y no tiene futuro, y lo muestra a través de una imagen.
Otra cosa que tenían en común Trotsky y Marx es una gran pasión por la literatura poética y la literatura en general; entonces de golpe, cuando se está escribiendo, vienen a la cabeza (William) Shakespeare, (Johann Wolfgang von) Goethe; la cultura en un sentido real, profundo de la palabra, es una fuente inspiradora descomunal.
—Para sintetizar la siguiente pregunta, podemos citar tres movimientos esenciales del arte en el siglo XX: primero el dadaísmo como reacción a la brutalidad de la Primera Guerra Mundial; luego el surrealismo –heredera de las bases del dadaísmo– y, finalmente, el conceptualismo, que en Argentina tuvo su manifestación en el Di Tella y en expresiones vanguardistas de los sesenta y setenta. Estos movimientos tuvieron reacciones frente a marcos críticos de la historia. ¿Ves que en la actualidad el movimiento artístico refleje la crisis que se vive?

—Seguramente. Probablemente esta reacción se vea en el cine a través de manifestaciones diferentes. Por ejemplo, hay una película de (Quentin) Tarantino sobre la lucha de los esclavos en la Guerra de Secesión que es una película sorprendente. Recuerdo una de un tipo, un perverso, que se dedicaba a matar mujeres, y luego tres mujeres a las que intenta matar lo enfrentan, lo dan vuelta y lo destruyen con una violencia mayor o igual a aquella con la que él había querido destruirlas; una película de la pura violencia y pura desintegración en los medios populares de Estados Unidos. En esa película sobre la esclavitud el tema de la violencia cambia radicalmente y tiene una singularidad en el sentido de que es muy violenta: en medio de un mundo que vive en una violencia general, espantosa, el discurso oficial es democratizante, humanitario, de fraternidad, de “no somos enemigos, somos adversarios”, de “dialogando la gente se entiende” (y esto lo vivimos acá con esta jerigonza entre opositores y kirchneristas, entre opositores tradicionales y, en general, en el discurso oficial tan pacifista y conciliador); decía que, en ese escenario, Tarantino recupera la violencia revolucionaria, pero no la violencia en el sentido puramente revolucionario, sino en el sentido puramente violento; como cuando tiran a los jefes, oficiales y capitanes de El acorazado Potemkin, en la película de (Serguéi M.) Eisenstein. Ahí liquidan a sus verdugos. Yo, lamentablemente, por formación, por tiempo, no podría describir primero qué tendencias (en arte) tenemos en desarrollo. Aunque les parezca curioso me inquieta más -siempre me inquietó- la arquitectura por el tema del urbanismo, con una gigantesca crisis urbana, con desarrollos inmobiliarios especulativos que han sido el detonante en la crisis mundial. Me detengo en el debate entre los arquitectos sobre la cuestión del urbanismo, lo voy siguiendo, tratando de entender y comprender, pero no tengo ese seguimiento respecto a hacer una cosa como hacía Trotsky respecto del futurismo; o esa crítica que hizo sobre Viaje al final de la noche, de (Louis-Ferdinand) Céline, porque hay que ser francamente un genio para descubrir en un libro pacifista una tendencia fascistizante del autor, que luego se corrobora en la realidad.
En general dentro del Partido Obrero me intereso por los compañeros que escriben poesía, por conocer lo que producen para acompañar y entender algunas cosas.

—Fuera de los textos políticos, ¿qué autores influyeron en tu formación intelectual?
La palabra textos políticos es estrecha. Las puras polémicas políticas las protagonizan personas que mientras polemizan sobre la situación del momento te dan una compresión del contexto histórico que han vivido; en ese sentido los autores que más me han influido son siempre los clásicos del marxismo, y le diría a quien dice que esto es poco que, sin embargo, es una fuente inagotable. Un libro como El Capital especialmente el primer tomo y, para ciertas cuestiones fundamentales, con seguridad también el tercerono se pueden leer una sola vez, no se pueden simplemente leer. Hay que elaborar, hay un desarrollo de categorías extremadamente importante y eso quedó muy de manifiesto cuando el mundo se enteró del libro de Marx sobre los fundamentos de la crítica a la economía política.

Me vino a la memoria un libro que regalé varias veces por su estilo literario fundamentalmente. Fue la primera novela que leí en francés y me impresionó mucho: El largo viaje, de Jorge Semprún, que no era un revolucionario de ninguna manera, terminó apoyando la transición española (se refiere al periodo inmediatamente posterior a la muerte de Francisco Franco, cuando los partidos de la burguesía española, con el socialismo y el estalinismo, pactaron la instauración de la “monarquía constitucional” vigente hasta hoy; NR); son libros que en toda una secuela reflejan la derrota de la revolución en la posguerra. Eso se ve también en (Ettore) Scola en el cine y son lamentos pequeño-burgueses, de sueños no realizadosDigo lamentos pequeño burgueses porque, mientras no te entierren, lo que no lograste analizalo críticamente y encaralo en la etapa que viene. Ahora, si de esos lamentos resulta que entrás en la transición española, eso sí es lamentable. Sin embargo son libros muy bien escritos y perfilan personajes que creen en el estalinismo, y uno se imagina las expectativas de una generación al derrotar al nazismo… por eso hay una traición, porque si nadie quería, buscaba y deseaba una revolución después de la Segunda Guerra Mundial, que no se produjo porque políticamente la habían bloqueado, no se podría hablar de traición.
Por ejemplo, Alexander Solzhenitsyn, que terminó francamente como un contrarrevolucionario, su libro El primer círculo es muy fuerte, porque defiende la perspectiva de la revolución mundial. Yo les estoy hablando… Miren, este libro, discúlpenme, lo leí mientras estaba en la clandestinidad bajo (Juan Carlos) Onganía. Después Matsas escribe un artículo donde da cuenta de todas las contradicciones de Solzhenitsyn. En este libro hay un tipo en un gulag que tiene un mapa en su celda, es una víctima y prisionero del estalinismo, y tiene un mapa y va con unos darditos señalando el avance del Ejército Rojo en China. Es muy fuerte. En el gulag. Es decir que todavía había una conciencia revolucionaria en la generación de esa época. ¿Por qué está preso? Este hombre era fantástico con el alemán y trabajaba en el aparato de propaganda del Ejército Rojo en la Segunda Guerra, en la propaganda sobre los alemanes. Él se niega a impulsar la línea de Stalin, que era el “ojo por ojo diente por diente”; es decir, todo lo que los alemanes les hicieron a los rusos tenían que hacérselo los rusos a los alemanes; él se oponía, decía que había que confraternizar con ellos y llevarlos a la revolución. Más otras escenas de parejas o matrimonios que se distancian durante mucho tiempo por consecuencia de la represión, y las escenas de reencuentro son durísimas. Encierra toda una reflexión sobre la experiencia soviética, quizás incompleta, pero son libros que sí me impactaron.

—¿Te ha gustado leer poesía a lo largo de tu vida, y, si es así, qué autores te han impactado?
Considero que la lectura de poesía es muy difícil. Quiero decir lo siguiente: en realidad no es que sea difícil, la poesía hay que leerla con mucha paciencia; creo que es más difícil una poesía que un texto filosófico, porque hay que capturar las imágenes, la transferencia no es fácil y yo tengo una tendencia a vivir apresuradamente, pero me doy cuenta de que es una literatura descomunal. Me acuerdo ahora, por ejemplo, a raíz de que ya dominaba el francés, de haberme empeñado en leer todo (Charles) Baudelaire, eran excursiones que después no tenían continuidad porque había que militar. Las dictaduras militares para la generación que represento no se pueden obviar porque te comen una parte de la vida absolutamente esencial. Por ejemplo, la última dictadura tuvo lugar cuando yo tenía 34 años y terminó cuando tenía cuarenta y algo, y de los 34 a los cuarenta y pico pasa todo lo más importante que puede pasar ¿está claro? Estás corriendo, estás preocupado por la sobrevivencia, y no la sobrevivencia personal: tiene que sobrevivir tu partido, tenés que hacer frente a las nuevas circunstancias. Yo conocí en Europa a grupos políticos trotskistas, de izquierda, que incursionaron en la vida política de sus países a partir de la caída de la dictadura y confiaban que se iban a desarrollar, pero no lo hicieron, y uno de los motivos es que no habían atravesado sus dictaduras con sus pueblos, y entonces emergían luego de la caída de la dictadura como una planta extraña. La dictadura para nosotros significó una lucha absolutamente tenaz: sacar la prensa, distribuirla, informar de las huelgas, participar activamente, por lo cual tenemos una autoridad descomunal incluso dentro de la izquierda. Fijate lo que la gente dice del Partido Comunista o lo que fue el morenismo, que apoyó una autoamnistía, la reclamó, una amnistía general para los milicos y la gente que estaba perseguida, que caracterizó de “dictablanda” (a la dictadura de Videla).

De todos modos, como lo peor para mí es la queja. Quiero decir lo siguiente: si Trotsky podía escribir su crítica literaria en el tren blindado durante la Guerra Civil, el punto esencial es que hay una diferencia de vocación, lo demás aparece como circunstancias; es un problema de vocación. Yo he abandonado muchas cosas y me he dedicado más que nada a los temas políticos y muchísimo a los temas económicos, que llevan un tiempo fenomenal y que hoy se manifiestan también en el debate político general; nosotros como partido aparecemos mucho mejor armados para debates cruciales de economía que el resto de la izquierda, y es consecuencia de un trabajo. Hemos caracterizado la crisis mundial con anticipación.
La poesía hay que leerla con mucha paciencia; creo que es más difícil una poesía que un texto filosófico, porque hay que capturar las imágenes y la transferencia no es fácil.
La dictadura para nosotros significó una lucha absolutamente tenaz: sacar la prensa, distribuirla, informar de las huelgas, participar activamente, por lo cual tenemos una autoridad descomunal incluso dentro de la izquierda.
— ¿Cómo pueden contribuir la literatura y el arte a la fusión del movimiento obrero con la izquierda revolucionaria?

Yo creo que tienen que trabajar su vocación, lo van a descubrir a través de una práctica concreta. No puede haber una regla, no conozco una regla. Hay que admitir que estamos en una situación de reflujo, lo digo en un sentido general: por ejemplo, hay periodos de mayores luchas pero no tienen una envergadura tal que uno puede decir: “Hemos vuelto a las grandes luchas del Cordobazo”; entonces, probablemente, eso genere un distanciamiento de artistas y la clase obrera. ¿Pero no hay vida en la clase obrera? Hay una vida intensísima, ocultada para la opinión pública, pero hay una gigantesca deliberación de todo tipo. Eso se observa en las conversaciones que uno tiene con los compañeros activistas, incluso con activistas de otras tendencias o de ninguna tendencia. Pero los intelectuales están separados de ese proceso, porque es un proceso que no tiene una expresión masiva. Y entonces: ¿cuál es la temática que los influye cotidianamente, qué horizonte o universos de temas los influye cotidianamente? A lo mejor lo que discuten las clases medias, las corrientes literarias, la moda, pero eso es objetivo, no estoy reprochando nada a nadie. Es un fenómeno objetivo. Cuando uno mira las declaraciones de dos movimientos que ahora son muy destacados, Syriza en Grecia y Podemos en España, no hay una coma que refleje la intervención del proletariado, son todos mensajes de una cosmovisión, de un contexto, que tiene a la clase obrera ausente, y sin embargo reúnen en actos públicos 150 mil personas y suman intenciones de voto. Ahí hay un tipo de proceso.
Veamos un tema que tiene actualidad; la confusión es muy grande: por ejemplo ¿Charlie Hebdo puede mofarse de Mahoma? No he visto ninguna respuesta vigorosa a nivel mundial, dominan la discusión los que piensan que no hay que agraviar los sentimientos de los otros. La lucha contra el oscurantismo, que era el punto de partida de los socialistas cuando Marx era un adolescente, ya desapareció y eso es mundial. Ahora bien, en Argentina, donde León Ferrari hizo una gran punta en ese terreno, no hubo una explosión de ideas y de afirmaciones y de polémicas sobre esta cuestión. Yo conocí personalmente a León Ferrari, compartimos muchísimas cosas en la época de la dictadura y creo que ya había muerto cuando nombraron papa a Bergoglio; él era un kirchnerista fanático. ¿Si estuviera vivo, qué hace? ¿Restablece el Cristo sangriento o lo retira? ¿O sigue considerando que el clero, la Iglesia, cumplieron una función tremendamente reaccionaria?

Por lo pronto también está esta confusión: ahora hay una marcha de fiscales y jueces, todos cómplices de las porquerías que están pasando en este país, pretendiendo reivindicar “memoria, verdad y justicia”. Entre esos jueces están los que me metieron preso (digo a mí porque me metieron preso en la Casa Rosada), pero también a todos los compañeros del comité nacional del PO, de locales centrales… Sí, (el juez Gerardo) Larrambebere, por ejemplo, y (el fiscal) Raúl Pleé. A Pleé lo voy a recordar más que a Larrambebere, porque si bien Larrambere fraguó la acusación para meternos presos, en una operación de servicios, cuando me hacen el interrogatorio Pleé le dice al juez que se opone a darme la excarcelación y que yo tengo que seguir preso en todo el proceso. ¿Vos te das cuenta de que le niega a una persona sin antecedentes penales la excarcelación en un proceso que sabe que fraguó con Larrambebere y otros alfonistas de 1989? Me enteré de que el secretario del juzgado de Larrambebere era Alberto Nisman, en 1989. ¿Por qué señalo esto? Porque tiene que ver con Charlie Hebdo ¿Cómo es que van a ir manifestar con torturadores oficiales como François Hollande y Ángela Merkel? No, no pueden: tendrán que hacer su propia manifestación en defensa de los periodistas asesinados, de sus derechos e inclusive de su derecho de decir cualquier porquería de lo que fuere, y después criticamos. Si no estamos de acuerdo con lo que se dice, hacemos la crítica. Pero marchan con Hollande. Y toda la comunidad artística va ahí, todos los críticos literarios van ahí.
El otro aspecto es Carta Abierta, que reduce toda la lucha política a una reivindicación del lenguaje, es decir que están planteando el problema del ejercicio de una especie de tutela de las conciencias porque, en definitiva, si hay un lenguaje y no una dialéctica lo que están esperando es que se imponga el lenguaje y el relato de ellos sobre los demás relatos, y que todos marchemos detrás de un mismo relato; y para ocultar todo eso se valen de textos larguísimos que solamente son comprensibles, y lo dudo, para quien lo haya escrito. Son todos intelectuales que estuvieron en el exilio en la época de la dictadura; probablemente fueron todos antimenemistas mientras el kirchnerismo era recontramenemista. Por lo tanto son una vertiente popular de la creatividad literaria y no ha habido una crítica sistemática a este sector. Si no hay crítica sistemática a un sector como Carta Abierta y a otros que hacen lo mismo en el campo opositor, la pelea por una dirección obrera, por una creatividad de parte del proletariado no se va a dar.
Ahora vi que Patria Grande vuelve a hablar de la “Argentina kirchnerista”, es decir que opinan que en esta década los trabajadores se alinearon con un programa y una ideología política, y no simplemente que fueron una fuerza manipulada sin cohesión propia porque, como clase, nunca actuaron cohesionadamente en apoyo al kirchnerismo.
O por ejemplo libros de la Argentina kirchnerista: la categoría “Argentina kirchnerista” es prácticamente una rendición integral al nacionalismo burgués, entonces no hay una actividad más intensa de crítica, de nivel, de planteo. Bueno, mas tarde o más temprano va a ocurrir, no hay ningún tipo de problema, además los desarrollos son desiguales.
Una vez le preguntaron a Trotsky si la Revolución Rusa se hubiera producido en el caso de que Marx no hubiera escrito El Capital. Claro que sí, pero sin la ventaja de toda esta comprensión que da El Capital, y en la estructuración del movimiento obrero sin ese tipo de experiencia. De todos modos, cuando uno mira la historia del movimiento obrero, la influencia de Marx es muy limitada. Eso ya arranca con la crítica de Marx al Programa de Gotha (la socialdemocracia alemana se estructura en función de planteamientos populistas), que es la única crítica al populismo que existe hasta hoy, y Marx y Lenin y Trotsky siempre fueron minoría en su partido. Todo el mundo sabe que cuando Lenin llegó a Rusia la dirección del partido bolchevique era partidaria de un gobierno de coalición.
Yo estoy reclamando más crítica, más elaboración. Hay que trabajar más, desarrollar más la crítica política, porque la crítica política es una semilla muy grande para la elaboración en cualquier otro plano porque permite ir al núcleo del momento histórico, es decir amplía el campo de la sensibilidad de los que crean en cualquier otro campo. Eso es incuestionable. Hay una separación entre la intelectualidad, incluso la de izquierda, y el movimiento obrero (el movimiento obrero no es todavía un actor poderoso). Eso tiene sus influencias por ejemplo en el desarrollo del Frente de Izquierda: al FIT y al PO hay que verlos como pasos preparatorios que le van a dar a un futuro ascenso obrero una cohesión mayor que la que tendría en ausencia de este desarrollo político.
Cuando uno mira las declaraciones de dos movimientos que ahora son muy destacados, Syriza en Grecia y Podemos en España, no hay una coma que refleje la intervención del proletariado, son todos mensajes de una cosmovisión, de un contexto, que tiene a la clase obrera ausente, y sin embargo reúnen en actos públicos 150 mil personas y suman intenciones de voto. Ahí hay un tipo de proceso.
Carta Abierta reduce toda la lucha política a una reivindicación del lenguaje, es decir que están planteando el problema del ejercicio de una especie de tutela de las conciencias porque, en definitiva, si hay un lenguaje y no una dialéctica lo que están esperando es que se imponga el lenguaje y el relato de ellos sobre los demás relatos. Si no hay crítica sistemática a Carta Abierta y a otros que hacen lo mismo en el campo opositor, la pelea por una dirección obrera, por una creatividad de parte del proletariado no se va a dar.
Una vez le preguntaron a Trotsky si la Revolución Rusa se hubiera producido en el caso de que Marx no hubiera escrito El Capital. Claro que sí, pero sin la ventaja de toda esta comprensión que da El Capital, y en la estructuración del movimiento obrero sin ese tipo de experiencia.
Yo estoy reclamando más crítica, más elaboración. Hay que trabajar más, desarrollar más la crítica política, porque la crítica política es una semilla muy grande para la elaboración en cualquier otro plano porque permite ir al núcleo del momento histórico, es decir amplía el campo de la sensibilidad de los que crean en cualquier otro campo. Eso es incuestionable.
—¿Qué política tendría un gobierno obrero respecto de la literatura, el arte, la intelectualidad?
Yo creo que la única política que debe tener un gobierno obrero es, por un lado, poner la plata para fomentar el desarrollo, la alfabetización, la escolarización, la cultura, el acceso a todos los medios de cultura de las grandes masas. Por lo tanto se necesita plata, y después libertad para que de la experimentación se produzcan los resultados. Después no se puede poner absolutamente ninguna otra política. Además, en la pregunta utilizaron la expresión “gobierno obrero”, y acá quiero decir algo que es caro para mí: nosotros luchamos por un partido obrero, pero el gobierno obrero y el Partido Obrero no son lo mismo, porque un gobierno obrero, desde el momento que toma el poder del Estado, sufre la presión, tiene que tomar decisiones en base a la presión de las distintas clases sociales. El Partido Obrero tiene que asegurarse que la presión de la clase obrera prevalezca sobre la de todas las otras clases sociales en el gobierno obrero. Es decir el gobierno obrero es una gestión política, el Partido Obrero es un instrumento de movilización y de desarrollo de la conciencia de clase. Son categorías diferentes. Entonces el Partido Obrero también tiene la libertad de criticar, que no la tiene el aparato estatal. Una cosa es el aparto estatal y otra cosa el propio partido: nosotros podemos dar opinión de que tales cosas reflejan una tendencia contrarrevolucionaria (dicho en forma grosera) y nos pueden decir: “Uy, se están inmiscuyendo en el arte”. Por supuesto, nos inmiscuimos en todo lo que tienen derecho a inmiscuirse los demás. Ahora bien: el aparato del Estado lo único que tiene que dejar es que todos se inmiscuyan en todo, menos él. Tiene que asegurar la libertad para que todo el mundo meta la mano. Eso es lo que ha sostenido la Cuarta Internacional toda la vida, no es ninguna novedad, es una aclaración que Lenin hace respecto del gobierno obrero en Rusia y que Trotsky la desarrolla todavía más. Esto no es una idea que haya surgido de la nada, tiene que ver con una tradición de experiencia política.



La única política que debe tener un gobierno obrero es, por un lado, poner la plata para fomentar el desarrollo, la alfabetización, la escolarización, la cultura, el acceso a todos los medios de cultura de las grandes masas. Por lo tanto se necesita plata, y después libertad para que de la experimentación se produzcan los resultados. Después no se puede poner absolutamente ninguna otra política.
Un gobierno obrero, desde el momento que toma el poder del Estado, sufre la presión, tiene que tomar decisiones en base a la presión de las distintas clases sociales. El Partido Obrero tiene que asegurarse que la presión de la clase obrera prevalezca sobre la de todas las otras clases sociales en el gobierno obrero. Es decir el gobierno obrero es una gestión política, el Partido Obrero es un instrumento de movilización y de desarrollo de la conciencia de clase.



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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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