Por: Diego Rojas
“Tengo diez mansiones, no una, pero estoy acá. Yo
podría estar ahora en mi mansión, pedazo de animal, vago de miércoles”.
Son las palabras de Beatriz Rojkés de Alperovich, senadora nacional por
Tucumán y esposa del gobernador kirchnerista José Alperovich. Las
dirigió el sábado por la tarde a un inundado del sur tucumano que le
hacía un reproche por la falta de maquinarias que solucionaran el
desastre que provocaron las aguas en aquella región. Es la voz de
Beatriz Rojkés -que fuera durante un largo periodo de la década
kirchnerista la tercera persona en la línea sucesoria presidencial,
luego del vicepresidente Amado Boudou- pero viene de la profundidad de
los tiempos, ya que es la voz programática de los conservadores
nacionales descargando la responsabilidad de la pobreza en los propios
pobres debido a su ignorancia y costumbres barbáricas.
Tal vez debería sorprender que las insultantes expresiones
fueran emitidas por una de las más conspicuas representantes del
kirchnerismo en el norte argentino ya que, como se sabe, la impostura
del oficialismo hace que se presente a su movimiento como transformador
-a pesar de toda la evidencia que demuestra que no lo es-. Rojkés está
casada con el gobernador Alperovich, que se iniciara en la política en
1995 como legislador de la Unión Cívica Radical. La crisis de 2001 -y el
hundimiento del radicalismo de la mano del helicóptero del presidente
De la Rúa, que ordenó la represión que costó la vida de 35 personas el
20 de diciembre de ese año- promovieron que Alperovich se pasara al
justicialismo con cierta astucia. En 2003 fue elegido gobernador.
Beatriz Rojkés fue elegida diputada. El clan Alperovich-Rojkés quedaba inaugurado y gobernaría la provincia como si fuera una empresa de su propiedad.
(El holding empresario real de la familia, iniciado por su padre, está
integrado por varias concesionarias de automotores -proveedoras
exclusivas de vehículos al Estado tucumano-, un hotel de alta gama y una
empresa constructora e inmobiliaria. Además, el gobernador tiene campos
en Tucumán, Santiago del Estero y Salta, donde cosecha soja, maíz,
trigo, cítricos y arándanos).
La familia ocupa los cargos claves en el férreo manejo del
Estado. Silvia Rojkés de Temkin es la ministra de Educación, y fue
titular del Instituto Provincial de Acción Cooperativa y Mutual. Carlos
Rojkés, es representante del Banco de Tucumán, hombre de peso en la
radio LV12 y asesor de su hermana en la Cámara alta. El primo del
gobernador, Benjamín Bromberg, fue representante oficial de Tucumán en
Buenos Aires y ahora es diputado nacional. Otro primo, Oscar Mirkin,
tiene el estratégico cargo de secretario de Obras Públicas, y su hermana
Beatriz fue electa diputada nacional. Una de las hijas del gobernador,
Sara Alperovich, de 29 años, aparece con una relación por demás
ventajosa con el PAMI. Tiene un consultorio odontológico que habría
facturado, en menos de dos años, 699.000 pesos a la obra social, en
concepto de cápitas. El Centro Odontológico de Tucumán denunció que la
hija del gobernador recibe del PAMI 36.000 pesos por mes, mientras que
el resto de los consultorios obtiene, en promedio, entre 5.000 y 9.000. En
los últimos años, Rojkés de Alperovich se transformó en una de las
políticas más ricas del país. En su declaración jurada anterior a 2006,
había registrado una fortuna de 1,7 millones de pesos, que para 2006 se
habían transformado en 7 millones. Cuatro años después la fortuna de la
esposa del gobernador tucumano se había multiplicado otra vez, ahora por
tres, alcanzando los 20.627.274 pesos.
No es la primera vez que la senadora Rojkés comete un
exabrupto que muestra su profunda esencia reaccionaria. En 2012 la niña
de 6 años Mercedes Figueroa fue hallada muerta en el barrio Echeverría
en un crimen que conmocionó a la sociedad tucumana. La senadora declaró:
“No podemos tener al señor Estado a la par de una familia que está
borracha, y permite que una criatura de seis años esté sola”.
En el “pedazo de animal, vago de miércoles” y la citada
declaración se exhibe una línea de pensamiento. Una línea de pensamiento
tremendamente antipopular y escudada en la impunidad que otorga el
poder. Una impunidad a la que los Alperovich están acostumbrados. El
caso Paulina Lebbos da cuenta de ello. El asesinato de la joven tucumana
se produjo en 2006 y la investigación judicial fue desviada y estancada
de manera premeditada porque algunas líneas investigativas conducían a
los hijos del poder en la responsabilidad del crimen. Cuando Alberto
Lebbos, padre de Paulina y quien no cesó de denunciar la responsabilidad
estatal en el encubrimiento del homicidio de su hija, pudo ver que la
lucha rinde frutos y la justicia nacional ordenó que otro fiscal agilice
la causa, se pudo comprobar cómo nada se había avanzado en la
investigación de aquella muerte, cómo se habían perdido pruebas y cómo
se había intentado proteger a los sospechosos del delito. Un hijo del
gobernador y el hijo de su secretario personal eran señalados como
posibles autores del asesinato en una fiesta en la que se habría
sobrepasado todo límite. Alberto Lebbos continúa movilizándose junto a
otras víctimas de la impunidad tucumana para que se haga justicia por
los crímenes cometidos.
“Tengo diez mansiones, no una, pero estoy acá. Yo podría estar ahora en mi mansión, pedazo de animal, vago de miércoles”. Esas
fueron las palabras que muestran como pocas el kirchnerismo al desnudo:
un movimiento conservador ataviado con falsos ropajes del cambio.
Sin embargo, no debería dejar de hacerse notar que la persona a la que
iban dirigidas las palabras de Rojkés -Cristian Bulacio, obrero agrícola en las cosechas de papa, limón y arándano y cuya familia perdió su hogar debido a la inundación- no se quedó callado. El cuerpo social de
la nación tiene espacios cada vez más crecientes para los impulsos a la
rebelión, así lo demuestran, por mínimos que sean, gestos vindicativos.
La senadora Rojkés insultó a Bulacio frente al reclamo de maquinarias
para solucionar las consecuencias de la inundación. “Pedazo de animal”,
le dijo, “vago de miércoles”. Bulacio respondió: “¿Vago? ¡Ustedes son todos unos ladrones!”. Y es cierto.
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