Al mediodía del 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y otros puntos de la ciudad provocando una de las grandes masacres de la historia argentina. El informe oficial reseñó 360 muertos y 1.000 heridos, de los cuales sólo 25 y 80, respectivamente, pertenecían a las fuerzas armadas. A las 12:40 comenzó una oleada de descargas sobre la Casa Rosada con el objetivo declarado de matar a Perón, pero oleadas sucesivas se fueron descargando sobre la población indefensa, que en gran número había comenzado a ocupar las calles ante el llamado de la CGT a concentrarse "sin violencia" contra el golpe al gobierno.
El plan de los conspiradores era entregar el poder a una junta cívico militar, que integrarían Adolfo Vicchi, conservador; Américo Ghioldi, del Partido Socialista, exiliado en el Uruguay, y Miguel Angel Zavala Ortiz, de la UCR, que participó de los bombardeos.
A las 17, el golpe militar había fracasado. La conspiración había llegado a dominar las bases de Punta Indio, Ezeiza y Morón, pero no había logrado plegar ninguna unidad del Ejército que, finalmente, terminó con la rebelión.
Fue, sin embargo, el ensayo general del golpe que terminaría con el gobierno de Perón tres meses después.
La Iglesia
El 9 de junio de 1955, una marcha por Corpus Christi hacia el Congreso
bajo la consigna "Cristo Vence" había reunido a radicales, socialistas,
conservadores, nacionalistas y comunistas.
Hacia mediados de 1954, la jerarquía eclesiástica había comenzado a
alentar una campaña sistemática para derrocar al gobierno peronista;
Perón respondió con la anulación de la enseñanza religiosa (que el
peronismo había restablecido en 1946), la ley de divorcio y una ley de
profilaxis -que dejaba de reprimir a la prostitución. El 11 de junio se
fundó en Córdoba la Democracia Cristiana. La Acción Católica fue
transformada en una fuerza de movilización y de choque.
La situación de prosperidad de la posguerra se había desvanecido hacia
1952. Las reservas monetarias se habían reducido en forma drástica; una
sequía había derrumbado las exportaciones, ya afectadas por una política
de exportaciones subsidiadas por parte de Estados Unidos; la inflación
llegaba al 38% anual. El "Plan de estabilización", lanzado en febrero de
1952, significó eliminar el impuesto a las ganancias rurales, abrir las
puertas al capital extranjero, subsidiar a la oligarquía, por parte del
Instituto de Intercambio (IAPI), y la suspensión de las negociaciones
colectivas, en principio por dos años, reemplazadas por aumentos por
decreto.
(cualquier semejanza con la caida de reservas actual , la caida de las exportaciones , la inflacion del 30 o 40% anual , o que la economia argentina no crezca desde 2012 y continue el aumento de la precarizacion laboral , el incremente del fraude de la tercerizacion y desocupacion actual son puras coincidencias sistemicas del capital )
La clase obrera
El plan fracasó y una de las razones determinantes fue la impotencia
del gobierno peronista para trasladar íntegramente a los trabajadores el
peso de la crisis. El humor de los trabajadores se puso de relieve en
el acto conmemorativo del 17 de octubre de 1952, cuando el secretario
general de la CGT, José Espejo, fue estruendosamente silbado y
abucheado. El número de asambleas sindicales y participantes en ellas
comenzó a crecer de manera vertiginosa, contra los bajos niveles de
1950/52 y comenzaron a arrancarse aumentos extraoficiales de salarios a
partir de conflictos de fábrica. Esto explica que, entre 1952 y 1953,
los salarios reales hayan crecido un 6%, a pesar del congelamiento, y
que Perón saliera a atacar las demandas salariales de algunas comisiones
internas, en particular del gremio gráfico. Es en ese momento cuando
Perón va a defender la "centralización" de los conflictos contra la
embestida obrera: "ningún afiliado tiene el derecho de exigir aumentos
de salarios si no es a través de sus propias direcciones sindicales
nacionales"1.
Es esta intervención del movimiento obrero lo que lleva a Perón a
promulgar la Ley de Convenios Colectivos en septiembre de 1953 (14.250),
que condiciona los convenios colectivos a la aprobación por parte del
Ministerio de Trabajo y a que no afecte "disposiciones dictadas en
protección del interés general". Este va a ser el preámbulo a una
explosión de conflictos laborales a un nivel desconocido desde 1950.
Perón reabrió las paritarias en abril de 1954, prometiendo la nula
intervención del Estado -buscaba el respaldo obrero contra el golpe
inminente. Pero fue superado con la huelga de la UOM, impuesto por los
delegados de Capital en oposición a la dirección del sindicato. El
número de huelguistas y días perdidos en 1953 se había multiplicado por
veinte respecto al año anterior. La CGT no pudo cumplir el papel que se
propuso y el balance de la central fue inocultable: "nuestra
organización ha sufrido una seria pérdida de prestigio dentro del
movimiento obrero"2. Más tarde, en el Congreso de la Productividad
-abril y mayo 1955- Perón plantearía una reedición de la política de
ajuste.
Prólogo a la Libertadora
Frente a la embestida golpista del clero, de la Unión Democrática
renacida de la mano de la Iglesia, Perón adoptó las medidas laicistas ya
señaladas, pero además anuló la exención de impuestos a la propiedad de
la Iglesia e hizo aprobar una ley para llamar a una Constituyente para
separar a la Iglesia del Estado. Con motivo de este conflicto, varios
dirigentes peronistas renunciaron a sus cargos (entre ellos Cafiero,
invocando una "cuestión de conciencia").
El golpe de junio de 1955 sacó a luz una conspiración golpista que
contaba con el apoyo de la burguesía y los partidos "democráticos".
Perón respondió con una política que anunciaba la capitulación.
Reivindicó al Ejército, donde simplemente el plan del golpe no había
madurado. Minimizó la movilización de las masas. Ordenó la confiscación
del arsenal en manos de la CGT (unos 5.000 rifles y revólveres). La
burocracia de la CGT siguió la misma línea de reivindicación del
generalato. Perón llamó enseguida a la "conciliación nacional" y abrió
los medios de comunicación a los golpistas. Cuando comprobó que los
discursos opositores funcionaban como pantalla de un golpe que seguía
siendo organizado a todo trapo, presentó la renuncia al Congreso. En la
escenificación al rechazo a este abandono voluntario del gobierno por
parte de la Asamblea Legislativa, Perón se despachó con un "cinco por
uno"3, que puso en evidencia un estado de impotencia.
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1. El Tranviario Automotor, diciembre 1953.
2. CGT, Libro de Actas, junio 1954.
3. "Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos",
fue una frase del último discurso de Perón en Plaza de Mayo , 31 de
agosto de 1955, antes del golpe de la Libertadora.
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