Durante varios meses estuvimos denunciando la salida devaluatoria de
los ‘tres jinetes del ajuste'. Los aludidos negaban absolutamente estas
intenciones. Incluso la propuesta del macrismo de "levantar el cepo" no
fue presentada como una devaluación, esto porque se limitaría a
reconocer la cotización de la moneda en el mercado paralelo -que por
esas fechas se encontraba debajo de 13 pesos. Los asesores económicos de
esos candidatos defendían, sin embargo, la devaluación, como la única
vía para reconquistar un financiamiento internacional, que estaría muy
barato, según ellos, en la actualidad. Para ello, coincidían todos -en
especial el sciolista Miguel Bein- en que había que arreglar antes con
los fondos buitre, o sea agregar unos 15.000 millones de dólares a la
deuda externa sólo para empezar.
La devaluación de la divisa china altera, objetivamente, estos
planteos. Ocurre que, lejos de incentivar un financiamiento del
exterior, la devaluación del yuan ha acentuado la salida de fondos del
país. Eso es lo que ya ocurre en Argentina, según lo registra el aumento
de la cotización del dólar paralelo en diversos mercados. La
devaluación de China incorpora, además, otro elemento explosivo, porque
eleva la tasa de depreciación del peso, que necesitaría una devaluación,
de Argentina. El mismo efecto tiene la desvalorización cada vez mayor
del real de Brasil. En definitiva, el gobierno actual o futuro ha
perdido el control de la devaluación.
Asistimos a un fenómeno parecido al que atravesó la convertibilidad de
Menem, Cavallo, “Chacho” Alvarez y De la Rúa. La necesidad de salir de
ella quedó en evidencia hacia finales de 1994, cuando la crisis de
México (el ‘efecto tequila’) acentuó la recesión en Argentina. El
menemismo, primero, y la Alianza, después, decidieron no moverse ni un
milímetro del esquema, por temor a desatar una crisis superior. El
inmovilismo económico en los siete años siguientes simplemente acentuó
la dimensión de la crisis potencial. Lo ocurrido demuestra que la
economía capitalista no se maneja con ‘planes’, debido a su naturaleza
sustancialmente anárquica -que se disimula en la expresión ‘mercado’.
Lo que emerge de todo esto es la posibilidad creciente de una salida
‘desordenada' a la crisis actual, con todas las consecuencias políticas
correspondientes. Esta perspectiva ha quedado inscripta en la propuesta
de Manifiesto que hemos elevado a la mesa nacional del Frente de
Izquierda.
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