Edición
Impresa #1377
| Por Gabriel Solano
No deja de ser esclarecedor que en La Izquierda Diario el PTS advierta
un rasgo común
(http://www.laizquierdadiario.com/Las-PASO-el-peronismo-y-el-Frente-de-Izquierda)
en la elección realizada por la macrista María Vidal en la provincia de
Buenos Aires, la derrota de varios 'barones del conurbano' y el triunfo
de Nicolás Del Caño en las Paso del Frente de Izquierda. Estos
resultados estarían revelando, dice, "la relativa autonomía del votante"
-un concepto sencillamente absurdo aplicado al electorado que apoya a
los candidatos del capital. Es instructivo, sin embargo, que el PTS
extienda la "renovación" al campo patronal, en una muestra curiosa (al
menos para un trotskista) de que “la gente” busca “el cambio”.
Felicitaciones entonces a los candidatos patronales ‘novedosos'.
Moraleja: vayamos entonces con la corriente.
El 9 de agosto ganó "lo nuevo", con Macri y Aníbal Fernández incluidos
-que ganaron sus internas contra otros "aparatos". Esta fundamentación
del oportunismo electoral se distingue por su gruesa grosería.
Chau
candidatos obreros, chau luchadores, chau programa. Mientras, María
Eugenia Vidal también llamaba a "renovar", siguiendo al pie de la letra
el libreto de Durán Barba, de quien se dice que fue ‘trotskista'. El PTS
debería peregrinar a la Basílica de Luján para agradecer el fracaso de
su "campaña de firmas" a favor de "la unidad Altamira-Del Caño". ¿La
campaña a octubre va a asumir toda esta súbita degeneración política? El
inglés Chesterton escribió alguna vez que no había nada más viejo que
los editoriales del día y la novedad.
Izquierda Diario hace un aporte significativo a la clarificación
política. Después de semejante señalamiento no hay lugar para presentar
al triunfo de Del Caño como progresivo o revolucionario. Por el
contrario, el PTS asume ahora (si no lo había reconocido antes) los
prejuicios democratizantes, incluso cuando su contenido es reaccionario.
Sustituye el programa socialista por el marketing en boga, porque la
democracia no reside en el cambio del personal del Estado sino en la
quiebra de la burocracia que lo encarna. El PTS descubre que hay tomarse
"en serio" la lucha contra "la casta política". Esta explicaría hasta
el surgimiento del chavismo en Venezuela, no su programa nacionalista ni
su denuncia del reparto del poder entre los clanes de la V República.
Chávez se levantó en armas (1992) para reivindicar el Caracazo que, en
1989, sublevó a miles de trabajadores contra el gobierno entreguista.
Estamos ante un retroceso ideológico y político espectacular.
El PTS denuncia nuestro desconocimiento del carácter progresivo de la
denuncia de la "casta política" y del hecho de que la canalice la
izquierda trotskista. Sin embargo, el PTS esa denuncia por ahora la
apuntó contra el PO y la Lista Unidad, no contra la ‘casta' trepadora de
las María Eugenia Vidal, ni contra los punteros que se han alejado por
conveniencia de sus tutores. Que la "izquierda trotskista" asuma este
trabajo sucio es lo peor de todo el relato. La "crisis de
representación" fue precisamente el eufemismo que utilizó una parte de
la pequeña burguesía para quitarle el filo revolucionario al Argentinazo
en 2001/2. De nuevo, chau ‘candidatos obreros', que ahora funcionan
como floreros de los candidatos ‘renovadores'.
Apuntar contra un dirigente revolucionario como parte de la "casta
política" (como hizo Bregman en Intratables, donde tuvo que ser refutada
por Luis Zamora) no implica solamente una alta dosis de inmoralidad.
Es, también, una declaración de ruptura con el Cordobazo, con la
tradición revolucionaria que ha sido desplazada de la actualidad
inmediata, pero que debería ser reivindicada como única perspectiva
política frente a la bancarrota del capital -lo mismo que la Revolución
de Octubre y la IV Internacional. El internacionalismo del PTS ha
quedado privado de contenido: se limitaría a una operación territorial.
El PTS renuncia a jugar un papel ‘testimonial', luego de haber
fundamentado ese papel en la crisis de Grecia, en 2012, cuando explicó
que no apoyaba la consigna de gobierno de izquierda, con un programa
revolucionario, porque su tarea era prepararse para "el momento final".
La lucha por el programa de transición, en todas las fases de la
bancarrota capitalista, es la refutación completa de este
testimonialismo. Se hace una explotación reaccionaria de la distancia
real que existe entre el Cordobazo y su generación, de la generación
actual y sus limitaciones políticas. Mientras en el PO siempre hemos
reivindicado (no ahora) la unidad entre distintas generaciones, aquí se
nos presenta un planteo marketinero, que repite prejuicios antiguos.
Trotsky fue el primero en lamentar la crisis generacional, en un
comentario sobre el asesinato de Rakovsky, su último colaborador. La
unidad generacional proyecta las conquistas teóricas de las etapas
precedentes; fue lo que intentó cortar el stalinismo.
http://www.po.org.ar/prensaObrera/1377/politicas/vidal-y-del-cano
lunes, 24 de agosto de 2015
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