El compañero Pablo Rieznik explica de manera amplia y admirable el
alcance cultural de la industria como motor de desarrollo social. En ese
sentido, la industria sería la estructura cultural más importante que
ha creado el capitalismo. Pero es necesario definir a qué se llama
"industria cultural". En esa definición se incluirían, a mi juicio, las
industrias generadoras de contenidos ideológicos. Como discernir sobre
la cultura en general es una ardua tarea, mi nota de Prensa Obrera
trataba sobre la obra de arte y la "industria cultural", tema que es
parte de mis intereses debido a mi actividad literaria.
El párrafo que Pablo me dedica en su nota se basa en la
descontextualización de una frase, lo que provoca su tergiversación.
Como sólo se industrializan objetos, no ideas, decir que "sólo se
industrializan ideas" es una metáfora. Y todas las metáforas necesitan
ser explicadas. Porque ¿qué diferenciaría, si no, un libro de una lata
de tomates? La diferencia es que dentro del libro hay ideas; dentro de
la lata de tomates hay tomates. Es decir que la industria cultural sería
la única capaz de "industrializar ideas" en sentido más estricto.
En todo arte hay algo de artesanal, algo que convierte en única a la
obra de arte: la película "El padrino", por ejemplo, es un objeto único,
aunque de ella haya miles de copias en el mundo. Esta idea discute el
famoso artículo de Walter Benjamin acerca de la desaparición del aura en
la obra de arte con la posibilidad de su reproductibilidad técnica.
Creo que eso sólo es cierto si hablamos del mercado del arte, pero no si
se trata del carácter de la obra de arte. En este caso, creo que el
aura no ha desaparecido, sino que se ha desplazado hacia el valor
simbólico de la obra. (Quedaría por analizar lo que sucede con el aura y
las nuevas tecnologías: con los nuevos celulares, cualquier persona
puede realizar su video y difundirlo en las redes sociales, lo que
significaría que el "artista" y el "espectador" se confunden y el aura
de la obra dejaría de existir).
En mi nota me refería a la industria en el terreno de las obras de arte
y daba varios ejemplos acerca de lo que entiendo por "industrializar
las ideas", que también es una metáfora: se trata de la intención de la
industria cultural de regimentar esas ideas y de "serializarlas". La
intención de uniformar los objetos artísticos en su estética e, incluso,
en sus contenidos es una tendencia en ese sentido. Y es a esto a lo que
llamo "industria cultural": a la industrialización de contenidos "en
serie". Me refería a esta regimentación cuando dije que "la
industrialización de las ideas conduce inexorablemente al fascismo", es
decir, a la imposición del pensamiento dominante como paradigma social y
a la censura de cualquier otro y por cualquier método. No olvidemos que
esto no sólo sucede con el fascismo o las democracias burguesas, sino
que también sucedió con el estalinismo y su realismo socialista.
No es mi intención cuestionar la industria en general, sino este
aspecto de una industria muy particular, que tiene la potestad de hacer
llegar a las más amplias masas las ideas que la sociedad elabora como
obras de arte. Mi crítica tenía el sentido de alertar sobre este
problema.
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