Lula da Silva vino a la Argentina a hacer campaña por Scioli, en nombre
del PT (Partido de los Trabajadores de Brasil). En las reuniones que
sostuvo con Cristina y su candidato abundaron las referencias a la
unidad regional y al "rechazo a los ajustes". Pero el visitante no tuvo
suerte: mientras se fotografiaba con los 'hermanos argentinos', una
consultora internacional rebajaba la calidad de la deuda brasileña. Fue
el pretexto para que el ministro de Economía de Rousseff, una suerte de
López Murphy brasileño, anunciara despidos masivos de empleados públicos
y recortes de planes sociales como condición para recobrar la confianza
del capital internacional. Sin embargo, los renovados pedidos de
impeachment (juicio político) a Rousseff en el Congreso anticipan que
esa confianza pende de un hilo, o, más bien, de la capacidad de su
gobierno para avanzar con el paquete antipopular.
Nada de esto impidió que Scioli levantara la mano de Lula en su
condición de representante petista, con el objetivo de reforzar el
carácter impostor de su propia campaña electoral. Mientras el candidato
oficial despliega la demagogia latinoamericanista, sus asesores
económicos diseñan un arreglo de deuda con los fondos buitre y el plan
de ajuste al que necesariamente deberá conducir un reendeudamiento
internacional.
La crisis mundial y la "unidad latinoamericana"
El encuentro CFK-Scioli-Lula reveló también hasta qué punto la crisis
mundial agrava el conservadurismo de los gobiernos pretendidamente
nacionales o progresistas. En el almuerzo con el fundador del PT,
Cristina dejó de lado los devaneos de unidad regional para reclamar el
ingreso de Argentina en los Brics, el bloque de los grandes
'emergentes'. No es un secreto que el interés de los K está puesto en el
banco de los Brics como fuente de rescate financiero. Pero como ya se
lo hicieron saber, el acceso a esos fondos está condicionado a la
normalización con el capital internacional -o sea, al arreglo con los
buitres y los otros litigios pendientes. En cualquier caso, los propios
Brics han entrado en zona de turbulencia, después del estallido de la
burbuja especulativa en China, del derrumbe de los precios
internacionales de las materias primas y de la crisis brasileña. En este
país, la devaluación ha venido acompañada por una escalada de acuerdos
comerciales extra Mercosur -con México, Colombia y Estados Unidos- a
expensas de las posibilidades comerciales de la burguesía argentina.
Lula y CFK, en definitiva, invocaron una "unidad" que ha sido fracturada
por la crisis mundial.
Extorsión política
En definitiva, el encuentro Lula-Scioli fue un acto de encubrimiento recíproco entre dos ajustadores revestidos de 'populares'.
La demagogia "continental" apunta a reforzar una extorsión que está en
el corazón de la campaña oficialista, de acá a octubre. Según este
planteo, Scioli- Zanini constituirían una barrera a los planes de
carácter derechista o ajustador y encarnados por Macri. En nombre de
ello, los trabajadores o el movimiento popular deberían renunciar a
expresarse en forma políticamente independiente en las elecciones
generales. Es la misma extorsión con la cual Rousseff exigió el voto
popular para su segundo mandato. Ese aval fue utilizado contra los
propios trabajadores, a través de durísimas medidas de ajuste. La
presencia de Lula, invocando la tradición 'petista', apunta a recrear
esa extorsión en Argentina. Como con Rousseff, el gran capital no ha
retirado sus fichas del tablero de Scioli y apuesta a un gobierno que
-con el concurso de la burocracia sindical y los gobernadores del PJ-
lleve hasta el final el ajuste que ya han iniciado Cristina-Kicillof con
carestía, recesión, suspensiones y despidos. De cara a este panorama,
el voto al Frente de Izquierda tiene un significado estratégico, pues
implica que una fracción de los trabajadores y los explotados ingresará
en un período de choques y convulsiones de fondo, levantando una agenda
propia y su independencia política frente a los ajustadores.
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