10 de diciembre de 2015
En un punto fundamental, macristas y kirchneristas han compartido el
relato: Argentina redujo la deuda externa a un digito del PBI en la
‘década’ – una hazaña financiera planetaria.
Argentina habría quedado excluida así de la crisis mundial, algo que
comparte hasta el reputado The Economist. Ortodoxos y heterodoxos
coinciden en esta opinión. En definitiva, los K habrían resuelto una
hipoteca histórica que agobió a Argentina durante cuatro décadas.
Pero… Según informa Clarín hoy (9.12), un vencimiento de deuda del
Tesoro con el Banco Central, en enero próximo, por u$s 9.800 millones,
que no formaría parte de aquella minúscula deuda externa, sería
cancelada con un Bonar 24 por el financista Prat Gay. El Banco Central
vendería la mitad de este título – u$s 5 mil millones – y conservaría la
otra mitad como garantía.
Como un movimiento contable, una deuda calificada de “inter-estado” se
convertiría en deuda externa, lo cual haría saltar por los aires el
‘milagro’ argentino. Quedaría demostrado que el ‘desendeudamiento’ no
fue más que un cambio de manos de la deuda externa, que retorna ahora a
su fuente original. El asunto es que el vencimiento de enero es apenas
la primera cuota: el total se encuentra entre los u$s 72 y 105 mil
millones. Pucha.
Lo que ocurrirá con la deuda del Tesoro con el Banco Central se
repetirá con la Anses – que tiene en alforjas unos u$s 35 mil millones.
Como el Senado aprobó el mismo miércoles 9 el 15% de la recaudación de
Anses a las provincias, la elite macrista también venderá los bonos en
poder del organismo a acreedores privados – en cuotas. Queda demostrado
en la práctica que la deuda externa de Argentina que dejan los K
alcanzaría al 50% del PBI – lejos del solo dígito. Pero como el PBI de
u$s 600 mil millones se reducirá un 30% como consecuencia de la
devaluación del peso, la relación de la deuda superará el 60%. Añadamos
que el gobierno MM pretende pagar con bonos las deuda sin registrar –
por importaciones, giros de utilidades e intereses, con los fondos
buitres y hasta las del mercado de futuros, unos bonitos 70 palos
verdes.
La suma de estas operaciones no entraña ningún financiamiento
internacional, pues se trata solamente, en un caso, de dar liquidez a
deudas del Tesoro que ya existían y, en otros, a registrar deudas ya
contraídas. Para obtener financiación extranjera habrá que emitir deuda
por encima de todo esto. Nada de todo esto agrega la incorporación de un
activo productivo para Argentina. Lo que anuncia oficiosamente el
macrismo lo habían prometido Macri-Pinedo y Scioli-Bein en la campaña
electoral.
Tenemos entonces un cuadro de bancarrota, o sea sin condiciones para
contraer deuda nueva. Argentina no ofrece garantías de repago; primero
hay que crear esas garantías, por ejemplo a través de la devaluación del
peso, el ajuste de los gastos sociales, la reducción de salarios, la
pérdida de conquistas laborales – o sea la recreación de las condiciones
para recuperar niveles de ganancia medios o extraordinarios. La misma
edición de Clarín anuncia las concesiones políticas: por ejemplo, “la
reanudación de la cooperación con la DEA, el FBI y la CIA” para “apoyar
las gestiones del nuevo gobierno para obtener ayuda en el Banco Mundial o
en un club de bancos privados” (Daniel Santoro).
Argentina ingresa al equipo de países que reclaman un rescate del
capital financiero internacional y sus estados, y a un período de
mayores convulsiones sociales y políticas.
JORGE ALTAMIRA
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