La crisis
que deriva de la muerte de Nisman es un gran escenario de ocultamientos,
de los dos lados del mostrador. Sólo por mencionar un caso, la jueza
Sandra Arroyo Salgado, ex mujer de Nisman, impidió que se revisaran las
computadoras del fiscal con el argumento de “preservar su privacidad”.
Algo oculta también ella
Ahora, cuando Stiuso se ve obligado a salir a la luz pública, queda
claro por qué tanto le convenía la oscuridad. Este hombre, que durante
décadas ha sido un instrumento y a la vez ha tenido de rehenes a tantos
políticos de la burguesía argentina, es un personaje de una mediocridad
sorprendente y un extorsionador (puede dar fe Luis Moreno Ocampo, que
recibió de Stiuso un “carpetazo” por la cabeza, al aire, en un programa
de televisión). Con él queda a la luz la condición mafiosa del personal
político del Estado argentino, fiel expresión de la burguesía que lo
mandata. Las “operaciones” que Stiuso y Alberto Nisman hicieron en la
causa Amia por cuenta de Néstor Kirchner no son más que un refrito de
informes que les suministraban la CIA, el Mossad israelí y los servicios
de inteligencia de Alemania e Inglaterra.
El hecho de que Stiuso sea la punta de lanza de las acusaciones
gubernamentales contra sus antecesores es parte de la disgregación de la
camarilla K, de la cual este espía era una pieza clave. Como se
recordará, él fue el encargado de organizar, por instrucciones de
Kirchner, “una Gestapo, una Side paralela”, como denunció en su momento
el ex ministro kirchnerista Gustavo Béliz en sede judicial.
En definitiva: Stiuso es el personaje traído por Macri para organizar
otro apriete, otra vuelta al nudo del cerco judicial contra los K. Pero
la catadura del elegido para esa operación, develada por sus apariciones
públicas, pone en crisis a la operación misma. Por otra parte, todo el
armado no tiene otro propósito que la simple extorsión: por ahora, la
amenaza de encarcelar a Cristina Kirchner es un arma de presión en favor
de la “gobernabilidad” buitre.
La necesidad del ocultamiento
La crisis que deriva de la muerte de Nisman es un gran escenario de
ocultamientos, de los dos lados del mostrador. Sólo por mencionar un
caso, la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex mujer de Nisman, impidió que se
revisaran las computadoras del fiscal con el argumento de “preservar su
privacidad”. Algo oculta también ella.
Mucho más ocultan Sergio Berni, la fiscal Viviana Fein y el personal de
Prefectura que intervino en la escena del crimen, dedicados a destruir
evidencias sistemáticamente. Algo oculta Diego Lagomarsino, proveedor
del arma que mató al fiscal, porque no quiere que la causa pase al fuero
federal. Y ni hablar de Stiuso, que reparte “carpetazos” por televisión
para que no hablen de él. Las 17 horas del testimonio de Stiuso no
sirven para nada en términos jurídicos. Lo admitió su abogado, Santiago
Blanco Bermúdez, al declarar que su cliente “no había aportado pruebas,
sino una interpretación” (La Nación, 7/3). Por lo demás, lo payasesco de
toda la operación hace imposible cualquier condena seria, más allá de
las extorsiones políticas mencionadas. Pero seguramente en la interna
macrista algunos ya les estarán reprochando la audacia a quienes
pergeñaron este retorno de Stiuso: a nadie conviene, por ejemplo, que se
develen los vínculos de Nisman con el propio Stiuso, con los espías
Alberto Mazzino y Fernando Pocino (es el que aparece en una foto con
Hebe de Bonafini durante la primera represión al Indoamericano). Elisa
Carrió, por ejemplo, dice que el entregador de Nisman fue Stiuso.
Siempre se debe recordar que el macrismo es una bolsa de gatos. Y todo
puede empeorar cuando empiecen a volar otros “carpetazos”, como, por
ejemplo, el de la proximidad de Stiuso con lavadores de dinero
vinculados con la camarilla macrista que dirige Boca Juniors. Las
carpetas van pero también vuelven y a veces se hacen plomo caliente,
como cuando la Bonaerense asesinó a tiros a Pedro “el Lauchón” Viale,
agente de la Side, mano derecha de Stiuso y empleado de un viejo amigo
de Macri: el proxeneta Raúl Martins. El Estado argentino y sus
funcionarios más encumbrados hieden por todos sus costados.
Entretanto, la apelación de Lagomarsino al pase de la causa al fuero
federal obliga a que intervenga la Cámara del Crimen. Se trata de otra
instancia de negociaciones espurias.
Otra vez: los trabajadores necesitan librarse de esas cuevas de
conspiraciones contra el pueblo que son los servicios de inteligencia.
Su disolución y la inmediata apertura de sus archivos han de ser
consignas en este 24 de Marzo, significativo como el que más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario