Foto: Sebastián Baracco
La resolución política aprobada condensó tres meses de debate en todos
los círculos y comités del partido, junto con el que se desarrolló en
una comisión específica y en el plenario del Congreso.
La resolución caracteriza que “el derrumbe del kirchnerismo, que es
parte del agotamiento del nacionalismo continental en sus diferentes
variantes, ha dado lugar a una tentativa derechista de carácter
precario, que deberá vérselas con una clase obrera y un movimiento
popular que nunca pudo ser doblegado en la etapa anterior, y que
desarrolló fuertes tendencias de independencia política”.
El régimen político que quiere poner en pie el macrismo está
condicionado, en primer lugar, por la bancarrota económica. Los primeros
90 días de gobierno echaron por tierra la pretensión de una “transición
ordenada”: la devaluación, el tarifazo y los rescates de diferentes
grupos capitalistas condujeron al desmadre inflacionario, que el
gobierno contiene a costa de agravar la recesión. En estas condiciones,
el macrismo y todos los partidos de la burguesía se han precipitado al
pacto buitre, en la expectativa de un rescate a manos del capital
internacional. La pretendida “salida al mundo”, sin embargo, se produce
en medio de un agravamiento de la crisis capitalista, en el mundo y en
el continente. El Congreso se detuvo en la dimensión de la bancarrota de
Brasil, signada por un dislocamiento industrial sin precedentes. En
medio de un derrumbe de las materias primas y del comercio
internacional, la garantía de repago del reendeudamiento que tramita el
macrismo debe ser un ajuste brutal y una mayor entrega nacional.
El régimen político que deberá llevar adelante este ajuste se
caracteriza por su precariedad. Los acuerdos “a pedido” que han
comenzado a transitar por el Congreso se han obtenido al precio de una
intensa disgregación del peronismo. El pejota de Urtubey y otros
gobernadores se reorganiza al compás de su sometimiento al macrismo. El
kirchnerismo ha aceptado participar en la normalización pejotista bajo
la tutela de Barrick-Gioja o, en su variante de “máxima”, candidateando a
Scioli. En los últimos días, incluso, ganó puntos la versión de que PJ
preferiría ser intervenido por la Justicia, como un recurso último para
encubrir una fragmentación. La fragilidad de este régimen de acuerdos
circunstanciales no se compadece con la envergadura de la crisis.
La clase obrera y la izquierda
El rescate en curso plantea una reconfiguración de todas las relaciones
sociales, y conducirá a una conmoción en la clase obrera y sus
organizaciones.
La pretensión de la burocracia de “pasar el otoño” con acuerdos
precarios -a costa de los trabajadores contratados, de suspensiones o
retiros voluntarios- ya está mostrando sus límites brutales. La
iniciativa del activismo debe dirigirse a la masa de los trabajadores y a
las diferentes fases de maduración de los movimientos de lucha. La
pasividad de la burocracia no debe enfrentarse con el ultimatismo, sino
con un trabajo de orientación y organización de los activistas que
prepare las mejores condiciones para una lucha de conjunto. Este es el
valor del planteo por congresos obreros de sindicatos, delegados de base
y activistas, que en algunas provincias podrían tener concreción
efectiva. Este mismo cuadro de deliberación se plantea en la juventud,
en el movimiento de la mujer, de jubilados y desocupados. En todos los
casos, debatimos iniciativas específicas y un programa.
El Frente de Izquierda
El pasaje del kirchnerismo a la oposición, ha vuelto a colocar al rojo
vivo la cuestión que históricamente ha dividido aguas en la izquierda
argentina, la de su delimitación respecto del nacionalismo burgués. En
estos 90 días de gobierno de Macri, el kirchnerismo ha mostrado su
condición de partido del ajuste, como ocurre con las gobernaciones de
Rosana Bertone (Tierra del Fuego) y Alicia Kirchner (Santa Cruz). A
despecho de ello, el kirchnerismo pretende levantarse como oposición
popular al gobierno macrista. Detrás de la demagogia opositora, se
quiere clausurar la tendencia a la independencia política de los
trabajadores que se desarrolló bajo el kirchnerismo, y que se expresó en
el desarrollo del Frente de Izquierda. Disolver a la izquierda en el
nacionalismo, bajo el pretexto de la “lucha contra el macrismo”, es una
política doblemente criminal. Primero, porque entregaríamos las luchas
obreras a manos de otros ajustadores -los K. Luego, porque comportaría
un retroceso monumental en relación a las conquistas políticas
alcanzadas por la izquierda en el período anterior. En nuestra
resolución, “concebimos al frente único para desarrollar la lucha de
clases contra el Estado capitalista, y no como ‘frente antimacrista’ que
disuelve a la izquierda en la oposición kirchnerista al macrismo. En
oposición al gobierno ajustador, llamamos a reforzar una oposición
obrera y socialista”.
Etapa y tareas
El Congreso consideró los diferentes escenarios de la crisis. El
gobierno ha presentado a la operación de reendeudamiento como una forma
de “gradualizar” el ajuste. Temen que un “rodrigazo” en regla acelere un
proceso de liquidación o quiebra de capitales sobrantes y, por el otro,
precipite una rebelión popular. La “financiación del ajuste” podría
dilatar en el tiempo estas contradicciones, pero al precio de su
reaparición con contornos más explosivos. Para el macrismo, el acuerdo
con los buitres puede ser un punto de partida, pero está lejos de
asegurar por sí mismo una capacidad de gobernar. La legión de
mandatarios que ha visitado la Argentina (desde Hollande a Obama) es una
tentativa de apuntalamiento de un gobierno precario por parte del
imperialismo, para utilizarlo como ariete derechista frente al derrumbe
de los gobiernos nacionalistas de la región.
En definitiva, la actual transición opera en medio del derrumbe del
régimen político considerado en su conjunto. El desarrollo de estas
tendencias puede conducir a una situación prerrevolucionaria y a una
crisis de poder, donde el régimen de coalición a la carta dé paso a un
gobierno de coalición e incluso a una salida anticipada del gobierno. La
gran tarea, en esa perspectiva, es convertir a la clase obrera en
alternativa de poder. De allí la consigna que aprobó el Congreso:
“Transformemos a la clase obrera y a la izquierda en alternativa
política al régimen ajustador de Macri y los gobernadores”. El Partido
Obrero salió de su XXIII Congreso con una estrategia y un plan de
acción.
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