Columna independiente de la Coordinadora Sindical Clasista, la izquierda y el clasismo
La convocatoria realizada por las dos CTA -lideradas por Yasky y
Micheli- a movilizar a Plaza de Mayo “contra el veto macrista a la
llamada ley antidespidos y el tarifazo”, se produjo en medio de grandes
huelgas provinciales y movilizaciones populares.
Esos conflictos han adquirido particular envergadura en Tierra del
Fuego y en Santa Cruz, donde gobiernos kirchneristas están aplicando el
ajuste “a sangre y fuego”; otro foco de fuertes choques con los
trabajadores es Mendoza, gobernada por el radical Cornejo.
La dureza y persistencia de la reacción obrera, testimonian la voluntad
generalizada de poner un límite a los despidos, los tarifazos y la
degradación salarial.
En sentido inverso, el veto presidencial fue una señal dirigida a la
clase capitalista para profundizar la ofensiva contra los derechos
laborales (ley Triaca) y avanzar con la reforma jubilatoria (enmascarada
tras el proyecto de regularización de juicios).
La marcha y sus límites
La burocracia de la CGT, que apostó sus fichas al laberinto
parlamentario, no sólo descartó cualquier medida de protesta esgrimiendo
que “el veto es facultad del presidente”, sino que refrendó con su
firma en el Consejo del Salario un ingreso mínimo de “indigencia” (el
gobierno de la Ciudad de Buenos Aires estableció ese umbral en 6.319
pesos en mayo para una familia tipo).
La defección de los Moyano, Caló y compañía convirtió a la limitadísima
iniciativa de las CTA en un canal por el que emergieron parcialmente la
presión y los reclamos de las bases sindicales.
La adhesión, con corte de tareas, de La Bancaria, de Foetra, del Sutna
-en el debut de su flamante dirección combativa-, de los Suteba
recuperados, y el paro de 24 horas dispuesto por los aceiteros, le dio
cuerpo a una convocatoria que esquivó el paro general (se concibió como
una movilización de los cuerpos de delegados) y no levantó la bandera
del triunfo de las luchas de los estatales y docentes de Santa Cruz y
Tierra del Fuego.
La delimitación de las CTA que convocan respecto de la CGT se redujo a
considerar que “los compañeros hacían una lectura equivocada”, es decir
que fue una justificación. El programa -“por la Agenda Social y la
solución del tema tarifario"- fue suficientemente difuso como para
traslucir otra agachada; la preocupación de Yasky por las Pymes “que
sufren los aumentos de tarifas y son la que generan fuentes de trabajo
en la Argentina”, lo ubica en la misma línea de subsidios y exenciones a
las patronales, que defienden el Frente Renovador de Massa y el propio
Macri.
La desintegración de la CTA
La presentación en público de la futura unidad de la central, detrás
del sindicalismo kirchnerista de Yasky, no puede ocultar la
descomposición imparable de ambas facciones. La fractura de las
centrales obreras responde a las divisiones al interior de la burguesía.
Por su parte, el “Cachorro” Godoy (ATE, CTA Autónoma), que optó por
sacarle el cuerpo a la movilización con el argumento de su perfil
kirchnerista, quedó en el campo de la burocracia que compone con Macri.
Una columna independiente, paro nacional y plan de lucha
La CSC, cuya mesa nacional se reunió días antes de la marcha, resolvió
llamar a los sectores combativos y antiburocráticos a intervenir de
forma diferenciada, constituyendo -como en la marcha del 29 de abril-
una columna independiente, bajo la consigna de “paro nacional y plan de
lucha”.
La AGD-UBA, el Sutna y el Sitraic impulsaron la coordinación de esa
columna con diversos sindicatos, entre otros los ferroviarios de Haedo,
el clasismo del Subte, ATE-Sur y Ademys, en base a un programa que
incluyó la prohibición de despidos, el reparto de las horas de trabajo,
la reapertura de las paritarias y el salario igual a la canasta
familiar, la abolición del impuesto al salario, la defensa del 82 por
ciento móvil y el rechazo a los tarifazos.
El primer punto de ese programa fue el repudio a la represión al acampe
de los trabajadores de Tierra del Fuego y el reclamo del
desprocesamiento de todos los luchadores.
Los compañeros de la directiva de ATE-Mendoza, participantes de la
mesa, anunciaron la resolución, adoptada junto al Sute y el resto de los
gremios provinciales, de realizar, en coincidencia con la movilización a
Plaza de Mayo, una marcha de antorchas.
El 2 de julio, conferencia nacional de la CSC-PO
La convocatoria de la CTA no planteó (ni se propuso hacerlo) un curso
de acción al movimiento obrero, ante el agravamiento de la crisis
económica y social. La brecha entre la política de las cúpulas
sindicales y los trabajadores se agiganta y con ella las oportunidades
para el desarrollo del clasismo y la izquierda revolucionaria.
La campaña hacia la conferencia nacional de la CSC, del 2 de julio en
el mini-estadio de Racing será un laboratorio de política obrera que
abordará la cuestión candente del “frente único y el plan de lucha”
necesario para derrotar el ajuste de Macri y los gobernadores; cuestión
que supone la expulsión de la burocracia de todo signo y la puesta en
pie de una nueva dirección.
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